Beato Santiago Alberione

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PROBLEMAS DE CRECIMIENTO Y PERSPECTIVAS
Había razones que, al parecer, aconsejaban esperar aún, antes de abrir la primera casa: las ya numerosas ocupaciones, la dirección espiritual de 180 personas, entre seminaristas y jóvenes, la dirección y administración del semanario diocesano, trece horas de clase cada semana,1 ministerios y empeños varios en la diócesis, el tiempo que se oscurecía y anunciaba la catástrofe de 1914.
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Añádase la poca salud: «No lo salvaréis, la tbc2 lo está minando», decían al Obispo. Él entonces consultó: «Temo cometer una gran imprudencia reuniendo personas para una misión, con serio peligro de abandonarlas a mitad del camino».3 Se le respondió: «El Señor piensa y provee mejor que tú: sigue adelante con fe».4 Desde entonces ya no tuvo incertidumbres.
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¿Fue un iluso por todo esto? Ello constituyó por algunos años un tormento espiritual.
Tuvo cierta luz un día en la oración: «Tú puedes equivocarte, pero yo no me equivoco. Las vocaciones vienen sólo de mí, no de ti: éste es el signo externo de que estoy con la Familia Paulina».
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A Roma abiertos al mundo
Primeramente se abrió una casa de formación en Roma;5 diez años más tarde, también él se trasladó a Roma.6 Desde Alba se miraba a Italia; desde Roma, de modo especial, a las demás naciones.
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Son claros los motivos determinantes: estamos en Roma para sentir mejor que la Familia Paulina está al servicio de la Santa Sede; para recabar más directamente la doctrina, el espíritu y la actividad apostólica de la Fuente: el papado. Roma es maestra del mundo, tiene, no obstante, las puertas abiertas a la humanidad; de Roma parten los enviados en todas direcciones.
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Este pensamiento lo tenía clavado en el corazón, desde que llegó a Roma para representar a la diócesis en el Congreso de la Unión Popular,7 y pudo detenerse a orar junto a la tumba de san Pablo.
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Expansividad
Nace del espíritu católico y del mandato divino: Id, predicad a todas las naciones» [cf. Mc 16,15]; se infunde en la Confirmación crece con la Ordenación. San Pablo es un gran caminante.
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A los ocho años conoció y le animaron a abrazar la Obra de la Santa Infancia,8 que todos los años celebraba [su jornada] por la Epifanía con colectas y oraciones entre los niños.
De los doce a los dieciséis años leyó casi todos los días los Anales de la Propagación de la Fe y de la Santa Infancia;9 más tarde, [leyó] publicaciones misioneras salesianas, de los Padres Blancos,10 del Instituto de la Consolata11 y Misiones Extranjeras de Milán.12
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En el segundo año de bachillerato13 se inscribió en la Obra de la Propagación de la Fe14 y de la Santa Infancia, pagando la cuota correspondiente. Le impresionaron las vidas de los grandes misioneros, que leyó con profusión.15
Siendo ya sacerdote, tuvo que recoger donativos, cooperar en pro de las vocaciones misioneras, predicar en circunstancias especiales sobre las misiones y conversar con personas que trabajaban en la gran obra de la evangelización de los paganos.
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Asia y Africa le atraían particularmente; cuanto más se desprende el hombre de sí mismo, tanto más profunda y ampliamente siente las necesidades de los pobrecillos que no poseen los dones celestiales traídos del cielo a los hombres por medio de Jesucristo. Y esta sensación se hace más viva cuando se entra en intimidad con el Señor.16
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El don y la riqueza de los Cooperadores
El obispo de Alba,17 terciario dominico, lo había nombrado director de los terciarios dominicos de su diócesis. Por tal circunstancia se relacionó con los Padres Dominicos y leyó libros y revistas de la Orden. En las doce conferencias anuales que les dirigía, y en el trato con cada terciario, se percató de que en muchos de ellos había, en realidad, un cierto empeño por mejorar su vida individual. Faltaba en cambio la conciencia del apostolado en favor de los demás, propio de santo Domingo. Intentó inculcárselo, y vio que buena parte de ellos entendía y hasta actuaba. Ese era el buen camino.
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Iniciada ya la Sociedad de San Pablo, en el año 1916 y siguientes, pensó que se necesitaba agregarle una especie de tercera orden: esto es, personas que quisieran mejorar su vida cristiana según el espíritu paulino, juntando el apostolado ejercido con la oración, las obras y los donativos: Unión Cooperadores del Apostolado de las Ediciones.18 Muchos correspondieron generosamente. La Santa Sede la enriqueció con indulgencias.
La Sociedad de San Pablo celebra todos los años, como signo de gratitud, 2.400 misas por todos los cooperadores. Los inscritos (en todo el mundo) hoy superan seguramente el millón.19
