Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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XX
APOSTOLADO CELESTE:
DEFENSA DE LA IGLESIA


«El Altísimo te bendiga, hija..., que enderezó tu
golpe contra la cabeza del general enemigo»
(Jdt 13,18).


LUCHAS Y VICTORIAS

María es la defensa de la Iglesia. «Turris davídica, turris ebúrnea» 1 se la llama en las letanías. Muchas veces salvó la amenazada vida del Cristo místico, la Iglesia, como con José salvó del impío Herodes la vida de Jesús niño. Jesús fue signo de contradicción, muy amado y muy odiado, llegando a ser crucificado. Igualmente le sucede a la Iglesia. De siglo en siglo, siempre nuevos Herodes y nuevos Pilatos y Caifás le han puesto insidias o le han lanzado continuos asaltos. La Virgen siempre la ha hecho vencer. En efecto, Jesús no prometió a la Iglesia una paz perpetua, sino la perpetua victoria. María aplasta siempre la cabeza al enemigo: «El poder de la muerte no la derrotará».2
Narra san Mateo que, una vez marchados los Magos tras adorar al Niño, Herodes, celoso, sospechó haber sido engañado. Había esperado que los Magos volvieran a referirle si habían encontrado, y dónde, al recién nacido rey de los judíos. Pero los Magos, avisados en un sueño, volvieron
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a su tierra por otro camino. Entonces Herodes decidió la matanza de los niños de Belén y alrededores, por debajo de los dos años. Pero el ángel del Señor se apareció a José por la noche y le dijo: «Levántate, toma al Niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta nuevo aviso, porque Herodes va a buscar al Niño para matarle».3
José con María y el Niño partieron inmediatamente. La tradición y el arte gustan representarnos a José que guía el burrito, a María sentada a la grupa teniendo en sus brazos al Niño, defendido del frío. Es el viaje del destierro hacia Egipto. Dejan la tierra natal, con todas las comodidades que les podía ofrecer. Van a un país tradicionalmente hostil para los hebreos, a quedarse allí un tiempo indefinido, sin poder prever cómo se sustentarán para vivir. Se trata de salvar la vida a Jesús, y no caben dudas. La persecución es injusta; a Dios no le faltaban medios para desbaratar los tristes designios de Herodes. ¿Por qué Dios huye ante un hombre? Estos son razonamientos humanos: «Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos», dice la Escritura.4
La Virgen bendita no se abandonó a consideraciones humanas; conocía su misión: dar, preparar y conservar al Niño, la Hostia para el sacrificio. Y ello según las sendas trazadas por la divina Providencia.
San Juan Crisóstomo escribe: «Que Jesucristo huyera no fue temor, sino misterio; fue una libre disposición, no un peligro para el Creador; fue virtud divina, no debilidad humana. No huyó por temor a la muerte, siendo autor de la vida, sino para dar la vida al mundo. Pero habiendo
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nacido para morir, ¿por qué escapar de la muerte? Jesucristo nos hubiera privado de su ministerio de salvación si hubiera muerto en la infancia. En efecto, él venía para edificarnos con sus ejemplos, darnos sus preceptos, predicar su Evangelio de salvación».
Todo esto no hubiera tenido lugar si el Niño hubiera sido víctima de Herodes.
María es la misionera.
Santo Tomás se pregunta: «¿Por qué elegir Egipto con preferencia a otra región?». Y responde: «Porque es cosa propia de Dios acordarse de su misericordia, aun en la ira. El Señor estaba indignado contra Egipto porque éste había perseguido al pueblo elegido: y ahora se venga de modo divino, yendo precisamente a visitar, en primer lugar, a los egipcios con el fin de iluminarles y comunicarles sus tesoros celestes».
La presencia de la Sagrada Familia llevó en efecto bendiciones a aquella región. Dice san Juan Crisóstomo: «Como la visita de María a casa de Isabel santificó a toda aquella familia, así la visita a Egipto santificó toda la región». Después de la venida del Espíritu Santo, Egipto fue evangelizado por san Marcos, y llegó a ser una tierra de santos : san Atanasio, san Cirilo, santa Catalina, santa Apolonia. Los desiertos se poblaron de miles de eremitas, entre ellos san Pablo y san Antonio.

