«AMARÁS AL SEÑOR CON TODA TU MENTE»
Nota introductiva
Al tratado de este tema el Fundador dedicó nada menos que cinco números del San Paolo: septiembre y octubre de 1954, y enero, marzo y mayo de 1955.
El título está tomado del conocidísimo paso de Dt 6,5, retomado por Jesús: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente» (Mt 22,37).
En el librito publicado sucesivamente (1956), el título fue sustituido con Santificación de la mente. Los dos conceptos, en el pensamiento del P. Alberione, se equivalen: «La santificación de la mente [está en esto]: amar al Señor con toda la mente» (cf. DF p. 65).
Los numerosos titulitos que ritman el texto están tomados de las Cartas de san Pablo y de la Liturgia. Esto denota que el razonar y la escritura del P. Alberione están impregnados de los temas del Apóstol y de alusiones litúrgicas.
El tratado se desarrolla en base a los Principios, cuyo primer referente es siempre Jesucristo, venido al mundo como Maestro, Verdad esencial; Autor de nuestra inteligencia; Autor de los Evangelios y de la Iglesia, también ella Maestra de Verdad. De aquí parte una recta antropología.
Lo que constituye la nobleza de la persona humana, pues por ello es imagen y semejanza de Dios, es la inteligencia. El desarrollo de la personalidad depende de la mente. Los mayores méritos y los pecados más graves se realizan en la mente; o, por lo menos, nunca sin la mente. De aquí la urgencia para el apóstol de las ediciones de comunicar la verdad que salva, pues dar la Verdad significa dar a Dios a los hombres y llevar los hombres a Dios.
No es fácil remontarse a las fuentes donde el P. Alberione ha bebido: se sabe que él, lector muy despierto y atento, se nutría de numerosas obras y autores diversos. Esto no quita que se puedan identificar algunos escritos en los que el Fundador se ha inspirado.
Muy iluminadora para el Autor fue la encíclica de Pío XI Divini illíus Magistri (31 de diciembre de 1929), con la que el Pontífice reafirmaba que «fin propio e inmediato de la educación cristiana es cooperar con la gracia divina a formar el verdadero y perfecto cristiano: es decir, Cristo mismo en los regenerados con el bautismo, según la viva expresión del Apóstol: Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto hasta que Cristo tome forma en vosotros (Gál 4,19)».
Otra obra a la que el P. Alberione es deudor es La Llave de la vida, del canónigo Francisco Chiesa.1 De este escrito, al que ya se había referido explícitamente en el Donec formetur Christus in vobis (1932), usa ahora varios elementos; algunas páginas (por ej., sobre la necesidad de alimentar la llama de la fe) se transcriben incluso 'ad litteram'. Siguiendo con el Can. Chiesa también ha influido el tratado Jesús Maestro,2 señaladamente la parte II (Jesús verdadero Maestro) y la III (Nuestros deberes). Y, dadas las frecuentes llamadas a la reflexión y a los relativos efectos, ventajas y medios para obtenerla, puede haber tomado inspiración de otro librito del mismo autor: Pensarci su [Para pensar].3 Asimismo, en la sección enfermedades de la mente y remedios específicos, el P. Alberione depende aún de la enseñanza de su profesor y director espiritual.4
Algunos aspectos del tema tratado en el presente opúsculo -en particular: la necesaria referencia a Cristo Camino y Verdad y Vida; la insistencia de que al alumno hay que educarlo, no sólo instruirlo; la necesidad de la instrucción y él método que seguir; la acentuación de la relación entre convicciones y opciones prácticas, etc.- están tomados de los numerosos textos del célebre profesor húngaro Dr. Toth Tihamer, cuyas publicaciones circulaban en Italia por los años 40.5
Tampoco se puede descuidar el influjo del conocido Compendio de Teología ascética y mística, de Adolfo Tanquerey,6 un manual con el que se formaron generaciones de sacerdotes y religiosos.
Pero aun reconociendo a los autores citados el mérito de haber procurado al Fundador notables aportes, este tratado es sin duda un ejemplo entre los más significativos de la originalidad del P. Alberione. En efecto, quizás ningún otro autor ha tratado con mayor fuerza y claridad la necesidad de conformarnos en el Maestro divino partiendo de la facultad de la inteligencia; la necesidad de nutrir la mente con pensamientos evangélicos; la conciencia de que son las convicciones las que orientan las opciones diarias; el compromiso de crecer continuamente hasta sustituir nuestro pensar con el pensar de Jesús... (cf. DF p. 65).
Finalmente no cabe infravalorar una circunstancia cronológica de alto significado: el actual opúsculo preparaba y acompañaba la celebración del Año a Jesús Maestro (1955), del que el Fundador esperaba grandes frutos para la Familia Paulina y para toda la Iglesia.
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«AMARÁS AL SEÑOR CON TODA TU MENTE»
(Dt 6,5)
«El Paráclito que de ti procede, oh Señor, ilumine nuestras mentes y, según la promesa de tu Hijo, nos haga penetrar en toda verdad».1
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Siembra un pensamiento, recogerás un acto;
siembra un acto, recogerás una costumbre;
siembra una costumbre, recogerás un carácter;
siembra un carácter, recogerás un destino.2
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1. ELOGIO DE LA SABIDURÍA
«...Supliqué y se me concedió la prudencia,
invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos,
y en su comparación tuve en nada la riqueza;
no le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro a su lado es un poco de arena,
y, junto a ella, la plata vale lo que el barro;
la quise más que a la salud y la belleza
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
en sus manos había riquezas incontables;
de todas gocé, porque la sabiduría las trae,
aunque yo no sabía que las engendra a todas.
Aprendí sin malicia, reparto sin envidia
y no me guardo sus riquezas;
porque es un tesoro inagotable para los hombres:
los que la adquieren se atraen la amistad de Dios,
porque el don de su enseñanza los recomienda».
(Sab 7,7-14).
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2. PRINCIPIOS
1) Jesucristo es Maestro divino y el único Maestro; en primer lugar porque es la misma Verdad, la esencial y eterna verdad: «Yo soy la verdad» (Jn 14,6); es el Verbo que el Padre engendra eternamente. Luego, porque es Camino y Vida. En Cristo la persona humana tiene el máximo y sobrenatural desarrollo.
2) La vida cristiana está ordenada a la visión de Dios en el cielo: en la visión, el amor, el gozo. Con la fe se merece la visión; creer para ver. «Sin fe es imposible agradar a Dios» (Heb 11,6). Quien no cree se condena por sí mismo.
3) La persona humana tiene su nobleza especialmente por la inteligencia, que la hace imagen y semejanza de Dios. El obsequio principal a Dios se hace plegando la mente: «con las rodillas de la mente dobladas»,3 y usándola sensatamente para conocer a Dios y las cosas al servicio de Dios.
4) Los mayores méritos y los pecados más graves se realizan en la mente; o, por lo menos, nunca sin la mente. Aquí está el primer amor: «conocer y creer». Aquí el primer odio: «impugnar la verdad conocida».4
5) La primera virtud se ejerce en la mente: la fe; los primeros cuatro dones del Espíritu Santo afectan a la mente: sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo. De la fe, como de la semilla, se desarrollan las otras virtudes; la fe es raíz de toda justificación.5
6) De los pensamientos vienen las palabras, los sentimientos, las acciones; es la mente quien guía, como el piloto conduce el avión, como el conductor el coche.
7) El apóstol de las ediciones debe comunicar la verdad que salva; es el continuador del Maestro | divino: «Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío también yo a vosotros» [Jn 20,21]; «Yo soy la luz del mundo» [Jn 8,12]; «Vosotros sois la luz del mundo» [Mt 5,14].
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3. «YO SOY LA VERDAD»
Jesucristo vino como Maestro para los hombres; y como tal fue reconocido. «Al principio ya existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios. Ella al principio se dirigía a Dios... Así que la Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos contemplado su gloria -la gloria que un hijo único recibe de su padre- plenitud de amor y lealtad [verdad]» [Jn 1,1-2.14].
Dijo en efecto Jesucristo: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a favor de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz» [Jn 18,37]. - «Si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que procede de Dios escucha las exigencias de Dios: por eso vosotros no me escucháis, porque no procedéis de Dios» (Jn 8,46b-47).
Son hermosas las expresiones con que la Iglesia designa al Maestro divino: Esplendor de la paz, Candor de la eterna luz, Ángel del gran Consejo, Luz verdadera, Sabiduría eterna, Maestro de los apóstoles, Doctor de los evangelistas, Joyero de todos los tesoros de la Sabiduría y de la Ciencia de Dios, Luz de los confesores...6 Palabras que hacen eco a la treintena de veces en que Jesús en el Evangelio es llamado Maestro; entre ellas la más clara afirmación: «Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y con razón, porque lo soy» [Jn 13,13].
El Eclesiástico [Sirácida] dice: «La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en lo alto» (1,5 Vetus Latina).
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4. «SCIMUS QUIA A DEO VENISTI MAGISTER»7
«El Maestro está ahí y te llama» [Jn 11,28].
Un ejemplo: en Alba, de 1909 a 1917, se les organizó muchas veces a los clérigos y sacerdotes diocesanos la hora de Visita a Jesús-Maestro presente en el sagrario, con este esquema:
Adoración: a Jesucristo Maestro divino, mandado por el Padre a comunicar la sabiduría que salva;
- como a Quien es la Verdad esencial y eterna, esplendor del Padre;
- como al Autor de nuestra inteligencia y con pleno derecho a tener nuestro asentimiento;
- como al Autor de toda la doctrina contenida en el catecismo, teología, predicación sagrada; como al Maestro único Camino, Verdad y Vida; Autor de los Evangelios;
- como al Fundador de la Iglesia, Maestra, que es su Cuerpo místico;
- como al Morador del sagrario donde instruye, ilumina, conforta, guía, consuela a las almas: luz del mundo [Jn 8,12].
Agradecimiento:
- por habernos dado, el Señor, los sentidos, especialmente los ojos, el oído, el tacto, el olfato, con que captar y conocer las cosas externas;
- por haber, el Hijo de Dios, realizado los planos del mundo visible e invisible: «mediante la Palabra existió todo» [Jn 1,3], que es la primera revelación de los divinos atributos; toda instrucción y estudio de la naturaleza es una lectura del gran libro de la creación, que nos manifiesta las perfecciones del Creador: «lo invisible de Dios... resulta visible para el que reflexiona sobre sus obras» [Rom 1,20];
- por habernos dado la luz de la razón: «Era la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre llegando al mundo» [Jn 1,9];
- porque Dios se dignó revelar verdades altísimas, desde el paraíso terrestre a san Juan evangelista;8
- porque nos dio la Iglesia guardiana e intérprete de la revelación y Maestra infalible de verdad;
- porque nos infundió el don de la fe en el bautismo.
Reparación:
- por no haber hecho siempre buen uso de los sentidos: ojos, oído, tacto;
- por haber malgastado tanta veces el gran talento de la mente en cosas vacías o dañinas;
- por no haber cultivado siempre el espíritu de fe;
- por no haber predicado y explicado siempre con abundancia y claridad las verdades divinas;
- por haber dejado faltar o dado escasamente a las almas y a la sociedad el pan de la verdad.
Súplica para obtener:
- aumento de fe, con la gracia de sentirla hasta hacerla operante;
- los cuatro dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo;
- amor a los estudios sagrados y científicos, necesarios para el ministerio y el apostolado;
- dar absoluta preferencia a la lectura y meditación de la Biblia y en particular del Evangelio y Cartas de san Pablo;
- gracia de saber hablar y escribir convenientemente, aun con sacrificio, para todo el pueblo de Dios.9
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5. JESUCRISTO REDIMIÓ DEL ERROR AL HOMBRE
La caída de los progenitores fue en primer lugar un gran error: «Seréis como Dios, versados en el bien y el mal» [cf. Gén 3,5], sugirió el príncipe de la mentira. Desde entonces el hombre cayó de error en error. Ni los filósofos antiguos podían ser suficientes para el hombre. Por eso, en la presente condición causada por el pecado original, al género humano le era moralmente necesaria la revelación para conocer expeditamente, de modo seguro, sin error, el conjunto de las verdades de la religión. Los errores iban a | multiplicarse siempre; como están también hoy multiplicándose en quienes rechazan o ignoran la revelación divina.
Respecto a las verdades religiosas sobrenaturales, la revelación fue necesaria de modo absoluto, si es que el hombre debía ser elevado al orden sobrenatural.
Esta es la primera parte de la redención: Jesucristo redimió al hombre de innumerables errores y de la ignorancia, consecuencia del pecado original.
Quien rehúsa la verdad construye sobre arena un edificio vacilante; sus esfuerzos, obras, ministerios, apostolados no subsistirán mucho. Incluso la historia lo confirma. Quien rehúsa a Cristo-verdad será guiado por la mentira, el engaño, la ilusión.
En el pedestal de una estatua erigida en el monasterio de Fulda a san Bonifacio se grabó esta frase: Véritas Dómini manet in æternum.10 Quien construye sobre el Evangelio y para el Evangelio alzará un edificio que no caerá, no obstante los vientos y tempestades.
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6. LA IGLESIA MAESTRA
La conversión del mundo tuvo principio con la predicación de Jesucristo, para llegar al hombre recto y llevarlo hasta el bautismo. «Cristo no me mandó a bautizar, sino a dar la buena noticia», dice san Pablo [1Cor 1,17], que seguía el designio de Jesucristo con él, en primer lugar «para llevar mi nombre delante de los paganos y de sus reyes» [He 9,15].
¿No hicieron así los Apóstoles, los grandes misioneros, los catequistas? ¿No enseña esto la Iglesia? Dios, Jesucristo, la Iglesia respetan al hombre, su naturaleza de ente inteligente; él deberá dar el obsequio de alabanza y de sumisión al Señor; pero será un obsequio racional: rationábile obsequium.11
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7. «LEVATE CÁPITA VESTRA»12
«Primero es necesario que tú creas, para merecer luego con la fe ver a Dios» (S. Agustín).13
Así como toda nuestra vida presente en general es una preparación a la vida futura, así la vida intelectual es en particular preparación a la visión beatífica, que será en la vida futura el principio y centro irradiador de toda nuestra felicidad.
Y bien, la visión beatífica tiene su especial característica en ver a Dios inmediatamente, sin ninguna creatura por medio, sino cara a cara, más aún, sin servirse de idea alguna, como en el conocimiento intuitivo, común de esta vida, haciendo de idea la misma divina Esencia que se une inmediatamente a nuestro intelecto. La visión se efectúa mediante el lumen gloriæ, que es la luz divina con la que Dios se ve a sí mismo; luz que penetra con su fuerza la mente del bienaventurado, haciéndola idónea para ver a Dios. En la visión beatífica es la mente la que ve a Dios, en Dios; la mente queda, en lo posible a una creatura, endiosada y deificada. «Yo he dicho: sois dioses» (Jn 10,34).
De aquí que la directa preparación en este mundo deba consistir en una vida de fe. En efecto, la preparación ha de presentar siempre la forma más parecida al término que se pretende. Y bien, es justamente en la fe donde la mente se entrena a vivir en Dios. ¿No son las verdades de fe, verdades divinas? ¿No es en fuerza de la autoridad de Dios como el intelecto da su asentimiento? El fiel cree, no porque ha entendido así con la razón, sino porque así lo dice Dios. Puede incluso no entender nada del misterio creído; ¿pero qué importa? Lo dice Dios, y basta. Se trata, para la mente, de una renuncia a vivir en sí misma, para vivir en Dios; vida nueva, superior a la simplemente humana; mortificación y abnegación de la inteligencia.
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8. «LUMEN GLORIÆ»14
El Padre contemplando desde toda la eternidad su divina esencia, forma un Verbo y pronuncia, por decir así, una Palabra que expresa perfectamente esta divina Esencia; y ese Verbo, esa Palabra, es la segunda Persona, el Hijo, el Verbum Patris.15 Padre e Hijo, contemplándose recíprocamente, se aman con un amor sustancial, y este amor es un incendio infinito que denominamos el Espíritu Santo.
Así que la vida interior divina tiene principio en el Padre; brilla en el Hijo; y por el Espíritu Santo en el Padre y en el Hijo, se forma la divina circulación, infinita y eterna, por lo que cabe decir que es una y tres, tres y una.
Dante lo dice con precisión teológica así:
En la profunda y clara subsistencia
de la alta luz columbré tres rayos
de tres colores y una misma esencia.
Y Uno del Otro, como iris de iris,
parecía reflejo; y fuego el Tercero
que de Ellos brotase igualmente nuevo.16
El alma bienaventurada pasa a incorporarse en esta circulación de vida divina, para contemplar también ella la divina Esencia, mediante la idéntica luz con que Dios se conoce a sí mismo.
Esto no destruye la naturaleza del alma, sino que la eleva; como el calor, enrojeciendo el hierro, no lo consuma sino que lo hace incandescente. Esto es participar de la naturaleza divina, sentarse a la mesa celestial en el reino del Padre celeste.
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9. «DEDIT DONA HOMÍNIBUS»17
De hecho, por la fe verdadera el hombre es elevado a un plano inmensamente más alto: en él hay que trabajar sobrenaturalmente, fructificar sobrenaturalmente, alcanzar un premio sobrenatural. Como si con un tallo de olivo bueno se injerta un olivo borde, éste producirá frutos nuevos; así el ser injertados en Cristo podrá traer frutos y obras que son del hombre, pero elevadas por Jesucristo que se las apropia.
La flor de la fe brota, claro está, sólo a los rayos del sol divino, o sea al calor del Espíritu Santo. Así lo enseña el Concilio de Trento: «Si alguien dice que sin la preveniente inspiración del Espíritu Santo y de su ayuda, el hombre puede emitir el acto de fe... sea anatema».18
Hay, en efecto, un nexo necesario entre la causa y el efecto. Así como la consecuencia de un silogismo no puede ser mayor que las premisas, así un mérito sobrenatural se da sólo si la raíz, la causa, es de naturaleza sobrenatural. Obrar por fe es atesorar para el cielo: «Mi justo vive de su fe» (Heb 10,38). La vida religiosa es una vida de fe más viva; si empalidece, se abandonará; tal vez se tenga aún el cristiano; quizás ni siquiera esto... porque corruptio óptimi péssima.19
Para obtener la justificación, el hombre, alcanzado el uso de razón, debe cooperar mediante sus facultades con Dios. Las facultades principales son las del alma, y entre ellas la mente, a la que pertenece el acto de fe. Como todo conocimiento parte del sentido, también toda acción parte de la mente.
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10. DIVERSOS GRADOS
«Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» [1Jn 5,4].
Hay la fe del buen cristiano, la del religioso, la del apóstol, la del sacerdote. Hay artículos que todos deben creer; hay un grado de fe necesario para la salvación de todos. Pero el religioso se apoya en verdades propias para su vida; y así, más abundantemente, la vida del apóstol y del sacerdote.
El religioso siente más, por ejemplo, la verdad de fe de la superioridad de la virginidad sobre el matrimonio, de la superioridad de la pobreza y obediencia evangélica sobre la pobreza y la obediencia común; de la intimidad y comunicaciones divinas a quien se da del todo a Dios; del céntuplo sobre la tierra y de la seguridad del paraíso para quien [para quienes] vale el «vosotros que lo habéis dejado todo y me habéis seguido...» [cf. Mt 19,28]. De esta fe se sigue una mayor participación de los dones del Espíritu Santo, una mayor cosecha de frutos del Espíritu Santo, una más honda fruición de las bienaventuranzas. Habrá un paraíso anticipado en la vida religiosa.
El apóstol y el sacerdote creerán en verdades y enseñanzas abundantísimas dadas por Jesús en particular a los Apóstoles: «el que dirige iguálese al que sirve» [Lc 22,26]; «os elegí yo a vosotros y os destiné a que os pongáis en camino y produzcáis fruto» [Jn 15,16]; «haced lo mismo en memoria mía» [1Cor 11,24]; «haced discípulos de todas las naciones...» [cf. Mc 16,15; Mt 28,19]; «igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío también yo a vosotros» [Jn 20,21]. Gozar, sentir, obrar siguiendo esta luz, que es calor, vida, gozo sacerdotal.
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11. LA VIDA ACTUAL
«Ante vosotros está el camino de la vida y el camino de la muerte».20 Filósofos y maestros de espíritu repiten: «in ómnibus rebus réspice finem».21 Nuestra vida no acaba aquí; la muerte nos persigue y empuja hacia la eternidad. Si se quiere llegar a Roma, no se elige el camino que va en dirección opuesta: está claro.
Pero mientras la vida es breve, las consecuencias son eternas. De la vida depende en efecto nuestra eternidad feliz o infeliz.
Finalidad de la vida es prepararnos una eternidad feliz: la salvación eterna de todo el hombre: mente, voluntad, corazón, cuerpo. Si un hombre es sano en todos los miembros, menos en la cabeza (un loco), o en el corazón, o en la sangre, no puede decirse que tenga salud. Nos preparamos la salvación eterna, cuando todo el hombre -mente, voluntad, corazón- es sano.
