Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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III
CRISTIANIZACIÓN DEL MUNDO POR MARÍA


«Reina Ester, pídeme lo que quieras y te lo doy.
Aunque me pidas la mitad de mi reino, la
tendrás. La reina Ester respondió: Majestad,
si quieres hacerme un favor, si te agrada,
concédeme la vida –es mi petición– y la vida de
mi pueblo –es mi deseo–» (Ester 7,2-3).


EL PENSAMIENTO DE PÍO X

La divina Providencia ha elegido sus caminos y sus leyes en las obras ad extra.1
El mundo se hizo cristiano por María y sólo por María –por eso ella es la apóstol, no un simple apóstol–; y se hará cristiano completamente, si así se llega a conocer a María, a imitarla, a invocarla como la apóstol. Ayer, hoy, en los siglos.
Sacerdotes y almas cristianas, reflexionemos: el mundo no llega a Cristo porque no se indica aún suficientemente el camino: María. Hay que hacerlo más, mucho más; más profunda y sapientemente orientemos las almas y la sociedad a María. Este mundo es un hijo pródigo; se le hace dura la vuelta al padre; pero si se da a ver que en la puerta de casa está la madre para recibirlo, ¡qué ánimo y qué esperanza!
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Se multiplican impresos, discursos, propuestas, iniciativas, fatigas, gastos... Pero a Jesús se le encuentra siempre como le encontraron los pastores y los magos: «Encontraron a María y a José y al Niño recostado en el pesebre».2 Es el hecho que siempre ha de repetirse y se repetirá hasta el fin de los siglos. Si no se encuentra a María, no se encontrará a Jesús. Aún no se penetra en todo el profundo sentido de las palabras: «Una mujer nos arruinó a todos; una mujer lo repara todo». Si se considerase a María, según el profundo sentido de la Iglesia y de la Escritura, ¡cuántas menos almas se perderían; cuántos menos errores y desórdenes se darían!... ¡Somos cuatrocientos millones de católicos sobre dos mil cuatrocientos millones de hombres!3 ¿Hasta dónde ha llegado, pues, la redención? Ha tenido lugar ya, pero no llega; o bien se pierde porque los hijos abandonan a la Madre.
Mientras sigue rezándose el rosario en una familia, permanece Cristo, Camino, Verdad y Vida.
El hombre se pliega a la madre, el mundo se plegará a María, que mostrará a Jesús.
San Cirilo de Alejandría exalta a María apóstol del mundo: «Por ti la Trinidad es glorificada; por ti la preciosa cruz es adorada y exaltada en toda la tierra; por ti exulta el cielo; se alegran los ángeles y los arcángeles; son rechazados los demonios, y el hombre mismo es elevado al cielo; por ti toda criatura envuelta en el error de la idolatría llegó al conocimiento de la verdad; los hombres alcanzaron el santo bautismo y la Iglesia se extendió a toda la tierra. Con tu ayuda las gentes llegaron a la penitencia; por ti el Unigénito Hijo
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de Dios, verdadera luz, iluminó a quienes yacían en tinieblas y en sombra de muerte. Por ti los profetas anunciaron y los apóstoles predicaron a los hombres la salvación».4

UNA MADRE BUENA

¡Qué difícil es que los hijos huérfanos crezcan buenos! Y así es también de los hombres respecto a María. Pensemos en lo que es una buena madre en una familia: es la reina de la casa. Pues tal es la santísima Virgen, Madre de los hombres en la familia humana.
¡Nunca se dejen faltar a los pobres hijos de Eva, que gimen y lloran en este valle de lágrimas, las consolaciones y los bienes de esta Madre!
Los males entraron en el mundo porque el hombre se apartó de Dios, que es el bien. Los males actuales en el mundo persisten aún porque se abandona a Dios. Así pasó repetidas veces a los hebreos; así es hoy; y será por los siglos.
Nos hemos precipitado en un caos de errores, de desórdenes morales, de supersticiones, de falsos cultos, de miserias materiales. ¿Cuál es la causa? Responde el obispo Toth Thiamer, orador y profesor en la Universidad de Budapest: «Las guerras, en último análisis, no las desencadenan los gobernantes, sino los enseñantes incrédulos, la prensa irreligiosa y materialista, el laicismo en la vida social, la plutocracia. ¡Esos son los asesinos del pueblo! Las guerras actuales son consecuencias lógicas de una cultura anticristiana». Se dan enormes conquistas técnicas, pero hay un regreso desolador
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en el espíritu y en el pensamiento humano entre los pueblos llamados cristianos. Muy frecuentemente la civilización se ha quedado en un cuerpo sin alma.
¿Y en los pueblos que nunca conocieron a Jesucristo? El cuadro es desolador.
En el mensaje radiofónico del 14 de mayo de 1942, Pío XII indicó como «causa de la guerra la incredulidad de nuestra época». Y el mismo año, consagrando la humanidad al Corazón inmaculado de María, dijo que el mundo «es víctima de las propias iniquidades». Se renueva lo que san Agustín escribía sobre la decadencia del Imperio romano: «Para que un pueblo prospere y sea feliz, se necesita que sea reina la justicia, ley la caridad, fin la eternidad».
Hoy la humanidad ha perdido la propia alma y siente esa falta.
Pío XI había escrito: «El único medio para aliviar a la sociedad humana es la práctica de la vida cristiana». ¿Pero cuál es el método y el camino?

