Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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PARTE TERCERA
CINCO ESTACIONES DE ORACIÓN

Sección I
ORACIONES ALBERIONIANAS
ANTERIORES A LA FUNDACIÓN

A JESÚS, SALVADOR DEL MUNDO

Orientado ya hacia un ministerio de ámbito universal, el P. Alberione fue al mismo tiempo fiel a las indicaciones de los papas León XIII y Pío X, y sensible al ansia del apóstol Pablo por la salvación del hombre contemporáneo. Nada de extraño, pues, que en una de sus primeras obras -La mujer asociada al celo sacerdotal (para el Clero y para la Mujer)- el autor apelara al celo femenino también en un sector de actividad considerado de exclusiva competencia masculina: la política social de las organizaciones católicas. En las páginas 159-162 de dicho libro, publicado en 1915 pero ideado en 1911, encontramos las siguientes «Oraciones para la organización».1
En el estilo y en los temas se advierte el clima espiritual de comienzos de los años 1900, marcado fuertemente por la polémica masónica y socialista.
2 Es de notar la repetición de la invocación «Que surjan personas de fe viva y de virtud sólida...», que jalona los diversos párrafos. Se destaca sobre todo la referencia a Jesús salvador del mundo, título tomado de la encíclica Tametsi futura del papa León XIII (1° de noviembre de 1900).
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I. POR EL HOMBRE

Jesús, salvador del mundo, escuchad nuestra oración por la Iglesia, fundada por vos a costa de vuestra sangre. Vos sabéis cuántos enemigos la combaten con el propósito necio e impío de destruirla. Haced que surjan hombres de fe viva y virtud sólida que la defiendan y la dilaten cada vez más. Mirad cómo estos enemigos, en conjura y guiados por la masonería, odian y conspiran contra vuestros amigos, los sacerdotes y religiosos, contra los obispos puestos por el Espíritu Santo en cada una de las diócesis, y más aún contra vuestro vicario, el papa. ¡Ea!, haced que surjan hombres de fe viva y virtud sólida que sinceramente les amen y luchen en su defensa y por su libertad.
Fijaos cómo se esfuerzan en dominar los gobiernos, para arrastrarlos en la lucha contra la civilización y las instituciones cristianas; cómo trabajan en corromper a la mujer, para destrozar en ella a la familia; cómo bajo triviales pero engañosos pretextos captan a los campesinos y a los obreros; cómo causan estrago en mucha juventud inocente e incauta. ¡Ea!, haced que surjan hombres de fe viva y virtud sólida que cuiden de educar bien a la juventud, que defiendan de las insidias enemigas al obrero y a la mujer, que trabajen en formar y sostener a los gobernantes católicos.
Veis cómo estos enemigos se valen de todos los medios: la calumnia, la herejía, la prensa, la organización, los lenocinios3 de las pasiones, la ignorancia, las diversiones, los discursos, en fin todo. ¡Ea!, haced que surjan hombres de fe viva y virtud sólida que opongan a la calumnia la verdad, a la herejía la doctrina católica, a la prensa mala la buena, a la organización sectaria la organización cristiana, a las pasiones el espíritu de sacrificio, a la ignorancia la instrucción, a las diversiones obscenas las honestas, a conferenciantes malvados oradores santos.
Salvador y fundador de la Iglesia, tened compasión de las turbas, sedientas de vuestras verdades evangélicas, hambrientas de la santidad de la cual sois el verdadero maestro, atacadas en la fe y en las costumbres. Decid una vez más: Me da lástima de este pueblo.4 ¡Ea!, haced que surjan hombres de fe viva y virtud sólida que lo socorran y lo defiendan.
Virgen santísima, ángel de mi guarda, uníos a mí para obtener estas gracias de Jesucristo, salvador del mundo. Así sea.
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II. POR LA MUJER

