Beato Santiago Alberione

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EL TRABAJO

Nota introductiva

Publicado en el San Paolo de enero de 1954, con el título «El trabajo en las Familias Paulinas», este opúsculo fue largamente meditado. Los pocos manuscritos autógrafos que hemos hallado, presentan correcciones e integraciones revelando una redacción no unitaria sino insistentemente retomada y ampliada en etapas.
La redacción sucesiva del texto, publicada en la recopilación
A las Familias Paulinas (San José 1954), lleva el título simplificado El trabajo, que adoptamos para este volumen.
Para una idea sumaria del
contenido, es suficiente pasar los siguientes subtítulos: Principios; Nobleza del trabajo; La educación al trabajo; En san Pablo apóstol; Laboriosidad y ociosidad; Beneficencia; Pobreza religiosa; La dote de los Paulinos; Enseñar el trabajo; Trabajo ordenado: dedicación y constancia; Utilizar el tiempo; Hacer bien las cosas; Sobrenaturalidad; Buena redacción, Trabajo técnico y Propaganda; Naturaleza del descanso; El Maestro y los maestros; Todos al trabajo; Fe. Varios temas tratados aquí, por ej. Pobreza y beneficencia, están presentes en el opúsculo La Providencia, cronológicamente anterior aunque nosotros lo pospongamos.
Algunas ideas del P. Alberione al respecto son anticipadoras del todo. El trabajo es tarea y gloria de todo ser humano; no es pena por el pecado; no indica inferioridad. «La inferioridad se da cuando entran el ocio, la pereza, la indolencia, la indiferencia, la tibieza, el
nihil agentes».
Para comprender la dignidad del trabajo, nada más iluminador que considerar el ejemplo de Jesús: «El misterio de Cristo-obrero nos parece más profundo que el misterio de la Pasión y Muerte. ¡Tantos años en el banco de carpintero!».
Para el paulino el trabajo es nobilísimo en cuanto apostolado. Nos hace instrumentos de Jesucristo, el Maestro que es Camino y Verdad y Vida. Adiestrar a los jóvenes aspirantes en el trabajo significa encaminarles no a una particular tarea técnica, sino a «conocer conjuntamente el progreso y la organización del apostolado».
En 1987, preparada por el P. Andrea Damino ssp, se publicó para las Ediciones del Archivo Histórico General F.P. (n. 13), una reedición esmerada del presente opúsculo:
El trabajo y la Providencia, con introducción histórica y notas. Se añadió un interesante apéndice: «El P. Alberione trabajaba y hacía trabajar» (pp. 53-67), con episodios y experiencia del propio redactor.
Nosotros diferimos el tratado sobre la Providencia a la sección sucesiva, como opúsculo a parte. Y en cambio al presente anexionamos un apéndice, también del P. Alberione, sobre María Reina del Trabajo, publicado por el P. Rosario Espósito en
Carissimi in San Paolo (pp. 1095-1096), como complemento del tema acerca del trabajo.
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EL TRABAJO

1. PRINCIPIOS

El trabajo es una actividad consciente para un determinado fin ventajoso. Dios creó el mundo en seis días, o épocas; y «descansó» el séptimo,1 es decir cesó sus obras ad extra:2 todo lo había hecho para su gloria.
El trabajo es vario según la actividad y las facultades que se ejercen: hay un trabajo intelectual (estudio, consejo), un trabajo interior (oración, elevación del espíritu), un trabajo espiritual (predicación, administración de los sacramentos), un trabajo moral (gobierno, asistencia), un trabajo manual (campesino, obrero); un trabajo del todo natural, un trabajo particularmente sobrenatural, etc. Pero siempre se dan estos dos elementos: actividad y fin útil.

* * *

El trabajo no es pena por el pecado; el pecado original añadió al trabajo sólo la fatiga: «Con el sudor de tu frente» [cf. Gén 3,19]. El hombre hubiera trabajado y trabajó también antes del pecado: «El Señor Dios tomó al hombre y le colocó en el parque de Edén, para que lo guardara y lo cultivara» (Gén 2,15).
«El hombre nace para el trabajo, como el pájaro para el vuelo» (Job 5,7).3
Toda fatiga, asociada a la Pasión de Jesucristo, deviene elemento de redención individual y social. Pasión en el sentido más amplio de «fatiga»: por ejemplo, unirse al trabajo del divino Obrero de Nazaret (san Juan Crisóstomo). Siempre decimos: «Os ofrezco todas mis acciones, oraciones y sufrimientos con las intenciones por las que Jesús se inmola en el altar».4
En el paraíso el hombre alcanzará el máximo de actividad, y participando de la actividad divina, el alma unida al cuerpo transformado por las dotes del cuerpo de Jesucristo resucitado, participa de la divina Naturaleza.
«Requiescant»5 no significa un deseo de ocio o de sueño; por ahora no entendemos aquel género de actividad, y san Pablo no dio explicaciones, porque somos incapaces de comprender: «Lo que ojo nunca vio ni oreja oyó ni hombre alguno ha imaginado, lo que Dios ha preparado para los que le aman» [1Cor 2,9].

