Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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«LLEVAD A DIOS EN VUESTRO CUERPO»

Nota introductiva

Redactado en la primavera de 1954, un período de intenso fervor espiritual y de otro tanto ferviente actividad apostólica, este opúsculo es el más desarrollado de los publicados hasta entonces, superado en amplitud sólo por «Amarás al Señor con toda tu mente» (1956).
El texto apareció primero en el
San Paolo de febrero-marzo y sucesivamente en la recopilación A las Familias Paulinas, fechada en San José de 1954. Recordemos que en la solemnidad del 19 de marzo el P. Alberione festejaba su onomástico, pues en la profesión había tomado el nombre religioso del Patriarca de Nazaret. Pero en aquel año caía también una fecha doblemente histórica: el 4 de abril era el 70° cumpleaños del Fundador y el 40° de su primera congregación, la Sociedad de San Pablo.
Mientras sus discípulos más emprendedores organizaban festejos, insistiendo para que él mismo escribiera algo de sí y de las fundaciones (de ahí el libro
Abundantes divitiæ gratiæ suæ) y proveyendo a la publicación del volumen «Mi protendo in avanti» [Me lanzo adelante], él pensaba en una obra más creativa: edificar o consolidar a las personas, partiendo siempre de las bases: la base humana, corpórea de cada uno.
Aquí tenemos este opúsculo, que mejor de cualquier otro expresa la antropología alberioniana: se resumen principios teóricos y prácticos de teología bíblica, moral, ascética, psicología... con vistas a una formación integral del consagrado y del apóstol.
Algunos subtítulos del texto nos dan una idea del contenido: Tu cuerpo que es de Dios; Señor, que yo me conozca; Pecaron comiendo el fruto; Consecuencias; Redención del cuerpo; El cuerpo resurgirá; Maravillas de la gloria; Espíritu y cuerpo; Reconsagración; Dios en vuestro cuerpo; Última consagración; No profanéis; Gula; Lujuria; Educación a la pureza; Pereza; El rol de la voluntad; La gracia; El cuerpo, querido hijito; Evangelio e higiene se armonizan; La ley de la mortificación; Secretos de éxito; Apostolado; Pedagogía interna; La paciencia; Mens sana in córpore sano; Médico de ti mismo; Elección del médico...
Fuentes del tratado sobre el tema del cuerpo, en particular sobre la relación entre cuerpo y alma, sobre la preparación del cuerpo a la vida futura, etc., pueden localizarse en el ya citado volumen
La llave de la vida, del Can. Francisco Chiesa (última parte). Y más específicamente, algunas anotaciones de carácter biológico, psicológico e higiénico, están tomadas de La scienza moderna della persona umana, de Nicola Pende.1
No es problema si el Autor parece hablar de y a sujetos de género masculino. Las chicas y las mujeres encaminadas por él a la vida apostólica, mucho más numerosas que sus cohermanos, saben bien que el P. Alberione tenía para ellas iguales y a veces mayores cuidados por su formación humana y espiritual. Por otra parte, todos los escritos citados en este volumen pasaron antes por las manos de ellas, y se imprimieron en su tipografía romana, para llegar luego a las manos de los hermanos paulinos.
Estamos, pues, ante uno de los opúsculos más notables del P. Alberione. Recorriendo la lista de los títulos ya mencionados, el lector se da cuenta de lo amplio que es el abanico de temas afrontados. Y de cómo toda la materia, más allá de algunas expresiones arcaicas, sea viva y actualísima.

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«LLEVAD A DIOS EN VUESTRO CUERPO»1
(1Cor 6,20)

1. OREMOS

«Señor, Dios nuestro, Rey del cielo y de la tierra, dígnate hoy dirigir y santificar, regir y gobernar nuestros corazones, cuerpos, sentidos, palabras y acciones según tu ley y en el cumplimiento de tus preceptos, para que ahora y siempre merezcamos ser salvados y libres, oh Salvador del mundo, que vives y reinas por los siglos de los siglos» (De la Liturgia).2
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2. TU CUERPO, QUE ES DE DIOS

Óptima es la definición de Nicola Pende3 acerca de la persona humana: «La persona, átomo viviente, pensante, amante; de humana y divina hechura; individuo irrepetible, inconfundible, partícipe del universo cósmico y del universo espiritual, de los que recibe continuos influjos modificadores; dotado de libertad de voluntad, merced a la cual lucha contra sus imperfecciones naturales, para elevarse y llegar a ser partícipe de la naturaleza de Dios, si es sostenido por su gracia».
Alrededor de la persona humana, como individuo concreto, están llamadas a actuar naturaleza y gracia, médico y educador, sacerdote y sociólogo. Ciencia profunda, filosofía cristiana y teología se armonizan para determinar su origen, constitución, actividad y destino.
Santo Tomás afirma: «Del hombre se dice que está hecho de cuerpo y alma, como si fuera una tercera cosa constituida por las dos sustancias; pero que es neutra respecto a ambas, pues el hombre no es ni el cuerpo ni el alma». Cuerpo y alma están tan íntimamente unidos que forman una nueva unidad llamada hombre, unidad que es, a un tiempo, corpórea y espiritual; pero no es ni sólo cuerpo, ni sólo alma. Todo cuanto el hombre hace es siempre corpóreo-espiritual. Las dos sustancias, aunque unidas en una persona, conservan su nativa propiedad: el alma es espiritual, libre, inmortal; el cuerpo es compuesto, no libre ni inmortal de suyo.
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3. «GRATIA DEI PER JESUM CHRISTUM»4

En el obrar debe guiar la parte superior, el alma, la razón, el espíritu; pero necesita del cuerpo que es material. «La vida de ambos cooperadores resulta consiguientemente, por lo regular, una vida de lucha entre la media-bestia y el medio-ángel que hay en nosotros», así se expresa el ilustre filósofo P. R. Lombardi.5 El cuerpo puede arrastrar al alma a una casi animalización: «animalis homo»;6 pero el alma puede elevar al cuerpo a una casi angelización: «angélicus júvenis Aloisius», «Doctor angélicus»;7 con la fe y la gracia.
En Adán la gracia había abundado, de modo que al alma le hubiera sido fácil prevalecer sobre los sentidos; si bien esta gracia no hacía impecable al hombre, sí le confería un cierto | dominio sobre las pasiones, lo cual facilitaba la virtud. Pero en el hombre caído y privado de gracia, la lucha se desarrolla a veces entre fuerzas preferentemente sensuales, y la victoria del espíritu resulta posible sólo con la gracia actual, divina.
La concupiscencia es una fuerte tendencia a los bienes sensibles, sean lícitos o no, de manera inmoderada, más allá de la razón y contra ésta.
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4. ORIGEN DIVINO

«El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz el aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo» [cf. Gén 2,7].
Dios ya había creado y ordenado el universo (minerales, vegetales, animales); faltaba quien conociera al Autor omnipotente, al Ordenador sapiente, al Dominador providente, le rindiera razonable glorificación y le amara como hijo. Y he ahí al hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios.
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5. «SEÑOR, QUE YO ME CONOZCA»8

El hombre, un compuesto de elemento material y de elemento inmaterial; de finito y de infinito; de caduco y de eterno.
Es todo él una obra de arte, de amor, de poderío y de sabiduría divina.
La parte material parece fijar su morada en la tierra; en cambio, la parte espiritual, que guía y domina, le hace conciudadano de los puros espíritus y le establece en el cielo.
El hombre sintetiza el universo. El organismo humano es una obra maestra divina.
Por la redención entra a formar parte del parentesco divino, en Cristo.
El alma confiere al cuerpo el poder vegetar,9 sentir, obrar; sin ella el cuerpo vuelve al polvo; el alma, por su parte, conserva la potencia trascendente, respecto al cuerpo, de entender y querer. Por eso, según el pensamiento de Dios, sea como Creador que como Redentor, tenía que haber un tercer elemento que otorgase al hombre una dignidad incomparable, una participación de la naturaleza divina, un ser casi divino. Este tercer elemento, no debido a la naturaleza humana sino concedido por bondad de Dios, iba a ser fuerza ordenadora, elevadora, armonizadora entre los antojos del cuerpo y la ley del espíritu; haría sobrenaturales los actos, y dignos de premio sobrenatural: ¡hijos y herederos!
«Dios, mientras creaba la naturaleza, infundía la gracia» (S. Agustín).10
Tal sería la sublimación total del hombre. Cuando éste está privado de ese elemento, se muestra inquieto, insatisfecho incluso de la virtud y de la ciencia; es como un hijo decaído, que no sabe adaptarse al nuevo estado: «inquietum est».11 Todo se presenta siempre incompleto cuando falta lo sobrenatural. Y bien, esta elevación la tenemos en Aquel que es Hombre-Dios y Persona divina, Jesucristo. «No reine más el pecado en vuestro ser mortal, obedeciendo vosotros a sus deseos» (Rom 6,12).
«Os han comprado pagando un precio, por tanto glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo» (1Cor 6,20).
Tal es la potencia y la vía de nuestra deificación en Cristo.
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6. «PECARON COMIENDO EL FRUTO»