Amabilísimo Señor nuestro, postrados ante vuestra divina majestad y bondad, os suplicamos por la mujer, creada por vos como ayuda material y moral del hombre. Ella tiene un gran influjo moral y religioso en la familia y en la sociedad, y por eso vuestros adversarios, enemigos de la moral y de la fe cristiana, tratan de corromper su mente y su corazón, naturalmente inclinados a la bondad. ¡Ea!, Señor, haz que surjan personas, y especialmente mujeres, de fe viva y virtud sólida que ayuden a la mujer y la defiendan.
Vos veis cómo las hijas5 santas construyen la familia y son capaces de dar buen tono a toda la parroquia, mientras que las hijas viciosas corrompen la familia y hacen casi inútil el celo del más fervoroso sacerdote. ¡Ea!, haz que surjan personas, y especialmente mujeres, de fe viva y virtud sólida que trabajen para la formación cristiana de las jóvenes.
Vos sabéis que la esposa puede dominar muy fácilmente el corazón del esposo hasta hacerlo semejante al propio en la religión y en las costumbres. ¡Ea!, haz que surjan personas, y especialmente mujeres, de fe viva y virtud sólida que preparen y conserven esposas verdaderamente cristianas.
Vos sabéis que la madre con la instrucción y la educación plasma el alma de los hijos; que puede hacerles buenos cristianos y ciudadanos honrados, o al contrario cristianos indiferentes y malos ciudadanos. Dadnos, Señor, madres santas. ¡Ea!, haz que surjan personas, y especialmente mujeres, de fe viva y virtud sólida que trabajen con denuedo en formarlas.
Señor, mirad de cuánto mal y de cuánto bien puede ser causa u ocasión la mujer en la sociedad. La mujer buena edifica con el ejemplo, con la vida retirada, con el lenguaje limpio. La mujer mala destruye exhibiéndose de modo impudente, con la moda descarada, con un lenguaje lascivo. ¡Ea!, haz que surjan personas, y especialmente mujeres, de fe viva y virtud sólida que se comporten como mujer cristiana en la sociedad.
La hija, la esposa, la madre, buenas dentro de casa, se topan a menudo en la vida social con gravísimos peligros donde van a trabajar, en las diversiones provocativas, en la mala prensa, en las organizaciones sectarias, en la propaganda irreligiosa e inmoral, en mil insidias diabólicas. ¡Ea!, Señor, haz que surjan personas, y especialmente mujeres, de fe viva y virtud sólida que socorran a estas madres, esposas y muchachas, promoviendo organizaciones cristianas, procurando ocupaciones honestas, favoreciendo diversiones inocentes, impartiendo instrucción religiosa, facilitando buena prensa.
Acordaos, Jesús, de qué servicios os prestaron las piadosas mujeres durante vuestra vida terrena, cuánto se ocuparon muchas de ellas en difundir la luz de vuestro evangelio en los primeros siglos. Recordad que solisteis elegir instrumentos débiles e ineptos para hacer cosas grandes.
¡Ea!, haz que surjan mujeres de fe viva y virtud sólida que, de modo adecuado al propio sexo y a los tiempos, difundan vuestras verdades y virtudes, siendo como las hermanas del celo sacerdotal.6
Os lo pedimos por el mismo amor que tenéis a las almas redimidas con vuestra sangre; os lo pedimos per los lazos sagrados que os estrecharon a vuestra Madre inmaculada.
Y vos, María, llena de celo y consejera del celo de los apóstoles, dignaos presentar a Jesús esta nuestra súplica, haciéndosela agradable con vuestra poderosa intercesión.
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A LA BEATÍSIMA VIRGEN DE LAS GRACIAS

En 1904 el papa Pío X había dedicado todo el año a la veneración de María Sma. mediadora y madre de gracia, para conmemorar el 50 aniversario del dogma de la inmaculada Concepción (1854). El 11 de octubre de 1910 (fiesta entonces de María Madre de Dios), el joven P. Alberione anotaba en su cuaderno íntimo: «Nada le es más grato a María que el nombre de madre. Yo aprovecharé toda ocasión para hablar de la Madre». Hablar significaba también escribir de ella. Y en atención a su propósito de «empezar siempre con María», quiso comenzar su apostolado redaccional con un librito dedicado al santuario de la Madonnina [Virgencita], vinculado a su infancia. Publicado en Alba en 1912 con el título La Beatísima Virgen de las Gracias en Cherasco, Memorias-obsequios, el libro de 136 páginas es una breve historia de aquel pequeño templo, erigido en 1760 donde surgía un pilar, meta de peregrinaciones.7
Para popularizarlo más, el propio P. Alberione publicó posteriormente una reducción del mismo librito, con el título
El Devoto de la B.V. de las Gracias en Cherasco (La Virgencita), Alba 1912. En las págs 70-75 encontramos las siguientes oraciones, que se dan como redactadas por el propio autor.

