Beato Santiago Alberione

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ADVERTENCIA
Añadimos aquí, en una serie de apéndices, otros textos que nos han parecido particularmente oportunos para conocer mejor y comprender «las abundantes riquezas de gracia que Dios ha concedido a la Familia Paulina».
Subdividimos los textos, según el argumento prevaleciente, en los siguientes apartados: Sociedad de San Pablo, Hijas de San Pablo, Pías Discípulas del Divino Maestro, Hermanas Pastorcitas, Hermanas Apostolinas, Cooperadores. Habrá también una
«Declaración» y una «Despedida» que incluye, además del Testamento espiritual, dos fragmentos de sabor testamentario. La numeración marginal progresiva sigue la usada en la edición crítica de 1985. Los números que faltan (205-214, 225-239, 251-278, 294-303) pertenecen a textos repetidos (con pequeñas variantes) que no nos ha parecido necesario consignar aquí.
APÉNDICE I: SOBRE LA SOCIEDAD DE SAN PABLO
1. Testimonio acerca de los primeros Paulinos
De este importante texto, fechado en el ms Roma, 9.6.1954, nos han llegado tres redacciones: una manuscrita, otra mecanografiada y otra impresa. Publicamos sólo esta tercera, considerada la definitiva.
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Debo declarar que durante cuatro años el P. Tito y el P. Costa,1 a los que pronto se agregaron el P. Ambrosio (16 de octubre de 1915)2 y el P. Marcellino (16 de octubre de 1916),3 fueron los más generosos e inteligentes en la vida paulina: verdaderamente el Espíritu Santo trabajaba mucho en ellos.
Fueron años en que sólo la fe y el amor a Dios sostuvieron a esos primeros hijos de san Pablo. No he encontrado en mi vida, sino excepcional y raramente, personas con semejante piedad, virtud y entrega.
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¿Dificultades externas?... El Señor no permitió que se encontrasen muchas... No éramos dignos ni capaces de sostenerlas. Sin embargo, la guerra mundial de 1914-1918 fue para el Instituto prueba tan dura, que la última guerra (1939-1945) se le puede comparar en proporción de uno a cinco.
Las verdaderas dificultades son siempre las internas. Había que lograr el concepto y la orientación precisos para el sacerdote-escritor; una técnica elevada para el apostolado, una difusión que alcanzase a todas las personas y al pensamiento moderno. Entre los hombres siempre hay errores; el Señor por su misericordia y santidad siempre humilla a los soberbios.
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En medio de tantas ocupaciones, me veía obligado a dejar a los jóvenes gran parte del día en manos de otros educadores, quienes, aunque buenos, no se adherían al espíritu paulino y educaban como si se tratase de jóvenes de un asilo, destinados a aprender el oficio de tipógrafo. Muchas veces no se podía decir lo que hubiese sido necesario; había que callarse. Pero estos cuatro primeros eran fidelísimos, prudentes y muy fervorosos en las directrices recibidas. Más tarde, tras la separación entre los jóvenes obreros del P. Rosa4 y estos cuatro paulinos, a quienes pronto se añadieron otros, la Familia comenzó a marchar muy bien. Así yo permanecía totalmente seguro y tranquilo, aun estando ausente: tan grande era en ellos el amor a la naciente Familia.
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El 1 de agosto de 1916 había ingresado también el pequeño Mateo Borgogno,5 que a pesar de ser más joven en edad y estudio entre los cuatro precedentes, supo hacerse inmediatamente muy útil a la Familia Paulina con una decidida e inteligente entrega al apostolado, como cajista. «Para cada uno de nosotros, recién llegados, ver el rostro de aquellos primeros, equivalía a estar en presencia del señor Teólogo: nos sentíamos llenos de entusiasmo»; así atestigua hoy uno de los jóvenes que ingresaron entre 1918-1919.
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Muchos otros paulinos, en años sucesivos, tuvieron dificultades, aceptaron sacrificios y mantuvieron una fidelidad ejemplar; pero nada semejante a lo que se comprobó en esos primeros tiempos, que claramente dejaron transparentar la aprobación divina, a la que pronto seguiría la de la Iglesia; de ese modo se caminaba con el convencimiento cada día más seguro de que no se vivía un ensueño, sino que se avanzaba por el camino de Dios.
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Siempre recuerdo a aquellos queridos hermanos que sobrellevaron los primeros y más gravosos pesos con comprensión muy superior a su edad. Su fe sencilla y segura, que les permitía abandonarse en los brazos de Dios, su amor a Dios, y a los hombres, y su profundo deseo de santidad, abrieron el camino a muchas vocaciones.
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2. La carta desde Susa a los primeros Paulinos
Desde Susa (Turín), el P. Alberione escribió el 22 de agosto de 1924 la siguiente carta que atestigua las reflexiones que iba haciendo él mismo y que proponía a sus hijos, para animarles a corresponder cada vez más a su vocación paulina. De esta misma vocación, el P. Alberione advierte y transmite toda la grandeza, aun conectándola inmediatamente a la idea, repetida también en AD, de la cuenta que tanto él como los Paulinos deberán «dar a Dios».
A los hermanos de la Sociedad de San Pablo
Os he escrito ayer, pero conviene que también hoy os diga algo que el Señor me ha dado a conocer el día de san Bernardo.
No sé si estaréis más contentos o más asustados, a primera vista quizás más asustados que contentos, pues como ha hecho el Teólogo, también vosotros pensaréis en la cuenta que deberemos dar a Dios.
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No sé si alguna vez os viene el pensamiento de hacer un cotejo entre nuestra Casa, tan pequeña, y el árbol de la Familia salesiana, la robustísima encina de la Familia de san Ignacio, los dos órdenes hermanos que son los hijos de san Francisco y santo Domingo, y más aún la maravillosa multiplicación de los hijos de san Benito.
Y bien, todo eso es bien poco en comparación de lo que quiere, espera y nos pide el Señor a nosotros.
Estoy leyendo la vida de aquel aventurero misionero que fue san Francisco Javier, y puedo deciros que más de la mitad de vosotros estáis destinados a realizar el bien que él hizo; otros a hacer tres veces más e incluso me quedo corto. ¡Qué maravillas ha encerrado Jesús en su Corazón!
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Maravillas de amor y de gracia, de vocaciones. El Señor quiere darnos cosas que no creo podáis aún sentirlas, pues el mismo Jesús les decía a los Apóstoles que tenía cosas para decirles pero no lo haría hasta la venida del Espíritu Santo, pues «no podéis cargar con ellas por ahora».6 Y no podréis cargar con ellas porque estamos aún muy lejos todos de la humildad, abnegación, caridad, pobreza y fe que el Señor quiere.
¿Tenemos una brizna de todo esto?
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Queridos amigos, leed esta carta en la Visita al Santísimo Sacramento: pensemos que las gracias están ahí, el rendimiento de cuentas nos espera, queramos o no el mundo es nuestro, ¡ay si no lo conquistamos! Yo estoy casi aterrorizado y tengo que agarrarme con los dos brazos a Jesús que dice: «Soy yo, no temáis. Todo lo puedo».7Dada en Susa el 22 de agosto de 1924.