Añádese que la verdadera vida a la que estamos encaminados tras la peregrinación terrena es la vida sobrenatural de la gloria celeste: en ella seremos felices con la misma felicidad de Dios. No nos sentaremos a una mesa humana, sino a la misma mesa divina. Dice el Maestro divino: «Yo os confiero la realeza como mi Padre me la confirió a mí. Cuando yo reine, comeréis y beberéis a mi mesa» (Lc 22,29-30).
En el paraíso no seremos felices en nosotros, sino en Dios. Dirá, en efecto, el juez divino: «Pasa a la fiesta de tu Señor» [Mt 25,21].
La bienaventuranza es la compleción del ser; nuestro ser pertenece a Dios. Por eso la bienaventuranza consistirá en reposar, uniformarnos, pertenecer a Dios. Esto sería ya verdad en el orden natural, ¡cuánto más en el orden sobrenatural! Por tal elevación estamos destinados a ver a Dios cara a cara, a conocerle como Él se conoce a sí mismo, a obrar en Dios, a gozar en Dios, por encima de toda creatura. La preparación a la eternidad está en establecer en Dios todo nuestro ser: mente, voluntad, corazón, cuerpo, por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo. La vida actual debe presentar en sí la forma y los caracteres específicos que la hacen una verdadera | preparación a la bienaventuranza eterna: el medio es Jesucristo.
Ya Adán y Eva estaban en un estado de preparación sobrenatural, cercano al cielo; pero el pecado les desplazó lejos, muy lejos. Y no hubieran vuelto jamás, si Dios en su infinita misericordia no hubiera indicado un camino, una esperanza: el futuro Redentor. En Jesucristo el hombre puede rehacerse: en la mente creyendo en él; en la voluntad siguiendo sus ejemplos; en el corazón por medio de la gracia por él merecida; en el cuerpo crucificado y conformado al cuerpo de Jesucristo.
Ante todo en la mente, como enseñó el Maestro divino.
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12. ERROR Y ERRORES
El hombre debía tener una unidad o integridad, es decir, las potencias del hombre -mente, voluntad, sentimiento- debían integrarse. La razón conocía el bien, aunque con luz pálida y fría, que el sentimiento debía caldear y dar resplandor y entusiasmo, de modo que de lo verdadero, de lo bello, se obtuviera el bien. Así, verdadero, bello y bueno, además de constituir una única cosa en sí bajo tres aspectos (convertuntur),22 también en el hombre hubieran encontrado prácticamente una unidad en sus tres facultades unidas.
El pecado rompió la unidad, y se produjo un gran desorden. La razón debía gobernar el corazón y el corazón hacer brillar de amor la razón; y la voluntad, quitados los obstáculos de las pasiones y fortificada por la razón, habría obrado el bien: se tendría la unidad.
La gracia divina contribuía y elevaba admirablemente esta unidad; de modo que el hombre representaba la Unidad y Trinidad de Dios; «hecho a imagen y semejanza» de Él [cf. Gén 1,26], era trino en sus facultades (mente, sentimiento, voluntad) y uno en su actividad interior y exterior.
Rota la unidad, razón y corazón empujan a la voluntad por caminos opuestos: la razón va por su cuenta; el amor incontrolado enciende sus fuegos turbios en los sentidos y consume el organismo; y la voluntad, sin la gracia de Dios, es arrastrada por el corazón a senderos fangosos; aparecen las dos leyes, de la carne y del espíritu [cf. Gál 5,16.19-24; Rom 8,2-13], y el «yo no hago el bien que quiero; el mal que no quiero, eso es lo que ejecuto» [Rom 7,15.19].
Hay que rehacer la unidad en Cristo.
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13. «AMARÁS AL SEÑOR CON TODA TU MENTE»
En el evangelio de san Marcos se lee: «Se le acercó un letrado que había oído la discusión (sobre la resurrección) y notado lo bien que (Jesús) respondía, y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo, éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos. El letrado le dijo: Muy bien, Maestro, es verdad lo que has dicho, que es uno solo y que no hay otro fuera de él; y que amarle con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas y amar al prójimo como uno mismo supera todos los holocaustos y sacrificios. Viendo Jesús que había respondido inteligentemente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas» (Mc 12,28-34).
En el evangelio de san Mateo se lee: «Los fariseos, al enterarse de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se congregaron y uno de ellos, que era jurista, le preguntó para tentarle: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Él le contestó: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente» (Mt 22,34-37).
En el evangelio de san Lucas se lee: «En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerle a prueba: Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas? Éste contestó: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo. Él le dijo: Bien contestado. Haz eso y tendrás vida» (Lc 10,25-28).
En cada una de las tres lecturas está siempre incluida la parte del mandato: «Amarás al Señor con toda tu mente». Es fácil entender que la vida cristiana debe injertarse en Cristo; y bien, Cristo es Verdad, Camino y Vida; por tanto, la mente injertada en la mente de Cristo, la voluntad en la voluntad de Cristo, el corazón en el corazón de Cristo. Así, en el juicio, el hombre será encontrado conforme a la imagen de Cristo: «Conformes fíeri imágini Filii sui» [cf. Rom 8,29].
Así que, primero, amar al Señor con toda la mente.
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14. «LUZ INTELECTUAL LLENA DE AMOR»23
Las facultades intelectuales constituyen al hombre propiamente dicho.
Es verdad que nuestra inteligencia es capaz de conocer la verdad, y con el paciente trabajo adquiere, aun sin la ayuda de la revelación, el conocimiento de un cierto número de verdades fundamentales de orden natural. ¡Pero cuántas debilidades humillantes!
En vez de tender espontáneamente hacia Dios | y las cosas divinas; en vez de elevarse de las creaturas al Creador, como hubiera hecho en el estado primitivo, ahora tiende a dejarse absorber en el estudio de las cosas creadas sin remontarse a su causa; a concentrar la atención en lo que satisface la propia curiosidad y descuidar lo que se refiere a su fin; el apremio de las cosas temporales le impide a menudo pensar en la eternidad.
¡Y qué facilidad para caer en el error! Los numerosos prejuicios a que estamos inclinados, las pasiones que nos agitan el alma y ponen un velo, entre ella y la verdad, nos extravían, ¡ay!, demasiado frecuentemente incluso en las cuestiones más vitales, de las que depende la dirección de nuestra vida moral.
Nuestra misma voluntad, en vez de sujetarse a Dios, pretende independizarse; siente dificultad en someterse a Dios y especialmente a sus representantes en la tierra. Cuando se trata de vencer las dificultades que se oponen a la práctica del bien, ¡cuánta debilidad y cuánta inconstancia en el esfuerzo! ¡Y cuántas veces se deja arrastrar por el sentimiento y la pasión! San Pablo describió con eficaces acentos esta deplorable debilidad: «No hago el bien que quiero; el mal que no quiero, eso es lo que ejecuto... En lo íntimo, cierto, me gusta la Ley de Dios, pero en mi cuerpo percibo unos criterios diferentes que guerrean contra los criterios de mi razón y me hacen prisionero de esa ley del pecado que está en mi cuerpo... ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este ser mío, instrumento de muerte? Pero, ¡cuántas gracias le doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro!» (Rom 7,19-25). Así que, según declara el Apóstol, el remedio a esta situación miserable está en la gracia de la redención.
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15. «DE CORDE EXEUNT COGITATIONES MALÆ»24
Pero más común es la vía de la corrupción del corazón.
Los medios de corrupción son tan numerosos y potentes, que hasta la autoridad pública, al menos entre nosotros, se ha visto en la necesidad de intervenir con sus leyes. Pero no es posible poner en un momento una barrera eficaz contra una inundación que casi un siglo de odio contra la verdad ha contribuido a engrosar. Es fácil entender que la corrupción es la tumba de la fe.
¿Cómo entender que un ánimo vicioso, que odia la virtud y halla su placer revolcándose en el barro, pueda aguantar dentro de sí una voz que vaya repitiéndole que estas cosas están prohibidas por Dios, quien un día juzgará severamente a cada uno de nosotros, y que un incendio de fuego eterno será el castigo de los placeres ilícitos de este mundo? Esta voz molesta, al principio suscitará ira, luego, a fuerza de contradecirla y burlarla, poco a poco se debilitará y se apagará totalmente.
Interesa demasiado al vicio quitarse de delante cualquier obstáculo.
¿De dónde viene, si no, que jóvenes que hasta ayer frecuentaban gustosos los sacramentos, ahora han dejado la Misa, la Pascua y se han enrolado entre los opositores y escarnecedores de la religión? El hecho se explica fácilmente: han empezado a abandonar la fe cuando la corrupción dio el primer paso en su corazón.
¡Cuántas veces es el corazón el que daña a la cabeza!
Y si a esto se añade la lectura de libros o revistas irreligiosas y la conversación y el mal ejemplo, ¿a qué se reducirá la llama de la fe? ¿Y si el cine, la radio, la televisión acrecientan el mal?
De haber lecturas aptas para ayudar al desarrollo de la fe en el alma, parecería a primera vista que deberían ser las ciencias.25 Sin embargo abundan también libros de veras pestilentes. Y es en ellos donde precisamente se esparcen los gérmenes de incredulidad más resistentes a toda medicina.
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16. ¡TALENTO DESAPROVECHADO!
Dejar inerte el mayor talento dado al hombre, es sepultar el don de Dios. «Debías haber puesto mi dinero en el banco, para que al volver yo pudiera recobrar lo mío con los intereses... Echadle fuera, a las tinieblas» [cf. Mt 25,15ss].
Ningún pecado de corazón, palabras o acciones es posible sin la mente, sin el conocimiento (por ej. en el sueño). Ningún mérito es posible sin la mente, sin el conocimiento (por ej. un sonámbulo que fuera a la iglesia y rezara el rosario).
Así pues, el mal (el pecado) y el bien (el mérito) no pueden existir sin el conocimiento de la mente; pero el pensamiento no basta para obrar el mal (pecado) ni el bien (mérito).
Hay personas que saben mil noticias, mil anécdotas y chascarrillos, mil hechos y fallos ajenos, mil consejos que dar y correcciones que hacer: a cada individuo cercano, a las madres, a los jóvenes, a los gobernantes, al clero, al Papa, y... casi casi a Dios mismo; ¡tanto han visto, tanto han oído, tantos libros han ojeado!
Gente que a menudo no se conoce a sí, ni a Dios;
- gente siempre distraída en los deberes de piedad, estudio, apostolado;
- gente que cae en el foso porque está siempre mirando que no caigan los demás;
- gente de la que el Señor puede quejarse: «el hijo conoce a su padre, el buey su pesebre, el perro la voz del amo, pero estos no conocen la voz del Padre celeste» [cf. Is 1,3ss];
- gente que mientras reza, estudia, oye el sermón con las orejas, tiene la mente lejos, bien lejos...
A veces son inteligencias brillantes... pero a menudo perdidas en futilidades, ocupadísimas en no hacer nada, hojarasca y floritura abundantes, pero sin frutos; cisternas agrietadas incapaces de contener aguas sanas y límpidas [cf. Jer 2,13].
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17. «REGNUM DEI VIM PÁTITUR»26
Máximo rendimiento.
A nosotros se dirige especialmente el mandato, la dulzura inefable y persuasiva de la invitación: «Sed perfectos». La santidad no es un privilegio o reserva.
Nuestros jóvenes buenos no serán profesos, si no a condición de que lleguen a ser virtuosos.
La santidad es virtud de alta tensión; es el empuje y la poesía del bien. El bien hecho flojamente, con cuentagotas, por fuerza... no es santidad.
El santo no es un hombre agotado, una media conciencia incapaz de asumir la propia parte en la vida... Para san Pablo la santidad es la madurez plena del hombre, el hombre perfecto.27
El santo no se enrolla, se desarrolla; no se para, sino que tiene por lema el proficiebat.28 La santidad es vida, movimiento, nobleza,29 efervescencia, de la buena, no algo que cae sino que sube. ¡Sí! Pero lo será, sólo y siempre, en proporción al espíritu de fe, y de nuestra voluntad: el Señor está con nosotros; somos cooperadores de Dios [cf. 1Cor 3,9].
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18. PARADOJAS DIVINAS
Quien tiene piedad abundante y sabia utilizará fácilmente los talentos, sean pocos o muchos. La ciencia sola, el apostolado solo, la pobreza sola, sin la piedad, no iluminan ni calientan; en cambio, la piedad es el alma de todo apostolado.30 ¡Una verdad que meditar!
«Mis planes no son vuestros planes» [Is 55,8]. Antes de mostrarnos su amor y desvelarnos su Corazón, Jesús nos mostró su mente (sermón del monte y las bienaventuranzas):
«Dichosos los que eligen ser pobres, porque ésos tienen a Dios por rey.
Dichosos los que sufren, porque ésos van a recibir el consuelo.
Dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos van a ser saciados.
Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda.
Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos.
Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por rey» [Mt 5,1ss; cf. Lc 6,20-23].
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19. «ÁLERE FLAMMAM»31
La fe es de veras una llama que ilumina y calienta.
Es algo divino, pero confiado al hombre y por tanto puede perderse, como se puede mantener viva y crecer.
Es como la salud del cuerpo: por muy floreciente y robusta que sea, se puede perder. Muchas causas internas y externas pueden agredirla y ponerla en peligro.
Lo mismo sucede con la fe: puede perderse, o por lo menos debilitarse mucho, por culpa de la inteligencia, de muchas maneras. Ante todo, por la inercia. ¿Cómo podrá mantenerse la fe en los jóvenes que, con la tenue instrucción de los primeros años de la infancia, prosiguen los estudios sin preocuparse ya de la religión?
Infinitamente peor, luego, si tienen la desgracia de encontrar profesores incrédulos, positivamente hostiles, que se valen de las enseñanzas escolares para inyectar en la mente los gérmenes de la incredulidad.
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20. «RENOVÁMINI SPÍRITU MENTIS VESTRÆ»32
Pero no siempre triunfa el mal.
Abundan cada vez más ejemplos heroicos, dignos de admiración, de almas generosas y fuertes que saben triunfar de cualquier obstáculo, y pasan a través de la corrupción del siglo, sin mancharse.
¿Quiénes son éstos?
Son los que saben alimentar la fe. Así como hay una profilaxis para la salud del cuerpo, la hay también en materia de fe.
Primer medio es la instrucción religiosa, sea frecuentando la palabra de Dios, sea por las buenas lecturas. La palabra de Dios se administra abundantemente en la predicación ordinaria de los domingos, o en otros momentos extraordinarios.
Respecto a buenos libros, no hay de veras penuria.
Un segundo medio es la oración, o sea la respiración de la vida espiritual. Si con la oración tenemos que recurrir a Dios en cualquier necesidad, ¿qué diremos de la necesidad de la ayuda divina para conservar la fe?
Un tercer medio es ejercitar la fe en obras buenas. El ejercicio no sólo mantiene los hábitos, los acrecienta.33 Y esto se da más en el hábito de la fe, que no puede vivir si no obrando: «la fe sin obras es un cadáver» (Sant 2,26). Además, en esta materia, la obra no sólo mantiene viva la fe, sino que ayuda a entender y gustar mejor las mismas verdades que son su objeto. Dice la Imitación de Cristo: «Si uno quiere | entender plenamente y con fruición las palabras de Cristo, es necesario que se esfuerce en conformar toda su vida a la de Él» (Lib. I, cap. I).
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21. NUESTRO CAMINO
Ver ahora las cosas con los ojos, o con la razón, o con la fe es el estado transitorio y de prueba; pero hemos sido creados para el cielo: «aquí no tenemos ciudad permanente, andamos en busca de la futura» [Heb 13,14].
¿Cuál es pues la preparación de la mente a la visión de Dios?
a) El recto uso de la razón y de la inteligencia.
b) La virtud de la fe.
¿Y cuáles los impedimentos de la mente a la visión de Dios?
a) La mentira, el error, el pensamiento malo y voluntario.
b) El pecado contra la fe.
Un principio teológico dice que «la moralidad de un acto es la conformidad con la razón y el fin último; mientras la inmoralidad es la disconformidad con la razón y el fin último». La conciencia es regla segura de obrar, de modo que nunca se puede obrar contra ella, sea que mande, sea que prohíba. Obrar siempre en conciencia es el camino seguro.
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22. LUZ DE LA RAZÓN Y LUZ DE LA FE
El recto uso de la mente consiste en pensar en Dios, en la verdad o según verdad, instrucción, estudio, y todo cuanto nos lleva a cumplir lo que es voluntad y beneplácito de Dios, por ejemplo: a lo que es progreso, virtud, deber, tarea, etc. Hay en efecto un recto uso natural de la razón y de la mente. La Escritura dice: «Compra la verdad y no la vendas; sensatez, educación y prudencia» (Prov 23,23).
Pero hay también un recto uso sobrenatural de la razón y de la mente: creer las verdades reveladas por Jesucristo y enseñadas por la Iglesia católica.
Dice san Agustín: «Fe es creer lo que no ves»,34 o sea admitir una verdad, no porque se la entienda sino por el testimonio de otro; en este caso es Jesucristo mismo quien habló predicando y hoy habla por medio de la Iglesia. Las verdades de la fe tienen una seguridad absoluta.
La fe es el fundamento de la vida espiritual: «Fundamento y raíz de toda justificación» (Concilio de Trento). «Sin fe es imposible agradar a Dios y alcanzar su gloria: quien se acerca a él debe creer que existe y que recompensará a quienes le buscan» [cf. Heb 11,6].
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23. DONES INTELECTUALES DEL ESPÍRITU SANTO
Ellos perfeccionan la fe.
Los dones de la ciencia, de la inteligencia y de la sabiduría tienen en común que nos dan un conocimiento experimental o casi experimental, pues nos hacen conocer las cosas divinas no por razonamiento sino en fuerza de una luz superior que nos las presenta como si tuviéramos experiencia de ellas. Esta luz comunicada por el Espíritu Santo es ciertamente la luz de la fe, pero más activa e iluminadora de lo habitual y que nos da como una especie de intuición de estas verdades, semejante a la que tenemos de los primeros principios.
El don de la ciencia nos hace juzgar rectamente de las cosas creadas en sus relaciones con Dios. Se define así: un don que, por la acción iluminadora del Espíritu Santo, perfecciona la virtud de la fe, haciéndonos conocer las cosas creadas en su relación con Dios.
El don de la inteligencia nos descubre la íntima armonía de las verdades reveladas. Se define así: un don que, por la acción iluminadora del Espíritu Santo, nos da una penetrante intuición de las verdades reveladas, aunque sin desvelar el misterio.
El don de la sabiduría nos lleva a juzgar, apreciar y gustar las verdades reveladas, «según una cierta comunión de naturaleza con ellas»,35 como dice santo Tomás. Puede definirse así: un don que, perfeccionando la virtud de la caridad, nos hace discernir y juzgar sobre Dios y las cosas divinas en sus más altos principios y nos las hace gustar.
Siendo uno de los dones más preciosos, hay que desearlo ardientemente, buscarlo con ardor y pedirlo con insistencia como nos enseña el libro de la Sabiduría:
«Dios de mis padres, Señor de misericordia,
que todo lo creaste con tu palabra,
y formaste al hombre sabiamente,
para que dominara todas tus creaturas,
gobernara el mundo con justicia y santidad
y administrara justicia rectamente:
dame la Sabiduría entronizada junto a ti,
no me niegues un puesto entre los tuyos.
Porque yo soy siervo tuyo, hijo de tu sierva,
hombre débil y efímero,
incapaz de entender el derecho y la ley. [...]
Contigo está la Sabiduría, que conoce tus obras,
a tu lado estaba cuando hiciste el mundo;
ella sabe lo que a ti te agrada,
lo que responde a tus mandamientos.
Envíala desde el cielo sagrado,
mándala desde tu trono glorioso,
para que esté a mi lado y trabaje conmigo,
enseñándome lo que te agrada.
Ella, que todo lo sabe y lo comprende,
me guiará prudentemente en mis empresas,
y me custodiará con su prestigio;
así aceptarás mis obras,
juzgaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre» (Sab 9,1-12).
El don del consejo perfecciona la virtud de la prudencia, ayudándonos a juzgar pronta y seguramente, por una especie de intuición sobrenatural, lo que conviene hacer, especialmente en los casos difíciles.
El objeto propio de este don es la buena dirección de las acciones particulares; los dones de la ciencia y de la inteligencia nos dan los principios generales; el don del consejo nos hace aplicarlos a los | muchos casos particulares que se presentan en la jornada. Las luces del Espíritu Santo nos muestran, pues, lo que debemos hacer y cómo debemos comportarnos en ciertos casos difíciles e importantes, como cuando se trata de la salvación eterna o de la propia santificación, por ejemplo, en la vocación o en determinadas ocasiones de pecado. Para cultivar este don es necesario un profundo sentimiento de la propia impotencia y el recurso habitual al Espíritu Santo.
