Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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Sección II
EN COMUNIÓN CON LA PALABRA DE DIOS

«La sagrada Escritura es la carta de Dios a los hombres. Es la primera y principal lectura [que debemos hacer] para adquirir el pensamiento de Dios... Las almas de veras piadosas hacen de los santos evangelios su delicia, pues ahí encuentran las enseñanzas y ejemplos de nuestro Señor Jesucristo, y nada las forma mejor en una sólida piedad, nada las encamina más eficazmente a la imitación del divino Maestro.1
Además, las almas creyentes saben que cada palabra, cada acción del Maestro contiene una gracia especial que facilita la práctica de las virtudes...; adoran al Verbo de Dios escondido bajo la corteza de la letra y le suplican que las ilumine, les dé a entender, gustar y practicar sus enseñanzas. Esta lectura es como un piadoso coloquio con Jesús; y las almas salen de tal conversación más resueltas a seguir a quien admiran y aman».
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I.
LA SAGRADA ESCRITURA

Las dos oraciones que siguen fueron incorporadas en el manual de oraciones de la Pía Sociedad de San Pablo en 1938 (con texto latino) y en 1946 (en traducción italiana). Ambas fórmulas expresan ya una madura visión de Jesucristo como Maestro, Camino, Verdad y Vida.

ANTES DE LA LECTURA

Maestro nuestro, Jesucristo, que eres Camino, Verdad y Vida,3 enséñanos la sublime ciencia de tu amor según el espíritu de san Pablo apóstol4 y de la Iglesia católica. Envía tu Espíritu Santo para que nos enseñe e inspire cuanto tú predicaste con el beneplácito del Padre.5
Ilumina nuestras inteligencias para comprender y meditar las divinas Escrituras. Haz dóciles nuestras voluntades a los ejemplos y a los preceptos de tu bondad. Enséñanos a orar dignamente, atentamente y devotamente con las palabras del Espíritu divino.
Señor, que yo te conozca, te ame, viva de ti y goce de ti en la eternidad.
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DESPUÉS DE LA LECTURA

Creo, Señor, en estas palabras de vida eterna; pero tú acrecienta mi fe. Muchas veces, Padre celeste, nos has hablado en las Escrituras, en los profetas, en tu Hijo;6 hoy nos amaestras mediante la Iglesia, maestra infalible. Te pido que me ilumines siempre más; esta es la vida eterna: conocerte, oh Padre, y conocer a tu Hijo,7 nuestro único Maestro.8 Te amo, Dios mío, sumo bien y felicidad eterna. Guíame por el camino de tu voluntad y en la imitación de los santos ejemplos de tu Hijo, en el que te complaciste. Te ruego, Señor, que atraigas cada vez más hacia ti mi corazón; santifícame con la efusión de tu Espíritu; aumenta en mí la caridad operosa.
Con María, mi madre y maestra, conservaré en mi mente las santas palabras [que he] leído, y las meditaré en mi corazón.9
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II.
LA MEDITACIÓN

La meditación10 tiene la finalidad de fortificar la voluntad y reafirmar los buenos propósitos. Todos los días se le dedica al menos media hora de tiempo. Si la guía un sacerdote, u otra persona, sígase dócilmente lo que digan. Si en cambio la hace uno solo, escójase el libro apropiado; insístase a menudo en las verdades eternas y en la doctrina de Jesús Maestro, Camino y Verdad y Vida, como la exponen los evangelios y los buenos comentarios. Hay que evitar el peligro de riducir la meditación a una mera instrucción de la mente o a una lectura espiritual. El mayor espacio del tiempo dedíquese a la reflexión, al examen, al arrepentimiento, a los propósitos, y a la oración.
Partes de la meditación. La meditación tiene tres partes, además de la oración preparatoria y la de ación de gracias.
La oración de preparación consiste en ponerse en la presencia de Dios, pedir la luz del Espíritu Santo y la gracia de hacer propósitos firmes y eficaces.
En la primera parte se leerá el argumento de la meditación con un breve desarrollo, o bien se detendrá uno en algún hecho o misterio que contemplar, ejercitando especialmente la mente: el divino Maestro iluminará con sus verdades morales y prácticas.
A menudo se contempla con sencillez un misterio, un episodio de la vida y de la pasión de Jesucristo, una máxima práctica o una de las verdades eternas. El alma se complace en la belleza, utilidad y necesidad de seguir cuanto el divino Maestro enseña; saborea la vida de unión con Dios y siente como un anticipo del premio prometido por el Señor a los siervos fieles en amar generosamente.
En la segunda parte se ejercita particularmente la voluntad en desear intensamente la santidad de la vida, en seguir a Jesús que nos precede en la senda del cielo. Luego se pasa a los actos de deseo; se hace el examen de conciencia sobre el pasado; se excita el dolor de los pecados; se formulan propósitos para el porvenir.
En la tercera parte se reza: se pide la gracia de la perseverancia, para que se nos haga posible, fácil y gozoso el practicar lo que aún no hemos logrado mantener por nuestra fragilidad: «Oh Dios, tú sabes que nuestra confianza no se basa en las acciones humanas; por tu misericordia, concédenos que el Apóstol de las gentes nos proteja contra toda adversidad. Por Cristo nuestro Señor».
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ANTES DE LA MEDITACIÓN