* * *

El pecado no es trabajo. Aun siendo actividad, no tiene una finalidad ventajosa, no constituye trabajo: como el niño que rasgase los billetes de mil y los quemara para ver una llamarada.
La libertad no es licencia. El educador no puede liberar exteriormente al educando hasta que no haya forjado en él una personalidad capaz de obrar con responsabilidad y dignidad, o sea de ser útil a sí y al prójimo. El andamiaje de un sistema de educación o de un horario sirve provisionalmente para hacer una estructura: la construcción del hombre, del cristiano, del religioso, del sacerdote.

* * *

Pío XII en la Constitución apostólica Sponsa Christi dice: «Al trabajo, manual o | intelectual, están obligados todos, sin excluir a los hombres y mujeres que se dedican a la vida contemplativa, no sólo por ley natural sino también por un deber de penitencia y de satisfacción. El trabajo es además el medio común con que el alma se preserva de los peligros y se eleva a cosas más altas; el medio con el que nosotros, por deber, prestamos nuestra actividad a la divina Providencia, tanto en el orden natural como en el sobrenatural; el medio con el que se ejercen las obras de caridad».
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2. NOBLEZA DEL TRABAJO

¿Inferioridad? No es, cierto, la del obrero o del religioso que «ha escogido para sí la parte mejor» [Lc 10,42]; sino la del ocioso, aunque se «vistiera de púrpura y lino y banquetease todos los días espléndidamente» [cf. Lc 16,19]. La inferioridad se da cuando hay ocio, pereza, indolencia, indiferencia, tibieza, el «no hacer nada».
El cristianismo es la religión que eleva al hombre. En el concepto general de los antiguos, el trabajo, especialmente el manual, era considerado con desprecio, como indicio de inferioridad; de ahí [la discriminación entre] los dómini (los libres), y las res o instrumenta (esclavos). Conceptos de Platón, Aristóteles, Jenofonte, y hasta de Cicerón.6
El cristianismo revolucionó la mentalidad común y rehabilitó el trabajo. Todo el Evangelio se mueve en el mundo del trabajo. Es deber de todos; nadie, aunque sea rico, está dispensado: la parábola de los talentos lo demuestra; el trabajo es también medio de subsistencia al que corresponde un justo salario (Mt 10,10); el trabajo es un medio de elevación y de rescate (Jn 6,27).

* * *

El Padre celestial, teniendo piedad de la humanidad errante, quiso restaurarlo todo en Cristo. Y éste empezó por la familia y el trabajo.
El misterio de Cristo-obrero nos parece más profundo que el misterio de la Pasión y Muerte. ¡Tantos años en el banco de carpintero! «¿No es éste el hijo del carpintero?» [Mt 13,55]. «¿No es éste el carpintero?» [Mc 6,3]. El sudor de su frente en Nazaret no era menos redentivo que el sudor de sangre en Getsemaní.
Lo que hizo Jesús es la enseñanza más clara de todo lo que predicó.
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3. RAZONES DE NOBLEZA

El trabajo humano es tanto más noble cuanto más abundantes son estas condiciones:
1) Cuanto más es consciente, o sea intervienen la inteligencia, libertad, iniciativa: así la artesanía es superior a la fábrica, la pequeña propiedad a la aparcería y al estado de bracero, el oficio de maestro al de profesor.7
2) Cuanto más noble es el objeto del trabajo: por ej. el trabajo del sacerdote por las almas supera al del médico por los cuerpos; el del apóstol al del sastre; el del educador al de un oficial del ejército o del policía.
3) Cuanto más ventajoso es: así el trabajo de perfeccionamiento de la propia alma en el religioso («si quieres ser perfecto») supera al del pintor o escultor; el del legislador o sociólogo cristiano al del recaudador.
4) El trabajo apostólico de nuestros Discípulos (técnicos y propagandistas supera al de los tipógrafos, libreros, técnicos comunes, pues lleva «verdad, paz y bien»: «¡Qué hermosos son los pies del heraldo que trae la buena nueva!» [Rom 10,15]. Ese trabajo aporta los máximos bienes para la vida presente y para la eternidad.
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4. LA EDUCACIÓN AL TRABAJO