«El Señor Dios tomó al hombre (Adán) y le colocó en el parque de Edén, para que lo guardara y custodiara. El Señor Dios mandó al hombre: Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol de conocer el bien y el mal no comas; porque el día en que comas de él, tendrás que morir...» (Gén 2,15).
«La serpiente era el animal más astuto de cuantos el Señor Dios había creado; y entabló conversación con la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del parque? La mujer contestó a la serpiente: ¡No! Podemos comer de todos los árboles del jardín; solamente del árbol que está en medio del jardín nos ha prohibido Dios comer o tocarlo, bajo pena de muerte. La serpiente replicó: ¡Nada de pena de muerte! Lo que pasa es que Dios sabe que, en cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados en el bien y el mal. Entonces la mujer cayó en la cuenta de que el árbol tentaba el apetito, era una delicia de ver y deseable para tener acierto. Tomó fruta del árbol, comió y se la alargó a su marido, que comió de ella. Se les abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron» (Gén 3,1-7).
Siguió el castigo que conocemos; pero también la promesa de la reparación y del Reparador.
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7. CONSECUENCIAS

Por el pecado original, además de la pérdida de la vida de gracia, Adán entero, alma y cuerpo, incluso en los bienes naturales, quedó herido; sintió las consecuencias en el cuerpo y en el espíritu.
El intelecto entiende menos, cae más fácilmente en errores, o se pierde en cosas vanas.
Por ejemplo, cualquiera que sea iluminado por Dios o por la recta razón puede comprender estas tres proposiciones: la castidad perfecta es un amor más grande y embriagador; la obediencia es la libertad mayor y más regocijante; la pobreza es la más grande y letificante alegría.12
En cambio, la razón debilitada, enturbiada por los | sentidos y presionada por la ley de la carne, verá las cosas muy diversamente.
La voluntad se ha debilitado de modo que, debiendo ser la reina, se ve derribada del trono, y llega el desastre. Las facultades más divinas, y humanas al mismo tiempo (intelecto y libertad de querer) están oscurecidas y paralizadas o pervertidas, aun cuando ello se esconde por una falsa concepción bajo apariencia de gloria o de prudencia o de fuerza.
Dos especies de cementerios son consecuencia del pecado de Adán. Cementerios morales: millones de almas que, por cuanto se puede juzgar externamente, están separadas de Dios; esta separación es la muerte del alma, y el acto que la provoca se llama pecado mortal: hombres que tienen apariencia de vida, pero en realidad están muertos.
Cementerios materiales, esparcidos por toda la tierra: «recuérdate, hombre, que eres polvo y al polvo has de volver».13 Las enfermedades, los dolores, las fatigas de la vida presente se cierran con la corrupción del sepulcro.
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8. «INFELIX EGO HOMO»14

¡En qué esclavitud ha caído, pues, el hombre! - «En mi cuerpo percibo unos criterios diferentes que guerrean contra los criterios de mi razón» (Rom 7,23). «Veo lo mejor y me apego a lo peor».15 «Lo que yo quiero, eso no lo ejecuto y, en cambio, lo que detesto, eso lo hago» (Rom 7,15). «¿Quién me librará de este ser mío, instrumento de muerte?» (Rom 7,24). «Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne, un emisario de Satanás, para que me abofetee... Tres veces le he pedido al Señor verme libre de él, pero me contestó: Te basta con mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad» (2Cor 12,7-9).
La obra de cristianización es un esfuerzo enorme de la Iglesia para hacer al hombre libre de la muerte, del error, de la esclavitud del pecado, de la carne, del temor, etc., y devolverle la libertad perdida: «A vosotros, hermanos, os han llamado a la libertad; solamente que esa libertad no dé pie a los bajos instintos...» (Gál 5,13).
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9. REDENCIÓN DEL CUERPO

Jesucristo quiso redimirlo todo en sí mismo; también el cuerpo, por eso tomó un cuerpo y un alma. Un cuerpo físico de niño, de muchacho, de hombre, de víctima. Quitando el pecado16 fue en todo semejante a nosotros: los sentidos, las necesidades naturales, la sangre, el corazón, las pasiones.
«Pange, lingua, gloriosi córporis mysterium, sanguinisque pretiosi...».17
Contemplarlo niño en el pesebre, trabajador en Nazaret, fatigado en el apostolado, sudando sangre en el Getsemaní, lacerado en la flagelación, punzado en la coronación de espinas, caído bajo la cruz en el viaje al Calvario, bebiendo hiel, mirra y vinagre, clavado en la cruz, colgado de pocos clavos en una agonía de tres horas, inclinando la cabeza mientras espira, traspasado por la lanza en el costado, compuesto y embalsamado para la sepultura, tres días cerrado en el sepulcro... «Sabéis con qué os rescataron del modo de vivir idolátrico que heredasteis de vuestros padres: no con oro ni plata perecederos, sino con una sangre preciosa, la de Cristo...» (1Pe 1,18-19; cf. 1Cor 6,20; 7,23).
¡A qué precio! Nos ha sido readquirida una relativa integridad, con la definitiva y plena redención, para el día de la resurrección final: «Creo en la resurrección de la carne».
He aquí porqué Cristo «al entrar en el mundo dice: Sacrificios y ofrendas no los quisiste, en vez de eso, me has dado un cuerpo a mí; holocaustos y víctimas expiatorias no te agradan; entonces dije. Aquí estoy yo... para realizar tu designio, Dios mío» (Heb 10,5-7).
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10. JESÚS Y MARÍA RESUCITADOS

Jesucristo resucitó glorioso. «Ya sé que buscáis a Jesús el crucificado; no está aquí, ha resucitado, como tenía dicho. Venid a ver el sitio donde yacía», dijo el Ángel a las piadosas mujeres [cf. Mt 28,5-6].
Sus llagas son esplendorosas. A puertas cerradas entró en el Cenáculo, se mostró ocho veces para confirmar a los suyos en la fe de su resurrección.
Subió al cielo. «Le vieron subir, hasta que una nube le ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijos al cielo cuando se marchaba, dos hombres vestidos de blanco que se habían presentado a su lado les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que se han llevado a lo alto de entre vosotros vendrá tal como le habéis visto marcharse al cielo» [He 1,9-11].
Se sienta a la derecha del Padre.
¡Gloriosos cuerpos de Jesús y de María! En el cielo el cuerpo de Jesús es honrado, adorado, amado, exaltado. Y allí está también el cuerpo de la Virgen santísima, virgen de espíritu y de cuerpo.
Estos santísimos cuerpos del Rey y de la Reina del cielo son el encanto y el amor de los ángeles y de los santos. Con nuestros ojos veremos, con nuestro corazón amaremos, todo nuestro espíritu y nuestro cuerpo estarán extasiados.
Dice Pío XII: «Considerando a María asunta al cielo en cuerpo y alma, se debe esperar que todos se persuadan del valor de la vida humana... Que, mientras el materialismo y la consiguiente corrupción de costumbres amenazan sumergir toda virtud y hacer estrago de vidas humanas, suscitando guerras, se ponga ante los ojos de todos de modo luminosísimo a qué excelsa finalidad están destinados las almas y los cuerpos; y que la fe en la asunción corporal de María haga más firme y más activa la fe en nuestra resurrección».
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11. EL CUERPO RESURGIRÁ