LA OBRA DE MARÍA

María lleva a Jesús. Después de cada persecución se verá siempre cómo Dios saca bien del mal: por María y con María. María llevó
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a su Jesús a los gentiles. Fue la primera misionera, más aún la misionera de los infieles.
Doscientos años después, Jesucristo místico se refugió en Egipto. Los cristianos eran perseguidos por los emperadores romanos, nuevos Herodes. Miles de ellos se refugiaron en Egipto, y este país se hizo centro de vida y de perfección cristiana, donde se difundieron esplendores de doctrina, de virtud y de piedad cristiana. La vida religiosa tuvo allí como [la propia] cuna y forma concreta. Adoremos los designios imperscrutables de Dios: «El hombre propone, Dios dispone». Herodes persigue, y Dios desarrolla sus designios. Herodes mata, Dios salva las almas. «Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y su Mesías... El Señor se burla de ellos».5 «Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera».6
Los triunfos los prepara María. En el oremus de la misa de la Huida a Egipto, celebrada en algunos lugares el 17 de febrero, decimos: «Oh Dios, protector de quienes en ti esperan, que has salvado de las manos de Herodes a tu Unigénito con su huida a Egipto, concédenos, por intercesión de la beatísima y siempre Virgen María, que librados de todos los peligros de alma y cuerpo , merezcamos llegar a la patria celeste».
Siempre, allá donde se va llevando a Jesús en el corazón, se comunican gracias y bendiciones, especialmente después de la misa, la comunión, la visita al santísimo Sacramento y la lectura del Evangelio.
Esto se repite a cada siglo. Los albigenses negaban muchas verdades de fe, eran unos revolucionarios y sacrílegos, que pasaban a hierro y fuego ricas regiones de Francia, España e Italia. Santo Domingo se les opuso primero con
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su palabra de apóstol, pero inútilmente. Recurrió entonces a María; rezó e hizo rezar a todos y doquier el santo rosario, haciendo meditar los santos misterios. María venció; volvió la paz.
Los turcos fueron enemigos terribles para la Iglesia, durante varios siglos.
Innumerables cristianos en España, en África, y en las ciudades marinas fueron reducidos a esclavitud, vendidos como meras cosas, tratados de modo inhumano. La santísima Virgen intervino: se apareció a san Pedro Nolasco, a san Raimundo Peñafort y a Jaime rey de Aragón, manifestándoles su deseo de que se instituyera una orden para la redención de los cautivos. Surgieron así los Mercedarios con el fin de asistir y liberar a los esclavos cristianos, comprometiéndose incluso heroicamente, si faltaban otros medios, a sustituirles.
El 7 de octubre de 1571 la flota cristiana, bajo el mando de Juan de Austria, alcanzó sobre los turcos una estrepitosa victoria, cerca de Lepanto. San Pío V, con todo el pueblo cristiano, había elevado fervientes plegarias a la Reina celeste. Doscientas naves fueron hundidas, noventa incendiadas: treinta mil turcos muertos; veinticinco mil cristianos liberados. En el mar la potencia turca quedó aplastada. San Pío V, en memoria de tal hecho, añadió a las letanías el título «Auxilio de los cristianos»,7 y llamó a María «Nuestra Señora de la Victoria» . Dos años después Gregorio XIII estableció la fiesta del Rosario el 7 de octubre.
En 1683 los turcos trataron de asestar un golpe a la cristiandad, esta vez por tierra. Querían invadir Europa, especialmente Italia, y ya asediaban la ciudad de Viena con un ejército formidable. Inocencio XI
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suplicó a Juan Sobieski, rey de Polonia, que acudiera en ayuda de Viena. Pequeño era su ejército, pero atacó al potente adversario en nombre de María . El enemigo quedó completamente derrotado, y el Papa estableció la fiesta del Nombre de María .
Victoria parecida obtenía en 1716 nuevamente sobre los turcos, el príncipe Eugenio di Saboya, devotísimo de María. Nunca comenzaba el ataque sin antes haber rezado el rosario. Clemente XI extendió entonces la fiesta del Rosario a toda la Iglesia.
En el siglo XVI el Protestantismo asaltó a la Iglesia católica. Pero por obra especialmente de los jesuitas, las congregaciones marianas excitaron a los fieles a esperar en María.
Escribe Campana: «Cuando la reforma protestante, cual volcán en erupción, vomitaba sobre Europa su lava destructora del culto mariano y de las antiguas instituciones católicas, fueron las frecuentes apariciones de María en los confines de Italia, las que salvaron de aquella enorme devastación el centro, el corazón de la catolicidad: Italia y Roma».
Cuando Napoleón Bonaparte, orgulloso de sus triunfos, persiguió a la Iglesia y apresó a Pío VI en Savona, la Virgen acudió en ayuda del vicario de Jesucristo, que había invocado la liberación. Pío VI tenía prometido con voto coronar a la Virgen de la Misericordia en Savona. Napoleón fue entonces derrotado y tuvo que abdicar el 11 de abril de 1814, mientras Pío VI, liberado, cumplía su voto, instituyendo la fiesta de María Libertadora y volvía a entrar en Roma entre los aplausos de sus hijos.
En el pasado siglo XIX, liberalismo y racionalismo surgieron contra la fe, divinizando la razón.
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Intervino la Inmaculada que, apareciendo en Lourdes y obrando numerosos prodigios, despertó la fe en lo sobrenatural.
Siguieron luego el sensualismo y el materialismo. León XIII reactivó la devoción del rosario, y vino una fuerte reacción por parte de los católicos, la estima a la santa Sede creció inmensamente, imponiéndose en todo el mundo. La causa de la Iglesia es la causa de Jesucristo y de María.

