Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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MIRANDO AL FUTURO
Cosas por hacer
I. LA SUMA DE LA VIDA1
Hay una desorientación cada vez más acusada hoy en día: [es] la enfermedad del cientificismo y del tecnicismo. Todas y cada una de las ciencias, los inventos y descubrimientos son capítulos del gran libro de la creación; son conocimiento de la obra creadora de Dios; todo debe servirle al hombre como medio para encaminarse a Dios, como el ojo, la lengua y la voluntad sirven al hombre. Pero como sucede a menudo a algunos hombres que no se preguntan: «¿De dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿por qué existo?», así [sucede] con los conocimientos, inventos y descubrimientos; los hombres, complaciéndose sólo en poseerlos, no se preguntan: «¿Quién los creó?, ¿por qué me los ha dado?, ¿para qué sirven?»
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Todo debe servir al hombre en orden a Jesucristo, a Dios, según san Pablo: «Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios».2
Las ciencias bien comprendidas conducen a Jesucristo, que es el camino hacia Dios; o sea, preparan para recibir la revelación de Jesucristo, el cual, como Dios, mientras al crear las cosas iluminó al hombre para que las conozca, quiso, para elevar al hombre, revelar otras verdades no impresas en la naturaleza, y así prepararle a la visión de Dios, con tal que el hombre haya hecho buen uso de la razón y haya acogido con fe la revelación.
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Así como el pecado trajo la desorientación en las costumbres y el culto, entre los pueblos, del mismo modo causó la desorientación en la filosofía y en las ciencias. Por el orgullo humano: «Seréis como dioses»,3 con frecuencia no conducen a la teología, a la fe; no sirven al hombre, sino que le esclavizan, hasta el punto de impedir la consecución de su finalidad.
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La ciencia humana es un arma noble, pero con frecuencia se la utiliza contra el mismo hombre. Y bien, nosotros los sacerdotes, continuadores de la obra de Jesucristo, ¿cumplimos nuestro ministerio de dominar la ciencia e iluminar y guiar a los intelectuales para que profundicen su saber y en el fondo encuentren a Jesucristo y a Dios? El sacerdote, para actuar en este sentido y elevar a los intelectuales desde la razón a la revelación, de la ciencia humana a la divina, debe buscarles allí donde se encuentren; como el Hijo de Dios que se hizo hombre para encontrar al hombre, oveja descarriada, y conducirlo a Dios Padre. Por eso los programas pontificios exigen, hoy en mayor proporción que antes de Pío X, que el clérigo aprenda mucho más de la ciencia humana.
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Es necesario: 1° estudiar, al menos suficientemente, la ciencia humana; 2° unificar las ciencias en la filosofía de las ciencias; 3° presentar la filosofía como la servidora inmediata que introduce a la revelación.
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En la oración4 de la fiesta de san Alberto Magno5 se dice: «Oh Dios, que al bienaventurado Alberto, obispo y confesor, le hiciste grande en poner la sabiduría humana al servicio de la fe: concédenos seguir de cerca su magisterio, de modo que gocemos de la perfecta luz en el cielo».
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Actualmente se echa de menos la unificación de las ciencias en una filosofía que lleve a los intelectuales al umbral de la teología, y avive en ellos el deseo de otra luz, la de Cristo, mediante la cual se llegará a la luz plena del cielo.
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Durante los cursos de teología, estudiando, además de los tratados de clase, la Suma (filosófica y teológica) de santo Tomás, y conversando a menudo con el canónigo Chiesa sobre la empresa del santo al recopilar las ciencias antiguas (especialmente la filosofía de Aristóteles) y unificarlas, se concluía siempre: «Unámonos en oración para que la divina Providencia suscite un nuevo santo Tomás de Aquino que reúna los miembros esparcidos, es decir, las ciencias, en una nueva síntesis metódica y clara, aunque breve, y forme con ellas un solo cuerpo».
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Los intelectuales, además de la ayuda divina de la gracia, tendrán así también el auxilio humano de su saber: cada ciencia, a través de la filosofía, enviará un rayo de luz a la teología, y las múltiples ciencias hallarán su unidad en la multiplicidad, y mediante la humildad de la fe se obtendrá la tercera revelación, la luz de la gloria.6