La redención del cuerpo se cumplirá con la resurrección final. «Creo en la resurrección de la carne». Jesucristo fue la primicia de los resucitados, pues los dolores inefables sufridos por él en el cuerpo le merecieron la inmediata glorificación. Le siguió María santísima, le seguirán todos: «Se siembra (se sepulta) lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual» (cf. 1Cor 15,42-44).
El cuerpo de los elegidos tendrá las señales de la virtud y del bien hecho; tendrá las dotes del propio cuerpo resucitado de Jesucristo, y entrará con el alma en el cielo, según la divina justicia, que quiere dar la debida recompensa a todo el hombre, alma y cuerpo. Quedará glorificado cada uno de los sentidos, cada fatiga, cada mortificación, cada acto meritorio. Toda la persona humana será premiada.
¿Todos así? No. Los cuerpos de los condenados surgirán marcados de ignominia, especialmente los deshonestos, y en general por los pecados más corporales. En efecto, dice san Pablo: «Mirad, os revelo un secreto: resucitarán ciertamente todos, pero no todos serán transformados» (o sea, de pasibles a impasibles) [cf. 1Cor 15,51]. Los condenados resurgirán para arder eternamente: «Irán al castigo definitivo... al fuego eterno» [cf. Mt 25,41.46].
«Te damos gracias, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo tu Hijo, nuestro Salvador, brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo» (Del prefacio I de difuntos).18
11
12. MARAVILLAS DE LA GLORIA

«Mors stupebit, et natura,
cum resurget creatura,
judicanti responsura
».19

El cuerpo glorioso será:
- impasible e inmortal;
- dotado en general de dotes proporcionadas al sometimiento que el cuerpo tuvo respecto al alma;
- esplendoroso; como una estrella difiere de otra estrella, «igual pasa en la resurrección de los muertos» [cf. 1Cor 15,42];
- ágil, porque el movimiento y el transportarse de un sitio a otro dependerán del querer del espíritu;
- sutil, es decir espiritual, no en el sentido de que sea espíritu, sino porque será totalmente dependiente del espíritu, como espiritualizado.
¡Qué satisfacciones preparan al cuerpo quienes saben dominarlo! ¡Ámate a ti mismo!
Jesucristo en el Apocalipsis se presenta ornado de corona de oro (Ap 14,14).
También los santos, que con él reinan, son representados con coronas de oro en la cabeza (Ap 4,4). Ello indica la victoria lograda sobre la carne. «He competido en noble lucha... Ahora ya me aguarda la merecida corona» [2Tim 4,7-8]. Ésta es, en efecto, signo de victoria: «un atleta no recibe el premio si no compite conforme al reglamento» [2Tim 2,5]. Quien ha valerosamente combatido y vencido con Cristo, es justo que sea coronado con él que ha triunfado de la muerte, del pecado y del demonio; esta es corona esencial. «Ven, serás coronada» [Cant 4,8].
Luego hay otra aureola, premio accidental,20 añadida al premio esencial por una victoria más grande. Santo Tomás de Aquino enumera tres: a los vírgenes, que obtuvieron una victoria plena sobre la carne; a los doctores, que predicando y escribiendo vencieron la ignorancia, el error, la herejía, la infidelidad; a los mártires, que triunfaron del mundo y de los perseguidores.
Para los vírgenes está escrito: «son vírgenes» [Ap 14,4] para justificar su especial esplendor. Para los doctores está escrito: «los que convierten a los demás brillarán como estrellas perpetuamente» [Dan 12,3]. Para los mártires: «quienquiera que se pronuncie por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se pronunciará por él ante los ángeles de Dios» [Lc 12,8]; por eso en el Apocalipsis se les presenta «vestidos de blanco» (Ap 7,13).
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13. ESPÍRITU Y CUERPO

«Quiero decir: proceded guiados por el Espíritu y nunca cederéis a deseos rastreros. Mirad, los objetivos de los bajos instintos son opuestos al Espíritu y los del Espíritu a los bajos instintos, porque los dos están en conflicto. Resultado: que no podéis hacer lo que quisierais... Las acciones que proceden de los bajos instintos son conocidas: lujuria, inmoralidad, libertinaje, idolatría, magia, enemistades, discordia, rivalidad, arrebatos de ira, egoísmos, partidismos, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que quienes se dan a eso no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí. Contra esto no hay ley que valga. Los que son de Cristo han crucificado sus bajos instintos con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, sigamos también los pasos del Espíritu. No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros» (Gál 5,16-26).
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14. RECONSAGRACIÓN

Jesucristo quiso reconsagrar el cuerpo, que el pecado había desconsagrado, pues todo hombre nace infectado de la culpa de Adán por la generación.
El cuerpo se reconsagra:
- en el bautismo, donde por el agua y el Espíritu Santo, el hijo del hombre deviene hijo de Dios; es la persona, el compuesto entero la que se hace hijo de Dios;
- en la confirmación [se hace] hijo más perfecto;
- en la comunión, hijo nutrido y adolescente en Cristo.
Es un adolecer,21 semejante al crecimiento material, hasta la edad perfecta.
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15. «DIOS EN VUESTRO CUERPO»

«Somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos como salvador al Señor Jesucristo; él trasformará la bajeza de nuestro ser reproduciendo en nosotros el resplandor del suyo» (Flp 3,20-21).22
Las obras son de la persona: «actiones sunt suppositorum»;23 quien hace el bien o el mal es la persona humana, prestando su concurso el alma y el cuerpo. De hecho, apenas llega la muerte, que es separación de los dos elementos cooperantes, ni alma ni cuerpo harán ya un mínimo mérito o demérito. Concurriendo los dos elementos, es justo que entrambos reciban el premio o el castigo.
«El Señor dirija nuestros corazones y nuestros cuerpos en la caridad de Dios y en la paciencia de Cristo».24
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16. ÚLTIMA CONSAGRACIÓN

Para los enfermos graves hay una liturgia particular: confesión conclusiva de la vida; comunión como viático para el gran camino de la vida a la eternidad; óleo santo para la última purificación y santificación; funeral en la iglesia y absoluciones al cadáver; inhumación cristiana con el signo de la redención y resurrección, la cruz. De esta liturgia tomamos algunas expresiones dirigidas particularmente al cuerpo.
Al dar el viático el sacerdote dice: «Recibe, hermano, el viático del Cuerpo de Jesucristo nuestro Señor...»; y al concluir el rito: «...el sacrosanto Cuerpo de Jesucristo te aproveche en el cuerpo y en el alma...». Al administrar el santo óleo, ungiendo los varios sentidos, dice sucesivamente: «Por esta sacra unción y por su piísima misericordia, el Señor te perdone cuanto has pecado con la vista, con el oído, con el gusto y la palabra, con el tacto», etc.
Mientras el enfermo rinde el alma a Dios: «Venid, santos de Dios, acudid, ángeles del Señor; recibid esta alma y presentadla al trono del Altísimo». «Da a esta alma, Señor, el eterno descanso y brille para ella la luz perpetua».
Durante la sepultura: «Libra, Señor, esta alma de todo vínculo de culpa, para que al fin, resucitada, viva por siempre entre los santos y elegidos en el paraíso».
Y el sacerdote bendice aún el sepulcro, en el que el cuerpo del difunto será conservado y velado por la Madre Iglesia, hasta el día en que la trompeta angélica despertará a todos los durmientes.
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17. PENSEMOS EN LOS DIFUNTOS

Siguiendo el espíritu de la Iglesia, las Constituciones25 establecen (art. 267):
«Muerto un religioso, debe avisarse a todos los miembros de la Sociedad para que le apliquen cuanto antes los sufragios prescritos por las Constituciones».
«La caridad con que viven unidos los miembros entre sí, no se disuelve con la muerte, sino que se torna mejor. Por esto los funerales y sepultura de nuestros difuntos han de ser dignos, pero sin salirse de las costumbres de los religiosos, y se ha de procurar socorrerlos con sufragios más abundantes. Empero mientras uno vive mire por sí mismo, haciendo penitencia por las culpas cometidas y lucrando sagradas indulgencias, para que una vez muerto no se exponga al peligro de permanecer demasiado tiempo en el Purgatorio» (art. 268).
Es algo santo y saludable visitar los cementerios, especialmente nuestras tumbas, que deben conservarse decorosamente. Es bueno construir tumbas o adquirir nichos para nuestras sepulturas.
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18. ¡NO PROFANÉIS!