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Siempre se ha tenido esta intención en las oraciones: que se salven cuantos beneficien a la Familia Paulina con la oración y las obras, los donativos, el envío de vocaciones, etc.; y que, después de su muerte, puedan de inmediato o lo más pronto posible contemplar a Dios: poseerlo, honrarlo y gozar de él eternamente.
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El trabajo
Él da gracias al Señor por ser de familia profundamente cristiana, campesina, muy trabajadora; bajo este aspecto era proverbial entre sus conocidos y vecinos.
Los hijos, ya de pequeños, crecían en el temor de Dios y cada uno tenía que hacer trabajitos o grandes trabajos, según sus fuerzas; desde el cuidado de los pollos hasta las más fatigosas faenas del campo.20
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Los estudios, incluso los elementales,21 costaron notables sacrificios.
Se desconocían las vacaciones veraniegas y el descanso invernal.
Aun en el periodo posterior (de los once a los veintitrés años) el recreo consistía, casi siempre, en cambiar de ocupación. Un pequeño episodio: volviendo del seminario y atravesando los prados, ya estaba listo el rastrillo para recoger el heno; y él, sin llegar a casa, se quitaba la chaqueta y los zapatos y se unía a sus hermanos hasta la hora de comer. Entre oración, estudio y trabajo pasaba sus vacaciones, leyendo y estudiando en ellas más que durante el año escolar.22
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En el seminario23 la limpieza dejaba bastante que desear. Entonces se estableció entre los seminaristas y jóvenes el «Círculo del Niño Jesús»; los inscritos se comprometían a tener limpio un local, la capilla, el pasillo, el salón, el dormitorio, las escaleras, etc.; todo ello, durante los recreos y tiempos libres.24
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Ya durante sus tiempos de seminarista y especialmente después, meditó el gran misterio de la vida laboriosa de Jesús en Nazaret. ¡Un Dios que redime el mundo con las virtudes domésticas y con un duro trabajo hasta la edad de treinta años!
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Trabajo redentor, trabajo de apostolado, trabajo fatigoso. ¿No es éste el camino de la perfección: poner al activo servicio de Dios todas las fuerzas, incluso las físicas? ¿No es Dios acto purísimo? ¿No está aquí la verdadera pobreza religiosa, la de Jesucristo? ¿No hay un culto a Jesús Obrero con el trabajo? ¿No debe cumplirse, y mayormente por los religiosos, la obligación de ganarse el pan? ¿No es esta la regla que san Pablo se impuso a sí mismo? ¿No es un deber social, de modo que sólo cumpliéndolo puede presentarse a predicar el apóstol? ¿No nos hace humildes? Para las Familias Paulinas, ¿no es esencia del apostolado [tanto] la pluma de la mano como la pluma de la máquina? ¿No es salud el trabajo? ¿No preserva del ocio y de muchas tentaciones? ¿No conviene que la beneficencia y las colectas sean sólo para nuevas iniciativas (por ejemplo, una iglesia, un medio de apostolado, o para darlas a los pobres o a las vocaciones)? Si Jesucristo eligió este camino, ¿no será porque este aspecto era uno de los primeros a restaurar? ¿No es el trabajo un medio para ganar méritos? Si la Familia trabaja, ¿no refleja la vida de Cristo en un aspecto esencial?25
Estos pensamientos y principios se profundizaron más tras una visita a Bruselas y, de modo especial, a la JOC (Juventud Obrera Católica).26
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Esto explica la abundancia de trabajo introducido en las congregaciones paulinas. Variar de ocupación es ya un descanso. ¡Todos al trabajo!: moral, intelectual, apostólico, espiritual.
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Hay en las Constituciones, algunos artículos que no permiten a la Familia Paulina envejecer o llegar a ser inútil en la sociedad: bastará interpretarlos y dinamizarlos bien: siempre habrá nuevas actividades dirigidas al único apostolado y apoyadas en él.
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Providencia
De 1914 a 1944 tuvo siempre una preocupación interior en torno a este problema fundamental: ¿cómo conservar la unidad de espíritu al mismo tiempo que la independencia administrativa y de dirección entre las cuatro Congregaciones paulinas?27 El problema, suscitado por un buen sacerdote, don Rossi,28 en 1916, fluctuó no poco entre la organización y el gobierno de san Juan Bosco, y la organización y el gobierno de san José Benito Cottolengo, en sus respectivas instituciones.29 Se acabó por tomar un poco del uno y del otro santo.
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[Había que] amoldarse al Derecho canónico, vigente desde 1917,30 y buscar la unidad espiritual en Jesucristo divino Maestro. Fue un largo periodo de ensayos y titubeos, no sin dolor.31
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La misma preocupación [surgió] respecto a la administración y los medios de subsistencia, para dar una base económica a la Familia Paulina: en este punto había diferencia de espíritu entre los santos [Benito] Cottolengo, Juan Bosco y José Cafasso.32 Se optó también aquí por un camino intermedio: el trabajo como medio pedagógico, como apostolado y como medio natural de sustento; y las limosnas para las nuevas iniciativas, las casas y especialmente para las iglesias en construcción. Siguiendo la pauta de los tiempos, se constituyó también un fondo: «Pequeño Crédito»,33 que proporcionó cierto respiro para afrontar los pagos más cuantiosos.