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Todo esto se halla en el Maestro divino: ciencias naturales que se conocen por la luz natural de la razón; ciencias teológicas reveladas por Jesucristo, que se aceptan con la luz de la fe; visión de todo en Dios, en la vida eterna, mediante la luz de la gloria.
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Después de muchas oraciones tomó la decisión de hacer un ensayo o intento en un Curso de teología.7 El canónigo Chiesa conocía al pueblo alemán, al inglés y al francés, entre el que pasó un notable período; [era] doctor en teología, filosofía y en ambas partes del derecho, cultísimo en ciencias humanas (no en todas sus particularidades, pero sí en sus principios, uso, aplicación, finalidad, etc.).
Se habían consultado muchos tratados, siguiendo el Divino ejemplarismo;8 pero el intento muchos ni lo examinaron o lo consideraron una ilusión pueril...
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Sin embargo, las adoraciones al divino Maestro, que él9 ciertamente realiza en el cielo, donde deseaba acompañar a san Pablo apóstol, el universalista, en el canto eterno a Cristo, eterna verdad; y las adoraciones que en la tierra hace la Familia Paulina, incluidas las Pías Discípulas (que deben desempeñar esta misión), obtendrán del Maestro divino eucarístico, esta gracia. Si es cierto que cualquier cosa que pidamos en nombre de Jesucristo se nos concede,10 creamos, aguardemos, trabajemos humildemente y con fe.
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La Sociedad de San Pablo se preguntará a menudo: «¿A qué has venido?».11 Ella lleve siempre a los intelectuales en el corazón; el Evangelio es cosa divina y en el fondo se ajusta a todas las inteligencias; es capaz de responder a todos los interrogantes de los hombres de todos los tiempos. Si se conquista a los intelectuales se pesca con la red y no sólo con el anzuelo.
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Entonces [se realizará] el abrazo completo de las dos hermanas en Cristo-Dios: la razón y la fe.
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ESTUDIOS ACADÉMICOS
Es necesario llegar a completar los estudios, hasta poder dar títulos en filosofía, sociología, teología y derecho. El seminario de Génova era una facultad pontificia que otorgaba grados.12 El canónigo Chiesa le había dicho: «No es que adquieras la ciencia mediante un título; pero el título es una declaración más solemne y una ratificación de que puedes ejercer los ministerios sagrados. Podrás adentrarte en las funciones sacerdotales con mayor confianza, pensando: Me he empeñado en conseguir, en cuanto a la ciencia, aptitud para enseñar la doctrina cristiana; ahora, para todo lo que falta, que es la mayor parte, creo que puedo contar con la promesa divina: El Señor dará la palabra a los evangelizadores».13
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El 30 de junio de 1906 recibió una luz especial.14
Esta riqueza la dará Dios a la Familia Paulina en la medida de la correspondencia a su misión.
Se puede trabajar en esa dirección.
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OBSEQUIO A MARÍA, MEDIADORA DE GRACIA
En uno de los sueños preguntó a María qué podría ofrecerle ahora la Familia Paulina como obsequio, y qué homenaje esperaba de la cristiandad en ese momento histórico: María se mostraba envuelta en luz blanca-oro como la llena de gracia. Oyó:15 «Soy la Madre de la divina gracia».
Lo cual responde a la necesidad actual de la pobre humanidad, y ayuda a hacer conocer mejor el oficio que cumple María actualmente en el cielo: «mediadora universal de la gracia».16
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Aquí tenéis a un semi-ciego, al que guían; y mientras camina es iluminado de vez en cuando, para que pueda continuar avanzando: Dios es la luz.17
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Algunas otras cosas podrán verse en el porvenir.
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Agradezco al Señor estos favores:
1) Durante los estudios filosóficos vestí el cíngulo de santo Tomás para la pureza.
2) Durante los estudios teológicos me inscribí entre los seminaristas en el Círculo de la Inmaculada.
3) Durante los estudios teológicos pertenecí al Círculo Niño Jesús.
4) Recibí sucesivamente los escapularios de la Inmaculada, del Carmen y de la Dolorosa.
5) En el primer año de ordenación me inscribí entre los Sacerdotes adoradores.
6) Me hizo un gran bien pertenecer a la tercera orden dominica y ser su director en la ciudad de Alba.
7) Sobre todo, el Apostolado de la oración, desde 1902.
8) Al «Tránsito de San José» y a «Nuestra Señora de la buena muerte».18
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1 Sobre todo este argumento de la “Summa vitæ”, cf. San Paolo, febrero 1955-septiembre 1959 (CISP págs. 1195-1254) y UPS II, 149-161.