Profanar el cuerpo significa hacerlo servir a sus concupiscencias, con lo cual se envilece todo el hombre: «La sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado» (Sab 1,4): «El hombre de tejas abajo no acepta la manera de ser del Espíritu de Dios» (1Cor 2,14).
Cuerpo y alma están estrechamente unidos: cada uno de por sí no puede cometer pecado ni puede hacer méritos, así como no hay sacramento cuando la materia no se une a la forma.26
Ante Lázaro mendigo, llagado, hambriento, incapacitado hasta para alimentarse de las migajas caídas de una lujosa mesa... está el rico epulón que, vestido espléndidamente, rodeado de servidores, banquetea opíparamente hasta la glotonería y la embriaguez. Pero ¿y al final? Lázaro es acogido en el seno de Abrahán, el rico epulón es sepultado en el infierno. Son siempre profundas y claras las enseñanzas del Maestro divino: «Si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego. Y si tu mano derecha te pone en peligro, córtatela y tírala; más te conviene perder un miembro que ir a parar entero al fuego» (cf. Mt 5,29-30).
¡Qué precioso es el ojo!; pero ¿y si sirve al mal? ¡La mirada maliciosa mata el alma! «Piensa qué malo es el ojo envidioso y que Dios lo aborrece; nada se ha creado más triste que el ojo» (cf. Si 31,13).
Todos los verdaderos grandes, por santidad, apostolado, ciencia, valor, obras humanitarias y caritativas, aspiraciones elevadas, han sabido guiar fórtiter et suáviter el propio cuerpo, dominar los instintos y las pasiones: han vivido según la razón y la fe.
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19. GULA

[Es el] desordenado deseo y búsqueda y uso de alimentos y bebidas para una satisfacción sensual. Modos diversos [de ceder a la gula]: vorazmente, opíparamente, ansiosamente, refinadamente.27 «Frena la gula y más fácilmente frenarás cualquier otra inclinación de la carne» (Imitación de Cristo).28
«El goloso tiene el corazón en el vientre» (S. Jerónimo).29 La sobriedad, en cambio, indica medida justa en el comer y en beber.
El uso habitual de bebidas alcohólicas de alta gradación hay que condenarlo absolutamente, por las graves consecuencias individuales y sociales. En cambio, el vino, tomado en dosis moderadas, tiene notables ventajas para la salud. «Pero no es indicado para los niños y los jóvenes, al menos hasta los 17-18 años» (Roncati).
«Junto al alcoholismo, otro factor de decadencia orgánica y social es el tabaco» (Roncati). ¿Razón? La nicotina, el óxido de carbono, el cianuro de amonio. ¿Consecuencias? Algunas son morales, otras psíquicas, otras orgánicas, otras intelectuales. «Fumar es dañino para todos en la salud» (Guzzanti).
Otras cosas al respecto ya se han escrito y quedan íntegramente ratificadas, pues son una gran caridad, bajo todos los aspectos, incluida de ordinario una mayor duración de la vida y una mayor estima para quien se abstiene.
«Come para vivir, no vivas para comer».
Dice el Espíritu Santo: es salud para el alma y para el cuerpo el beber con sobriedad.30
«El vicio del vientre y de la garganta no sólo acorta la vida del hombre, sino que la quita del todo» (Cicerón).31
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20. LA LENGUA

Sobre los males causados por la lengua san Pablo escribe: «Malas conversaciones32 estragan buenas costumbres» (1Cor 15,33). ¡Cuántas almas buenas se han pervertido por haber escuchado malos discursos!
El apóstol Santiago nos da santas enseñanzas acerca de la lengua: «Mirad, a los caballos les metemos el freno en la boca para que ellos nos obedezcan a nosotros, y dirigimos todo su cuerpo. Y ahí tenéis los barcos: tan grandes como son y con vientos tan recios que los empujan, se dirigen con un timón pequeñísimo a donde al piloto le da por llevarlos. Pues lo mismo la lengua: pequeña como órgano, alardea de grandes cosas. Ahí tenéis, un fuego de nada incendia un bosque enorme. También la lengua es fuego (ese mundo de la maldad). La lengua, siendo uno de nuestros órganos, contamina, sin embargo al cuerpo entero: inflama el curso de la existencia, inflamada ella misma por el infierno. Porque fieras y pájaros, reptiles y bestias marinas de toda especie se pueden subyugar y han sido subyugados por la especie humana; pero lo que es esa lengua, bicho turbulento, cargado de veneno mortal, no hay hombre capaz de subyugarla. Con ella bendecimos al que es Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, creados a semejanza de Dios. De la misma boca sale bendición y maldición. Eso no puede ser, hermanos míos; ¿es que de una fuente echa el mismo caño agua dulce y salobre? Hermanos míos, ¿puede dar aceitunas la higuera o higos la vid? Ni tampoco un manantial salino puede dar agua dulce» (Sant 3,3-12).
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21. «A CUNCTIS NOS ÁNIMÆ ET CÓRPORIS DEFENDE PERÍCULIS»33

Tres son los pecados que más especialmente proceden de la concupiscencia de la carne: la lujuria, la gula y la pereza; a los que se añaden de algún modo la ira, la avaricia y el denominado nerviosismo.
«Que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como los paganos... Dios no nos llamó a la inmoralidad, sino a una vida consagrada» (1Tes 4,4.7).
21
22. LUJURIA

El sexto mandamiento «No cometer actos impuros» prohíbe toda impureza, por tanto acciones, palabras, miradas, libros, cines, imágenes, espectáculos, transmisiones radiofónicas inmorales. A la vez, el mismo mandamiento ordena ser santos en el cuerpo, guardando el máximo respeto a sí mismo y a las otras personas, como obra de Dios y templo donde él habita con su presencia y con la gracia.
Se requiere un verdadero culto de la castidad, al punto de aborrecer todo lo que es mal y cuanto acerca al | mal, escuchando de nuevo a san Pablo: «Manteneos lejos de toda clase de mal» [1Tes 5,22].
Se requiere una verdadera educación a la castidad, hecha con sensatez, caridad y prudencia.
El profeso conoce sus Constituciones y los medios para guardar el propio voto.
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23. EDUCACIÓN A LA PUREZA

Es un cometido delicadísimo; pero los puros tendrán la gracia de preparar a la Iglesia una legión de almas hermosas, queridas por el Señor, María, san Pablo, quien dice: «A todos les desearía que viviesen como yo» [cf. 1Cor 7,7].
El corazón está hecho para amar: quien ama al Señor, a María, las cosas santas, se eleva sobre el barro.
Grandes medios son: la frecuencia fervorosa a los sacramentos, la dirección espiritual, la devoción a María, la generosidad en el deber, la meditación sobre los novísimos, etc.
La mañana del 1° de noviembre de 1950, una treintena de jóvenes universitarios y bachilleres ofrecieron a Jesús su juventud con una fórmula de voto temporal y privado, según el consejo del confesor, bajo pena de pecado venial. Sin imponer nuevas obligaciones, es algo capaz de dar mayor resolución, por la virtud de religión. Antes de emitir tal voto es necesario haber adquirido la certeza moral de observarlo. Se pone la condición de que el voto puede ser derogado por quien lo aconsejó.
Conviene notar el sentido de un acto así, que, de hacerlo nuestros aspirantes, implica el don del joven a la Congregación mientras dure el voto.
En nuestros vocacionarios, el aspirante, guiado por el maestro, puede añadir también el voto de obediencia, y quizás el de pobreza; siempre en el sentido de un voto temporal y privado.
Esta educación se hace iluminando delicadamente y a tiempo oportuno al joven, poniéndole en guardia y preservándole de lecturas, espectáculos, compañeros, transmisiones radiofónicas peligrosas, etc. (particularmente en las vacaciones), alentándole a una piedad fervorosa.
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24. EL AMOR A JESÚS Y A MARÍA

Preserva de afectos sensibles y ahorra muchas tentaciones.
El corazón del hombre está hecho para amar; el estado religioso y el estado sacerdotal no quitan este lado afectivo de la naturaleza: lo amplían, lo elevan, lo sobrenaturalizan.
Amar a Jesús con todo el corazón y amar a María como Madre imprime en el alma las bellezas y gozos celestiales, atenuando por ello los atractivos terrenos.
Para obtener este efecto, el amor a Jesús y a María ha de ser ardiente, generoso, predominante. Frente a quien posee la plenitud de la beldad, de la bondad y de la potencia, y a quien es la obra maestra de gracia y hermosura de la creación, las creaturas pierden sus atractivos. Cada vez más, Jesús y María atraerán nuestro corazón con suavidad y fuerza. Y además guardarán como a las niñas de sus ojos a quien se les ha ofrecido.
En el Cantar de los Cantares el alma se abre totalmente al esposo divino en comunicaciones inefables.
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25. PEREZA