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24. «ATTENDE TIBI ET LECTIONI»36
La mente es una facultad absorbente.
La mente tiene un poder dirigente.
La mente es una facultad emisora.
Hay una higiene mental previsora.
Es preciso un orden mental constructivo.
El progreso social depende del progreso mental.
El desarrollo de la personalidad depende de la mentalidad.
La Pía Sociedad de San Pablo es un ambiente intelectual elevado.
Escuela, predicación, apostolado son ambientes elevados, constructivos; medios naturales y sobrenaturales de desarrollo y educación de la mente.
Mente angélica (san Luis), mente divina (santo Tomás de Aquino).
La lectura de la Biblia, de la Historia eclesiástica.
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25. MARÍA, MATER BONI CONSILII ET SEDES SAPIENTIÆ
María es Madre del Buen Consejo y Sede de la Sabiduría. Los teólogos y los doctores de la Iglesia, como también los fieles, siempre se dirigieron a ella en las dificultades, en el propagarse de los errores y herejías. María intervino confirmando, aclarando, defendiendo la doctrina de su Hijo y de la Iglesia.
¡Para cuántas almas ha sido luz y guía! ¡A cuántos jóvenes ha socorrido en las dudas y en las dificultades del estudio!
Evangelistas, Apóstoles, escritores y Papas le consagraron la pluma y la lengua, y se repitió de algún modo, por su intercesión, un divino Pentecostés.
Santo Tomás de Aquino, san Alfonso de Ligorio, san Buenaventura, san Alberto Magno han penetrado profundidades de teología aún inexploradas.
También hubo seglares y estudiosos de valor, como el beato Ferrini,37 Manzoni,38 Rosmini,39 Bonghi,40 Récamier...41 que se encomendaban a María en sus estudios, iniciativas y decisiones. Ciencia y fe no son incompatibles; al contrario, frecuentemente la fe guía en la profundización de la ciencia.
María es como un cielo sereno siempre iluminado por el Sol divino; y siempre dispuesto a recibir el resplandor de sus rayos y a transmitir la luz en las mentes de quien busca a Dios y la salvación.
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26. LA IDEA TIENDE AL ACTO
Es una ley natural que actúa en nosotros; sin nosotros o contra nosotros. La idea es el principio de toda operación interna o externa. Gobernar la mente es necesidad fundamental; es condición sine qua non,42 para el éxito en el tiempo y en la eternidad. La mente nunca puede librarse de sus compañeros de viaje: los pensamientos, que son quienes mandan y dominan. Las cosas externas pueden tener influencia, pero de suyo son amorales;43 la vida del hombre es sobre todo intelectual. Los amigos más íntimos son los pensamientos.
Las mismas cosas a unos les dañan y a otros les hacen bien: por ejemplo la tentación, el dolor, la miseria. Ello depende de los pensamientos internos. La misma pena sume a una persona en la desesperación, mientras a otra le sirve de enmienda y de gozo.
Una persona, se vea o no; una alabanza o un regaño; un éxito o una desilusión, ¿qué efecto tendrán? Según los pensamientos, las convicciones, la idea. La idea influye en el juicio, el juicio excita el sentimiento, el sentimiento determina los actos internos y externos. ¿Qué produjo en san Pablo la idea de que Jesucristo era el verdadero Dios y que su doctrina era la palabra de salvación? «Reboso alegría en medio de todas mis penalidades», escribía desde la cárcel [cf. 2Cor 7,4].
Con los buenos principios, muchos han llegado a la santidad; por malos pensamientos muchos se hundieron en nefandades. El carácter depende del pensamiento.
Las mayores batallas se combaten en la mente. Ahí debe concentrarse el esfuerzo. Es necesario vigilar los pensamientos, pues no cabe cerrar herméticamente todas las puertas. Hay que sustituir con pensamientos buenos los pensamientos malos: «Vence al mal a fuerza de bien» [cf. Rom 12,21]; por ejemplo, cambiando con lecturas buenas las insustanciales o malas. Si salvas la mente, te salvas tú mismo.
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27. IDEAL ARDIENTE
El ideal es un claro, preciso y límpido punto de llegada, una escalada que hacer, una victoria que conseguir; es capaz de organizar todas nuestras facultades espirituales, sobrenaturales, físicas; todos los medios internos y externos para un fin noble y santo; eleva el individuo y lo establece en su misión social según la vocación. Es una idea fija, obsesiva. Ejemplos: «Cristo ideal del monje»;44 «Cristo ideal del Pastor»; «Cristo ideal de santidad»; «Vivir a Pablo»; «Vida de unión | con María»;45 «El alma de todo apostolado»;46 «Id, predicad, bautizad a todas las gentes»;47 «Non éxcidet»;48 «Frángar non fléctar»;49 «Vive en mí Cristo» [Gál 2,20]; «Sed perfectos» [Mt 5,48], etc.
El ideal recoge especialmente los pensamientos útiles al fin, quitando los inútiles o contrarios. Es semejante a una masa de agua para una central eléctrica, recogida de mil pequeñas fuentes o arroyuelos.
La vida es una cosa seria, de ella depende una eternidad: «¡Quiero vivirla!», concluía un audaz. «Feliz quien halla el vado - de este alpino y rápido torrente - que se llama vida y a muchos causa agrado» (F. Petrarca).50
El ideal es una línea a seguir, un programa para el máximo rendimiento temporal y eterno de la vida. Se concibe con la mente y se ama entrañablemente. «Nada de distracciones, como un aburrido de la vida; sino con gusto, paciencia, jovialidad y genio». ¡Ser, no aparentar!
El ideal vivo y operante, poco a la vez, se vuelve mentalidad, y entonces tenemos la idea-fuerza, reforzada por muchos elementos.
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28. LA IDEA-FUERZA
Cuanto más viva es la idea, tanto más es potente, hasta el punto de actuar físicamente y contra la misma voluntad. Con la idea fija de caer o de chocar, se llega a caer o chocar. La idea fija de triunfar da energía, entusiasmo, decisión, sacrificio: redobla las fuerzas.
Esto en el orden natural. Pero hay una idea-fuerza en que convergen naturaleza y gracia, más ésta que aquélla. De ahí que nos encontremos con figuras imponentes y desconcertantes según nuestros cálculos: san Pablo, santa Tecla, santa Inés, san Francisco de Asís, santa [Francisca Javier] Cabrini, san Pío X, san Juan Bosco, etc. La explicación la dará el cielo, más que la tierra.
Este ideal, si se afianza con la luz del sagrario y con la guía de un buen director, mejor que un buen maestro, será una idea-fuerza manantial de gozo, de resultados seguros; será una mentalidad; sobrenaturalmente «la potencia de Dios» puesta a servicio del hombre mediante la oración.
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29. LA MENTALIDAD
Es una forma mentis, un modo particular de pensar y consiguientemente de obrar, propio de una persona o de una categoría de personas. Ejemplo: mentalidad militar, artística, sacerdotal, religiosa, cristiana, infantil, madura, obrera, capitalista, etc. Ella determina el camino de la vida.
Educar significa formar buenos hábitos, en primer lugar el de pensar de una manera determinada, según unos principios claros y poseídos tan profundamente que iluminen todos los proyectos, juicios, programas, propósitos, vida y actividad.
¡Se necesita la sabiduría celestial! Está el paso de la niñez a la juventud, a la mayoría de edad. ¡Qué distinto es tener una escuela materna, un catecismo para niños hasta los 12 años, que formarles de los 12 a los 25 años!
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30. ELEMENTOS PARA LA MENTALIDAD
Una mentalidad es el resultado de muchos elementos internos y externos, naturales y sobrenaturales; a veces de cosas aparentemente irrelevantes. Todos ellos forman la personalidad, como la variedad de alimentos y elementos químicos forma la sangre, los huesos, los tejidos orgánicos del cuerpo humano. Todo ello, elaborado interiormente, pasa a constituir un carácter y una mentalidad. El hombre es uno. No se da por una parte la escuela y por otra la vida, sino que la escuela es un importante aporte para la vida.
Un primer elemento es la inclinación natural, en la que incide la herencia; luego el ejemplo y el ambiente donde el niño crece, y la educación que se le da. Las ideas, los pensamientos, las máximas llegan de muchas partes (compañeros, libros, tebeos, radio, charlas, cine, televisión, escuela, fábrica, ocupaciones, parroquia, instrucción, etc., etc.) y se agolpan ante el cerebro; si encuentran entrada, ahí se establecen, se confrontan y se funden hasta dar un resultado; como de los muchos granos, el mosto, mezclándose e hirviendo en el tino, forma un determinado vino.
En el paso de la adolescencia a la juventud se dan manifestaciones naturales, inesperadas para muchos, en el aspecto físico y en el del espíritu. El muchacho adquiere personalidad: en vez de la simple fe y obediencia, pasa al razonamiento y sueña con la independencia; le entra una gran gana de juzgar y de ver errores en quien le guía; se cierra en sí o se abandona a desconsideraciones y audacias, pasando de un estado al otro y con períodos de taciturnidad y locuacidad y juicios incontrolados...
Es un error reprimir al joven, haciendo que no manifieste sus pensamientos, muchas veces extraños, especialmente en la crisis de la adolescencia. Hay que ayudarles, en cambio, a hablar, darles explicaciones, sostenerles, facilitarles que se manifiesten y se muestren abiertos... Y luego corregir las ideas, procurarles libros adecuados, exponer razones, tener con ellos una gran sensatez y bondad.
Jóvenes que ni en confesión han abierto enteramente su alma... darán sorpresas y cometerán errores penosos y escandalosos, cuando se desencadene el demonio meridiano.51 Es preciso hacer que el joven se abra; darle orientaciones según la razón y la fe; tratarle | y respetarle convenientemente y demostrarle confianza, bastantes más veces de las que merecería. Pero siempre reconducirle a los sanos principios, a la fe, al fin último. Hay educadores que poseen cualidades admirables. «Del sabio educador esta es la ley: / animar, dejar obrar, guiar y reprender».52
Padres, educadores, maestros incoherentes quisieran que sus muchachos fueran siempre niños... ¡salvo pretender verles hechos hombres de golpe! - Es preciso formarlos con gran paciencia y sensatez de los 12 a los 21 años, con un método adaptado a la edad, teniendo cuenta de las mil insidias que encuentran. Hay que tener la persuasión de que el adolescente evoluciona ciertamente; y que ciertas tentaciones, indisciplinas, vagas tendencias e ideas no deben extrañarnos más que el ver cómo les sale el bigotito o cambian la voz.
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31. NO PRESENTAR NADA CONTRAPRODUCENTE
Ejemplo: querer encaminar hacia la profesión religiosa o las órdenes sagradas, y dar películas, novelas, revistas, espectáculos televisivos que hacen desear el matrimonio y la vida mundana... es pretender cosechar buen trigo sembrando ortigas.
Poner en manos del joven textos escolásticos inspirados en el ateísmo, paganismo, liberalismo, etc. sin hacerles gustar nunca, o casi nunca, la literatura sagrada, patrística, moralmente sana... y querer formar Paulinos, sería algo irracional: el estudio destruiría la predicación y el acompañamiento.
Obedecen más fácilmente los inteligentes, o porque entienden las razones intrínsecas de las disposiciones, o porque comprenden el gran mérito que hacen; o porque adoran la divina voluntad en el superior; y especialmente porque penetran bien el pensamiento de quien dispone y el fin perseguido. Y así sucede que el estudiante sigue dócilmente al maestro, aprovecha cualquier palabra, pide explicaciones, aplica todas sus fuerzas a tiempo; y termina por tener buen resultado.
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32. MENTALIDAD SENSUAL
Es la del rico epulón que tomaba alimentos exquisitos y se vestía espléndidamente, dejando a parte todo buen sentido de humanidad; más aún, tratando a Lázaro por debajo de cuanto hacían los perros al lamerle las heridas y procurarle algún alivio.
Es la mentalidad del hombre animal, dominada por el sentido. Una vez renegado Dios y la vida futura, el hombre se envilece tratando de darse el mayor número de satisfacciones y evitando lo más posible las penas.
«El hombre animal»53 «cuyo Dios es el vientre» [cf. Flp 3,19: honran a Dios con el estómago], cuanto más se hunde en la carne, más se extingue en él la luz de la razón y de la conciencia humana. El «manda sobre nosotros, Señor, la luz de tu semblante» [Sal 4,7] no es para él más que una inconcebible utopía, y la carne atenúa y hasta extingue ese brillo. Pereza, gula y lujuria ponen sobre la razón y sobre la cabeza una cortina de fango.
Describe bien el fenómeno Bossuet, y lo ratifican los autores modernos: «Hay momentos en que todo el ser humano se siente carne. Se da entonces la abdicación del pensamiento a favor de esta carne llena de orgullo; el cuerpo ahoga al alma; los sentidos se desbordan sobre el espíritu y la luz interior se apaga o por un poco o, peor, por largo tiempo, ¡y hasta para siempre! El sol moral queda eclipsado por su satélite, la inteligencia por el cuerpo, la vida psíquica por la vida de órganos hechos para servir. Hasta aquí puede llegar el hombre, incluso el de gran ingenio y de alta colocación».
Entonces domina una mentalidad sensual.
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33. MENTALIDAD HUMANA
Está constituida por principios de razón en cuestión de verdad, de moral, de piedad.
Tocante a la verdad, el hombre puede conocer a Dios y algunos atributos suyos, especialmente la justicia respecto al hombre, la creación, el fin natural del hombre y otras verdades unidas a ésta, como la necesidad de una religión para el individuo y para la sociedad, una vida futura, etc.
Tocante a la moral, el hombre puede conocer en general el contenido del decálogo, las obligaciones y prohibiciones principales a él conectadas; por ejemplo, el deber de obedecer a los padres y superiores; respetar los bienes de fortuna, de fama y de persona del prójimo; decir la verdad, vivir honestamente incluso con uno mismo, etc. Hay hombres de sentir recto, que no conocieron la revelación. En ellos se da una conciencia natural que pronuncia sus juicios atinados sobre lo lícito y lo ilícito, según razón y prudencia.
Tocante a la piedad, el reconocimiento y la adoración a Dios, primer principio y último fin; la necesidad de rezarle cada día y dedicarle algún tiempo de la vida y del año; invocar su providencia en toda la vida. El hombre razonable y recto gusta el «Padre nuestro».
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34. MENTALIDAD CRISTIANA
«Cristiano es mi apellido, católico mi nombre».54
Supone como base una recta mentalidad humana que afecta a la verdad, la moral, la piedad de orden natural.
La mentalidad cristiana está constituida por los principios sobrenaturales de fe, moral y piedad | según la enseñanza de Jesucristo y de la Iglesia.
Respecto a la fe cristiana: el premio o castigo de la vida futura, la Unidad y Trinidad de Dios, la creación, la caída, la Encarnación y Redención, la Iglesia, etc. Las demás verdades del Credo y las que la Iglesia enseña.
Respecto a la moral cristiana: conocimiento práctico de las virtudes de la fe, esperanza, caridad; justicia, fortaleza, templanza, prudencia; de las virtudes morales como la obediencia, la humildad, la paciencia, la castidad; conocimiento de los mandamientos de la Iglesia, de las bienaventuranzas, de los dones del Espíritu Santo; conocimiento de los deberes de estado, profesionales, sociales, etc.
Respecto a la piedad: conocer y saber usar los medios de gracia, como los sacramentos, la Misa, la oración litúrgica y privada. Conocer las devociones principales: eucarística, mariana, etc.
Esta mentalidad puede poseerse en grado altísimo como sucede en los santos; y en grado mínimo como sucede en quienes conocieron poco y lo han casi olvidado.
Personas que se nutren del Evangelio, aman la meditación, hacen abundante lectura espiritual... estos principios los recuerdan, los sienten en su espíritu y constituyen el alma de la propia alma, casi una segunda naturaleza superpuesta a la primera, pues la ha penetrado y casi absorbido Almas que hablan el lenguaje de la fe en toda circunstancia. Almas que el mundo no comprende y las juzga necias. ¿No tuvieron por locos a muchos santos y a la misma Sabiduría, Jesús Maestro?
Hay personas talmente empapadas de un principio cristiano, que toda su mentalidad teórico-práctica está dominada por él. Ejemplo: «Deus meus et omnia»;55 «Quid sum miser tunc dicturus...»;56 «Si isti et illi [illæ], cur non ego?»;57 «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero...?» [Mt 16,26]; «Dios me ve»; «Quid hoc ad æternitatem?».58
Llevar con nosotros el evangelio es signo de amor a la doctrina de Jesucristo y merece especiales luces celestes:59 «Verba sancti Evangelii dóceat nos Filius Dei»; «Per evangélica dicta deleantur nostra delicta»; «Evangélica lectio sit nobis salus et protectio».60
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35. «CONTROLARNOS SIEMPRE»
Destinados a la celestial ciudad de Jerusalén, hemos de tomar los caminos que a ella conducen, recorrerlos con paso decidido, sin perder tiempo, observando las normas de circulación para el cielo, sin desviarse.
Hay una disciplina para cada cosa: desde la de la carretera a la escolar, política, militar, dietética, mnemotécnica, etc. Hay métodos diversos, hoy, en todas partes, empezando por la guardería (ejemplo, el método Montessori) hasta las prácticas en magisterio, medicina, sacerdocio, leyes.
¿Estamos igualmente adelantados en la formación del homo Dei, según el concepto de san Pablo?
No puedo dar una respuesta como norma segura para los demás; pero para mí, como hombre normal, diría: el Evangelio, los Hechos de los Apóstoles, las Cartas de san Pablo, de san Juan, etc. nos presentan una espiritualidad que, aun con matices diversos, viene a decir: «Conságralos con la verdad» [cf. Jn 17,17].
Hay una espiritualidad en que predomina la muerte, otra en que predomina la vida; una espiritualidad que es toda, o casi, piedad; otra que es toda, o casi, voluntad; una tercera que es toda fe. La santidad verdadera, según Jesucristo y los santos auténticos, está en el primer mandamiento: amarás con toda la mente, las fuerzas y el corazón. Lo sobrenatural se apoya y eleva sobre lo natural; en este razonamiento está la disciplina divina, en primer lugar. El hombre es racional, entiende el bien, luego lo desea, después lo quiere.
Hagamos, pues, siempre el acto de fe, luego el de esperanza, después el de caridad.
El estudio de las matemáticas y del latín ayuda a disciplinar la mente. Ello trae muchas otras ventajas: educa la mente a reflexionar, a analizar, a moverse entre las reglas, a aplicarlas; de ahí se sigue el revisar, corregir, rehacer. El mismo estudio de las etimologías griegas y latinas en las varias materias, desde la química a la filosofía, es de gran eficacia educativa.
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36. MENTALIDAD RELIGIOSA
Supone todos los principios dogmáticos, morales, litúrgicos de la vida cristiana, formando como el sólido trípode de un candelabro magnífico, que a su vez sostiene un cirio siempre encendido. Esta mentalidad está constituida por los elementos propios suyos, que se deducen del episodio del joven rico:
«Mientras Jesús salía de camino, uno de noble familia se le acercó corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva? Jesús le contestó: ¿Por qué me preguntas sobre el bien y me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. ¿Cuáles?, le preguntó. Jesús le contestó: Tú sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, sustenta a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo.
Y él le declaró: Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven. | ¿Qué me falta? Jesús se le quedó mirando y le mostró su amor diciéndole: Una cosa te falta, si quieres ser un hombre logrado: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, así tendrás en Dios tu riqueza; y anda, ven y sígueme. A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones. Jesús, paseando la mirada alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! De veras lo digo: ¡con qué dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios!. Los discípulos quedaron desconcertados ante estas palabras suyas. Jesús insistió: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que confían en la riqueza! Lo repito: más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios. Ellos comentaban enormemente impresionados: Entonces, ¿quién puede subsistir?. Jesús se les quedó mirando y les dijo: Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible.
Intervino entonces Pedro: Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar?. Jesús les dijo: Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su trono de gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que por causa mía ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva. Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros» (Mt 19,27-30; Mc 10,28-31; Lc 18,28-30).
1) El joven rico está preocupado de la eternidad y pregunta: «¿Qué debo hacer para salvarme?».
El joven se forma especialmente con la consideración del fin, es decir, meditar sobre la muerte, el juicio, el infierno, el paraíso, la resurrección final, la sentencia definitiva, la eternidad. «En todas tus acciones piensa en el desenlace, y nunca pecarás» [Sir 7,36].61
Hay que buscar la verdadera felicidad.
El fin impone la elección de los medios. Quien medita en el fin es como quien viene a conocer una ciudad, deseando quedarse en ella, pues piensa encontrarse bien. Toma la decisión de partir, elige el camino y los medios más seguros y directos, aunque pueda encontrar dificultades. La meditación de los novísimos se reduce sustancialmente a una: el fin. Cuando todo está así determinado y constituye la osamenta y el tejido de la mentalidad, y se reza, no habrá errores esenciales; o se podrán subsanar.