DOCTRINA DE PíO X

Lo indicó Pío X en el axioma cristiano: «Por María (se va) a Jesús».5 El 2 de febrero de 1904, Pío X demuestra con elocuencia teológica que el culto a María es el medio seguro y eficaz. Los principios están bien claros.
«¿Quién no ve que no hay camino más seguro y expedito que María para unir todos a Cristo y obtener, por él, la perfecta adopción de hijos, de modo que seamos santos e inmaculados ante Dios?».
Primera razón : Si a María se le dijo en verdad:
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«¡Dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!»,6 o sea que concebiría y daría a luz al Hijo de Dios; si ella acogió en su seno a quien, por naturaleza, es Verdad, para que, engendrado en un nuevo orden y con nueva natividad, invisible de suyo, se hiciera visible en nuestra carne, siendo el Hijo de Dios hecho Hombre, autor y perfeccionador de nuestra fe..., es preciso que la santísima Madre suya sea reconocida partícipe y casi tabernáculo de los misterios divinos, pues sobre ella, como sobre el fundamento más noble después de Cristo, se levanta el edificio de la fe de todos los siglos.
Segunda razón: Tal es la voluntad de Dios, porque bien hubiera podido darnos de otro modo al Salvador, pero quiso que lo recibiéramos de María. Dice Pío X: «Habiendo placido a la Providencia divina que tuviéramos al Hombre-Dios por María, que lo llevó en su seno, no nos queda otro camino que recibirlo de manos de María».
Y demuestra cómo en la Escritura antigua se anuncia siempre al Salvador como el Hijo de la Mujer, la flor del vástago, María, el fruto de su seno. Así suspiraban por él los patriarcas; y concluye: «El fin de la ley, el cumplimiento de las figuras y de los oráculos, después de en Cristo lo encontramos en María».
Tercera razón : «Es claro que por la Virgen, por ella más que por ningún otro medio, se llega a Jesús: porque ella fue la única entre todas con quien Jesús, como conviene a un hijo, estuvo unido con trato familiar y en la íntima convivencia de treinta años. ¿A quién, más que
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a María, le fueron desvelados más profundamente los admirables misterios del nacimiento y de la niñez de Jesús y, sobre todo, el misterio de la encarnación, que es principio y fundamento de la fe? María no sólo conservaba y meditaba en su corazón los acontecimientos de Belén y los de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo, sino que participaba de los pensamientos de Cristo, de sus secretos quereres y prácticamente de toda su misma vida. Por eso nadie conoció a Cristo como ella, tan profundamente; nadie es guía y maestro más adecuado para el conocimiento de Cristo». De ahí que nadie será más capaz que la Virgen en unir los hombres a Cristo. En efecto, es verdad, según la sentencia del propio Jesucristo, que «la vida eterna consiste en esto: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, conociendo a tu enviado Jesucristo» ;7 obteniendo nosotros por María el conocimiento de Cristo, por ella obtendremos también mucho más fácilmente la vida de la que él es principio y fuente.
Cuarta razón: María es madre buena. ¿Y no lo es quizás de Cristo? Así pues, es también nuestra madre. Hay que creer, pues, que Jesús, el Verbo de Dios hecho hombre, es asimismo el Salvador de los hombres. En cuanto Hombre-Dios tuvo un cuerpo físico; en cuanto Salvador tuvo un cuerpo místico, es decir la sociedad de los creyentes: «Con ser muchos, unidos a Cristo formamos un solo cuerpo».8 Y bien, María no concibió sólo al eterno Hijo de Dios, para que se hiciera hombre, tomando de ella la naturaleza humana; sino también para que fuera el Salvador, como dijo el ángel a los pastores: «Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, que es el
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Cristo Señor».9 Por eso en el mismo y único seno de la castísima Madre, Cristo tomó para sí la carne, y unió a sí el Cuerpo místico, formado por quienes «habrían creído en él». Así pues, cabe decir que María, llevando en su seno al Salvador, llevó también a todos aquellos cuya vida estaba contenida en la del Salvador. De ahí que, como escribe san Pablo, cuantos somos miembros del cuerpo de Cristo, de su carne y de sus huesos , hemos salido del seno de María, como cuerpo unido a la cabeza. De modo místico, pero verdadero, somos hijos de María, y ella es Madre de todos. Madre espiritualmente, pero verdaderamente Madre de los miembros de Cristo que somos nosotros . Por tanto, si María es a la vez Madre de Dios y Madre de los hombres, ¿quién dudará que ella se emplee, con todo interés, para que Cristo, Cabeza del cuerpo de la Iglesia , derrame en nosotros, sus miembros, sus dones, sobre todo el de conocerle y vivir para él?
Quinta razón : María no sólo «aportó la materia de su carne al Unigénito de Dios que debía nacer con miembros humanos y suministrar así la víctima para el sacrificio; tuvo también el cometido de custodiar y nutrir a la misma víctima y, en el momento designado, presentarla para el sacrificio. Así pues, una comunión continua de vida. Cuando luego llegó la hora suprema, estaba junto a la cruz de Jesús su Madre... alegrándose de que su Unigénito se ofreciera para la salvación de todos los hombres».
De ahí deduce Pío X que María fue corredentora; y mediadora y conciliadora ante su Hijo. Ministra de la distribución de la gracia. Jesús es la fuente de cuya plenitud todos recibimos;
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María, según san Bernardo, es el acueducto que nos transmite el agua de la gracia. O bien, según san Bernardino, el cuello por donde todo el cuerpo está unido a la Cabeza y ésta transmite al cuerpo la fuerza y la energía.
Sexta razón : María «desde la casa de Nazaret hasta el Calvario fue compañera inseparable de Jesús; conoció como nadie los secretos de su corazón, administrando, casi por derecho materno, los tesoros de sus méritos». De ahí que ella sea el apoyo principal y más seguro para conocer y amar a Jesús. Pío X dice que están en deplorable condición quienes, por engaño diabólico o por prejuicio, creen poder prescindir de la ayuda de la Virgen. ¡Míseros e infelices! Descuidan a María con el pretexto de honrar a Cristo, pero no saben que «no se encuentra al Niño sino con María, su Madre». «Ningún obsequio es de más agrado para María que conocer y amar a Jesús».