Es otro vicio capital, pero de él ya hablamos tratando del trabajo.
Será provechoso, sin embargo, añadir que lujuria, gula y pereza son el predominio de la carne sobre el espíritu: el hombre se vuelve menos racional y menos libre. Pronto o tarde tales vicios se coaligarán.
Las pasiones al principio piden, luego exigen, al final constriñen, y hasta siguen actuando aun cuando llega a faltar la satisfacción o incluso si se ha introducido la pena. Conceder lo ilícito por una parte debilita la voluntad, por otra, como efecto físico-psíquico, refuerza la concupiscencia.
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26. CUANDO SE AMA

Está bien recordar aquí dos artículos de las Constituciones y dos dichos escriturísticos. Art. 130: «En obsequio de la pobreza, todos los miembros de cualquier condición que sea y ocupen el cargo que ocupen, absténganse de las cosas superfluas y lleven con agrado todas las cargas de la vida común. Mas si alguno necesita alguna cosa especial, pídala a su propio superior humildemente y con confianza».
Art. 131: «Estén todos contentos con una mesa frugal, habida cuenta por parte de los superiores, ya de los trabajos, ya de las fuerzas de cada uno, para que ninguno sufra incautamente detrimento en su salud».
Dice la sagrada Escritura: «Supongamos que un hermano o una hermana no tienen qué ponerse y andan faltos del alimento diario, y que uno de vosotros le dice: Andad con Dios y calentaos y buen provecho, pero sin darle lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve eso?» (Sant 2,15-16).
San Pablo escribe a los Filipenses: «...he aprendido a arreglarme en toda circunstancia: sé vivir con estrechez y sé tener abundancia; ninguna situación tiene secretos para mí, ni estar harto, ni pasar hambre, ni tener sobra, ni pasar falta» (Flp 4,11-12).
Cuando se cambia de continente, casi siempre se encuentra dificultad en adaptarse a los horarios y al alimento, sea pasando de Italia a los continentes | extraeuropeos, como viceversa. Es uno de los sacrificios que nos pide el Señor. Yo lo he sentido a menudo fuertemente, y pensaba en Jesús, pensaba en san Pablo, en sus peregrinaciones. Por lo demás, ¿cómo pueden obtenerse las gracias a las Casas donde se está, si no si supiera, al menos, ofrecer al Señor este pequeño sufrimiento?
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27. EL ROL DE LA VOLUNTAD

Nuestra voluntad es la facultad soberana, reina de todas las facultades, sentidos internos y externos, potencias y pasiones.
Siendo libre, da a sus actos propios (elíciti)34 y a los actos de las otras facultades (imperati) la libertad, el mérito o el demérito.
Regular la voluntad significa regular todo el hombre, por tanto también el cuerpo.
La voluntad está bien regulada si es fuerte, hasta mandar y hacerse obedecer por las potencias y sentidos, por un lado; y por el otro, si es tan dócil ella misma que obedezca siempre a la voluntad de Dios, sea de signo o de beneplácito:35 por tanto un doble cometido.
Entrambos son difíciles, porque a menudo los sentidos se sublevan, y hace falta firmeza, destreza, gracia divina. Y antes aún, gran luz, persuasión, fe.
Además nuestra voluntad, por su debilidad, aspira a una cierta autonomía o independencia respecto al querer de Dios. La divina voluntad no puede santificarnos sin pedirnos sacrificios, y se suele retroceder ante el esfuerzo.
Esto es efecto de la culpa original: la voluntad se rebeló a Dios; y los sentidos se rebelaron contra ella. Indócil, ella misma no encuentra docilidad.
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28. EDUCAR LA VOLUNTAD

La redención es un rehacer el hombre en el orden de la naturaleza y de la gracia, según el primitivo designio de Dios. Eso tocó al Hijo de Dios, al divino Arquitecto: «Mediante él existió todo» [Jn 1,3].
La redención de la voluntad mira a reponerla como reina del hombre.
Dios es bueno, y creó al hombre libre, como había creado libre al ángel. A quien considera las cosas superficialmente le parecerá que al divino Hacedor todo le saliera mal cuando se arriesgó a crear seres libres; pero la sabiduría, la potencia y el amor de Dios dan explicaciones bien diferentes.
Para que la voluntad sea dócil y a la vez fuerte, se necesita vencer los obstáculos y usar medios positivos.
Obstáculos externos son: el respeto humano, por el que uno obra el bien o comete el mal según lo estimen los demás; es una voluntaria esclavitud. Los malos ejemplos, como las máximas mundanas, tanto más potentes sobre el hombre en cuanto ya inclinado de suyo al mal. El demonio, que usó sus posibilidades contra nuestros progenitores, y ahora contra la buena voluntad.
Obstáculos internos son: la irreflexión, por la que se obra según la impresión del sentido; el descuido y la pereza, causadas por faltar profundas convicciones.
Medios positivos: pueden reducirse a una armónica conciliación de la inteligencia, la voluntad y la gracia.
Inteligencia y fe profunda, conocer el fin y los medios claramente. «Nada se quiere si antes no se conoce»;36 para mover eficazmente la voluntad se requieren profundas convicciones, amplia instrucción, espíritu de fe. Eso actuará sobre la voluntad, produciendo resolución, firmeza, constancia contra todo «quisiera» y los inconcluyentes deseos.
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29. LA GRACIA

Jesucristo ha conquistado la gracia.
Nosotros con la oración, especialmente con la Eucaristía, podemos en algún modo readquirir el perdido don de la integridad. Quien reza, obtiene el don de la gracia actual, que es fuerza para la voluntad, luz para la mente, mitigación de las ansias y concupiscencia de la carne. Especialmente la santa comunión atenúa las pasiones, refuerza las buenas tendencias: es pan de los elegidos, vino de los vírgenes, viático para el difícil camino de la vida. «O salutaris Hostia, quæ cœli pandis ostium... da robur, fer auxilium».37
Hay que meditar los misterios dolorosos; hacer a menudo el Vía Crucis.
La oración es absolutamente necesaria. Jesucristo no es sólo luz y modelo, sino también nuestro cooperador y colaborador: «Somos colaboradores de Dios» (1Cor 3,9).38 «El Señor es mi fuerza»;39 participando de la fuerza de Dios, nos someteremos a él y obtendremos el triunfo de la voluntad sobre el instinto y la sensibilidad.
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30. EL CUERPO, QUERIDO HIJITO

Es un deber tratar al cuerpo como a un buen hijito o a un buen compañero de viaje y darle alimento y descanso suficiente. ¡Pero vigilarlo!, pues a cada momento puede arrastrar a la persona hasta el barro.
Escribe san Francisco de Sales: «Pues la sagrada Escritura en muchos lugares, el ejemplo de los santos y razones naturales nos enseñan a aprovechar bien la mañana, como la mejor y más fructuosa parte del día... creo sea una óptima cosa ir a la cama pronto por la noche, para levantarse pronto por la mañana. Sin duda ese tiempo es el más ameno, suave y libre» (Filotea).
Respecto al descanso es muy difícil fijar las horas que conceder al sueño: entran muchos | elementos para dar un juicio; y por otra parte nunca se podrá prescribir una norma única. El joven necesita dormir más que el viejo. El adecuado reposo es el que basta para que los venenos de la fatiga (sustancias tóxicas) se expulsen y nuevo oxígeno pase a los músculos y tejidos en general, y así sean de nuevo aptos para el trabajo. Se puede ir de un mínimo de seis horas a un máximo de ocho horas, para los adultos.
El bien que se hace al cuerpo, regulándolo, redunda en ventaja de toda la persona humana.
Respecto al alimento, «la ración diaria de cada uno debe ser tal que procure la cantidad de energías necesarias; y ello se mide por las calorías que las albúminas, los azúcares y las grasas producen, quemando, por acción del oxígeno. Para aclarar: la unidad práctica de medida del calor es la cantidad de calor necesario para elevar la temperatura de un kilo de agua de cero grados a un grado centígrado».
Como regla general, necesita más alimento el joven que está desarrollándose; menos el adulto; menos aún el anciano ya en pensión. Hay que tener siempre en cuenta los datos según edad, clase de trabajo, fuerza digestiva, etc.
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31. EVANGELIO E HIGIENE SE ARMONIZAN