ORACIÓN A LA B.V. DE LAS GRACIAS

Virgen santísima de las gracias, que en este lugar quisisteis mostrar a tantos vuestra misericordia, volved hoy vuestra mirada materna a mí, pobre pecador. Yo soy indigno de llamaros madre y de presentarme a vos; pero vuestra compasión con los miserables y vuestro poder ante Dios superan con mucho la malicia y el número de mis deméritos. Vos fuisteis saludada por el arcángel Gabriel como llena de gracia, fuisteis elegida por Dios como dispensadora de todos los favores celestes y sois la esperanza, el refugio y el consuelo de vuestros hijos.
Con plena confianza, pues, os ruego por la santa Iglesia, por el papa, por nuestro obispo, por todos quienes en cualidad de predicadores, confesores y misioneros se dedican a la conversión y al perfeccionamiento de las almas, redimidas con la sangre de vuestro divino Hijo y Señor nuestro Jesucristo. Os encomiendo también la juventud, tan asediada en estos días, la extensión de la comunión frecuente y la difusión de la buena prensa.8
Para mí os pido, Madre de las gracias, una fe viva, una esperanza firme, una caridad ardiente con Dios y el prójimo.
Presento aquí a vuestros pies un propósito que me sale del hondón del alma: antes la muerte que un pecado mortal; bendecidlo y hacedlo eficaz. Concededme que yo mortifique siempre mis pasiones, pisotee todo respeto humano y nunca caiga en los lazos del demonio, enemigo vuestro y mío.
Mostraos una vez más conmigo como la Virgen de las gracias, libradme de toda desgracia, defendiéndome en cualquier peligro, viniendo a asistirme en el lecho de mi muerte. Ningún devoto vuestro se pierde, ni se oyó nunca decir que no haya sido escuchado quien ha acudido a Vos. Así pues, todo lo espero de vos, a vos me confío, a vos me entrego: guardadme hoy y siempre. Así sea.
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CORONITA DE ORACIONES
A LA BEATÍSIMA VIRGEN LLAMADA DE LAS GRACIAS

I. María, como hija primogénita y predilecta del Padre celeste, lleváis la superintendencia en la casa del Omnipotente: venid en nuestra ayuda, pobres hermanos vuestros, y enriquecednos con todas las gracias que hay en los tesoros de la divina misericordia a vos confiados.

Ave María etc. - Salve Regina etc.
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II. María, como madre del Verbo divino, tenéis las llaves de ese Corazón que es la fuente y el emporio de todas las gracias: recabad de él y derramad sobre nosotros a manos llenas las gracias que cada uno de vuestros devotos más necesita para la salvación de su alma.

Ave María etc. - Salve Regina etc.
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III. María, como esposa del Espíritu Santo, sois la madre de la Gracia encarnada; ¡ea!, comunicadnos también a nosotros tan gran tesoro, obteniéndonos recibir con frecuencia durante la vida y luego como viático para la muerte esta misma Gracia escondida bajo las especies eucarísticas.

Ave María etc. - Salve Regina etc.
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IV. María, por el título de llena de gracia que el proprio Dios os dio, mostráis que en vos es tanta la abundancia de gracias que basta para todas las innumerables necesidades de los hombres: dignaos vertir sobre el mundo tal torrente de gracia que ilumine a los ciegos, convierta a los impíos, conforte a los débiles, estimule a los pusilánimes, anime a los tímidos, reafirme a los buenos y sostenga a los generosos.

Ave María etc. - Salve Regina etc.
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V. María, hija de la Gracia creadora, madre de la Gracia redentora, esposa de la Gracia santificadora, obtenedme con vuestra intercesión el triple espíritu de esta única y misma gracia, de modo que ella cree en mí un corazón todo limpieza y pureza; me redima de todo lazo del demonio, del mundo y de la carne; me haga santo en los pensamientos, las palabras y las obras, aquí en el tiempo y para la eternidad.

Ave María etc. - Salve Regina etc.
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VI. María, por la multitud y variedad de las gracias prodigadas a nuestros padres, tenéis bien merecido de su amor agradecido el glorioso título de Virgen de las gracias: seguid mostrándoos siempre tal con los hijos, de modo que quien confiadamente os invoque con este nombre obtenga pleno asentimiento a sus oraciones y socorro inmediato en sus necesidades.

Ave María etc. - Salve Regina etc.
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TRIDUO PARA OBTENER
UNA GRACIA PARTICULAR9

PRIMER DÍA

Oración [de san Bernardo]. - Acordaos, oh piadosísima v[irgen] María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido abandonado de vos. Animado yo con esta confianza a vos también acudo, ¡oh Virgen, madre de las vírgenes y de todos los fieles!; y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no despreciéis mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. (Petición de gracia...)

Virgen bendita, justamente llamada la Madre de todas las gracias, pues fuisteis destinada a ser árbitra de los favores celestiales, escuchad benigna mi oración en este lugar privilegiado, elegido para vuestra morada y sede de tantas gracias y consuelos. Mirad, oh María, qué pobre y mísero soy... Vos, tan misericordiosa, enriquecedme con vuestros tesoros, para que yo alcance la verdadera paz del corazón y la felicidad del paraíso. Consoladme más aún, Madre mía, con esa gracia que vos sabéis... y durante toda mi vida no cesaré de manifestaros todo mi agradecimiento.