CONCLUSIÓN

Concluyamos:
Quien encuentra a María, encuentra el camino que es Jesucristo. Por eso Pío XII indicó el Corazón inmaculado de María como la esperanza y la senda de la salvación para todos. Y a ella consagró el mundo.
«¡Reina del santísimo Rosario, Auxilio de los cristianos, Refugio del género humano, Vencedora de las batallas de Dios! Nos postramos suplicantes ante tu acatamiento, seguros de impetrar misericordia y recibir gracias y ayuda oportuna y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los
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que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de tu materno corazón».

ORACIÓN DE PÍO XII

«A ti, a tu Corazón inmaculado, en esta hora trágica de la historia humana, nos confiamos y nos consagramos no sólo en unión con la santa Iglesia, Cuerpo místico de tu Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y está atribulada de tantos modos, sino también con todo el mundo desgarrado por feroces discordias, ardiendo en un incendio de odio, victima de la propia iniquidad.
¡Conmuévante tantas ruinas materiales y morales; tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposas, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas arrancadas en flor; tantos cuerpos destrozados en horrenda matanza; tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente!
Tú, oh Madre de misericordia, ¡obtennos de Dios la paz! Y ante todo las gracias que pueden en un instante convertir a los corazones humanos, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, ruega por nosotros y da al mundo en guerra la paz que los pueblos ansían, la paz en la verdad, en la justicia, en el amor de Cristo. Dale la paz de las armas y la paz de las almas para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.
Otorga tu protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de muerte; concédeles la paz y haz que surja para ellos el sol de la verdad y puedan, juntamente
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con nosotros, ante el único Salvador del mundo, repetir: Gloria a Dios en lo alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres amados por él (Lc 2,14).
A los pueblos separados por el error y por la discordia, particularmente a los que te profesan singular devoción, y en los que no hay casa donde no se tenga con honor tu venerada imagen (hoy quizás ocultada y guardada para días mejores), dales la paz y recondúcelos al único aprisco de Cristo bajo el único y verdadero pastor.
Obtén paz y libertad completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio arrasador del neo-paganismo; fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y el celo apostólico, para que el pueblo de quienes sirven a Dios aumente en méritos y en número.
Finalmente, dado que al Corazón de tu Jesús le fueron consagrados la Iglesia y todo el género humano para que, poniendo en él toda esperanza, sea para ellos signo y prenda de victoria y salvación..., así igualmente nosotros nos consagramos también para siempre a tu Corazón inmaculado, ¡oh Madre nuestra y Reina del mundo!, para que tu amor y patrocinio apresuren el triunfo del reino de Dios y todas las gentes, pacificadas entre ellas y con Dios, te proclamen bienaventurada y contigo entonen, desde una a otra extremidad de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, amor, gratitud al Corazón de Jesús, el único en quien pueden hallar la verdad, la vida y la paz».
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1 «Obras hacia afuera». Se entiende: fuera de la vida intra-trinitaria.

2 Lc 2,16.

3 Téngase presente la estadística actualizada, referida en la nota 2 de la Introducción.

4 Discurso sobre la “Theotokos” al concilio de Éfeso (431).

5 «Per Maríam ad Jesum» .

6 Lc 1,45.

7 Jn 17,3.

8 Rom 12,5.

9 Lc 2,11.