El mejor condimento del alimento es el apetito. Cuando se ha trabajado, estudiado, caminado, hecho buena gimnasia, la comida apetece más.
Los condimentos cargados de aromas y picante, como las drogas, o los muy ricos de grasas, son de difícil digestión.
Dice el proverbio: «Mata más la gula que la espada».
Hay que comer como hombres, cristianos, religiosos, sin dejarse guiar por el gusto, sino para mantenerse en el servicio de Dios y en el apostolado.
Se toma la cantidad de alimento necesaria, establecida, por norma general, en el curso de Ejercicios espirituales, según san Ignacio; lo que se puede digerir.
Téngase cuidado de masticar bien, pues se asegura la insalivación y la reducción en partes diminutas. Engullir ávidamente sin una suficiente masticación es causa de mala asimilación y de varias enfermedades.
«Quien quiera vivir más y mejor, levántese de la mesa con un poco de apetito, nunca saciado del todo» (Guzzanti).
Una buena distribución de las ocupaciones y recreos ayuda a la salud y al mayor rendimiento del trabajo.
Hay una higiene concerniente a la casa, los locales para espectáculos, la iglesia, los viajes, la cocina.
Los alimentos en su punto justo de cocción, de sal, de condimento son de gran ventaja para la salud.
San Francisco de Sales, gran santo y buen humanista, comentando el paso «comed de lo que os pongan» [Lc 10,8], dice que es mucho más perfecto aceptar lo que prepara la cocina, sin fáciles recriminaciones, que no imponerse ciertas mortificaciones; pues en el primer caso se renuncia a elegir, y eso es más perfecto.
No va de acuerdo con la salud ni con la virtud el comisquear entre horas. Si hubiera necesidad de tomar algo con más frecuencia, también esta ración debe regularse en cuanto a cantidad, cualidad y horario.
Durante la digestión no tomar baños, tanto menos si son fríos, que podrían resultar fatales.
Después de comer, hay que estar tranquilos, pues son dañosos el estudio y los ejercicios físicos violentos. Comer con manos limpias, por higiene, educación y virtud.
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32. LA LEY DE LA MORTIFICACIÓN

Es universal. Todo bien que se quiera hacer requiere o negar algo a la parte inferior o exigir algún esfuerzo.
Así es, en campo espiritual, para la oración, el estudio, el apostolado, la observancia religiosa, etc. También el recreo, la limpieza, vivir en familia y en sociedad, el comercio, una regulada nutrición, la conservación de la salud, obtener confianza y estima ante los hombres, etc. requieren mortificación.
La persona que sabe racionalmente mortificarse, acumulará muchos bienes. Ejemplo: comparar al joven que se aplica al estudio, al trabajo, y el joven perezoso y desganado; ¿qué vida se preparan?
El buen cristiano y el buen religioso que observan los deberes de su estado; y el cristiano vicioso y el religioso infiel a sus tareas; ¿qué eternidad se preparan?
Nadie sufrirá más que quien no quiere sufrir; nadie gozará más que quien sabe mortificarse racionalmente. «Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden este es conservarse para una vida definitiva» [cf. Jn 12,25]. Quien, por ejemplo, no sabe regularse en comer y beber, encontrará muchas enfermedades y se acortará la vida.
Universal, porque se extiende a todo el ser: mente, corazón, voluntad, fantasía, ojos, tacto, lengua, memoria, cualquier pasión.
Educarse en una sensata mortificación procura inmensos bienes al aspirante. ¡Qué campo de caridad tienen aquí el enseñante que exige atención, ejercicios, lecciones; el confesor, el director espiritual, el asistente, que saben indicar los caminos de la ascesis del espíritu, formación de buenos hábitos, corrección, educación en el orden, en una sabia disciplina, en el sacrificio de tantos deseos...
El Educador, Maestro divino, ha dicho: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga» [Mt 16,24].
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33. SECRETOS DE ÉXITO

Considerando a los auténticos grandes, en los varios campos: educadores, escritores, apóstoles del mundo, científicos, capitanes, doctores de la Iglesia, los santos de toda condición, descubridores, trabajadores... se ve que en ellos hubo dones naturales y dones sobrenaturales, pero sobre todo generoso y constante esfuerzo.
El hombre se eleva cuando sabe vencerse a tiempo y en sitio adecuado.
Quien es fiel en las pequeñas cosas, será fiel en las grandes; quien no es fiel en las cosas pequeñas, tampoco lo será en las grandes [cf. Mt 25,21].
Quien es obediente será obedecido; quien no es obediente, difícilmente será obedecido.
Quien ama será amado; quien no ama no será amado.
El buen discípulo llegará a ser buen maestro; el mal discípulo será mal maestro.
Quien está a gusto retirado, se desenvolverá bien en sociedad; quien no ama estar retirado, correrá muchos peligros en las diversas relaciones.
El hombre pío, religioso, ordenado, estudioso, apóstol siembra [el bien], forma hombres píos, religiosos, ordenados, estudiosos, apóstoles.
Sucede en cambio todo lo contrario cuando se trata de quien no es pío, religioso, ordenado, apóstol.
Quien a duras penas vive como buen cristiano, difícilmente dará a la Iglesia sacerdotes y religiosos.
El buen educador se forma en un amor sobrenatural y recto, nunca con las simpatías o las antipatías.
Dice san Alfonso de Ligorio: «Este es el verdadero amor al cuerpo: negarle en esta tierra cuanto es ilícito según el espíritu, en orden a la eternidad; y someterlo a la fatiga y mortificación, para procurarle eterno gozo».
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34. «BONUM CERTAMEN»40

El fin de la mortificación es positivo, o sea cooperar en la justa dirección.
El nombre suena casi «mortuum fácere», es decir establecer la voluntad por reina y que pueda41 dirigir el ojo como la memoria, la lengua como la fantasía, directa o indirectamente; como si fuesen cadáveres que no se oponen.
Tres máximos bienes tendremos de la mortificación, si es recta: salvación, perfección, apostolado.
Los varios nombres con que se indica la mortificación aclaran el concepto, la necesidad, el fin.
En la sagrada Escritura se la denomina: renuncia («quien no renuncia...»); abnegaciónábneget, reniéguese a sí mismo»); mortificación («si no mortificáis los actos de la carne...»); muerte («estáis muertos...»); enterramiento («sepultados con Cristo»); despojamiento («despojándoos...»); lucha («el noble combate»).
Hoy suele hablarse de reforma, gobierno de sí, desapego, educar la voluntad, revestirse de Dios, vivir en Cristo, orientarse a Dios; esfuerzo, sacrificio, vigilancia.
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35. APOSTOLADO

Esta es nuestra penitencia constructiva, para nosotros y para las almas.
La tendencia al ocio, o al menos a la negligencia y al torpor en el obrar, es indolencia. No se debe confundir con un mal estado de salud. Se trata en cambio de una enfermedad de la voluntad. El indolente quiere esquivar cualquier pena y cuanto requiere fatiga. ¡Ay de quien le toca en este punto! Indolente, tibio, perezoso, indiferente, según los casos. «Tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué, además, va a esquilmar la tierra?» (Lc 13,7). «Todo árbol que no da buen fruto será cortada y echado al fuego» (Mt 3,10; 7,19).
El trabajo preserva de muchos vicios y pensamientos inútiles o malos, de los que en cambio la pereza es guarida. Dice la Escritura respecto al hombre perezoso:

«Pasé por el campo de un perezoso,
por la viña de un hombre sin juicio:
todo era espinas que crecían,
los cardos cubrían su extensión,
la cerca de piedras estaba derribada;
al verlo, reflexioné; al mirarlo, escarmenté.
Un rato duermes, un rato descansas,
un rato cruzas los brazos y descansas,
y te llega la pobreza del vagabundo,
la indigencia del mendigo» (Prov 24,30-34).
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36. PEDAGOGÍA INTERNA