EL TEÓLOGO

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1 Sobre los PP. Tito Armani y Desiderio Costa, cf. AD 105-106 y las relativas notas.

2 Miguel, luego Domingo, Ambrosio nació el 17.06.1902 en Canale (Cúneo), ingresó el 16.10.1915; primera profesión el 5.10.1921; ordenación sacerdotal el 18.12.1926; murió en Alba el 7.3.1971. Le dedicó un conmovedor y documentado recuerdo Armando GIOVANNINI, Don Doménico, EP Alba 1971.

3 Bartolomé, luego Pablo, Marcellino nació el 24.11.1902; ingresó el 16.10.1916; profesó el 5.10.1921; ordenado sacerdote el 18.10.1925; murió en Ospedaletti (Imperia, noroeste de Italia) el 16.4.1978. Fue el iniciador y propulsor de la presencia paulina en Japón y luego en Corea.

4 El P. José Rosa (1875-1930) colaboró estrechamente con el P. Alberione desde septiembre de 1914 hasta comienzos de 1916: en 1924-25 surgió entre los dos un pleito, que llegó hasta la Sacra Congregación del Concilio en cuyo archivo hay un expediente (el n° 3211) sobre el caso. De toda esta cuestión ha publicado los documentos esenciales y hecho una primera indagación histórica Giancarlo ROCCA, La formazione della PSSP, o.c. – Nótese que en este texto rememorativo el P. Alberione ya no usa la tercera persona sino la primera.

5 Mateo, luego Bernardo, Borgogno nació el 13.4.1904 en La Morra (Cúneo); sacerdote el 18.12.1926; murió en Albano Laziale (Roma) el 26.7.1985.

6 Cf. Jn 16,12.

7 El P. Alberione cruza varios textos bíblicos: la 1ª parte es cita textual de Jn 6,20; en cambio el “todo lo puedo” podría ser una resonancia de Mt 28,12 (“Se me ha dado pleno poder”) o la constatación de san Pablo en Flp 4,13 (“todo lo puedo en aquel que me conforta”).