2) Es un joven el que viene a Jesús; había superado ya la niñez. La elección de estado se hace en un período de cierta madurez ya alcanzada; el joven se asoma conscientemente a la vida. Es el período en que elegir la mejor parte es más meritorio, más tempestivo, asegura mejor éxito, y el don a Dios es pleno. No hay que estar dudosos demasiado tiempo, pero tampoco hay que precipitarse.
3) El joven declara cándidamente que ha observado los mandamientos desde niño. Aquí está la base: primero los mandamientos, luego los consejos evangélicos. Para observar la pobreza perfecta, hay que haber observado el séptimo mandamiento; para observar la castidad perfecta, hay que haber observado el sexto mandamiento; para observar la obediencia perfecta, hay que haber observado el cuarto mandamiento; para vivir la vida común y practicar el apostolado, hay que haber observado el quinto mandamiento también en la parte positiva.
4) Si quieres. La vida religiosa es un don de Dios y un acto de amor perfecto, continuo, eterno. Amor que sube directamente a Dios, sin cosas intermedias.
Es un acto de voluntad libre del cristiano, un paso que el Señor propone a quien busca algo más que los simples mandamientos. Por eso:
Es una elección de amor también por parte de Dios hacia determinadas creaturas: «voluntad de Dios»; «Os elegí yo a vosotros» [Jn 15,16].
Es un don complejo que abarca conjuntamente naturaleza, gracia y gloria, con intervención de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.
5) Ser perfecto (hombre logrado). Jesús, tras oír al joven afirmar que había observado siempre los mandamientos, «se le quedó mirando y le mostró su amor» [Mc 10,21]; en aquel momento añadía gracia a gracia.
El trabajo primero y principal del religioso es el de progresar, o sea perfeccionarse. Esto, en todo instituto religioso, es el primer deber; el segundo deber concierne al particular ministerio y apostolado al que se dedica cada uno de los institutos según la propia regla.
Desde la profesión [de los votos] este trabajo es obligatorio y continuo, mientras dura la profesión. Quien no progresa es como un médico que ha aceptado una iguala62 y no ejerce, aun cuando hiciera de director en una banda musical o diera lecciones de lenguas. Progresar es el deber de estado63 al que se ordenan las gracias de estado; al que están ordenadas las Constituciones, el gobierno, la piedad, etc. Si crecen | los defectos y disminuyen la caridad, la paciencia, la humildad, la obediencia, etc., no se corresponde a la vocación.
6) Dejarlo todo. Es decir, practicar la virtud y el voto de pobreza. Y ello a ejemplo de Jesucristo y en Jesucristo, que es el Maestro, el modelo, el doctor, el sostén; más aún, es la riqueza del religioso pobre, el «sumo bien» eterno.
La pobreza practicada según las Constituciones: pobreza que lo deja todo, que de todo se despega, que todo lo usa para el Señor, que produce con el propio trabajo, que provee a la comunidad, que distribuye a los pobres, que pide, que hace pasar de las manos del opulento al desheredado y a las obras apostólicas.
El ideal lo tenemos en el Evangelio, mejor, en Cristo: en el pesebre, el destierro de Egipto, Nazaret, la vida pública, durante la pasión, en la cruz, en el sepulcro.
7) Ven. Dejar la familia y el pensamiento de formar una, para consagrar el cuerpo al Señor, en perfecta castidad; para reservar a Dios todas las fuerzas: físicas, intelectuales, morales, espirituales; todo el tiempo, las horas, los minutos para amar al Señor plenamente según el primer mandamiento; para amar a las almas y dedicarles oración y acción. «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido el don» [Mt 19,11].
La encíclica Sacra Virgínitas64 confirma esta doctrina, recordando la definición del Concilio de Trento: «La doctrina que establece la excelencia y superioridad de la virginidad y del celibato sobre el matrimonio... fue solemnemente definida dogma de fe en el Concilio de Trento»; y así ha enseñado siempre la Iglesia.
8) Sígueme. Es decir, se pide obediencia. Sigue mis consejos, mis ejemplos, mis deseos. Con esto el religioso da al Señor no sólo los buenos frutos del árbol, sino el árbol mismo. La perfección que el religioso debe conseguir no es una santificación de cualquier forma o con los medios más excelentes en sí, sino su perfección, observando cada vez más los votos de castidad, pobreza, obediencia, la vida común y las propias Constituciones. En la vida religiosa no hay que elegir lo más perfecto en sí (ejemplo: si un seglar decide de escuchar Misas desde la primera luz hasta las trece horas), sino aceptar y cumplir lo dispuesto, en el horario, para el trabajo, en las prescripciones. Y no aceptar y cumplir de cualquier modo; sino comprometiendo mente, voluntad, corazón, fuerzas para ejercer y realizar lo que se había propuesto obtener quien ha dispuesto las cosas.
Sin embargo ¡hoy se ha vaciado tanto de su verdadero sentido el voto y la virtud misma de la obediencia!
9) Tendrás un gran tesoro en el cielo. En la vida religiosa se desarrolla al máximo la personalidad humana en Cristo. A ello corresponderá un proporcionado grado de gloria en el cielo. Hay dos ejemplos claros en el Evangelio que patentemente son aplicables a la vida religiosa: «Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél. - Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; al encontrar una perla de gran valor fue a vender todo lo que tenía y la compró» [Mt 13,44-46]. El religioso ha descubierto el gran tesoro del cielo; y lo da todo para poseerlo.
10) Recibiréis el céntuplo. Es el más elevado y honrado estado de vida para quien es recto. Es fuente de inefables consolaciones. Cumple una preciosísima acción en la Iglesia y en la humanidad. Afianza el ánimo en Dios, en una paz que preludia el cielo. Libra de innumerables angustias y penas en la vida presente. Multiplica los méritos, procurando ayudas y ocasiones especiales para la santificación del alma.
De consecuencia, se dan menos tentaciones, se cae más raramente, uno se recupera antes, muere más serenamente, obtiene una gloria mayor en el cielo.
La vida religiosa es la que Jesús eligió para sí; la que María y José practicaron perfectamente; la que los Apóstoles e innumerables almas abrazaron; la que dio a la Iglesia tantos heroicos defensores de la fe, hombres de ciencia y arte, bienhechores en todo el ámbito social.
11) Poseeréis la vida eterna. No hay señal y prenda tan segura de salvación eterna como una vida religiosa bien llevada. No sólo el religioso está lejos del pecado y por tanto del infierno, porque practica los mandamientos; sino que incluso evita el pecado venial y vive en continua abnegación, eludiendo el purgatorio y enriqueciéndose de méritos. Estará, pues, más cercano a Dios en el cielo, cuanto más cercano y fiel le ha sido en la tierra. Sólo por ser religioso, pertenece a un estado más elevado, donde gana siempre doble mérito; en cada acción se da siempre el ejercicio de la virtud de la religión.
12) El joven rico no correspondió a su vocación por avaricia y apego a su patrimonio. Jesús, comentando el que el joven se retiró entristecido, dijo: «¡Qué difícil es que un rico se salve!». Y bien, cualquier pasión secundada puede llevar al alma a la ruina eterna; sobre todo si es la pasión principal. Así sucede con la pereza, el orgullo, la envidia, etc. Hay que luchar siempre para vencer: «O vencedores, o vencidos».
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37. MENTALIDAD PAULINA
«Oh Dios, que has iluminado a todas las gentes con la palabra del apóstol Pablo...».65 [Esto] corresponde al segundo fin66 de la Familia Paulina: predicación de la doctrina dogmática, moral, litúrgica de Jesucristo y de la Iglesia con los medios modernos más rápidos y eficaces.
Ella se propone representar y vivir a san Pablo, hoy; pensando, comprometiéndose, rezando y santificándose como haría san Pablo, si viviera hoy. Él vivió los dos preceptos del amor a Dios y al prójimo de una manera tan perfecta que mostraba en sí al mismo Cristo: «Vive en mí Cristo» [Gál 2,20].
Él suscitó la Sociedad de San Pablo, de la que es el fundador.67 No fue la Sociedad de San Pablo quien le eligió a él, sino él quien nos eligió a nosotros; más aún, nos engendró: «fui yo quien os engendró en Cristo Jesús con el Evangelio» [1Cor 4,15].
Si san Pablo viviera, continuaría ardiendo en aquella doble llama de un mismo incendio: el celo por Dios y por su Cristo, y por los hombres de cualquier pueblo. Y para que le oyeran subiría a los púlpitos más elevados y multiplicaría su palabra con los medios del progreso actual: prensa, cine, radio, televisión.68 Su doctrina no sería ni fría ni abstracta. Cuando él llegaba a un sitio, no aparecía allí para una conferencia ocasional, sino que se quedaba y formaba hasta obtener el consentimiento de la inteligencia, persuadir, convertir, unir con Cristo, encaminar hacia una vida plenamente cristiana. No se marchaba sino cuando tenía la certidumbre moral de que sus cristianos perseverarían. Dejaba presbíteros para que continuaran su obra; regresaba a menudo con la palabra y el escrito; pedía noticias, estaba con ellos en espíritu, rezaba por ellos.
Él dice a los paulinos: Conoced, amad, seguid al divino Maestro Jesús. «Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo» [1Cor 11,1]. Esta invitación es general, para todos los fieles y devotos suyos. Para nosotros hay algo más, pues somos hijos. Los hijos reciben la vida del padre; por tanto, hay que vivir en él, de él, por él, para vivir a Jesucristo. Son muy apropiadas para nosotros las palabras escritas a sus hijos de Tesalónica, a quienes recuerda haberse hecho para ellos forma: «queríamos presentarnos ante vosotros como un modelo que imitar» [2Tes 3,9].69 Jesucristo es el perfecto original; Pablo fue constituido y se hizo para nosotros forma, de modo que nos forjemos en él, para reproducir a Jesucristo. San Pablo no es forma para una reproducción física de rasgos corporales, sino para comunicarnos al máximo su personalidad: mentalidad, virtudes, celo, piedad... todo. La Familia Paulina, compuesta por muchos miembros, sea Pablo-viviente en un cuerpo social.
Tenemos que conocer y meditar a san Pablo en la vida, obras y cartas, para pensar, razonar, hablar, obrar como él; e invocar su paterna asistencia.
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38. MENTALIDAD SACERDOTAL
«[Padre], concédenos llegar a comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer», reza la Iglesia en la liturgia de un apóstol.
Los principios de la mentalidad sacerdotal están dados en el Evangelio.
El sacerdote paulino, a la recta mentalidad humana, cristiana, religiosa y paulina, añade una mentalidad sacerdotal, constituida por tres elementos: profunda convicción de la verdad, de la moral y de la liturgia; ardiente amor a las almas y vigor y fuerza de voluntad.
El sacerdote paulino, en su amor a Dios y a los hombres, quiere usar para ellos cuanto es y tiene: ciencia, salud, oración, fuerzas y la vida misma. Es la mayor caridad hecha vida: «Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que entrega su vida por ellos» [Jn 15,13].
Cuando la mente y el corazón están llenos, la voluntad se enciende y fortifica: es casi imposible callar. Los Apóstoles, después de Pentecostés, respondían así al Sanedrín que les prohibía hablar de Jesucristo: «No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído» [cf. He 4,20].
De aquí nace el celo.
A santa María Margarita Alacoque, le dijo Jesús, mostrando su Corazón inflamado de amor a los hombres, que ya no lo podía tener escondido ni comprimir su fuerza, y por ello lo había revelado a todos.
El divino Maestro manifestó claramente cuál debe ser la mentalidad sacerdotal:
a) «Como el Padre me mandó a mí, así yo os mando a vosotros»;
b) «Id y predicad»;
c) «Enseñad a hacer lo que os he dicho»;
d) «Bautizad en el nombre...».
Es decir: predicad, regid al pueblo de Dios, santificadlo.
Ser un segundo Cristo respecto a Dios y a la humanidad.
Vosotros sois la luz del mundo.
Vosotros sois la sal de la tierra.
Vosotros sois la ciudad sobre el monte.
Vosotros debéis hacer como he hecho yo.
Vosotros sois mis testigos.
Vosotros seréis perseguidos.
El buen Pastor da la vida por las ovejas.
Vosotros no sois del mundo.
Vosotros tendréis el céntuplo y la vida eterna.
El sacerdote es el hombre de Dios.
El sacerdote es escogido entre los hombres para cumplir con ellos lo que se refiere a Dios.
Los discursos del Sacerdote eterno, Jesucristo, | a los Apóstoles, en su conjunto, forman toda la mentalidad sacerdotal.
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39. EL ALMA DE TODA MENTALIDAD
«Inclina mi corazón a tus preceptos» [Sal 119(118),36].
Es la sabiduría que Dios comunica a las almas humildes, a los hijos pequeños. Es el «has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla» [Lc 10,21]. Es el «primicia de la sabiduría es el temor del Señor» [Sal 111(110),10]. Es la introducción al reino de Dios: «si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entráis en el reino de Dios» [cf. Mt 18,3]. Es su «el que sea inexperto, venga acá; al falto de juicio le quiero hablar» [cf. Prov 9,4-5]. Es el «mi Dios y mi todo». Es el «¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero...?» [Mt 16,26]. Es la acción de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sobre un alma, que de veras es hija de Dios, y por la humildad y la fe entra en el espíritu del Padrenuestro.
El temor de desagradar a Dios y el deseo de amarle, el pensamiento del paraíso y la firme voluntad de conquistarlo, el Evangelio, la Sma. Eucaristía, María Madre nuestra, la voluntad firme di progresar siempre... absorben a la persona, la penetran, dominan y guían. «Omnia in uno videt».70 Se crea en fondo al alma un ideal, en el que convergen todas las facultades, enlazadas en un querer diariamente reforzado: pensamientos, fantasía, memoria, oración, corazón, relaciones, estudio, lecturas... todo resulta material de construcción para el gran edificio de la santidad personal y del apostolado.
Es cumplir completamente los dos mandamientos: amar a Dios, amar al prójimo. Cuando se ha llegado a la estabilización del alma en las verdades divinas, «la boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho, porque lleva en su corazón la ley de su Dios» [Sal 37(36),30-31].
* * *
El hombre vive entonces en una alta luz y serenidad de espíritu; aún apoya los pies en la tierra, pero su frente y su mente se mueven en una alta atmósfera de luz; las vanidades humanas son juzgadas por lo que valen, los acontecimientos se consideran desde un altísimo observatorio, todo es medio con vistas al fin: promover la gloria de Dios con la propia santificación y con la salvación de las almas.
Firmeza de fe, esperanza en todo momento, luces celestiales, dones y frutos del Espíritu Santo, gozo de la vocación, pregustación de los bienes celestes y penetración en las ocho bienaventuranzas, se suceden en el alma..., todo es preparación a la eterna visión, posesión y deleite de Dios; sólo le falta al alma despegarse de la materialidad del cuerpo para tocar lo que ha buscado.
«Le alimentará con pan de sensatez y le dará a beber agua de prudencia» (Sir 15,3).
Pensar según Dios, según Jesucristo: eso es el alma de toda mentalidad.
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40. SAGRADA ESCRITURA
Es la «Epístola Dei ad hómines», la carta de Dios a los hombres. Es la primera y principal carta,71 para adquirir el pensamiento de Dios; especialmente el Nuevo Testamento.
Las almas verdaderamente piadosas hacen de los santos evangelios su delicia, pues ahí encuentran las enseñanzas y ejemplos de nuestro Señor Jesucristo, y nada las forma mejor en la sólida piedad, nada las encamina más eficazmente a la imitación del divino Maestro.
Nunca hubiéramos entendido qué es la humildad, la dulzura, la paciencia, el aguante a las injurias, la virginidad, el amor fraterno llevado hasta la propia inmolación, si no hubiéramos leído y meditado los ejemplos y lecciones de nuestro Señor sobre estas virtudes. Ciertamente los filósofos paganos, y en particular los Estoicos, escribieron hermosas páginas sobre algunas de ellas; ¡pero qué diferencia entre aquellos ejercicios literarios y el acento persuasivo y eficaz del divino Maestro! En aquéllos se percibe al literato y frecuentemente al orgulloso moralista que se coloca por encima del vulgo: «odio a la masa ignorante y la mantengo lejos»;72 por el contrario, en nuestro Señor se nota una perfecta sencillez, que sabe amoldarse a la inteligencia del pueblo; y además, Jesús practica lo que enseña, y no busca su gloria sino la de Quien le ha mandado.
Asimismo, las almas creyentes saben que toda palabra y acción del Maestro contiene una gracia especial que facilita la práctica de las virtudes propuestas en esos relatos; adoran al Verbo de Dios escondido en la corteza de la letra y le suplican que las ilumine, las haga entender, gustar y practicar sus enseñanzas. Esta lectura es como una meditación y un piadoso coloquio con Jesús; de modo que salen de esta conversación más resueltas a seguir a Quien admiran y aman.
Los Hechos de los Apóstoles y las Cartas subministran también alimento a la piedad: son las enseñanzas de Jesús vividas por los discípulos, expuestas, adaptadas a las necesidades de los fieles, por aquellos a quienes el propio Jesús confió el cuidado de continuar su obra: no hay nada más conmovedor y eficaz que este primer comentario del Evangelio.
Del Antiguo Testamento hay partes que deben estar en las manos de todos, como los Salmos. «El Salterio era el manual de piedad de nuestros padres -escribe Lacordaire73-; se veía en la mesa del pobre, como en el reclinatorio de los | reyes. Aún hoy es, en mano del sacerdote, el tesoro de donde obtener las aspiraciones que le conducen al altar y le acompañan entre los peligros del mundo». Es el libro de oración en que están expresados, con lenguaje lleno de vida y frescor, los más hermosos sentimientos de admiración, de adoración, de temor filial, de agradecimiento y de amor; las súplicas más ardientes en las diversas y penosas circunstancias; los gritos del justo perseguido a la divina justicia; los gemidos de arrepentimiento del pecador contrito y humillado, la esperanza del perdón y las promesas de una vida mejor. Leerlos, meditarlos y apropiarse los sentimientos, es ciertamente una ocupación santificadora.
También los Libros sapienciales pueden ser leídos fructuosamente por las almas piadosas, que en ellos, junto con las invitaciones más insistentes de la Sabiduría increada a una vida mejor, encontrarán la discreción, las principales virtudes que practicar respecto a Dios, al prójimo y a sí mismos.
En cuanto a los Libros históricos y proféticos, para que la lectura sea provechosa, se necesita una cierta preparación, y sobre todo se debe ver en ellos la acción providencial de Dios con el pueblo elegido, para preservarlo de la idolatría y reconducirlo continuamente, no obstante sus extravíos, al culto del verdadero Dios, a la esperanza del Liberador, a la práctica de la justicia, la equidad y la caridad, especialmente con los pequeños y oprimidos. Si se tiene esa preparación, se hallarán páginas interesantísimas; y si junto con las buenas obras se narran también las debilidades de los siervos de Dios, es para recordarnos la fragilidad humana y hacernos admirar la divina misericordia que perdona al pecador arrepentido.
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41. «PROBET SEIPSUM HOMO»74
«A ver, ¿quién de vosotros es sabio y docto? Pues lo demuestre con su buena conducta... Pero si interiormente os amarga el despecho y sois partidistas, dejad de presumir y engañar a costa de la verdad. No es ese el saber que baja de lo alto; ése es terrestre, irracional, maléfico. Y donde hay despecho y partidismo hay turbulencia y toda clase de malas faenas. En cambio, el saber que baja de lo alto es, ante todo, límpido y luego apacible, comprensivo y abierto, rebosa buen corazón y buenos frutos, no hace discriminaciones ni es fingido» (Sant 3,13-17).
La humanidad ha progresado en muchas cosas, pero hay una clase que domina en el mundo intelectual, científico, económico, político, social, escolástico, educativo, periodístico, radiofónico, televisivo, redaccional, etc.; una clase que ha perdido el ancla de la mente; semeja una nave a merced de las olas y, de consecuencia, los viajeros están en peligro de ellas y de los vientos.
Un avión magnífico, pero que ha perdido la dirección; un automóvil que tiene el volante roto.
La civilización cristiana tiene por madre la ciencia, por padre al Dios de la revelación. Llegado el divorcio entre ciencia y fe, quienes sufren son los hombres; como los hijos soportan las consecuencias de los padres divorciados.
«Su razonar se dedicó a vaciedades y su mente insensata se obnubiló» (Rom 1,21).
«¡A ver un sabio, a ver un letrado, a ver un estudioso del mundo este! ¿No ha demostrado Dios que el saber de este mundo es locura? Mirad, cuando Dios mostró su saber, el mundo no reconoció a Dios a través del saber; por eso Dios tuvo a bien salvar a los que creen con esa locura que predicamos. Pues mientras los judíos piden señales y los griegos buscan saber, nosotros predicamos un Mesías crucificado, para los judíos un escándalo, para los paganos una locura; en cambio, para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Mesías que es portento de Dios y saber de Dios: porque la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios más potente que los hombres» (1Cor 1,20-25).