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Confianza en Dios, trabajo continuo, administración ordenada y equilibrada habrían de dar vía libre a la divina Providencia.
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Las Congregaciones paulinas tienen apostolados distintos, pero suficientes para su vida y desarrollo y [para] acrecentar las obras de cada una.34
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Evangelio
Hubo un tiempo (el año escolar 1906-1907) en que él tuvo una luz más clara acerca de una gran riqueza que el Señor quería conceder a la Familia Paulina: la difusión del Evangelio, extendida hoy a una veintena de naciones, de diversas formas, especialmente con las jornadas del Evangelio.
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Desde Pío X el estudio de la Escritura era obligatorio para los seminaristas.35
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En agosto de 1907 organizó tres jornadas dominicales de la Biblia, explicándola en forma catequística y con aplicaciones catequísticas.36
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Por entonces tan sólo algunas personas, y raramente, leían el Evangelio; como asimismo se frecuentaba poco la Comunión. Existía una especie de persuasión de que no se podía dar al pueblo el Evangelio, y mucho menos la Biblia. La lectura del Evangelio era casi exclusiva de los no católicos, quienes lo interpretaban según el criterio de cada uno.
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Hacían falta tres cosas:
a) Que el Evangelio penetrase en todas las familias, juntamente con el catecismo. El Evangelio habría de interpretarse según el sentir de la Iglesia: por tanto, con notas del catecismo completo: fe, moral, culto. – Los hombres ya no acudían a las Vísperas dominicales, así que era necesario explicar el Evangelio en las misas, todos los domingos; y así lo hacía él en la Catedral de Alba, apenas fue sacerdote. Costumbre que después se extendió a muchas parroquias. Consecuencia de ello fue la publicación del Evangelio con notas catequísticas.
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Que el libro del Evangelio fuese modelo e inspirador de todas las ediciones católicas.
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Que se diese culto al Evangelio; es preciso tratarlo con veneración. La predicación debe referirse y amoldarse bastante más a él: sobre todo, vivirlo en la mente, en el corazón y en las obras.
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Resultado de esto fueron las treinta adoraciones predicadas y escritas (posteriormente publicadas) sobre la Escritura en general y el Evangelio en particular,37 hechas mucho más tarde en San Pablo.38
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El día de santa Cecilia [él] reflexionaba todos los años sobre las palabras: «Esta virgen... llevaba siempre sobre su pecho el Evangelio de Cristo».39
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El Evangelio, que ha llevado consigo durante treinta y dos años,40 ha sido una oración eficaz.
De este modo se comenzó, en 1903, entre los seminaristas de Alba, la campaña de difusión de la Biblia (edición de Mondoví, de las mejores por entonces) y la difusión amplísima del Evangelio (edición vaticana);41 se despertó un gran fervor entre los seminaristas y se celebraron las primeras jornadas del Evangelio.
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Desarrollo de la personalidad
Desarrollo de la personalidad: natural, sobrenatural, apostólica.
En la Familia Paulina se encuentran bien determinados los fines; están indicados –en abundancia– los medios, especialmente el tiempo en que el alma, en la hora de adoración, se pone en comunicación con Dios y madura, asimila y aplica cuanto ha aprendido. Están bien combinadas las disposiciones con la libertad y el espíritu de iniciativa.
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En general, quien aprovechó todo eso progresó mucho en el espíritu, en el campo administrativo, en el estudio, en el apostolado, en la formación global.
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Tal vez hubo una libertad excesiva de la cual alguno abusó, con las consecuencias que ello trae consigo.
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Este proceder requiere, es verdad, profunda persuasión, es decir instrucción, y convicciones profundas; la práctica de los sacramentos, la dirección espiritual, las reflexiones sobre los novísimos mantienen a la persona en el recto camino, o la corrigen si se desvía. Es un método más largo y difícil, pero más útil.
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La educación tiene como finalidad formar al hombre para el buen uso de la libertad, en el tiempo y para la eternidad.
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1 «Trece horas de clase cada semana»: añadidura manuscrita en sustitución de “varias clases”.