La pedagogía cristiana tiene todo en cuenta: constitución física, temperamento, carácter, tendencias morbosas. Está fundada en la triple virtud: humildad, amor a Dios, amor al prójimo. El educador de las masas es bastante menos eficaz que el de los individuos. Una medicina común pocas veces sirve para todos. La especialización es particularmente necesaria en el período de la pubertad; y en materias delicadas.
Por eso se recomienda tanto la dirección espiritual.
Es precisa además la consigna. Al pasar de una sección a otra, de una a otra casa, de un período formativo a otro | superior (ejemplo, de aspirante a novicio), o incluso de un cargo a otro, es muy útil hacer un fiel y esmerado informe sobre los varios puntos: espíritu, estudio, disposiciones, apostolado, pobreza, etc., de modo que el individuo sea mejor ayudado y reciba una formación uniforme y continuada. Siempre paternamente. En tal consigna debe tenerse en cuenta la voluntariedad y la capacidad intelectiva, junto a las demás cosas.
En las naciones donde es obligatoria la cartilla sanitaria personal,42 tanto para el estudiante como para el aprendiz, que equivale a una pequeña biografía, conviene pedirla en el momento de la aceptación.
Todo esto en actitud de caridad, o sea para hacer el mayor bien a cada uno.
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37. LA PACIENCIA

«Pues ahora -oráculo del Señor-, convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no los vestidos; convertíos al Señor Dios vuestro; que es compasivo y clemente, paciente y misericordioso, y se arrepiente de las amenazas» (Jl 2,12-13).
[La paciencia] es la virtud que nos hace soportar con paz, por amor de Dios y en unión a Jesucristo, las penas físicas o morales.
Todos tienen suficientes penas para hacerse santos y esquivar el purgatorio, si practican la paciencia cristianamente, sin rebelarse, no por codicia, interés o vanagloria.
El dolor es un educador, fuente de méritos, fuerza que vigoriza.
Sufrir en Cristo, para cumplir su pasión; y en la Iglesia, para la salvación de las almas, de todas ellas.
Humanamente hablando, no hay que agravar los males, amontonándolos todos en la fantasía: los pasados, los presentes y los futuros; pues «a cada día le basta su dificultad» [Mt 6,34].
Del pasado hay que recordar sólo el bien y los méritos hechos con la paciencia: una calumnia, un agravio, un disgusto nos punzan sólo si volvemos a recordarlos. ¿Y para el porvenir? No sabemos si vendrán los males ni en qué forma; sabemos únicamente que aún no han venido; si llegan y cuando lleguen, dispondremos también de la gracia.
La paciencia tiene muchos grados: grande es la distancia de quien apenas se resigna y quien en cambio está sediento de sufrir. Ejemplo: san Juan de la Cruz había sufrido muchísimo en el espíritu y en el cuerpo; calumniado, perseguido, encarcelado, reducido al hambre, al frío y a las consiguientes enfermedades. Preguntado por Jesús: «Juan, ¿qué merced deseas?». La respuesta fue: «Sufrir aún y ser despreciado por ti».
Es siempre poco lo que se ha de sufrir comparándolo con cuál será el premio en el paraíso, dice san Pablo.
«Todo estaba perdido: honor, dinero, amistades; pero en la humillación he encontrado el Todo, Dios». Es la frase de un convertido.
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38. «SALUS MENTIS ET CÓRPORIS»43

Cuanto se santifica el alma, tanto se hace por el cuerpo. La santidad se acrecienta con los sacramentos, los sacramentales, la oración.
Se acrecienta con la fe, la meditación, el examen de conciencia, las elevaciones a Dios, los píos sentimientos, las altas aspiraciones.
Se acrecienta con las virtudes teologales, cardinales, religiosas, morales.
Se acrecienta con las fatigas del apostolado.
Se acrecienta con la mortificación, la penitencia, la virginidad.
¡Qué esplendor para los justos! Los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores, los vírgenes, los penitentes, los religiosos, los verdaderos cristianos... «brillarán como el sol» [Mt 13,43].
Cada vez que el cuerpo obedece al espíritu se da un crecimiento de gloria. «(Gimiendo)... aguardamos el rescate de nuestro ser» (Rom 8,23).
En esto está el verdadero amor al cuerpo: «Ábstine a malo, sústine in bonum».44 Pero si por Dios se tiene el vientre, por satisfacción el ocio o la lujuria... ¡qué terrible verdugo llega a ser el alma para el cuerpo! Los mártires no temieron ni siquiera la muerte, según el aviso de Jesucristo: «Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con la vida y cuerpo en el fuego» [cf. Mt 10,28]. - El juicio final lo desvelará.
«Mis (golpes) directos van a mi cuerpo y le obligo a que me sirva, no sea que después de predicar a otros me descalifiquen a mí» [1Cor 9,27].
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39. «MENS SANA IN CÓRPORE SANO»45

Es un deber conservar la salud con un cuidado razonable, no irracional. «No hay riqueza como un cuerpo robusto», dice el Espíritu Santo (Si 30,16). Claramente, la salud es un gran talento dado por Dios, y nos corresponde la tarea de conservarla con inteligencia; y hacerla servir a nuestra santificación, al estudio, al apostolado, a las almas.
San Pablo señala un principio claro: «¿Se os ha olvidado que sois miembros de Cristo?... Sabéis muy bien que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo» [1Cor 6,15.19].
En la Familia Paulina, algunos recreos, no todos por supuesto, pueden reducirse visto el movimiento que se hace en el apostolado, por ejemplo estar en las máquinas, ir de propaganda, etc.
En todo caso, la gimnasia y el recreo no miren sólo a formar piernas y brazos sólidos, sino especialmente a desarrollar los órganos y las funciones principales de la existencia: los pulmones, el corazón, la circulación, la digestión, la respiración, etc.
La limpieza debe extenderse a toda la persona, de ahí la necesidad de baños; limpieza especialmente en manos, cuello, orejas, pies, uñas, dientes, etc.
Haya en todas partes abundancia de aire, luz, agua.
La cama no sea ni demasiado blanda ni demasiado caliente.
Exíjanse posturas acordes con la salud y la buena educación en iglesia, estudio, mesa, cama, doquier.
Una justa disciplina del cuerpo sirve para conservarlo más tiempo y hacerlo más ágil, resistente, más dócil a la voluntad.
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40. MÉDICO DE TI MISMO

¡Vigílate! Ningún saber médico puede valer lo que tus experiencias para tu cuerpo.
¡Vigílate! Ningún director espiritual es suficiente si tú no aprendes de tu historia, que es maestra de tu recto vivir.
Tu examen de conciencia para el espíritu y las consideraciones sobre tu cuerpo son siempre necesarios.
Te regularás en el trabajo, en la nutrición, en el descanso, etc.
Te regularás en vigilar los ojos, el oído, la lengua, las relaciones, la lectura, las amistades, etc.
Debe practicarse la prudencia que todo lo examina, rectamente juzga, ejecuta con fortaleza. Ejemplo: si un alimento hace mal, se deja aunque la gula lo apetezca.
«Qui médice vivit, misérrime vivit»;46 quien multiplica con exageración médicos y medicinas, y nunca esta satisfecho, y se preocupa de toda mínima molestia, lleva una vida miserable. Lo mismo se diga de las cosas espirituales, para no hacerse escrupulosos, para no ser «puer centum annorum».47
Un espíritu joven requiere fuertes convicciones.
Para curarse más fácilmente de los males y adquirir resistencia a la fatiga, la voluntad tiene un gran rol. El abatimiento, la indecisión, la flojera, una vejez precoz, el pesimismo son ya de suyo enfermedades.
Un sano optimismo en los pensamientos e iniciativas, apoyado en Dios, la bondad de la causa, la cooperación, las propias gracias y recursos naturales y sobrenaturales, acompañen siempre la vida.
¡Hay que ser volitivos!
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41. ELECCIÓN DEL MÉDICO

Cuerpo y alma son interdependientes, por eso cada individuo hay que considerarlo en su conjunto, «en su constitución psico-física».48
Debe elegirse un médico de sanos principios morales y competente profesional; un médico que posiblemente haya adquirido conocimiento de la familia (el llamado médico de familia), conocimiento del ambiente, del instituto; por ejemplo: condiciones de vida, de trabajo, de espíritu. Si sabe las debilidades constitucionales del paciente, las anomalías, diátesis49 hereditarias, el desarrollo (hasta los 18 años), el género de vida a que aspira; si ha hecho constantes observaciones, distinguiendo entre lozanía aparente y real, temperamento, carácter, reactivación, etc., podrá mucho más fácilmente prevenir, guiar y curar.
«Hoy sobre todo muchísimos médicos descuidan el principio de que no se puede curar el cuerpo sin curar el alma; ni se puede curar el alma sin curar el cuerpo. Cada síntoma es físico y psíquico a la vez. La humanidad y la religiosidad de un médico es frecuentemente mucho más eficaz que su erudición».50
Cambiar demasiado fácilmente de médico puede ser ruinoso, como el cambiar ligeramente de confesor.
41
42. «PROFICIEBAT ÆTATE, SAPIENTIA ET GRATIA»51