* * *
«Esta es la vida definitiva: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, conociendo a tu enviado, Jesucristo... Ellos me han conocido... han creído» [cf. Jn 17,3.8].
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42. ENFERMEDADES DE LA MENTE
La gracia medicinal es la acción del Espíritu Santo en cuanto sana las enfermedades que el pecado ha causado en el hombre. Estas enfermedades, respecto a nuestra inteligencia son especialmente:
- la ignorancia, no sólo respecto a las verdades de la fe, sino algunas veces también respecto a algunos de los principales deberes de la ley natural;
- la irreflexión, por la que muchas veces las cosas oídas no se consideran, ni se meditan, ni se asimilan;
- el olvido, por el que muchas personas nada recuerdan de las palabras escuchadas, son como desmemoriadas: palabra de Dios caída en el camino...;
- la testarudez en consentir o entender las verdades naturales y sobrenaturales: palabra de Dios caída entre piedras;
- el error, que por muchas razones obscurece la mente, de manera que sólo algún rayo de verdad puede entrar, o tal vez ni siquiera eso;
- el prejuicio, por lo que resulta tan difícil aceptar algunas verdades, e incluso siendo cosas clarísimas se rechazan por principio o por hostilidad declarada: palabra de Dios caída entre espinas;
- la perversión intelectual, por falsos sistemas que perturban la mente (naturalismo, cienticismo, mecanicismo, materialismo, criticismo, voluntarismo, etc., etc.); de modo que por algún tiempo es incapaz de superarse y acoger las verdades, incluso las más simples.
Gente que resiste a la verdad, gente de mente corrompida, sin ningún valor respecto a la fe (cf. 2Tim 3,8).
Por todas estas enfermedades que atacan a la mente humana nos preguntamos si el hombre esté más enfermo de corazón, o de cabeza, o de voluntad; y si tendremos humildad como para percibir estos males y tal confianza como para recurrir al médico Jesús. Se necesitan tratados más amplios de los concernientes a las enfermedades del cuerpo. El | diagnóstico de estas enfermedades (por ejemplo, el ateísmo actual de los sin-Dios) suele ser complicado, a veces casi imposible, pues a menudo es el corazón con todas sus pasiones el que hace daño a la cabeza. «Todo es limpio para los limpios; en cambio para los sucios y faltos de fe no hay nada limpio: hasta la mente y la conciencia la tienen sucia», escribe san Pablo a Tito (cf. Tit 1,15). Pero a veces son sencillos la terapia y el pronóstico. Ante ciertas situaciones no hay más remedio que la oración, que es -no se olvide- la omnipotencia de Dios puesta a servicio del hombre humilde y confiado. Y siempre tenemos por mediadora, ante el divino Medico, a María santísima.
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43. REMEDIOS
La ignorancia se remedia con la instrucción. Que la ignorancia religiosa sea hoy el mayor mal se constata en muchos documentos de los últimos papas (Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII).
¡Ojalá crezca la cultura y la instrucción civil!
El trabajo intelectual es el más noble, el más fatigoso, el más meritorio si se hace rectamente, el más útil.
Pero ojalá crezca igualmente la instrucción religiosa, la cultura: ésta aporta bienes para el presente y en especial para la eternidad.
Junto a las escuelas cada vez mejor organizadas, es preciso que se organice el catecismo.
En la vida paulina este estudio tenga tiempo abundante, maestros señalados, método eficaz, toma de la lección y examen de licencia. Ha de considerarse, junto a la piedad y las virtudes, como una de las primeras exigencias para la vocación. ¿Cómo llegar a maestros y apóstoles, si antes no se ha sido buenos discípulos y amantes del estudio de las materias sagradas?75 El apóstol debe poseer y amar la ciencia sagrada hasta sentir la necesidad de comunicarla.
A la irreflexión hay que oponer la guarda de la mente: la semilla caída en el camino no germina, tiene que introducirse profundamente en el terreno. «María conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior» [Lc 2,19]; meditaba. Oír cosas buenas y no meditarlas, no aplicarlas a la vida práctica para cumplirlas, equivale a quien se nutre pero no digiere; significa ser «oyentes del mensaje, pero no ejecutores» [cf. Sant 1,22]; se multiplicarían las responsabilidades.
Las reflexiones y las aplicaciones con los propósitos después de la plática importan más que la misma predicación. Exigen fatiga, pero aseguran el fruto.
La pereza mental, la inacción, la falta de todo interés intelectual exponen la mente al peligro de ser víctima de cualquier pensamiento que pase por ella.
A la pereza de la mente se opone una continua y saludable actividad. La mente trabaja siempre; está dispuesta a nutrirse de cualquier alimento. Si se la ocupa en cosas buenas no tendrá tiempo para el mal. Por supuesto, hay que apoyarse en la gracia; pero no debemos tentar a Dios, sino usar siempre el buen sentido y prudencia. Una mente que se interesa de varias cosas y se nutre de alimento sano, no aceptará el veneno.
A la testarudez se opone la docilidad. Si el alma se pone en buena disposición: «Habla, Señor, que tu siervo escucha» [1Sam 3,9], aporta una condición necesaria. Los fariseos no la tenían; por eso no se rindieron ni a la evidencia. Tomás no quiso creer a los otros Apóstoles que aseguraban haber visto al Señor; y todos los Apóstoles merecieron que Jesús «les echase en cara su incredulidad y su terquedad» [Mc 16,14] porque, aun habiéndole visto varias veces, no habían creído en su resurrección.
Al error se opone la verdad. El espíritu de mentira y de falsedad es propio del demonio, que engañó desde el principio. Trató incluso de engañar también a Jesucristo. En el alma impregnada de errores la verdad entrará difícilmente. ¡Qué problemática es la conversión de los mahometanos, de los hebreos, de los budistas! Errores instalados en esas almas durante siglos, impiden la penetración de los rayos evangélicos.
Una vez que se han formado convicciones erróneas de cualquier género, no se presta oídos a la verdad, y el ánimo se pone como a la defensiva, si se le amonesta.
Suele decirse que conviene conocer el error y el mal... Sí, ¡pero con determinadas condiciones!; a saber: que haya una necesidad, que antes la mente esté ya bien iluminada y fortificada en la verdad, que intervenga el consejo y el legítimo permiso, que con antelación se rece humildemente. Ni siquiera para salvar a otros podemos poner en serio peligro nuestra alma.
Al prejuicio se opone la rectitud. Si hubiere un interés contrario, por ejemplo perder el puesto, o una pasión dominante, o el orgullo... la palabra di Dios no llegaría a madurez, pues su acogida sería pasajera, como sucede a la semilla sofocada en un terreno cubierto de espinas. Al de corazón recto le es fácil predicar, corregir, dar consejos y perseverar.
A la perversión de la mente se opone una buena lógica. Los sofismas, los particularismos, los | falsos sistemas abundan hoy más que nunca; a menudo, el error es sutil, presentado con formas persuasivas. El principio sigue siendo este: «Uno solo es vuestro Maestro, Cristo» [Mt 23,10]. Toda teoría que no concuerda con Cristo y con la Iglesia nos hace vacilar. La duda se purifica con buenos maestros de fe, con el estudio de la lógica, con la oración. Si uno es recto, la gracia divina socorre sus insuficiencias.
Es necesario que las dos corrientes, mente y corazón, se acompañen; lo cual se obtiene sometiendo el corazón a la razón por medio de una constante guía. Hay que conocer la verdad e incitar el corazón a amarla. El auténtico católico no se contenta de un disfrute ignorante de su fe, sino que la estudia, la penetra y se constituye apóstol en el propio ambiente.
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44. NO DEJÉIS PERVERTIR LA MENTE...
«¡Cuidado con los falsos profetas!» [Mt 7,15], que surgen por todas partes: lecturas, compañeros, audiciones de radio o cinematográficas, espectáculos de todo género... ¡Cuánto cambió de pensamiento, aspiración y vida Ignacio de Loyola leyendo el santo Evangelio y las vidas de los santos! En sentido contrario, Don Quijote es un gran ejemplo de la eficacia de los pensamientos y lecturas. Santa Teresa de Ávila, jovencita, a raíz de buenas lecturas se enciende de generosos ideales misioneros.
Es inútil lo que no sirve para el fin.
Para nada valen mil arroyos que se desparraman. En cambio, ciento que se recogen en grandes tuberías para una central eléctrica son una potencia de luz y calor. Del mismo modo, una inteligencia mediocre, que agrupa las fuerzas alrededor de los deberes, dará mucho más que otra que dispersa pensamientos, tiempo y energía en muchas cosas; ocupadísima para concluir poco.
Se necesita igual tiempo para hacer las cosas bien que para hacerlas mal; por ejemplo emplear bien y con resultado el año escolástico o emplearlo mal y con suspensos; igual la hora de visita [eucarística], las prácticas de piedad, el apostolado.
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45. IDEOLOGÍAS
Es fácil constatar que hoy el mundo está dividido en varias ideologías en materia religiosa, social, política, filosófica, moral, artística, etc.76 ¡Qué distante está, por ejemplo, la ideología japonesa de la española, el pensamiento chino del inglés, la espiritualidad india de la mahometana, la protestante de la católica! Ciñéndonos sólo a la sociología y a la religión, liberalismo, democracia cristiana, comunismo, etc. parten de teorías opuestas y llegan a conclusiones prácticas antagónicas, como bien conocemos: en la vida individual, familiar, social, política, religioso-moral.
El clérigo, que aspira al sacerdocio por la familia; que, llegado a cura, se gasta y emplea fuerzas, dinero e influencias por parientes y sobrinos; que se rodea de ellos, soportando sus pretensiones, etc., este clérigo tiene una falsa mentalidad.
En cambio, el clérigo que considera el sacerdocio en el espíritu del Evangelio y de los santos, es decir: una consagración a Dios y a las almas; y, llegado a cura, es todo para Dios y para las almas, éste tiene una mentalidad cabal.
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46. TENDENCIAS PELIGROSAS
La inteligencia nos fue dada para conocer la verdad y sobre todo a Dios y las cosas divinas. Dios es el verdadero sol de la mente, que nos ilumina con una doble luz, la luz de la razón y la de la fe. En el estado presente no podemos llegar a toda la verdad sin el concurso de estas dos luces, y quien rechaza a una o a la otra, voluntariamente se ciega. Y tanto más importante es la disciplina de la inteligencia en cuanto es ella quien ilumina la voluntad haciéndola capaz de dirigirse al bien; es la inteligencia, con el nombre de conciencia, la regla de la vida moral y sobrenatural. Para que así sea, se requiere mortificar las principales tendencias defectuosas: la curiosidad, la precipitación, el orgullo, la obstinación.
1) La curiosidad es una enfermedad de la mente que incrementa la ignorancia, pues de hecho lleva con excesivo ardor hacia conocimientos que gustan, en vez de a los que son útiles, haciendo perder así un tiempo precioso. A menudo la acompañan la prisa y la precipitación, que empantanan en estudios de mera curiosidad, en detrimento de otros mucho más importantes.
Para triunfar es necesario estudiar, en primer lugar, no lo que agrada sino lo que es útil, máxime77 lo que es necesario: «id prius quod est magis necessarium», dice san Bernardo, ocupándose de lo demás sólo a modo de recreación. No se debe leer sino parcamente lo que alimenta más la fantasía que la inteligencia, como es la mayor parte de las novelas, o lo concerniente a noticias y rumores del mundo, como es el diario y ciertas revistas. Igual cabe decir de radio, cine y televisión.
2) En las lecturas hay que esquivar la prisa excesiva, el querer devorar en pocos momentos un entero volumen. Aun tratándose de lecturas buenas, conviene hacerlas lentamente, para entender y gustar mejor lo que se lee. Y esto resultará más fácil a quien estudie no por curiosidad ni por complacerse | de la propia ciencia, sino por motivo sobrenatural, para formarse y ayudar al prójimo: «Para edificar, y esta es caridad...; para ser edificados, y esta es prudencia»78 (san Bernardo). Porque, como bien dice san Agustín, la ciencia hay que ponerla a servicio de la caridad: «La ciencia sea usada como un instrumento [máchina] para levantar la estructura de la caridad».79 Lo cual es verdad también en el estudio de las cuestiones de espiritualidad, pues hay quienes en estos estudios miran sobre todo a apagar la curiosidad y la soberbia, en vez de a purificar el corazón, practicar la mortificación y construir el edificio espiritual.
3) El orgullo de la mente es el más peligroso y más difícil de curar.
Es este el orgullo que hace difícil la fe y la obediencia a los superiores, pues uno quisiera bastarse a sí mismo, ¡tanta es la confianza que se tiene en la propia razón!, y cuesta acoger las enseñanzas de la fe, o al menos se intenta someterlas a la crítica y a la interpretación de la razón. Igualmente se tiene tanta confianza en el propio juicio que repugna el consultar a los demás, en especial a los superiores. Nacen de ello dolorosas imprudencias; se llega a una obstinación tal en las propias ideas que se condenan tajantemente las opiniones no conformes con las nuestras. Aquí tenemos una de las causas más frecuentes de discordias, a veces incluso entre autores católicos. San Agustín relevaba ya estas desgraciadas divisiones que destruyen la paz, la concordia y la caridad.
Para curar este orgullo de la mente, hay que someterse, con docilidad de niño, a las enseñanzas de la fe: es lícito, ciertamente, buscar la comprensión de los dogmas, que se adquiere con la paciente y laboriosa investigación, ayudándose con los estudios de los Padres y Doctores, principalmente de san Agustín y santo Tomás; pero hay que hacerlo, como dice el concilio Vaticano [I], con piedad y sobriedad, inspirándose en la máxima de san Anselmo: «fides quærens intellectum».80 Se evita entonces el espíritu de hipercrítica, que bajo el pretexto de explicar los dogmas, los atenúa y reduce al mínimo. Debe someterse el juicio no sólo a las verdades de fe, sino también a las directrices pontificias; en las cuestiones libremente discutidas, hay que conceder a los demás la libertad que se desea para uno mismo, y no tratar con desdén las opiniones ajenas. Así entra la paz en los ánimos.
4) Obstinación. En las discusiones no hay que buscar la satisfacción del orgullo y el triunfo de las propias ideas, sino la verdad. Es raro que en las opiniones de los adversarios no haya una parte de verdad, no percibida antes por nosotros: escuchar con atención e imparcialidad las razones de los adversarios y conceder cuanto haya de justo en sus observaciones, es siempre el medio mejor para acercarse a la verdad y para guardar las leyes de la humildad y de la caridad.
Para disciplinar la inteligencia se debe estudiar lo que es más necesario, y hacerlo con método, constancia y espíritu sobrenatural, o sea con el deseo de conocer, amar y practicar la verdad.
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47. PECADOS DE LA MENTE
«Cuidado, no se te ocurra este pensamiento rastrero» (Dt 15,9). Hay religiosos que mantienen en la mente, por meses y años, pensamientos contrarios a la vocación y a la profesión. Es un doble daño: mal pensamiento y ponerse en ocasión de auténtica ruina espiritual. Algo por cierto más grave que el pensamiento y la imaginación contraria a la castidad.
Tienen asimismo pensamientos y falsas ideas acerca de la obediencia o la pobreza, que les llevarán a una vida de real independencia y a continuos abusos y pecados contra los respectivos voto y virtud.
«El designio del necio es el pecado» (Prov 24,9).81
Tienen pensamientos de aversión contra esta o aquella persona; vendrán después juicios, sospechas, torcidas interpretaciones, palabras y acciones contrarias a la caridad.
Viven en habituales distracciones, doquier y en todo: iglesia, estudio, escuela, apostolado... descuidando cualquier esfuerzo por dominarse: está claro que todo será imperfecto, insuficiente, sin fruto verdadero; son cerebros vacíos.
Acunan sueños ambiciosos, fundados en arribismo, en crearse un nombre: en el deporte, la aviación, la oratoria, la ciencia, la música... Y si se da algún aparente resultado, ¡ya no hay ninguna moderación!, sea que se vaya hacia una actividad religiosa, moral, social, o bien económica o deportiva: ¡sólo se ve el propio centro de interés! Se necesita, en cambio, la realidad de la vida: lo poco, lo sencillo, el pasito de cada día.82 Yendo hacia una meta meditada, deseada, aconsejada, definida, no hay que vivir de sueños, sino partir de la base83 y proceder en el lento y seguro camino de los esforzados.
Hay niños de cien años; que en su desarrollo mental se quedan estacionados en los 14-18 años; mientras han crecido en el cuerpo y han hecho progresos en los estudios, siguen con hipocresías y respetos humanos, pensando y razonando infantilmente. Son personas que no maduran; llegan a la edad adulta, pero son frutos siempre acerbos. Incapaces de responsabilidad; esclavos de las opiniones ajenas, sin | principios claros y orientadores, son como naves en alta mar sin brújula ni timonel, a merced de las olas; aviones sin piloto; no han encontrado los puntos cardinales de la vida; no sacan provecho de las experiencias; a 22-24 años no saben aún qué harán y qué quieren en la vida. En los momentos importantes y cruciales, lanzan un «decida usted» que hiela... y te hace pensar si estás ante uno que debe tener tres veces el uso de razón y una verdadera mayoría de edad.
Son personas orgullosas que no conocen ni a Dios ni a sí mismos; van adelante por impresiones: les enardece una alabanza, les abate una observación; se fían de sí y desprecian el consejo ajeno; no sienten la necesidad de recurrir a Dios, y por ello experimentan el «dispersa a los soberbios de corazón» [Lc 1,51].
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48. CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
Arrepentíos. Entre los pecados contra el Espíritu Santo está el de «impugnar la verdad conocida».84 Esto se opone al don de la verdad, rechazando así el medio primero y principal para acercarse y adherirse a Dios; y por tanto salvarse. Dios mismo no podrá salvarle, pues implícitamente quien impugna la verdad conocida niega la verdad y la veracidad de Dios. «Estos tales no sólo rechazan la verdad: la envidian en los demás y no quieren que su luz benéfica y su virtud lleguen al pueblo» (S. Gregorio Magno). Ejemplo: los fariseos contra Jesucristo y contra Pedro y Juan tras la curación del lisiado realizada en el nombre de Jesús. «El que se niegue a creer, se condenará» [Mc 16,16].
Es un pecado muy frecuente hoy, el más difundido y grave: las falsas ideologías y la lucha contra Cristo y su Vicario; gobiernos, partidos, diarios, cine, radio, maestros, conferenciantes, televisión etc. parecen unidos en conjura contra Dios-Verdad.
Como pecado contra el Espíritu Santo, no se perdona ni en esta vida ni en la otra. No quiere esto decir que no se le perdone a quien se arrepiente; pero mientras el pecador impugna la verdad conocida, falta la disposición para el perdón. Es preciso que se arrepienta, acepte la verdad y prometa de corazón permanecer en ella. Quien no escucha la verdad no es de Dios, ni está con Dios, ni irá con Dios, ni verá a Dios en el cielo: «Arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados» [cf. He 3,19].
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49. VOCES DE LA CONCIENCIA
Haced penitencia. El examen más difícil concierne al interior, en particular a la mente. Pero es el primero y principal.
¿Cómo se estudia? ¿Cómo se profundiza la ciencia sagrada? ¿Cómo se dispensa el pan de la inteligencia?
Hay que examinarse también sobre las ocho enfermedades de la mente;85 sobre los remedios; sobre los medios aptos para constituir en nosotros una sana mentalidad natural y sobrenatural; y hasta sobre el pensar habitualmente en lo sobrenatural, en la vida de fe.
El examen se extiende incluso al origen, causas y constitutivos de cada pecado, que están en la mente, en los pensamientos.
De ningún don de Dios se hace tanto desperdicio como de la mente, que es el más precioso: ¡cuántos manjares envenenados, sobre todo hoy, por lecturas, radio, cine, televisión! ¡Cuántos pensamientos contrarios a la fe y a la virtud! ¡Para cuántos la mente queda incustodiada, y entonces vaga por las cosas más extrañas!
Hay actos pecaminosas que se perpetran del todo en el interior de la persona; por ejemplo, aprobar y querer de nuevo una mala acción. Hay actos pecaminosos que se consuman con palabras y acciones. Pero siempre la mente juega una parte necesaria.
Ciertas personas son bien pulidas por fuera, amaneradas en el trato, afables en el hablar y obrar, ¡pero sin embargo tienen la mente llena de inmundicia, de viento, de juicios y pensamientos contrarios a toda virtud!
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50. ¡VIGILANCIA!
Todo pensamiento consentido contrario a la fe, la moral, la liturgia, la Iglesia, la doctrina social de la Iglesia... pasa a ser pecado, que puede ser venial o grave. Los pensamientos contra la fe, la caridad, el cuarto, sexto, nono y décimo mandamiento hay que examinarlos con más atención.
¡Qué contraste puede haber entre la calma exterior y una tempestad interior! Pensamientos irracionales de rebelión, de ambición, de sensualidad, de sueños febriles, de mundanidad, por una parte, procedentes de lecturas, conversaciones, espectáculos, ambiciones... y, de otra parte, en la misma comunidad, almas sencillas, enteramente de Dios, en una paz victoriosa.