2 La tuberculosis, enfermedad entonces considerada incurable.

3 En el ms se detallaba que la pregunta iba dirigida «como última objeción, al director espiritual» (frase luego tachada).

4 En el ms la respuesta se expresaba así: «El Señor pensará en ellos más que tú, vivirás lo suficiente como para llevar a término la obra [...]».

5 La casa fue abierta por el P. Timoteo Giaccardo y sor Amalia Peyrolo (1899-1980) en enero de 1926, en la Vía Ostiense 75/E. Luego se trasladó la sede a unos locales provisionales y por fin a la nueva casa de Vía Grottaperfetta, ahora Alessandro Severo.

6 El P. Alberione se trasladó a Roma en el verano de 1936.

7 Esta circunstancia está sin precisar. Probablemente el viaje acaeció en 1911. Pero cabe también tomar en consideración la hipótesis de que haya acaecido en uno de los años entre 1918 y 1920, cuando la Unión Popular tuvo en Roma tres congresos nacionales de las Juntas diocesanas.

9 Los Anales de la Asociación de la Propagación de la Fe vieron la luz en Lyon (Francia) a partir de 1828. La edición italiana de los Anales de la Obra de la Santa Infancia comenzó en Génova el año 1853. Desde 1924 siguió saliendo con el título de Santa Infancia.

10 Los Misioneros de África, llamados Padres Blancos por el color de su hábito, fueron fundados por Charles Martial Lavigerie (1825-1892), arzobispo de Argel, elevado en 1882 a la dignidad de cardenal y en 1884 nombrado arzobispo de Cartago y primado de África. En cuarto año de bachillerato, Santiago Alberione y un compañero suyo de seminario en Bra, Pedro Valetti, luego sacerdote (+ 18.2.1970), decidieron hacerse misioneros. Escribieron en latín, al no saber el francés, al rector del seminario de los Padres Blancos en Cartago. La respuesta le llegó a Alberione durante las vacaciones de 1899 en Montecapriolo. De Cartago se invitaba a los dos aspirantes misioneros a dirigirse a la procuraduría de los Padres Blancos en Roma; pero los dos muchachos no lo hicieron, por cuanto nos resulta.