Jesús, Maestro divino, creo con viva fe que estás aquí presente.12 Te adoro con todo mi corazón; me humillo ante ti,13 sumo bien mío.
Ilumina mi mente; mueve mi corazón; dame la gracia de sacar buen fruto de esta meditación.14
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DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN

Te doy gracias, Jesús Maestro, por la luz que me has otorgado en esta meditación. Perdona las imperfecciones15 que en ella he cometido.
Te ofrezco el propósito hecho16 y te pido la gracia de ponerlo en práctica.17
~
III.
FIESTA Y ENTRONIZACIÓN DEL EVANGELIO

«El 13 de marzo de 1952, [el Primer Maestro] prepara el programa para una Fiesta del evangelio con la benedición y entronización, que luego hace él mismo con roquete y estola, bendiciendo los varios evangelios expuestos por la casa del apostolado, los dormitorios, salas de estudio y recibidores del vocacionario de Roma. Al final del acto dice dos palabras, quedándose para esta función hasta las 13 (hora del almuerzo) con el superior y los varios maestros de grupo».18

BENDICIÓN DEL EVANGELIO

Adiutorium nostrum...
Asperges... Gloria... asperges...

Antífona al divino Maestro: Magíster, scimus quia vérax es et víam Dei in veritate doces... [Usualis, p. 1107].
In principio... (Evangelio de Juan, 1,1ss).
Se repite la antífona.
Dóminus vobiscum...
[Oremus] Dómine Jesu Christe, qui propter nimiam caritatem tuam nobis factus es Magíster, Vía Véritas et Vita, bénedic + hos tui evangelii libros: et nobis concede eos honorífice custodire, spíritu Ecclesiæ légere, et constánter divulgare: ut, intercedéntibus María Apostolorum Regina ac sancto Paulo apóstolo mente, voluntate et corde tibi símiles inveniámur et ad vitam æternam perveniamus. Qui vivis...19
~

1 «La devoción al divino Maestro [en la Familia Paulina] nació del evangelio... ha tenido vida con la lectura del santo evangelio en las clases, al comienzo de las lecciones, y con su entronización en todos los locales... El Primer Maestro ardía con el deseo de ver el evangelio publicado por nosotros» (P.. Paulino Gilli, SSP).

2 “Amarás al Señor con toda tu mente”, San Paolo, octubre de 1954. Cf. ACV 66-67.

3 Cf. Jn 14,6.

4 Expresión tomada de la colecta de san Antonio Mª. Zaccaría, fundador de los Clérigos Regulares de San Pablo (barnabitas), cuya memoria se celebra el 5 de julio.

5 Cf. Jn 14,26.

6 Cf. Heb 1,1.

7 Cf. Jn 17,3.

8 Cf. Mt 23,8.

9 Cf. Lc 2,51.

10 Los textos siguientes -oraciones antes y después de la meditación y la precedente introdución- aparecen por primera vez en el manual Oraciones de la Pía Sociedad de San Pablo de 1946. La forma propuesta aquí es la de 1971; pero se señalan en nota las variantes de la primera edición.

11 Con referencia a la praxis de la meditación en la Familia Paulina, es significativo el testimonio de un sacerdote de la primera generación: «La meditación diaria era algo sobre lo que el Primer Maestro no transigía: “Es la única práctica que tenemos en común -decía-. No tenemos en común la visita eucarística, menos aún el breviario, porque nuestras ocupaciones no nos lo consienten, pero la meditación sí, todos los días”...» (P. Javier Boano).

12 En la edición de 1946, al comienzo de la oración se antepone la seguiente invitación: «Reavivad el pensamiento de la presencia de Dios y decid...».

13 Aquí se añadía: «y os pido humildemente perdón de los muchos y graves disgustos que os he dado».

14 Añadidura final: «Hablad, Señor, que vuestro discípulo os escucha; María, madre y maestra mía, ángel mío de la guarda, san Pablo apóstol, rogad por mí».

15 En la edición de 1946: «faltas y defectos...».

16 Añadidura: «de querer enmendarme de tal defecto... e imitaros en la virtud...».

17 Añadidura final: «María, Reina de los Apóstoles, rogad por mí y unid vuestra intercesión a mis súplicas ante vuestro divino Hijo. San Pablo apóstol, rogad por mí».

18 «Recopio el esquema que el Primer Maestro ha escrito de proprio puño para la bendición de los evangelios» (Diario, 13 de marzo de 1952).

19 Damos una traducción de esta oración: «Señor Jesucristo, que en tu infinito amor te has hecho para nosotros Maestro, Camino, Verdad y Vida, bendice estos libros de tu evangelio: y concédenos guardarlos con honor, leerlos según el espíritu de la Iglesia, y divulgarlos constantemente; para que, por intercesión de María Reina de los Apóstoles y de san Pablo apóstol, seamos semejantes a ti en la mente, en la voluntad y en el corazón, y lleguemos a la vida eterna. Tú que vives...».