Beato Santiago Alberione

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CAPÍTULO IX
CONTINENCIA PERFECTA - CELIBATO - MATRIMONIO

Continencia perfecta

Transcribo algunos párrafos tomados de Frassinetti: «El sacerdote no se limitará a predicar con frecuencia y calor contra el más funesto de los vicios: la deshonestidad. Convendrá además que no olvide la más bella entre las virtudes y la alabe ante el pueblo para que se enamoren de ella y la practiquen y se feliciten de ello muchas creaturas. Se trata de la virtud de la virginidad y continencia perfecta, de la cual, por un prejuicio gravísimo, demasiado raramente suele relevarse1 el valor y el mérito. El prejuicio está en considerar esta virtud difícil de conservar y que no haya de abrazarla nadie, sin una particular vocación de Dios, porque es propia sólo de sacerdotes, frailes y monjas... Se cree que supera la fuerza de las personas normales..., como sucede en la teología mística y en las comunicaciones arcanas y divinas...» (Manual del párroco nuevo).2 Prueba a continuación que tal prejuicio es contrario a la Sagrada Escritura y particularmente a las enseñanzas de san Pablo;3 es contrario a la doctrina de los santos Padres; es contrario a la práxis de la Iglesia. Luego, con una elocuente estadística, demuestra lo absurdo
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de tal prejuicio, pues «de hecho, dejando aparte a los niños de menos de doce o catorce años, esa virtud la tiene que profesar al menos la mitad del género humano». A ella están obligados, en efecto, todos los jóvenes desde los doce o4 catorce años hasta el momento del matrimonio; y luego, a pesar de la falta de amor a la hermosa virtud,5 hoy en día crece el número de célibes, voluntarios o forzados, como los viudos o tantas solteras. «Y bien, una virtud, de la que en práctica no puede dispensarse un tan gran número de personas seglares, pues están a ella obligadas bajo pena de culpa grave, incluso en medio a mil seducciones, ¿podrá ser tan difícil de conservar sin una particular vocación de Dios? ¿Será una virtud exclusiva sólo de sacerdotes, frailes y monjas?... ¿Cabría exigir tal virtud, bajo pena de pecado grave, si apenas podrían observarla unas pocas personas selectas?...».
Dos efectos tendría una predicación, más frecuente, sobre la continencia perfecta: que cuantos no pueden o no podrán nunca unirse en matrimonio, haciendo de la necesidad virtud, la conserven gustosamente y con mérito; y que crezca el número de quienes voluntariamente la abrazan. Precisamente entre ellos escoge el Señor a los sacerdotes, los misioneros, los religiosos y tantos piadosos seglares que tienen celo por el honor de Dios y dedican las propias fuerzas y también las posesiones al bien de la
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Iglesia. «Y es provechoso, casi en el mismo grado, que el amor de la continencia perfecta se extienda entre las solteras, llamadas en estos tiempos por la Providencia a ejercer un casi sacerdocio y un verdadero apostolado desconocido en los siglos pasados». Es el apostolado de millares de religiosas, que se difunde por doquier; es el apostolado de tantas vírgenes, que casi en todos los pueblos esparcen el perfume de sus virtudes, y a menudo hasta llegan a ser una auténtica ayuda y fuerza para el sacerdote.
Para infundir el amor a esta bella virtud, el confesionario resulta todavía más propicio que el púlpito, pues permite llegar a particularidades más pormenorizadas, entraña mayor intimidad y tiene a su alrededor una aureola de espiritualidad. Con sobriedad y prudencia, el confesor puede describir dicha virtud en sus formas más atractivas; puede indicar los medios preventivos o medicinales; puede alertar sobre los peligros. Su voz resonará con la autoridad misma de Jesucristo; el penitente la aceptará, en fuerza de las disposiciones requeridas por el sacramento; se adaptará más al estado de ánimo y a las particulares circunstancias de vida de cada uno.

Celibato cristiano y matrimonio

El celibato cristiano, voluntario o impuesto por circunstancias particulares y defectos personales, es una condición, un estado de virtud. Pero hay un celibato, que podríamos llamar pagano, elegido sólo para una mayor libertad en dar rienda suelta a las pasiones
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más brutales, sin cargarse con el peso de una familia. Es una verdadera plaga social, un mal inconmensurable para las almas. Se inspira en las doctrinas más descaradas, que hoy han atravesado los Alpes y se han difundido entre nosotros; en práctica ese celibato se nutre de una desenfrenada y estomagante sed de placeres.
¿Dónde queda la palabra de san Pablo: Más vale casarse que quemarse?...6 ¡Es el caso de decir que el hombre, de tejas abajo, no acepta la manera de ser del Espíritu de Dios!7 Pues bien, antes de que la joven llegue a ser quien se valga de su razón para comportarse más libidinosamente que las bestias, conviene prevenirla y enamorarla de la virtud de la continencia. Y esto tanto más ahora, cuando también entre el sexo débil van propagándose tales doctrinas, privativas antes de los hombres. Conservado el corazón inocente o, al menos, no extinguido el amor a la bella virtud, la joven podrá comprender y escuchar la palabra de san Pablo al hacérsela presente oportunamente el confesor: Más vale casarse que quemarse.8
¿Y cuándo podrá un confesor aconsejar el celibato a personas determinadas a vivir en el mundo? No es el caso de repetir aquí lo que explican los autores de moral y pastoral cuando hablan de ciertos defectos físicos, de ciertas enfermedades, de la falta de los medios necesarios de
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1 DA dice revelarse en vez de relevarse.

2 Cf. FRASSINETTI G., Manual práctico del párroco nuevo. Obrita útil también para los demás eclesiásticos, especialmente los confesores y predicadores, Génova, Tipografía de la juventud, 1902

10 . Se trata de un libro con más de 600 páginas dividido en tres partes: a) los deberes del párroco; b) los sacramentos; c) práctica de algunas virtudes más necesarias al párroco. - En DA se resumen las pp. 206-207 del libro de Frassinetti.

3 Cf. 1Cor 7,9.25.34-38; 2Cor 11,2.

4 DA dice “ai” (hasta los).

5 DA usa una expresión muy enrevesada.

6 Cf. 1Cor 7,9.

7 Cf. 1Cor 2,14.

8 Cf. 1Cor 7,9.