11 Instituto de la Consolata para las Misiones Extranjeras, de Turín, fundada por José Allamano (1851-1926). En junio de 1902 comenzó la actividad misionera en el África oriental inglesa, hoy Kenya.

12 Instituto Pontificio de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los santos Ambrosio y Carlos para las Misiones Extranjeras de Milán, fundado por Ángel Ramazzotti (1800-1861) el 31.7.1850.

13 El segundo año de bachillerato coincidió con el primer año de seminario en Bra, 1896-97.

14 La Obra de la Propagación de la Fe fue ideada por Paulina María Jaricot (1799-1862), en Lyon (Francia), el año 1820; el 3.5.1922 la sede se trasladó a Roma.

15 Este interés del P. Alberione por las lecturas “misionales” queda ratificado con el testimonio dado por el P. Roatta el 19.4.1982: «Una vez le pregunté qué había de verdad en los rumores según los cuales él, de joven, sobre todo en los períodos de vacaciones veraniegas, había sido un formidable devorador de novelas y otras lecturas varias. Me respondió: “Sí, yo leía mucho, pero no novelas o cualquier cosa; leía en cambio una amplia serie de relatos misionales que se publicaban entonces”» (Conoscere Don Alberione, I [1982] 41).

16 El celo misionero del P. Alberione se desplegó seguidamente en las varias fundaciones paulinas en territorios de misión y, en lo espiritual, en numerosos escritos y oraciones, entre ellas la coronita a la Reina de los Apóstoles (cf. Le preghiere mariane di Don Alberione, Historia y comentario, Ed. Archivo Histórico General de la F.P., Roma 1988).

17 Era el ya varias veces recordado mons. Francisco José Re.

18 La Unión se llamó “Unión de Cooperadores de la Buena Prensa”, y fue aprobada por el obispo de Alba el 30.6.1917. El 22.3.1937 la sede de la Unión fue trasladada a Roma, con el beneplácito del cardenal vicario Francisco Marchetti Selvaggiani (1871-1951); en el decreto el nombre queda un poco modificado: “Pía Unión de Cooperadores del Apostolado de la Buena Prensa”; no se habla aún de “Apostolado de las Ediciones”. Desde 1988, con el nuevo Estatuto aprobado por la Santa Sede, la U. C. ha tomado el nombre de “Asociación de Cooperadores Paulinos”.

19 La estadística se refiere obviamente al año 1953.

20 La familia Alberione trabajó en la Alquería Agrícola, situada en la llanura de Cherasco (calle Fraschette 25, zona llamada Montecapriolo), desde 1886 a 1910.

21 Santiago Alberione frecuentó la escuela elemental comunal de Cherasco de 1890 a 1895. Luego, todavía en Cherasco, el primer curso de bachillerato. Después entró en el seminario menor arzobispal de Bra, donde hizo los otros cursos de bachillerato desde 1896 hasta abril de 1900.

22 Santiago Alberione pasó las vacaciones veraniegas de los años 1897-1907 en la mencionada Alquería Agrícola. Desde el año de su ordenación sacerdotal (1907) parece que no haya tenido vacaciones propiamente dichas.

23 Este seminario es ya el de Alba.

24 Sobre este argumento, cf. A. VIGOLUNGO, “Nova et vétera”, Can. Francesco Chiesa, EP Alba 1961, pág. 173.

25 A este tema dedicó el P. Alberione un opúsculo, El trabajo en las Familias Paulinas, enero 1954 (cf. CISP 1075-1096, y también Il lavoro e la Provvidenza, preparado por A. DAMINO, Roma 1987 - Extracto).

26 El verdadero nombre de la JOC es “Jeunesse Ouvrière Chrétienne”, movimiento de los jóvenes trabajadores, fundado en 1925 por el sacerdote belga, más tarde cardenal, Joseph Cardijn (1882-1967).