No importa tanto «dónde se encuentra la persona, sino lo que piensa». San Pablo, estando en cadenas, escribe: «Me siento lleno de ánimos, reboso alegría en medio de todas mis penalidades» (cf. 2Cor 7,4); otros, en cambio, se desesperan y maldicen a Dios, a los hombres y a sí mismos.
El rico epulón es infeliz, a pesar de estar saciado; mientras Lázaro goza de gran paz, aun estando cubierto de llagas y hambriento.
Nuestro carácter depende en gran parte de la práctica de una disciplina interior que nos lleva a controlar nuestros pensamientos.
El nerviosismo ¿no es el epílogo de una tempestad de pensamientos amargos, inspirados en la ruin envidia, el orgullo, la ambición inconfesada y nunca vencida? Y la dulzura soberana, la conducta equilibrada, la comprensión, el aprovechar la chatarra para una nueva y santa edificación, el buscar siempre en el bien la victoria sobre el mal... ¿no procede de estar acostumbrados a dominar los pensamientos?
Manzoni hace una magnífica descripción de la serenidad del cardenal Federico: «La presencia de Federico era de esas que anuncian superioridad y se hacen amar. El porte era naturalmente compuesto, y casi involuntariamente majestuoso, no curvo ni indolente a pesar de los años; el ojo grave y vivaz, la frente serena y pensativa, con la canicie y la palidez; entre los signos de la abstinencia, de la meditación, de la fatiga, una especie de floridez virginal: todos los rasgos del rostro indicaban que, en otras edades, había tenido lo que se llama propiamente belleza; la costumbre a pensamientos solemnes y benévolos, la paz interna de una larga vida, el amor a los hombres, el gozo continuo de una esperanza inefable, habían constituido, diría yo, casi una belleza senil, que resaltaba todavía más en aquella magnífica sencillez de la púrpura» (A. Manzoni, Los novios, cap. XIII).
Nadie está seguro de su vida sin la disciplina interior. El freno externo, como la vigilancia sobre los sentidos, la clausura, el atenimiento, etc., puede ceder en algún momento a la presión proveniente de malos pensamientos internos y llevarnos a acciones que causarán ruina y escándalo.
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51. MEMORIA E IMAGINACIÓN
Vivimos el instante fugitivo, entre un pasado que se ha esfumado y un futuro envuelto en tinieblas. El hombre debe mirar detrás y delante de sí. Del pasado, las experiencias, las lecciones, los avisos más útiles; las ansiosas anticipaciones del futuro, acompañadas de un sano optimismo, deben atraer hacia más arriba. Ahí tenemos la memoria que recoge tesoros del pasado; y ahí tenemos la imaginación que prepara el futuro y hace casi palpables y reales las cosas del porvenir. La antorcha de la imaginación ilumina el camino, que debes recorrer con paso decidido y ojo atento.
Pero estas dos grandes fuerzas, dones de Dios, pueden convertirse en relajación, estancamiento, derrota, tormenta. La historia del pasado puede ser un recuerdo de sueños incoloros y formas espectrales de inquietud y añoranzas, capaces de aplanar y hundir incluso en un pesimismo desesperado.
La fuerza imaginativa ha creado inventos, preparado héroes, dado alas para los mayores vuelos y ascensiones de los santos. Pero puede convertirse en fuente de placeres ociosos, egoísmos, sueños locos, y forjar una vida irreal, vacía, de modo que, como bajo el efecto de un narcótico, el hombre se contenta con consumir la existencia en sueños.
El ideal cristiano es positivo, no negativo. ¡Anéguese el mal en un mar de bien!
La disciplina mental recogerá estas dos fuerzas para unificarlas en un justo e iluminado equilibrio. Y ello es sólo posible en la plenitud del cristianismo; y, mejor aún, de la vida religiosa.
Mente, corazón y voluntad unidos, con raíces hundidas en el pasado, con la imaginación que hace el futuro paraíso más real que nuestra misma existencia... ¿Y entonces? La acción de la voluntad será vigorosa, el alma se apresurará hacia el premio de la alta vocación en Cristo Jesús. El hombre es lo que piensa.
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52. HABILIDADES DE BUEN RENDIMIENTO
Hay que ser ordenados en el trabajo interior: propósitos, exámenes, confesiones, prácticas de piedad, teniendo en cuenta los resultados.
Buscar siempre los mejores confesores, amigos, autores, revistas, bancos, sistemas, audiciones, libros, etc.
Usar apoyos mnemotécnicos, anotar predicaciones y conferencias oídas, explicaciones en las clases, recuerdos edificantes o instructivos.
Hacer amplio uso de libretas, billetitos, registros, máquinas modernas de oficina.
Hay un método sencillo, que fue el secreto de tantas obras bien logradas: pensarci su,86 usar prudencia, calcular bien, disponer los medios según buenos consejeros y a la luz del sagrario: en suma, la prudencia que garantiza la serenidad de la mente.
El surmenage (exceso de ocupación interna y externa) es un pecado contra la templanza; pero hay muchos medios para rendir más, sin esfuerzos excesivos, y es virtud y mérito usarlos.
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53. OBRAR CON CABEZA
«Sin fe es imposible agradar a Dios».87
El primer obsequio al divino Maestro está en hacer las cosas con cabeza. En toda acción humana meritoria concurren cuerpo, corazón, voluntad y mente. O sea, hay que hacer las obras con amor, | empeñando las energías con inteligencia. La mente en primer lugar.
Hay que captar bien la mente divina al darnos los mandamientos y los consejos evangélicos; captar la mente de la Iglesia, nuestras Constituciones y el Derecho Canónico. Y también las disposiciones del superior, del maestro, del confesor, del jefe de sección, etc.
Emplear en las obras toda la inteligencia para hacerlas bien, cada vez mejor; estudiando siempre vías y estrategias para acelerar la realización y llegar a un resultado mejorado en todo: desde el confesionario, a la redacción, a la cocina, a la técnica, a la clase, a la contabilidad, etc. ¡Qué diferencia hay entre un propagandista y otro! ¡Qué diferencia de librero a librero! Y esto en el sentido natural y en el sobrenatural. Así, quien obra con fe, se apoya en Dios y tiene fin recto, logrará mejor el trabajo con las almas, hará rendir más sus obras ganando méritos mayores. Por ejemplo, quien obra «según las intenciones por las que Jesús continuamente se inmola en el altar».88
Usar la cabeza en rezar, en el trabajo técnico, en la clase. Entre los libros, amigos, películas, consejeros, confesores, etc. escoger siempre lo mejor.
El amor de la verdad, por la verdad, en la verdad, es el primer y más santificante amor: «sanctífica eos in veritate» [Jn 17,17], pedía Jesús para los Apóstoles.
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54. «TU SEPTIFORMIS MUNERE»89
En el tercer misterio doloroso consideramos a Jesús coronado de espinas. Es uno de los más dolorosos tormentos preparados a Jesucristo por los hombres: los pecados de mente son, en efecto, los más graves, los más numerosos, los más destructores; ¡debían ser descontados por Jesús con penas inefables! Son directamente contrarios al Maestro divino, que dijo: «Yo he venido al mundo para dar testimonio a favor de la verdad» [Jn 18,37]. Los predicadores del error y de la herejía levantan cátedra contra la del Maestro único, dando testimonio a la falsedad...
A este misterio doloroso corresponde el tercero glorioso: la venida del Espíritu Santo, Lumen cordium.90 De sus siete dones, cuatro conciernen en primer lugar a la mente: sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo. Será útil rezar los dos misterios en correspondencia. «Veni... mentes tuorum visita...».91
* * *
La redención o recreación consiste en restaurar al hombre, restablecer este monumento de la sabiduría, potencia y bondad de Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1,26). A semejanza de Dios -Uno y Trino-; monumento que el bárbaro -el demonio- ha desfigurado, deturpado y, en la parte más bella, abatido; pero del que ha quedado la osamenta, mente, voluntad, sentimiento. Entonces el Hijo, que había trazado el magnífico diseño, vino a restaurarlo; y como, al menos en parte, se trataba nada menos que de rehacerlo, volvió a trazar el diseño; y lo mejoró, incluso para que Dios, ofendido con una afrenta pecaminosa, tuviera no solo una condigna92 reparación, sino incremento de gloria: «Busco la gloria de quien me ha enviado» [cf. Jn 7,18].
El hombre, en la creación, fue la obra maestra de Dios, puesto entre la pura materia y el espíritu, anillo de conjunción: compuesto de cuerpo y de alma, con la finalidad de señorear en la naturaleza sensible y hacerse voz y sacrificio de alabanza a Dios.93
Dios es Uno, pero también Trino; por eso quiso dotar al hombre de tres facultades, cada una de las cuales tiene la huella de una divina Persona: la voluntad del Padre, la inteligencia del Hijo, el sentimiento del Espíritu Santo: ¡divina obra maestra de Dios Uno y Trino!
Pero cuando el Padre vio esta obra estupenda que resumía en sí la creación visible y la invisible y que era una espléndida edición, imagen y fotografía de sí, se estremeció de gozo como el artista que, habiendo esculpido el maravilloso Moisés, lo contempló extasiado de tanta belleza y vigor, y casi olvidando que se trataba de mármol le lanzó el cincel exclamando: «¿Por qué no hablas? ¿Por qué no circula en ti la vida?».94
Del mismo modo Dios dijo: «Hagamos circular en este ser, en el hombre, la vida divina y sea también nuestra semejanza». Elevó la mente, la voluntad, el sentimiento del hombre a participar de su propia vida divina; y el hombre fue elevado a participar de esa vida con el estado sobrenatural. Resultó así un misterio de potencia, de sabiduría y de bondad, por el que el hombre no era ya sólo hombre sino el hijo de Dios: un hombre sobre el hombre; un monumento divino sobre el monumento humano.
El pecado destruyó todo este monumento divino y rayó también el monumento humano.
El Arquitecto divino, el Hijo, presentó un diseño en segunda edición, rehecha, corregida y mejorada; plugo al Padre, que mandó al propio Hijo a realizarlo.
Vino, confirmó la verdad, los mandamientos, la verdadera piedad, con la autoridad que procedía de Dios: «Enseñaba con autoridad, no como los letrados (escribas y fariseos)» (Mt 7,29). Añadió verdades divinas, preceptos divinos, culto nuevo y divino, para que el hombre llegara a ver, poseer, gozar a Dios en el cielo. Honrar a Dios Uno y Trino, vivir la vida eterna y divina: ¡maravilla sobre maravilla! El demonio quedó derrotado, pues ve al hombre ser más potente, sabio y feliz en el cielo.
Y lo que más vale: las acciones humanas, en el ejercicio recto de la mente, voluntad y sentimiento, cumplidas en Cristo, son absorbidas y hechas como propias por él, elevadas así a producir nueva e inmensa gloria a Dios y gracia y mérito a quien las cumple. En efecto, a través del paso obligado por Cristo, el Mediador, se transforman en operaciones suyas; igual que los actos del hombre, incluso los más normales (por ejemplo, dar un paso), si están ordenados por la razón, pasan a ser actos humanos.
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55. «AUFERTE MALUM COGITATIONUM VESTRARUM AB ÓCULIS MEIS»95
Si el hombre es en primer lugar inteligente, hecho para la verdad, es obvio que las primeras y más graves tentaciones apuntan a la mente.
Ya la primera batalla combatida en el cielo fue una batalla de pensamiento y de idea, fue el primer error: Satanás se comparó a Dios y aspiró a los honores divinos, y Miguel levantó el grito, secundado por los ángeles buenos: «¿Quién como Dios?».96
Siguió la tentación de Satanás a Eva: «¡Nada de pena de muerte! Seréis como Dios, versados en el bien y | el mal» [cf. Gn 3,5]. Y Eva se dejó persuadir y persuadió a Adán. Comieron el fruto prohibido y se abrieron sus ojos y percibieron el mal hecho y los estragos que se seguirían. ¡Batalla entre la verdad y el error!
Hoy la batalla se ha trasladado del cielo a la tierra. La lucha entre pueblos son las ideologías contrarias, antes que con fusiles y bombas, «a favor y en contra de Dios, de Cristo, de la Iglesia, de la vida eterna».
Y lo mismo acaece en cada alma; y en cada comunidad. La verdad une, la falsedad siembra la discordia. Antes de la rebelión de la voluntad está la de la mente; antes del espíritu de independencia en la vida está la independencia de la mente. No se cree al Evangelio; luego, no se practica el Evangelio. Pocos, por ejemplo, creen en las bienaventuranzas. «Han sustituido al Dios verdadero por uno falso... Por esa razón los entregó Dios a pasiones degradantes» (Rom 1,25-26).
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56. «SERMO TUUS VÉRITAS EST»97
Para vencer a Satanás, Jesucristo contrapone a sus falsas afirmaciones la verdad divina, como viene de la Escritura.
Satanás dice: «Di que estas piedras se conviertan en panes». Jesucristo responde: «Está escrito: no sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que Dios vaya diciendo».
Satanás dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque está escrito: a sus ángeles ha dado orden para que cuiden de ti...». Pero Jesús responde: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios».
Satanás dice: «Te daré todo eso (los reinos del mundo con su gloria) si te postras y me rindes homenaje». Pero Jesús responde: «Al Señor tu Dios rendirás homenaje y sólo a él prestarás servicio».
Entonces Satanás le dejó; y se acercaron unos ángeles a servirle [cf. Mt 4,3-11].
El uso del Evangelio es utilísimo en nuestras luchas: «La lectura del Evangelio sea para nosotros salud y protección».
Leemos en la Liturgia:
«Tú (Cristo), verdadera luz de los bienaventurados, ilumínanos con tu sereno rostro, y disipa el sueño de la mente».98
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57. «MENTIS REATUS CÓRRUAT»99
Despilfarro de la mente en lecturas inútiles;
- despilfarro de la mente en visitas inútiles;
- despilfarro de la mente en las indecisiones;
- despilfarro de la mente en conversaciones inútiles;
- despilfarro de la mente en juegos y vacaciones prolongadas fuera de medida, en espectáculos cinematográficos, televisivos y audiciones de radio;
- despilfarro de la mente en pensar o juzgar a otros sin tener la responsabilidad para ello;
- despilfarro de la mente en fantasías;
- despilfarro de la mente en proyectos irrealizables;
- despilfarro de la mente en temores, preocupaciones afanosas del futuro, escrúpulos;
- despilfarro de la mente en crearse una nutrida correspondencia, sin una verdadera utilidad;
- despilfarro de la mente en obrar desordenadamente, precipitadamente, malamente;
- despilfarro de la mente en cambiar con ligereza de confesor, director espiritual, instituto, propósitos...
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58. «EMINENTIA LÍBERÆ MENTIS»100
Concéntrese todo esfuerzo en llenar la mente de buenos pensamientos, con atención siempre y doquier, de modo que no quede ni espacio ni tiempo para los malos. Así será para quien piensa en Dios, en la piedad, en el estudio, en el apostolado, en los propios deberes.
La pereza mental, la inacción, la falta de interés intelectual... exponen la mente a convertirse en campo de cualquier cosa irracional o fea. Si, en cambio, se la tiene en continua y saludable actividad y su interés constantemente empeñado, se evitarán muchas tentaciones y cosas desagradables.
La gracia de Dios secunda siempre a quien usa así del buen sentido y de la prudencia.
Ello especialmente cuando se acerca el peligro, o está ya presente: hay que llenar la mente de pensamientos sanos, de orden natural y de orden sobrenatural. Obrar, pues, indirectamente con sagacidad, calma y confianza.
«Danos, Señor, la salud de la mente».101 Cuales los pensamientos, tal la mente. Los frutos dan a conocer la planta; el tonel da el vino que contiene. Una mente sana y vigorosa produce pensamientos sanos; una mente enferma, en cambio, pensamientos viciados.
¿Pensamientos débiles, desenfrenados, tal vez indignos? Dependen de las malas condiciones de salud o de educación de la mente. Para dar frutos mejores deberá mejorar su salud y reeducarse, para poseer una «mens sana in córpore sano».102
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59. «PER EVANGELIUM EGO VOS GENUI»103
En la verdad, Jesucristo nos ha engendrado; por ella hemos sido hechos hijos de Dios. Es necesario vivir y fructificar tal como hemos nacido. El culto de la verdad es culto a Dios, hay que «adorar al Padre en espíritu y verdad» [cf. Jn 4,24].
Dar la verdad es dar a Dios a los hombres y llevar los hombres a Dios.
La verdad de Jesucristo resulta del Evangelio y de la Tradición.
Comunicar esta verdad, aplicarla a las necesidades de los tiempos, hacerla vivir es tarea de los hagiógrafos del Nuevo Testamento, de san Pablo, de la Iglesia, de los doctores, de los escritores eclesiásticos, de la Familia Paulina.
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60. «EST VÉRITAS CHRISTI IN ME»104
San Pablo fue el gran intérprete y predicador del Evangelio. Lo comprendió en la revelación del Maestro divino, fue doctor y maestro de las naciones. Después de Jesucristo la verdad que salva comenzó a extenderse y correr como un río alimentado siempre por la fuente, y que en su curso | recibe afluentes, crece y lleva por todas partes beneficio y santidad.
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61. «COLUMNA ET FIRMAMENTUM VERITATIS»105
La Iglesia infalible e indefectible, siempre predica, enseña y defiende la verdad... [Así lo han hecho] en ella y por ella los padres, los doctores, los predicadores, los escritores eclesiásticos y católicos.
En este río de verdad que atraviesa tiempos y lugares, se inserta humilde discípula y maestra, según el espíritu de san Pablo, la Familia Paulina: «trabaja en propagar la buena noticia»106 [2Tim 4,5].
Considerar el río de verdades:
1) Padres y doctores - 2) escritores eminentes - 3) La Familia Paulina a servicio de la verdad con la prensa.
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62. «SERVI VERITATIS»107
1. Doctores de la Iglesia. Son escritores eclesiásticos eminentes por doctrina ortodoxa y santidad, aprobados expresa o implícitamente por la Iglesia. Si a estas tres dotes se añade una cuarta, es decir la antigüedad, toman el nombre de doctores o padres. Son unos 28.
Doctores-padres son los ocho mayores, cuatro de la Iglesia occidental: Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Gregorio Magno; y cuatro de la Iglesia oriental: Atanasio, Basilio, Gregorio Nacianceno, Juan Crisóstomo.
También se encuentran entre los doctores-padres: Efrén, León Magno, Hilario, Cirilo de Alejandría, Cirilo de Jerusalén, Pedro Crisólogo, Juan Damasceno, Isidoro [de Sevilla] español.
Después de la edad patrística tenemos: Beda el Venerable, Bernardo, Pedro Damián, Tomás de Aquino, Buenaventura, Anselmo, Alfonso María de Ligorio, Francisco de Sales, Pedro Canisio, Juan de la Cruz, Roberto Belarmino, Alberto Magno.
La misa de los doctores comienza con las palabras: «En la asamblea le da la palabra, el Señor le llena de espíritu de sabiduría e inteligencia, le viste con un traje de honor» (cf. Sir 15,5).
Hay luego hombres menos insignes, pero que también han ilustrado la doctrina de la Iglesia con escritos de valor para darnos a conocer el pensamiento católico de los distintos tiempos.108
[...]
En la Familia Paulina, veneramos entre los doctores especialmente: a santo Tomás de Aquino por la filosofía, a san Agustín por la teología, a san Bernardo por la mariología, a san Alberto Magno por las ciencias naturales, a san Juan de la Cruz por la mística, a san Gregorio Magno por la pastoral, a san Alfonso M. de Ligorio por la moral, a san Francisco de Sales por la ascética.
2. La Familia Paulina al servicio de la verdad. «Conságralos con la verdad» (Jn 17,17).
La Familia Paulina está comprometida en el campo catequístico. El catecismo es el libro más editado y difundido, desde nuestro primer día de vida, pues en primer lugar está la predicación, empezando por la más sencilla y divino-apostólica, o sea el catecismo.
Son bien conocidos los textos catequísticos, por cursos, redactados por el Primer Maestro, ilustrados y editados por las Hijas de San Pablo...
También se han preparado y difundido los cortometrajes catequísticos, en varias lenguas. Asimismo las filminas de Biblia, Liturgia y Evangelio. Igualmente los cuadernos catequísticos, álbumes y otro material.
Se han hecho semanas catequísticas, encuentros y guías, y la revista catequística. [...]
En el campo bíblico, recordemos ante todo la Nueva versión de la Biblia a partir de los textos originales. Del P. Robaldo hay que señalar las numerosas ediciones del Evangelio: El Evangelio de la juventud; El Evangelio de la madre educadora; El Evangelio de las familias; El Evangelio del trabajador; El Evangelio diario. [...]