María, Madre de la gracia divina, rogad por nosotros.
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SEGUNDO DÍA

Oración [de san Bernardo].
(Se pide la gracia y luego se continúa):

Virgen fidelísima, vos, conservando intacto el precioso don de la gracia divina, merecisteis acrecentarla a cada momento en vuestro corazón.
¡Ea!, acoged mis oraciones en este lugar de bendición, donde os complacisteis quedaros para nuestro consuelo: concededme conservar siempre la gracia divina en mi alma con todo cuidado, para poder ser admitido en el reino de los cielos. Dignaos consolarme aún, obteniéndome esa gracia que tanto deseo... En agradecimiento, os prometo, oh María, amaros siempre a vos y a vuestro divino hijo Jesucristo.

María, Madre de la gracia divina, rogad por nosotros.
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TERCER DÍA

Oración [de san Bernardo].
(Se pide la gracia y luego se continúa):

Virgen amabilísima, que os gloriáis de distribuir a manos llenas las gracias y consolaciones más dulces a cuantos os invocan humildemente: en este lugar de vuestra misericordia concededme vuestra protección. Obtenedme resurgir enseguida a la vida de la gracia, si alguna vez fuera yo tan infeliz que la perdiera, para que un día se me conceda vivir eternamente con vos en el paraíso.
Mientras, ya lo sabéis, oh María, que suspiro por una gracia grandísima...; escuchadme, pues vos lo podéis; y yo recordaré siempre con gratitud lo compasiva que sois y cuánta dulzura hay en ser consolado por vos.

María, Madre de la gracia divina, rogad por nosotros.
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1 S. ALBERIONE, La mujer asociada al celo sacerdotal, Alba 1915; Ed. Opera omnia, Roma 2001, 159-162. - Es preciso señalar que a propósito de estas dos oraciones alguien ha puesto en duda su paternidad alberioniana. Pero testimonios verbales y otros indicios (cf. AD 101-102), además de algunas expresiones, inclinan a afirmar que entrambas sean de nuestro autor. Lo confirma ante todo la temática del contenido y el detalle de que, a diferencia de las otras oraciones reproducidas, con anexa indulgencia y por tanto ya corrientes entre el pueblo, esta doble oración no trae ninguna alusión a indulgencias.

2 Cf. S. ALBERIONE, Abundantes divitiæ gratiæ suæ, nn. 48-57; - REGGIO-MAGGI-BUCCOLO, La realtà ecclesiale, sociopolitica e culturale nell'Albese agli inizi del Novecento, en Conoscere Don Alberione (1884-1907), Ed. Centro de Espiritualidad Paulina, Roma 1994, pp. 40-69. Véase además AA.VV., Donne e uomini oggi a servizio del Vangelo, Ed. Centro de Espiritualidad Paulina, Roma 1993.

3 Tercerías, seducciones.

4 Cf. Mt 15,32; Mc 8,2.

5 Hijas está por muchachas, chicas: expresión dialectal piamontesa.

6 Interesante alusión al título “Reina de los Apóstoles” que será ampliamente desarrollado los años sucesivos y que encontramos ya en el volumen Apuntes de Teología Pastoral, Turín 1912, en cuya prefación el autor dirige un particular pensamiento a «María santísima Reina y consejera de los Apóstoles», expresión tomada de la encíclica Adjutricem pópuli (1895) de León XIII.

7 Es significativo que, más de cuarenta años después, el P. Alberione pensara en una segunda edición, para la que redactó esta añadidura: «El primer y principal obsequio a María está en comprometerse a cumplir la voluntad de su divino Hijo; toda oración y disposición hacia ella tiene que ir dirigida a esa intención.
Nuestra buena madre María, la llena de gracia y mediadora de toda gracia, nos escucha si esta es la principal y constante petición que le dirigimos.
Hemos de vivir bien la vida cristiana, cada cual en su posición y oficio: “hágase la voluntad de Dios, así en la tierra como en el cielo”.
Aquí está TODO: María nos socorre, como madre sabia y atenta, para cumplir la voluntad de Dios; no nos ayuda a obrar contra su voluntad, pues ello iría en perjuicio nuestro.
Quien quiere gracias, póngase antes en gracia de Dios, con una buena confesión y comunión, para hacerse amigo de Dios y de María» (cf. Diario, 18 de enero de 1959).

8 En estas dos últimas intenciones captamos dos objetivos prioritarios de la pastoral del P. Alberione: la comunión frecuente, recomendada por el papa Pío X (cf. decreto Sacra Tridentina Synodus del 20 de diciembre de 1905) y el nuevo apostolado de la Buena Prensa.

9 De El Devoto..., cit., pp. 66-70.