2 Cf. 1Cor 3,22-23.

3 Cf. Gén 3,5.

4 Cf. la oración-colecta en el Misal Romano, “Propio de los santos”, 15 de noviembre. El texto de la oración corresponde al usado antes del Vaticano II.

5 San Alberto Magno (1193-1280), canonizado en 1931; es el protector de los estudios de las ciencias naturales.

6 La “luz de la gloria” es una virtud (= fuerza) sobrenatural que potencia la facultad cognoscitiva, haciéndola capaz de penetrar en la esencia de Dios. La necesidad de este “lumen gloriæ” quedó definida en el concilio de Vienne (Francia), contra los begardos que la negaban (cf. la constitución Ad nostrum qui, 6.5.1312, en Denz.-Schönm. 891ss).

7 Francisco CHIESA, Lectiones theologiæ dogmaticæ recentiori mentalitati et necessitati accomodatæ. Vol. I: De constitutione theologicæ mentalitatis. Vol II: De Deo Uno - De Deo Trino - De Deo Patre. Vol. III: De Deo Filio - De Deo Spiritu Sancto. Vol. IV: De Sacramentis - De Sacramentalibus - De Oratione.

8 Cf. E. DUBOIS, De exemplarismo divino seu de trino ordine exemplari et de trino rerum ordine exemplato, Roma 1897.

9 El sujeto es el canónigo Chiesa.

10 Cf. Jn 14,13.

11 «Ad quid venisti?», interrogante planteado para intentar expresar la finalidad de la vida o de una tarea particular.

12 En el seminario de Génova había un “Almum et apostolicum genuensium theologorum S. Thomæ Aquinatis Collegium”, donde se presentaron sacerdotes de varias diócesis italianas para rendir exámenes y conseguir los grados académicos en teología. El P. Alberione obtuvo aquí el bachillerato, la licenciatura y el doctorado en teología, respectivamente el 18.2 y el 17.12.1907 y el 9.4.1908. El documento con el que se le declaraba doctor en teología lleva la fecha del 10.4.1908.

13 Se cita el texto (Sal 67,12) según la Vulgata. El original hebreo, en las versiones actuales, suena muy diversamente: «Mi Señor da el parte de guerra y una multitud pregona la noticia», o bien: «El Señor da una orden, multitud de mensajeros la transmiten».

14 No conocemos hasta ahora el significado de esta “luz”. Recordamos sólo que el 29 de junio de 1906, el seminarista Alberione había recibido el subdiaconado.

15 El sujeto es Alberione, escondido siempre tras la tercera persona gramatical.

16 Cuánto le interesase al P. Alberione este título de María, resulta de una serie de hechos que ensartan, como con hilo de oro, toda su existencia. Su primer libro lo dedicó a la Bienaventurada María Virgen de las Gracias de Cherasco (1912), a propósito del cual atestiguó: «En agradecimiento a María, en 1909 comenzó el apostola[do de las ediciones con el] librito “La Virgen de las Gracias”. Partir de María como el Maestro divino [cuando comenzó] la obra de la redención, es garantía de gracias especiales; Dios estableció a María como camino hacia Jesús y a Éste como camino hacia el Padre» (fragmento manuscrito de 1953). – Una de sus últimas fatigas fue dar su apoyo al Centro “Mater Divinæ Gratiæ” de Rosta (Turín), animado por las doctoras Luisa G. Provera y Lidia Bonicco. – Notable es, en fin, la propuesta presentada por el P. Alberione al concilio Vaticano II para la definición del relativo dogma (cf. A. DAMINO, Don Alberione al Concilio Vaticano II, Ed. Archivo Hist. Gen. de la FP, Roma 1994, págs. 19ss.).

17 «Aquí tenéis a un semi-ciego...» está escrito a mano, con grafía casi ilegible, lo que atestigua cuál era su condición física en aquel momento.

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18 En este párrafo manuscrito el Autor ha querido concluir con un último y motivado “agradecimiento” la reseña de las “abundantes riquezas de gracia que Dios ha concedido a la Familia Paulina”.