De liturgia han salido las numerosas ediciones del Misal diario y del Misal festivo... Entre las obras de formación litúrgica, señalamos la traducción de la monumental obra de Guéranger: El año litúrgico, en cinco volúmenes... En la Casa Madre está en curso de impresión la Enciclopedia litúrgica. [...]
En teología pastoral, reseñamos la colección Pastoral, comenzada bajo la dirección del Primer Maestro. Comprende tres secciones: a) Magisterium, explicación del Credo y de las verdades dogmático-morales; b) Ministerium, la Sacramentaria y la Liturgia; c) Régimen, que afronta los problemas de la práctica pastoral. [...]
En la Patrística, hay que señalar ante todo la benemérita colección La flor y nata de los Santos Padres y de los escritores eclesiásticos, preparada por las Hijas de San Pablo, con 53 títulos que van aumentando poco a poco con nuevos volúmenes. [...]
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63. «VERBA MEA NON TRANSIBUNT»109
«La sabiduría... al justo le condujo por sendas llanas, le mostró el Reino de Dios y le dio a conocer lo santo; dio éxito a sus tareas e hizo fecundos sus trabajos; le protegió contra la codicia de los explotadores y le enriqueció; le defendió de sus enemigos y le puso a salvo de asechanzas; le dio la victoria en la dura batalla para que supiera que la piedad es más fuerte que nada» (Sab 10,10-12).
A veces se ven hechos inexplicables, si se los considera superficialmente; pero bien explicables, si se los profundiza según la fe.
Hombres pobres de todo: de prestigio, de poder, ciencia, dinero, habilidad para las iniciativas, protección humana, salud... y que sin embargo han movido el mundo: san Francisco de Asís, san Benito, san Ignacio de Loyola, san Juan Bosco, san José Benito Cottolengo, santa Teresa de Jesús, los doce Apóstoles y tantos otros. Y, en cambio, hombres dotados de muchos bienes y dotes internas y externas, poderosos en su posición social y en su prestigio... que se han quedado como árboles llenos de hojas y flores pero sin fruto, pues no han ejercido un influjo social saludable, no han dejado obras vitales; acabaron decepcionados y decepcionando.
¿Cuál es la explicación? Difícil y fácil a la vez, bajo diversos aspectos; los primeros, guiados por pensamientos humildes, y llenos de fe; los otros, orgullosos de mente y fiados del propio valor... «Unos confían en sus carros, otros en su caballería; nosotros invocamos el nombre del Señor Dios nuestro» [Sal 20(19),8]. Ejemplos: Goliat y David; Napoleón y Pío VII; los verdaderos reformadores y los herejes. Con los humildes de mente y de corazón Dios abunda en gracias; a los orgullosos de mente y de corazón les resiste. «La fidelidad del Señor dura por siempre»;110 ¡ni una iota caerá!
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64. «PURIFICA, DOMINE, MENTES BENIGNUS ET RENOVA»111
Nada está más sometido a tentaciones, malentendidos, desviaciones y falsificaciones que la devoción o trabajo de santificación.
No se falsifican los billetes de una lira, ordinariamente, sino los más grandes. Así es también la obra del diablo. Por eso hay libros que pretenden enseñar los caminos de Dios y sería un favor quemarlos. El camino de Dios es sencillo y altísimo; Jesucristo en su catequesis lo ha reducido al máximo de simplicidad para llevarlo a la máxima facilidad: cualquier campesino puede entenderlo y seguirlo. Y todo hombre, aunque fuera el más docto, encontrará siempre en él cosas que superan la propia inteligencia.
En primer lugar, pues, ¡cuida tu mente; ama al Señor con tu mente! Piedad ante todo sensata, procedente de la razón y de los dogmas. «Quiero rezar llevado del Espíritu, pero rezar también con la inteligencia; quiero cantar llevado del Espíritu, pero cantar también con la inteligencia» [1Cor 14,15].
La piedad que no nace de la fe no dura; sin la instrucción religiosa y la fe no habrá virtud. Están en el mismo plano sobrenatural fe, esperanza, caridad, piedad; pero la raíz es la fe, ella hará la planta robusta, con abundancia de frutos.
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65. ESTUDIO
«Señor, dame la sabiduría entronizada junto a ti» [Sab 9,4]. Así rezaba Salomón. El saber no es sólo necesario para conseguir una posición, sino también para elevar la vida.
Hay que llevar a cabo un estudio determinado, un programa claro aun en los particulares, una enseñanza metódica y exámenes según las reglas.
Al joven le impresiona todo cuanto le rodea; su fantasía le arrastra, casi le domina; la reflexión le cuesta mucho sacrificio; ama la libertad, el deporte, los entretenimientos, el juego, los espectáculos.
Educarle a un estudio serio, especialmente en las materias que más inducen a la reflexión (como el latín, las matemáticas, la filosofía etc.) entraña gran dificultad, pero es de gran mérito y utilísimo para la vida.
La escuela es un templo si quien enseña comprende que es maestro, y el alumno que debe educarse, no sólo instruirse.
Entre un maestro modelado en el Maestro divino y el alumno dócil se establecerá, poco a poco, una colaboración ventajosa para el escolar, una relación tan cordial que será superior, en los institutos religiosos, a la de padre e hijo, aun siendo ésta tan sagrada.
El buen maestro es un oculto bienhechor, a menudo desatendido, pero muy benemérito de la humanidad; y lo es tanto más en un instituto religioso quien ejerce esta parte delicadísima y necesaria.
Comenzar un buen periódico, construir una parroquia, abrir un cine educativo, proporcionar espectáculos televisivos y transmisiones de radio sanas y formativas... son obras que equivalen a una buena escuela y, en gran medida, «cosas que harán cerrar muchas cárceles».
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66. EL CONTROL
«Lava las impurezas de la mente». El control de nuestros pensamientos se hace vigilando las vías de acceso, e impidiendo que alguno de ellos se imponga sin un consentimiento consciente y actual. Cosa difícil: 1) porque requiere atención continua; 2) porque algunos pensamientos se introducen sin que nadie les llame y rehúsan marcharse aunque se les mande; 3) porque, si marchan, vuelven casi a hurtadillas; 4) porque tal vez tienen ya dominada la imaginación, el corazón y la razón misma; 5) porque la mente es delicada y un control quizás improviso o violento es dañino para el organismo y para el propio equilibrio de la mente.
El esfuerzo de no ser orgullosos, no nos hará humildes; la humildad es algo vital y positivo, no sólo ausencia de orgullo.
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67. MÉTODO SEGURO
Es el positivo: «Vence al mal a fuerza de bien» (cf. Rom 12,21); o sea, nutrir pensamientos de verdad, de orden, de rectitud hacia Dios, el prójimo, nosotros mismos, respecto al pasado, presente y futuro.
Si la mente está llena de bien, se vaciará del mal, así como para sacar el aire de la botella basta introducir agua. Nada se consigue queriendo expulsar la oscuridad de una habitación a base de agitar o sacudir una escoba o una toalla; introducid, en cambio, una lámpara encendida y las tinieblas desaparecerán enseguida.
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68. LA COMUNIÓN
«Mens impletur gratia».112 La comunión sea completa, unión de cuerpo y de corazón, unión de voluntad y de mente: pensar como Jesús, razonar inspirados por la fe, juzgar según la mente divina, sea en lo natural, sea en lo sobrenatural. «La acción del don celeste, Señor, tome posesión de nuestras mentes y de nuestros cuerpos».113
La fe es unificante y transformante. Nos une a Dios, verdad infinita, haciéndonos entrar en comunión con el pensamiento divino, en vistas de conocer a Dios como él se ha revelado en la creación y en la encarnación del Hijo. «Por la fe, la luz de Dios se hace luz nuestra; la sabiduría de Dios, sabiduría nuestra; la ciencia de Dios ciencia nuestra; la mente de Dios mente nuestra; la vida de Dios vida nuestra» (Gay).114
Hay una virginidad de mente y de fe, que se guarda como la pureza de los sentidos.
No basta una comunión sólo de cuerpo o sólo de corazón o sólo de voluntad, sino en primer lugar de mente; hemos de unirnos con nuestra más noble facultad a la mente de Jesús, para tener con él una sola mentalidad. «Es el ser superior el que asimila al inferior».115 «Señor, llénanos de tu luz», pide la Liturgia.
La primera parte de la redención obrada por Jesucristo concierne a la mente: predicó su Evangelio. Esta redención se aplica a cada uno que, detestando toda falsedad, se hace semejante a Jesucristo en la mentalidad. Ello es fruto de nuestra comunicación con él. En la comunión Jesús sana también las enfermedades de la mente: «Surga resanada la mente», para vencer la ignorancia, la irreflexión, la negligencia, la torpeza, la superstición, el prejuicio, etc. Jesús pensará dentro de nosotros: «Cristo vive en mí» [Gál 2,20]. Y bien, la vida intelectual es la primera y más necesaria.
Los actos de preparación y agradecimiento son:
1)?Adorar a Jesús, Verdad, Camino y Vida, presente en el altar; por tanto el acto de fe y la aceptación del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia, con la condena de toda doctrina contraria;
2)?detestar cualquier pensamiento y acto contra la fe, las virtudes cristianas y religiosas, haciendo también propósitos de imitar a Jesucristo;
3)?confianza y esperanza en obtener un amor más vivo a Jesucristo, al Evangelio, a la Iglesia; esperanza de obtener el verdadero celo por la gloria de Dios y por las almas.
Si sólo se excitase en nosotros el amor, o la imitación de Jesucristo, nuestra comunión no sería integral, y se obtendrían menores frutos.
Hay que inculcar la comunión integral, para que, como ruega la Iglesia, «aproveche para defensa de alma y cuerpo».116
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69. EXAMEN DE CONCIENCIA, CONFESIÓN, DIRECCIÓN ESPIRITUAL
«Le alimentará con pan de sensatez y le dará a beber agua de prudencia» (Sir 15,3). Examinémonos sobre los pensamientos... confesemos los pensamientos... hagámonos dirigir en cuanto a pensamientos... El examen y la acusación acerca de los pensamientos deben preceder.
La formación de una recta mentalidad es la primera parte en la dirección de las almas y en la formación del joven y del carácter del cristiano.
Jesucristo invitaba frecuentemente a vigilar sobre el interior: faltas de verdadera caridad, de humildad, de piedad... ¿No es la santificación de la mente y del corazón la parte sustancial en el discurso de la montaña, y de los discursos recogidos en los varios evangelistas, especialmente en san Juan? «Caiga el reato de la mente» (Liturgia).
Se dan contradicciones: actos de humildad externa con orgullo de la mente; de sumisión con el espíritu de rebelión; de cortesía con el rencor; presentarse ayunos y comer a escondidas; vida exteriormente austera y pensamientos torpes y fantasías deshonestas; rezar en plena calle en vez de hacerlo en el secreto de la habitación...
El superior, el confesor, el director espiritual no pretenden hacer hipócritas, ni obrar como policías, sino que quieren formar convicciones profundas, conversiones de mente, el verdadero religioso, el verdadero cristiano. Dirán, harán leer, salvarán de falsas ideologías, desmontarán la cabeza dominada de falsos conceptos...
«La esperanza no defrauda» [Rom 5,5]. El desaliento117 ¿es el resultado de pensamientos oscuros o de fracasos? De todos modos es la carcoma roedora, la ruina del ideal. Ahí hay que concentrar la lucha a toda costa, pues el enemigo trata de abatir los fundamentos del edificio. El peor demonio del infierno es el desaliento.
Hay motivos humanos y sobrenaturales para la confianza. El pasado, aun el más infeliz, puede ser elemento de construcción para un futuro luminoso; ejemplo, «el arte de sacar provecho de las propias culpas».118 «Todo coopera para el bien» [Rom 8,28] y se anota: «incluso los pecados».
«Esperanza, última diosa».119 [Este lema] es más verdadero para el cristiano.
Si se ha perdido una primera batalla, hay tiempo para ganar una nueva; quizás en esta misma vida; siempre para la eternidad. «Resurja ya la mente, cesando de yacer adormecida a tierra»120 (Liturgia).
¡Pensemos en Pedro! ¡Pensemos en Pablo! ¡Pensemos en Agustín! Pensemos en P. Cristóforo y el Innominado de Los novios.121 Pensemos en tantos literatos, soldados, artistas, estadistas, profesionales, educadores, etc.
Tenemos la gracia, tenemos la misericordia de María, tenemos la confesión, tenemos al Ángel custodio; hay siempre alguna persona que el Señor ha mandado en nuestro camino, con quien confiarse... Y aun cuando todo parece oscuridad... en un coloquio íntimo con Jesús reaparece la luz, retorna la fuerza... «En él está nuestra salvación, vida y resurrección».122
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70. VISITA AL SMO. SACRAMENTO
Para el apóstol, la visita al Smo. Sacramento es como una audiencia, una clase escolar, donde el discípulo o el ministro se entretiene con el divino Maestro.
Muchos son los métodos propuestos para obtener de esta práctica los mayores frutos. Es muy conveniente el indicado en honor de Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida.
Según este método la visita se divide en tres partes de igual duración. Recordamos aquí la primera parte, un ejercicio de amor de Dios, hecho con toda la mente y con una triple finalidad:
1) Considerar y honrar, en Jesucristo y con Jesucristo, a Dios, suma y esencial Verdad.
2) Resumir, aclarar y unificar en el servicio de Dios todos los conocimientos naturales y sobrenaturales adquiridos en la formación intelectual, espiritual y pastoral.
3) Impetrar que todos los hombres lleguen a la luz de la verdad, según cuanto dice el Evangelio: «Esta es la vida definitiva, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, conociendo a tu enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
En esta primera parte la mente tiene ocasión de condenar el error, de profundizar las divinas verdades y consolidar la fe.
En el libro de nuestras Oraciones se dice que esta primera parte es «para obtener aumento de fe y de ciencia espiritual; a) se canta o reza el Sanctus; b) se hace el acto de dolor; c) sigue una lectura espiritual, preferiblemente del Evangelio o las Cartas de san Pablo; d) siguen reflexiones y oración, por ejemplo algún misterio gozoso, el Credo, En el principio ya existía la Palabra, Lux una,123 etc.».
Las otras dos partes dependen de la primera, y miran al amor de Dios con todas las fuerzas y todo el corazón.
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71. LA MEDITACIÓN
Tiene siempre una parte que concierne a la mente, o recordando verdades y hechos edificantes, o leyendo, o escuchando instrucciones útiles al alma. En efecto se la define «una elevación y aplicación del alma a Dios para cumplir actos a él debidos y hacernos mejores». A los incipientes124 se les aconseja cómo encaminarse a la lectura meditada, por ejemplo sobre la Imitación de Cristo, el Combate espiritual,125 el Evangelio.
Hay muchos métodos indicados para meditar; pero lo principal consiste en «consideraciones para convencernos de la necesidad o de la grandísima utilidad de la virtud que se desea adquirir; o de grabarnos en la mente una verdad-guía, una idea-fuerza».
A la inteligencia concierne procurar las profundas convicciones que serán a la vez guía y estímulo para la voluntad. Son las convicciones aptas a mover la voluntad para elegir lo que es conforme a la voluntad de Dios. Pueden compendiarse así: mi fin es Dios, y Jesús la vía a seguir para llegar a él; todo tengo que hacerlo por Dios en unión con Jesucristo; un solo obstáculo se opone a mi fin y es el pecado; debo pues evitarlo; y si tuve la desgracia de | cometerlo, he de repararlo enseguida; un solo medio es necesario y suficiente para esquivar el pecado: hacer siempre la voluntad de Dios; debo pues tratar continuamente de conocerla y adecuarme a ella. Para lograrlo, repetiré a menudo la palabra de san Pablo en el momento de la conversión: «¿Qué debo hacer, Señor?» [He 22,10]. Y en el examen de la noche deploraré mis faltas.
La persona sensata tiene siempre presentes en el alma los propósitos y el programa de su vida y del año, y concluye siempre respecto a tales pensamientos y decisiones: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor» [Sal 119(118),105].
Los métodos enseñados por los santos son varios, pero convienen sustancialmente en estos principios:
1) La meditación tiene el fin de excitar la voluntad a arrepentirse del mal y formular propósitos eficaces para el porvenir. Consta de ejercicios de la mente, del corazón, de piedad y de voluntad.126
2) Hay que partir, pues, de la mente: recordar máximas, hechos, verdades; leyendo y escuchando; llegando a pensamientos claros y a hondas convicciones, sobre las que se asentarán sentimientos buenos y resoluciones fuertes.
3) Jesús obrará por medio del Espíritu Santo: «Infunde benigno en nuestras mentes el Espíritu Santo, por cuya sapiencia fuimos creados y por cuya providencia somos gobernados» (Liturgia).127
4) María es Maestra y Madre de las santas meditaciones. «María... conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» [Lc 2,19].
Oremos con la Iglesia: «Padre..., aleja propicio de nosotros toda adversidad, para que, libres en el alma y en el cuerpo, nos dediquemos con libertad de espíritu a tu servicio».128
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72. LA SANTA MISA
En ella encontramos el sacrificio y la comunión; pero la primera parte es didáctica o instructiva: epístola y evangelio que concluyen en el acto de fe con el Credo. El fiel, siguiendo el misal, puede conocer la enseñanza y la verdad que deben de profesarse y recordarse y meditarse en el curso de la jornada.
Los domingos, el sacerdote hace la lectura del Evangelio al pueblo, y en muchas misas también un comentario o explicación. Así la Iglesia parte el pan del espíritu. «No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que Dios vaya diciendo» [cf. Mt 4,4].
Demasiadas misas se escuchan sin la parte de la inteligencia; por eso no dan más fruto que el participar en una procesión; faltando el amor de la mente, será bien difícil el amor del corazón y de la voluntad.
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73. «UNA SIT FIDES MENTIUM ET PÍETAS ACTIONUM»129
Equilibrio. Hay una doble restauración, redención, reunificación: la humana y la divina.
La mente sea disciplinada: piense la verdad; el corazón sea incitado a amarla; la voluntad halle allanada la senda recta. Cometido de la vida cristiana es secundar en el alma la obra del Maestro divino, que repara el engaño del demonio tentador de Eva. Filosofía y arte se asocien.
La educación hecha con sensatez y amor forme al hombre de carácter.
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... y con toda tu mente» [cf. Lc 10,27].
Un amor ininteligente es cosa necia, acumula ruinas; una inteligencia abstracta y fría es casi prácticamente ineficaz, acumula remordimientos y aflicciones.
Equilibrio, pues; es preciso que mente y corazón se desarrollen en armonía para sostener la voluntad, como dos piernas que deben llevar el cuerpo. El corazón dará entonces un buen aporte a la mente, pues muchas cosas se revelan y descubren por el amor. «El poeta nos da una revelación que la ciencia completamente ignora».
El amor abre los ojos: «Quien no ama no conoce». «Le reconocieron al partir el pan» [Lc 24,35]. Almas que santamente han amado, ¡cuánto han aprendido! Ejemplos: santa María Magdalena, santa Teresa, san Francisco de Sales, san Pío X.
Análogamente, quien vive la vida del corazón descuidando la inteligencia, no llega al goce más alto de los afectos. Hay, sí, un amor intelectual que nace, por ejemplo, de contemplar la naturaleza como en san Francisco de Asís, o la obra divina como en san Francisco de Sales. Un científico que sea a la vez poeta será equilibrado. ¡Cuántos científicos sin poesía y piedad tienen vida infeliz!
¿Qué sería de un aspirante al sacerdocio que no conservara el equilibrio entre cultura de la mente y gobierno del corazón?
Es necesario, pues, desarrollar el lado de que adolecemos: excitar el corazón a amar lo que conocemos; o acrecer el conocimiento de lo que amamos, para que la mente refleje más perfectamente, como un terso espejo, la verdad.
Ha habido hombres de fe y de grandes ideales, cuyo corazón les coloreó y caldeó de un amor fuerte como la muerte: san Juan Bosco, san Juan Batista de La Salle, san José Benito Cottolengo, san Ignacio de Loyola, Dante, san Francisco Javier, san Pedro Claver, santa [Francisca] Cabrini, san Pío X, el beato Angélico, Manzoni, Marconi, etc.
El hombre recto y el santo recogen estos miembros dispersos, y en Cristo reconstituyen el hombre nuevo y también la sociedad, según la creación; reconstruyen más hermoso un edificio que había sido arruinado por el pecado: así tenemos la restauración. «Omnia instaurare in Christo».130
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74. «SOLITUDO MENTIS»131
Hay que cuidar el habitual recogimiento y aplicación a lo nuestro: deberes, estudios, oficios, ministerios, conversaciones, etc.
Recogimiento en la oración, ocupándonos de Dios y de nuestra alma, según la invocación: «Purifica mi corazón de todo pensamiento vano, perverso y extraño».132
Recogimiento en el estudio: escoger bien, entender bien, con sagacidad fijar en la memoria, disponerse a comunicar con gracia; según el aviso de san Pablo: «Preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar» [1Tim 4,13].