Elevemos un sentido agradecimiento al Señor de las ciencias por haber iluminado las mentes de hombres estudiosos para hallar nuevos medios de salud y curación: nutrición, prevención, medicina, cirugía. Son beneméritos de la humanidad. Las estadísticas dicen que, en Italia, la media de vida en el hombre ha pasado de 34 a 47 años;52 particularmente debido a la fuerte disminución de la mortalidad infantil.
Utilizar las sugerencias y remedios concierne al buen administrador del precioso tesoro de la salud. Por esto en Albano Laziale, las Hijas de San Pablo han preparado la casa de cura «Regina Apostolorum»; las Pías Discípulas y la Pía Sociedad de San Pablo la han construido en Sanfré (Cúneo).
Crecer en edad es la base, hay que añadir en sabiduría y gracia en Cristo. Si cada momento de tiempo es precioso, ¿qué decir si nuestra vida se prolonga meses y años? - Se nos conceden para el mismo fin por el que se nos ha dado la vida entera: «conocer, amar, servir a Dios, para el aumento de mérito y gloria en el cielo».
«Señor, guárdanos interior y exteriormente para ser defendidos de toda adversidad en el cuerpo, y purificados de los malos pensamientos en el alma».53
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43. ORACIÓN

«Señor, admirablemente has creado y más admirablemente aún has redimido nuestra alma y nuestro cuerpo; infúndenos la luz, la fuerza y la gracia de tu Santo Espíritu, para que, santificado todo nuestro ser, podamos llegar a la gloriosa resurrección».54
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1 Cf. arriba, Formación humana, pág. 116, nota 2.

1 El título está tomado de la frase del apóstol Pablo en 1Cor 6,20, según la versión de la Vulgata: “glorificate et portate Deum in córpore vestro”. Notemos que la mayoría de los códices registra sólo el imperativo: glorificate. La añadidura “et portate”, en la que concentra su atención el P. Alberione, está sólo en algunos códices menores.

2 Oración de la Hora Prima, en el Breviario Romano.

3 Para N. Pende, cf. arriba, Formación humana, p. 116, nota 2.

4 Rom 7,25: «¡Cuántas gracias le doy a Dios por Jesucristo, Señor nuestro!» (Versión actual).

5 P. Ricardo Lombardi (1908-1979), de la Compañía de Jesús, célebre predicador en la inmediata posguerra y fundador del “Movimiento para un mundo mejor”.

6 1Cor 2,14: «El hombre de tejas abajo» (Versión actual).

7 Respectivamente: «El angélico joven Luis», referido a san Luis Gonzaga; y «Doctor angélico», a santo Tomás de Aquino.

8 S. Agustín: «Dómine Jesu, nóverim me, nóverim te»: oración para pedir el conocimiento y el seguimiento de Jesucristo, citada por el P. Alberione en apertura de Donec formetur, p. 8.

9 Es decir, disfrutar de la vida vegetativa.

10 «Simul condens naturam et infundens gratiam» (De Civ. Dei, XII; repetido por Sto. TOMÁS, Summa Theológica, I, q. 12).

11 «Está insatisfecho [nuestro corazón hasta que no reposa en ti]» (S. AGUSTÍN, Confesiones, l. I).

12 Así en las precedentes ediciones, pero probablemente se trata de un lapsus: quizás el Autor quisiera decir “letificante riqueza”.

13 Fórmula de la liturgia del Miércoles de ceniza. En latín: «Memento, homo, quia pulvis es et in púlverem reverteris».

14 «¡Desgraciado de mí!» (Rom 7,24).

15 Cf. F. Petrarca: «veo lo mejor y me apego a lo peor»; repetido por U. Fóscolo: «Como esclavo de mí y de los otros y de la suerte, / conozco lo mejor y me apego a lo peor» (en Sonetos).

16 Más correctamente: Excepto el pecado...

17 «Canta, lengua, el misterio del glorioso cuerpo y de la preciosa sangre...» (del himno de Corpus Christi).

18 Hemos adoptado la versión del nuevo Misal Romano, Prefacio de los difuntos I.

19 De la secuencia Dies iræ: «Todos tiemblan por su suerte | al retornar de la muerte | para el juicio universal».

20 En el sentido de accesorio.

21 Crecer, desarrollarse, hacerse adulto.

22 En las ediciones precedentes la cita bíblica, una de las pocas explícitas, indicaba erróneamente Efesios III, 20.

23 «Las acciones son propias de los sujetos»: axioma de la filosofía escolástica.

24 En el original: «Dóminus autem dírigat corda et córpora nostra in caritate Dei, et patientia Christi» (Colecta litúrgica).

25 De la Sociedad de San Pablo, edición 1949.

26Materia... forma” indican respectivamente el elemento material (agua, aceite, pan...) y la fórmula ritual.

27 En el original: «præpropere, laute, nimis ardenter, studiose».

28 En el original: «Frena gulam et facilius omnes alias carnis inclinationes frenáberis».

29 En el original: «Cor habet in ventre gulosus».

30 Cf. Si 31,27: «¿A quién da vida el vino? Al que lo bebe con moderación».

31 En el original: «Vitium ventris et gútturis non solum minuit ætatem homínibus, sed etiam aufert»: concepto y expresión repetidos por san Agustín.

32 En las versiones actuales la palabra “conversaciones” se traduce por “compañías”.

33 «Defiéndenos de todos los males del alma y del cuerpo» (Colecta litúrgica).

34 Elíciti: expresión escolástica para decir: producidos por una facultad según la propia naturaleza.

35 Voluntad de signo..., de beneplácito: expresiones con las que, tomándolas de san Francisco de Sales (El Teótimo o Tratado del amor de Dios, l. VIII), se indicaban los dos aspectos de la conformidad a la voluntad de Dios. La voluntad de signo, o voluntad significada, es la que se manifiesta claramente, por medio de preceptos o consejos; la voluntad de beneplácito es la que se manifiesta por las situaciones de la vida o por los acontecimientos, queridos o permitidos por Dios.

36 En el original: «Nihil vólitum quin præcógnitum», axioma de la filosofía escolástica.

37 Motete eucarístico: «Hostia saludable, que abres la puerta del cielo... danos fuerza, tráenos ayuda».

38 En el original: «Cooperatores enim Dei sumus».

39 En el original: «Dóminus fortitudo mea» (Is 12,2).

40 «El noble combate»: cf. san Pablo, 1Tim 6,12; 2Tim 4,7.

41 Frase elíptica, que cabría formular así más correctamente: «o sea matar al vicio tirano y restablecer la voluntad reina, a fin de que pueda...».

42 Ficha biográfica y cartilla sanitaria.

43 «Salud del alma (mente) y del cuerpo».

44 «Abstente del mal, soporta para el bien»: máxima de la filosofía moral estoica.

45 «Mente sana en cuerpo sano» (Juvenal, Sátiras, X, 356).

46 «Quien vive de medicinas, vive miserable», axioma de la medicina clásica, repetido y comentado por el médico español Ben. Jerónimo Feijóo (1676-1764) en Cartas eruditas..., t. I, XL, 9.

47 Un niño de cien años.

48 En las ediciones precedentes se lee «en su constitución psico-psíquica». Se trata evidentemente de un lapsus.

49 Diátesis: predisposición a ciertas enfermedades.

50 Declaración sin autor (como muchas otras), pero que responde a las ideas de médicos bien conocidos del P. Alberione, como José Moscati (1880-1927, canonizado por Juan Pablo II el 25 de octubre 1987) y Pierfrancesco Bussetti (1909-1985), su médico personal.

51 «(Jesús) iba adelantando en saber, en madurez y en favor ante Dios y los hombres» (Lc 2,52).

52 Estos datos, que se remontan a medio siglo atrás, hoy obviamente hay que actualizarlos.

53 En el original: «Deus... interius exteriusque custodi, ut ab ómnibus adversitátibus muniamur in córpore, et a pravis cogitatiónibus mundemur in mente» (Colecta del 2º domingo de Cuaresma).

54 Colecta del Misal Romano.