REZAR Y OBRAR

Ahora la lucha se desarrolla entre catolicismo y comunismo ateo, que intenta invadir la tierra. Pero la Virgen ya ha intervenido en la lucha. Se apareció en Fátima, invitando a los hombres a confiar en su Corazón; pidiendo penitencia; prediciendo la conversión de Rusia. María vencerá a su modo materno: salvando .
«¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a Dios, que no ha retirado su misericordia a la casa de Israel; que por mi mano ha dado muerte al enemigo esta misma noche».8 «La vara de Jesé floreció; la Virgen engendró al Hombre-Dios. Dios restituyó la paz, reconciliando en sí las cosas ínfimas con las supremas» ( Misa de la Reina de los Apóstoles ).
«Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas la oración
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de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita».9
«Padre todopoderoso, concede a tus fieles verse libres, de todos los males de este mundo; y por la intercesión de la Virgen María, junto a la de todos los santos, otórganos benigno la salud y la paz, para que disipadas todas las hostilidades y todos los errores, tu Iglesia te sirva con tranquila libertad. Por N. S. J. C.» ( Liturgia ).
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1 «Torre de David, torre de marfil».

2 « Et portæ ínferi non prævalébunt adversus eam» (Mt 16,18).

3 Mt 2,13.

4 Cf Is 55,8.

5 Sal 2,2.4.

6 Aclamación para la elección del Papa.

7 «Auxilium christianorum».

8 Del libro de Judit (cf 13,14).

9 «Sub tuum præsidium confúgimus, sancta Dei Génitrix; nostras deprecationes ne despicias in necessitátibus nostris; sed a perículis cunctis líbera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta» (Antigua antífona mariana).