En cualquier apostolado y en la conducta habitual, dice Pío XII en la encíclica Sacra Virgínitas, «no ceder nunca, ni siquiera con el pensamiento, al pecado».
«La fuga de los peligros no consiste sólo en alejar las ocasiones externas (ejemplo, dejar el mundo), sino sobre todo en elevar la mente, cuando somos tentados».
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75. «SOLLÍCITE CURA TEIPSUM»133
Pío XII añade: «Todos los santos y santas han considerado siempre la fuga y la atenta vigilancia para alejar con diligencia toda ocasión de pecado como el medio mejor de vencer en esta materia. Pero hoy parece que no todos piensen así. Algunos sostienen que todos los cristianos, y sobre todo los sacerdotes, no deben estar segregados del mundo, como en tiempos pasados, sino ser presentados al mundo y, por tanto, es necesario ponerles al desbarate y exponer al riesgo su castidad, a fin que demuestren si tienen o no la fuerza de resistir. Por tanto los jóvenes clérigos han de verlo todo, para acostumbrarse a mirarlo tranquilamente y hacerse así insensibles a cualquier perturbación. Por eso les permiten fácilmente mirar cuanto sucede, sin regla alguna de modestia; frecuentar los cines, incluso cuando se trata de películas prohibidas por los censores eclesiásticos; hojear cualquier revista, aunque sea obscena; leer todo tipo de novelas, aun las inscritas en el Índice o prohibidas por la misma ley natural. Y conceden esto porque dicen que las masas de hoy viven ya únicamente de tales espectáculos y de tales libros; y quien quiera ayudarlas, tiene que entender su modo de pensar y de ver. Pero es fácil comprender lo errado y peligroso de este sistema de educar al joven clero para guiarle a la santidad de su estado. El que ama el peligro perecerá en él (Sir 3,25/26). Cae oportuno el aviso de san Agustín: No digas tener alma pura, si tienes ojos inmodestos, pues el ojo inmodesto es indicio de corazón impuro.
»Un método de formación tan funesto se apoya en un razonamiento muy confuso. Jesucristo dijo de sus Apóstoles: Yo les he mandado al mundo; pero antes había dicho: Ellos no son del mundo; como tampoco yo soy del mundo, y había orado con estas palabras a su Padre divino: No te pido que les saques del mundo, sino que les libres del mal. Así pues, la Iglesia, guiada por esos mismos principios, ha establecido normas oportunas y sensatas para alejar a los sacerdotes de los peligros en que fácilmente pueden caer viviendo en el mundo; con tales normas la santidad de su vida queda suficientemente al reparo de las agitaciones y de los placeres de la vida laical.
»Con más razón aún los jóvenes clérigos, para ser formados en la vida espiritual y en la perfección sacerdotal y religiosa, tienen que estar segregados del tumulto secular, antes de ser introducidos en la lucha de la vida; permanezcan pues largo tiempo en el seminario o en el escolasticado para recibir una educación diligente y esmerada, aprendiendo poco a la vez y con prudencia a tomar contacto con los problemas de nuestro tiempo, conforme a cuanto escribimos en nuestra exhortación apostólica Menti Nostræ (1950)».
Por lo demás, vale la palabra de san Pablo respecto a los pensamientos: «Todo lo que sea verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo limpio, todo lo estimable, todo lo de buena fama, cualquier virtud o mérito que haya, eso tenedlo por vuestro (sea objeto de vuestros pensamientos)» [Flp 4,8].
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1 Can. F. CHIESA, La Llave de la vida, Pía Sociedad de San Pablo, Alba-Roma 1927.
2 Can. F. CHIESA, Jesús Maestro, Pía Sociedad de San Pablo, Alba-Roma 1926.
3 Can. F. CHIESA, Pensarci su [“Para pensar”; literalmente: no dejar de pensar en algo o en alguien], Alba 1939.
4 Can. F. CHIESA, Lectiones theologiæ dogmáticæ recentiori mentalitati et necessitati accomodatæ, vol. III, Tractatus de Deo Spíritu Sancto, Alba 1930.
5 Señalamos sobre todo: Formación del joven, Venecia 1933; El carácter del joven, Venecia 1935; El educador espiritual del joven, Venecia 1938; Cristo y el joven, Venecia 1940. [También en español, con títulos parecidos, circularon abundantemente las obras del referido autor en las décadas de 1940-1950].
6 A. TANQUEREY, Compendio de Teología ascética y mística, Roma-Tournai-París 1927. [Hubo varias ediciones en español].
1 En el original: "Mentes nostras quæsumus, Dómine, Spíritus illúminet, et inducat in omnem, sicut tuus promisit Filius, veritatem" (Liturgia). Cf. Misal Romano, colecta del Miércoles de las Cuatro Témporas de Pentecostés.
2 Entre la invocación al Espíritu, que precede, y el elogio de la Sabiduría, que sigue, el P. Alberione introduce esta célebre máxima, que resalta la potencia y los efectos del pensamiento.
3 FRANCESCO PETRARCA, Canción a la Virgen.
4 Recuérdese que “impugnar” significa combatir, luchar. “Impugnar la verdad conocida" era, en el Catecismo de Pío X, uno de los pecados contra el Espíritu Santo.
5 «Fides est humanæ salutis initium, fundamentum et radix totíus justificationis» (Concilio de Trento, Ses. VI, cap. 8).
6 Títulos contenidos en las medievales Litaniæ Sanctíssimi Nóminis Jesu.
7 «Sabemos que has venido de parte de Dios como maestro» (Jn 3,2).
8 Alude respectivamente al libro del Génesis y al autor del Apocalipsis.
9 En el original “plebs Christi”.
10 «La fidelidad [del Señor] dura por siempre» (Sal 117 [116],2).
11 Cf. Rom 12,1. Las nuevas versiones traducen: «vuestro culto auténtico».
12 Lc 21,28: «Alzad la cabeza».
13 Original latino: «Príus te oportet crédere, ut póstea per fidem Deum merearis aspícere» (S. AGUSTÍN, En. in Ps. 65).
14 «Luz beatífica». Expresión tomista: «...Est etiam quaedam beatorum in patria ad quam elevatur intellectus per lumen gloriæ, videns Deum per essentiam, inquantum est objectum beatitúdinis...» (STO. TOMÁS, Expositio super Isaíam..., cap. 1, l. 1).
15 Palabra del Padre.
16 DANTE ALIGHIERI, La Divina Comedia. Paraíso, XXXIII, 115ss.
17 Ef 4,8: «Dios dones a los hombres».
18 Concilio de Trento, Ses. VI, Can. 3 sobre la justificación.
19 «Lo que era óptimo, una vez corrompido se hace pésimo»: expresión de Cicerón, repetida por Gregorio Magno.
20 La metáfora de las “dos vías” es frecuente en la literatura bíblica y cristiana (cf. Dt 30,19; Sir 15,17; Didaké I,1-6).
21 «En todas las cosas mira al fin», expresión tomada de la Régula monachorum de san Benito, repetida en la Imitación de Cristo, lib. I, cap. XXIV, n. 1.
22 Se alude al axioma de la metafísica aristotélico-tomista, que plantea una equivalencia o reversibilidad entre las categorías fundamentales del ser: «Ens et Verum convertuntur; Ens et Bonum convertuntur; Ens et Pulchrum convertuntur».
23 DANTE ALIGHIERI, La Divina Comedia. Paraíso, XXX, 40.
24 «Del corazón salen las malas ideas..., las malas intenciones...» [cf. Mt 15,19; Mc 7,21].
25 Léase a este propósito el libro del científico ANTONINO ZICHICHI, Por qué creo en quien ha hecho el mundo. Entre fe y ciencia, Il Saggiatore, Milán 1999.
26 Mt 11,12: «Se usa la violencia contra el reinado de Dios».
27 Cf. Ef 4,13: «in virum perfectum» [la edad adulta].
28 «Iba adelantando», dicho de Jesús adolescente (Lc 2,52) como del pequeño Samuel (1Sam 2,28).
29 Probable lectura más correcta: movilidad.
30 Título de la célebre obra del abad trapense Juan Bautista Chautard.
31 «Alimentar la llama»: en sentido ideal ha pasado a ser el lema de numerosas asociaciones o iniciativas de diverso género.
32 «Cambiad vuestra actitud mental» (Ef 4,23).
33 En el lenguaje corriente de la filosofía moral y de la ascética: Hábitos (costumbres) virtuosos.
34 S. AGUSTÍN, Ep. 190.
35 «Secundum quamdam connaturalitatem...» (STO. TOMÁS, Super Sententiis, lib. III, d. 26. - Fuente inmediata, A. TANQUEREY, Compendio de Teología..., o.c., parte II, lib. III: Vía unitiva).
36 1Tim 4,13.16: «Preocúpate de ti... y de la lectura pública».
37 B. Contardo Ferrini (Milán 1859-1902), jurista e historiador de Derecho romano. «Hombre de profunda religiosidad y de santa vida».
38 Alejandro Manzoni (Milán 1785-1873), literato, historiador y hombre político, convertido de descreído a apologista de la fe católica. Son célebres algunas obras suyas: Los novios, Adelchi, Himnos sacros y Observaciones sobre la Moral católica. Fue senador del Reino de Italia.
39 Antonio Rosmini (1797-1855), sacerdote trentino, filósofo, animador de círculos culturales católicos y fundador de una congregación religiosa. Amigo y consejero de hombres políticos, venerado amigo de Manzoni y autor de una célebre propuesta de reforma eclesial: De las cinco llagas de la Santa Iglesia.
40 Ruggero Bonghi (1821-1895), literato y hombre político napolitano. Amigo de Rosmini y Manzoni, de quienes compartía los ideales, colaboró con ambos a una conciliación entre el Reino de Italia y la Santa Sede. Autor de una Vida de Jesús (1890) e historiador de los papas Pío IX y León XIII.
41 Joseph Claude Récamier (Ain 1774, París 1852), famoso médico, considerado el fundador de la ginecología. Miembro de la Académie de Médecine (1820), sucesor de Lennec en el Collège de France (1826). En un ambiente científico hostil a la fe, Récamier dio fuerte testimonio cristiano, comprometiéndose totalmente con los pobres. El P. Alberione, en el libro Es necesario orar siempre (Alba-Roma 1940, pp. 284-285), recoge una afirmación del ilustre médico sobre la potencia del Rosario.
42 Condición indispensable, sin la cual no [se realiza nada].
43 Moralmente indiferentes, no en el sentido peyorativo de “privadas de moralidad”.
44 Título del conocido libro del abad Columba Marmion.
45 Otro título de E. Neubert, compendio de espiritualidad mariana del P. Chaminade.
46 Libro ya mencionado del abad Chautard.
47 Serie de textos evangélicos ya citados.
48 «Dios no ha faltado a su palabra» (Rom 9,6).
49 «Me rompo pero no me doblo»: expresión de la retórica romana sobre el honor viril, asumida por muchos personajes como lema de lealtad política.
50 Del poema Los Triunfos: Triumphus æternitatis, 45-48.
51 “Demonio meridiano”: expresión tomada del salmo 91(90): “no temerás... al demonio meridiano”, hoy traducido con “la epidemia que devasta a mediodía”. La frase se usa para indicar una dura prueba de fe, que normalmente cae hacia los cuarenta años, con la que uno se siente llamado a hacer o confirmar con más decisión su opción por Dios.
52 Célebre dicho pedagógico, citado a menudo y comentado por el Can. F. Chiesa (cf. Jesús Maestro, Alba 1926, pp. 214-215) y muy del gusto del P. Alberione.
53 «Animalis homo» (1Cor 2,14). Las nuevas versiones suelen traducir: «el hombre natural (o el hombre de tejas abajo) no comprende (o no acepta) la manera de ser del Espíritu de Dios».
54 Dicho atribuido a san Paciano (320-390), obispo de Barcelona.
55 «Mi Dios y mi todo», frase atribuida a san Francisco de Asís.
56 «Yo mísero, ¿qué podré decir entonces?», de la secuencia Dies iræ, de fray Tomás de Celano.
57 «Si estos y aquellos, o aquellas [pudieron creer], ¿por qué no yo?», interrogante de san Agustín.
58 «¿Qué me sirve esto para la eternidad?», lema atribuido a san Bernardo.
59 Testimonio autobiográfico del P. Alberione: «El evangelio, que ha llevado consigo durante 32 años, ha sido una oración eficaz» (Abundantes divitiæ, 145).
60 Invocaciones de la liturgia romana, al principio o a conclusión de lecturas escriturísticas. Respectivamente: «El Hijo de Dios nos enseñe las palabras del santo Evangelio»; «Los dichos del Evangelio borren nuestros pecados»; «La lectura evangélica sea para nosotros salud y protección».
61 En el original: «In ómnibus opéribus tuis memorare novíssima tua et in æternum non peccabis».
62 Iguala médica: asistencia sanitaria concertada en una determinada circunscripción.
63 Deber de estado: obligación moral conexa a la condición de vida; actualmente suele decirse deber “profesional”.
64 “Sacra Virgínitas”: encíclica de Pío XII, publicada el 25 de marzo de 1954, sobre la virginidad consagrada.
65 En el original: «Deus qui multitúdinem gentium beati Pauli Apostoli prædicatione docuisti...» (Misal Romano, colecta de la Conversión de san Pablo).
66 Segundo fin, o fin especial, en referencia al primero (general), consistente en la «gloria de Dios y santificación de los miembros» (cf. Constituciones SSP, 1949, artt. 1-2).
67 Cf. Abundantes divitiæ, 2; Ut perfectus sit homo Dei, I, 11.43.
68 Referencia implícita a la hipótesis del obispo de Maguncia, Wilhelm von Ketteler (1811-1877), frecuentemente citada en los primeros decenios de la Familia Paulina: «Si san Pablo viviera hoy, se haría periodista».
69 En el texto citado de la Vulgata: «ut nosmetipsos formam daremus vobis...».
70 Imitación de Cristo (lib. I, cap. III, n. 3): «Todo lo ve unificado», o bien «Todo lo ve referido a una sola cosa».
71 Así en el original, pero probablemente haya que entender lectura (fácil confusión en italiano entre lettera [carta] y lettura).
72 HORACIO, Cármina, III, 1: «Odi profanum vulgus et arceo».
73 Henri Lacordaire (1802-1861), dominico, uno de los más conocidos oradores sagrados de su tiempo en Francia.
74 «Examínese cada uno a sí mismo» [1Cor 11,28].
75 Véase al respecto Abundantes divitiæ, 98 (reproducido por las Constituciones SSP, 1949, sobre el estudio).
76 Nótese que aquí el Autor usa el término “ideología” para indicar cultura, tradiciones religiosas, mentalidad en general.
77 Del latín: máximamente, en sumo grado.
78 En el original: «Ut ædíficent, et cáritas est...; ut ædificentur, et prudentia est».
79 En el original: «Sic adhibeatur scientia tanquam máchina quædam per quam structura caritatis assurgat» [Ep. 55,39].
80 Literalmente: «Fe que busca la inteligencia», es decir, que se apela a ésta y al estudio para entender también intelectualmente los contenidos de la revelación.
81 En el original: «Cogitatio stulti peccatum est».
82 Expresión típica de la pedagogía del P. Alberione, como el propósito por él sugerido, y adoptado por el joven aspirante Maggiorino Vigolungo: «Progresar un poquito cada día».
83 En italiano “partir de la gaveta”, que es el recipiente de aluminio en el que los soldados comían el rancho. En sentido figurado, significa encontrarse en condiciones ordinarias, no gozar de especiales privilegios.
84 Obviamente el verbo “impugnar” (del latín pugna, lucha) en el sentido de “combatir”.
85 Ver arriba, título nº. 42.
86 Cf. F. CHIESA, Pensarci su, Alba 1939 (ver arriba, nota 3).
87 Original: «Sine fide impossíbile est placere Deo» (Heb 11,6).
88 Cf. Oración para una buena muerte (primera versión) en Las oraciones de la Pía Sociedad de San Pablo, EP, Roma 1957. El P. Alberione subrayaba frecuentemente esta expresión, para invitar a hacerlo todo con “recta intención”.
89 «Tú [dedo de la derecha de Dios], irradia tus siete dones» (Himno de Pentecostés Veni Creator).
90 «Luz de los corazones» (Secuencia Veni Sancte Spíritus).
91 «Ven [oh Espíritu Creador], visita las mentes de tus fieles...» (Himno de Pentecostés).
92 Condigna, término técnico, equivale a adecuada.
93 Cf. Sal 50(49),14: «sacrificium laudis».
94 Leyenda ligada al Moisés de Miguel Ángel, esculpido para el monumento sepulcral de Julio II y situado ahora en la iglesia romana de San Pietro in Víncoli.
95 En las versiones actuales: «Apartad de mi vista vuestras malas acciones» (Is 1,16).
96 En el original: «Quis ut Deus?» según la tradición apócrifa.
97 «Tu palabra es verdad» (Jn 17,17).
98 En el original: «Tu (Christe) vera lux Coelestium, vultu sereno illúmina, mentisque somnum díscute».
99 Literalmente: «Caiga el reato de la mente».
100 Literalmente: «Excelencia, o superioridad, de la mente libre».
101 En el original: «Da nobis, Dómine, sanitatem mentis...» (Colecta del Común de la Virgen María).
102 «Mente sana en cuerpo sano» (Juvenal, Sátiras, X, 356).
103 «Por medio del Evangelio, soy yo quien os ha engendrado» (1Cor 4,15).
104 «La verdad de Cristo que está en mí» (2Cor 11,10).
105 «Columna y base de la verdad» (1Tim 3,15).
106 En el original: «opus fac evangelistæ».
107 «Servidores de la verdad».
108 Desde aquí hasta el título «Verba mea non transibunt», seguían en el “San Paolo” original y en la edición sucesiva, listas de nombres, autores y títulos de libros, tomados en gran parte de los manuales y de los catálogos paulinos del tiempo. Para los lectores de hoy ya no tienen particular significado. Nos ha parecido bien suprimirlos, pero conservando algunas indicaciones y valoraciones del Autor, que pueden ayudar a comprender su discurso.
109 «Mis palabras no pasarán» (Mc 13,31).
110 En el original: «Véritas Dómini manet in æternum» (Sal 117[116],2).
111 «Señor benigno, purifica y renueva nuestras mentes» (Colecta litúrgica).
112 «La mente se llena de gracia» (Antífona O sacrum convivium).
113 En el original: «Mentes nostras et córpora nostra possídeat, Dómine, doni cælestis operatio» (Oración de poscomunión).
114 Charles-Louis Gay (París 1815-1892), conocido predicador, teólogo del Concilio Vaticano I, autor de numerosos escritos de ascética y dogmática.
115 Cf. S. AGUSTÍN, Confesiones, VII, 10s.
116 Cf. la oración del sacerdote en preparación a la comunión.
117 Esta palabra, sujeto de la frase, falta en las precedentes redacciones, obviamente por un lapsus. Pero se deduce de la conclusión del período.
118 Cf. El arte de utilizar las propias culpas (según san Francisco de Sales), de G. Tissot, EP, Alba 1965
2 .
119 En el original: «Spes última dea», expresión de Publio Aurelio Stazio.
120 En el original: «Mens jam resurgat, tórpida non jacens humi».
121 Estos dos personajes de la novela manzoniana remiten a personajes históricos del siglo XVII lombardo, famosos por su conversión.
122 En el original: «In quo est salus, vita, resurrectio nostra» (Introito del Jueves santo).
123 «Lux una, Christe, méntibus» (Jesús, única luz del mundo), himno a Jesús Maestro, Ego sum Véritas.
124 Incipientes, término algo arcaico en vez de “principiantes”.
125 Obra del P. Lorenzo Scúpoli, teatino, nacido en Ótranto hacia 1530 y muerto en Nápoles el año 1610.
126 En la redacción del San Paolo: «Consta de ejercicios de mente, de corazón y piedad y de voluntad».
127 En el original: «Méntibus nostris... Spíritum Sanctum benignus infunde: cuius Sapientia cónditi sumus et Providentia gubernamur».
128 En el original: «...Deus, universa nobis adversantia propitiatus exclude; ut, mente et córpore páriter expediti, quæ tua sunt líberis méntibus exsequamur» (Colecta del Dom. XIX después de Pentecostés).
129 «Sea una sola la fe en las mentes y la piedad en las acciones» (Liturgia).
130 «Instaurare omnia in Christo»; en las nuevas versiones «Hacer la unidad del universo por medio de Cristo» (Ef 1,10). Fue el lema del papa Pío X para su pontificado.
131 «Soledad de la mente», expresión frecuente en la espiritualidad medieval, inspirada en san Gregorio Magno (In Job. 1,30, c. 12).
132 En el original: «Munda cor meum ab ómnibus vanis, perversis et alienis cogitatiónibus» (Oración con la que se comenzaba antes el rezo del Oficio divino).
133 Cf. 2Tim 2,15. Literalmente: «Ten atento cuidado de ti mismo». En las nuevas versiones: «Esfuérzate por que Dios te apruebe como a un obrero irreprensible».