27 Cf. AD 33-35.

28 Quizás se trate de don José Rossi (1878-1941), párroco de Macellai di Pocapaglia (Cúneo).

29 Estos dos santos fundadores habían creado “familias” de congregaciones con doble componente masculino y femenino. En las relaciones entre Institutos de la misma familia, don Bosco había acentuado la separación, José Cottolengo en cambio la unidad incluso de gobierno, subordinando el componente femenino al único superior general de la rama masculina.

30 El Codex Juris Canonici, promulgado por el papa Benedicto XV en Pentecostés de 1917 y vigente desde Pentecostés del año siguiente, excluía la dependencia de cualquier instituto femenino de un superior masculino.

31 Cf. a este respecto Federico MUZZARELLI, “Ad pedes Petri” en “Mi protendo in avanti”, EP Roma 1954, págs. 493-566; y Giancarlo ROCCA, La formazione della Pia Società San Paolo (1914-1927), Roma 1982.

32 San José Cafasso (1811-1860) fue por casi veinte años director del Colegio eclesiástico de Turín.

33 A esta iniciativa contribuyó el P. T. Giaccardo, a quien el P. Alberione tributó un significativo testimonio: «... Por entonces, hallándose el Instituto en particulares dificultades, recurrió a la constitución de una Caja rural, un Pequeño Crédito. Él [Giaccardo] sabía suscitar talmente la confianza que el Instituto contó enseguida con suficientes medios para desarrollarse. Todos sabían que él era correctísimo en llevar las cuentas; podían fiarse de él y en efecto se fiaban. Así el Pequeño Crédito siguió en pie hasta que fue necesario. Cuando hubo cumplido su misión, satisfizo plenamente a las necesidades y los intereses de los acreedores; se hizo una función de agradecimiento a la Providencia, que se había servido de tantos buenos Cooperadores, y éstos quisieron agradecer y dar una demostración de afecto y de reconocimiento al maestro Giaccardo» (Predicación del Primer Maestro, Roma, 24 de enero de 1953, pág. 64)

34 Sobre este argumento, cf. el texto autógrafo del P. Alberione, fechado el 23.5.1954 y publicado en CISP 137s; y UPS I, 371-382; III, 182-191; IV, 212-221.

35 Cf. PÍO X, Carta apostólica Quoniam in re biblica, del 27.3.1906.

36 Anotación añadida a mano al ds por el Autor.

37 Se trata de “Leed las sagradas Escrituras, ellas os hablan de Jesucristo” (Jn 5,39). Diez horas de adoración sobre la sagrada Biblia, guiadas por el M. Santiago Alberione SSP, Alba-Roma, FSP [1933]. Acerca de esta obra, cf. A. DAMINO, Bibliografia di Don Giacomo Alberione, o.c., págs. 36-38. Nótese que se trata de “diez horas de adoración” subdivididas cada una en tres puntos y sucesivamente en tres capítulos.

38 Es decir “en el Templo de San Pablo”, en Alba.

39 El texto litúrgico, ligeramente diverso, dice: «La virgen santa Cecilia llevaba siempre sobre el corazón el Evangelio de Cristo» (Breviario Romano, 22 de noviembre, antífona al Magníficat). Probablemente el P. Alberione atribuía a la frase también el sentido de llevar encima de modo físico el Evangelio.

40 Puesto que el Autor escribía estas líneas en 1953, la costumbre de llevar encima el Evangelio se remonta a 1921.

41 Las dos ediciones del Evangelio citadas aquí son: La Sagrada Biblia según la Vulgata, traducida en italiano y anotada por mons. A. MARTINI, arzobispo de Florencia, Mondoví 1897; y El Santo Evangelio de N. S. Jesucristo y los Hechos de los Apóstoles, Pía Sociedad de San Jerónimo para la difusión de los Santos Evangelios, Tipografía Políglota Vaticana, Roma; esta edición había alcanzado en 1926 la 50ª reimpresión.