Es de inmensa ventaja para la vida y para la eternidad. El hombre tiene fuerzas físicas, intelectuales, morales y un cierto tiempo de vida para emplearlas. En la mente de Dios deben emplearse en conocerle y amarle: así estas fuerzas, aumentadas y ennoblecidas por nuestra adopción como hijos de Dios [cf. Gál 4,5], conocerán, servirán, amarán a Dios en el gozo eterno del cielo.
Dios nos elevó de veras cuando mandó a su Hijo a hacerse nuestra cabeza y asumirnos como miembros: «les ha dado la capacidad de hacerse hijos de Dios» [Jn 1,12]. ¡Qué gracia ser cristianos, no induístas, o mahometanos, etc.!
Estas fuerzas o se emplean noblemente como de verdaderos hombres, o se consumirán no al servicio de Dios sino en la esclavitud del egoísmo y del dinero; no en el amor de Dios sino en la servidumbre | de la carne; no en el conocimiento de Dios y de lo que es de su voluntad sino en la vanidad, en lo que perece... mientras el alma es espiritual e inmortal.
Cuando se educa para el trabajo, se acostumbra al joven a los estudios, a pensamientos elevados, a la energía, a producir, a vivir como auténtico hombre, como cristiano, y sobre todo se puede añadir la vida religiosa, la vida sacerdotal.
Cuando acompaño un cadáver a la sepultura, siempre reflexiono y me examino: ¡las aptitudes, fuerzas-talentos recibidos de Dios se han consumido! «Se acerca la noche, cuando nadie puede trabajar» [Jn 9,4]. ¿Cómo se han empleado? ¿a quién se han inmolado? Y yo, que mañana seré llevado a la sepultura, ¿cómo estoy empleándolas? ¿qué eternidad me preparo?
Educar para el trabajo significa elevar y construir la fortuna, la máxima caridad, el mayor bien de un joven, para la vida y para la eternidad. Cuando un hombre vive disciplinado, domina los sentidos y las contingencias, en la intimidad de la familia o en sociedad, será respetado, admirado; será útil a sí mismo y al prójimo; dará un buen aporte a la humanidad y a la Iglesia. ¡Sé hombre: vir, vis, fuerza!
Al contrario,8 ¡qué miserable la condición del perezoso que comienza con los suspensos en los exámenes, queda siempre por debajo de sus deberes, siente la propia vileza, es desestimado y rechazado en la sociedad, con peligro del último suspenso en el examen final!
Los santos son todos trabajadores. En proporción a los años vividos, ¡cuánto han hecho, y en cuántas direcciones! Santo Tomás de Aquino, san Francisco de Asís, san Bernardo, san Francisco de Sales, san José Cottolengo, san Juan Bosco, san Alfonso Rodríguez, san Juan Bautista de La Salle, san Juan de la Cruz, san Alberto Magno, san Camilo de Lellis, san Juan Mª. Vianney, santo Domingo, san Alfonso, ¡todos! Dieron el primer lugar al trabajo interior, y luego éste produjo una laboriosidad tan maravillosa, fructuosa, humanitaria que causa general admiración.
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5. SAN PABLO APÓSTOL

San Pablo escribe a los Tesalonicenses: «Cuando estábamos ahí os dimos esta norma: el que no quiera trabajar, que no coma. Es que nos hemos enterado de que algunos de vuestro grupo viven en la ociosidad, muy ocupados en no hacer nada; a éstos les mandamos y recomendamos en nombre del Señor Jesucristo que trabajen pacíficamente y así ganen para comer» (2Tes 3,10-12). «Nos agotamos trabajando con nuestras propias manos» (1Cor 4,12). Él fue un gran trabajador; insistió muchas veces en que «estas manos han atendido a mis necesidades y a las de mis compañeros» [He 20,34], trabajando incluso de noche en el oficio aprendido de joven. Dice de sí: «en los golpes... en las fatigas... en noches sin dormir...» (2Cor 6,5). Él es el más logrado intérprete e imitador de Jesucristo; también en esto su vida está en Cristo: «Para mí vivir es Cristo» [Flp 1,21].

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El trabajo del paulino (sacerdote o discípulo) tiene una característica: Jesús-obrero trabajando producía pobres cosas; san Pablo hacía esteras militares llamadas cilicios; en cambio el paulino ejerce un apostolado directo, dando con el trabajo la verdad, cumpliendo un oficio de predicación, hecho misión y aprobado por la Iglesia. San Pablo mismo alaba «sobre todo a los que se atarean predicando y enseñando» (1Tim 5,17).
El trabajo es redentivo para los hermanos; pero redime también al propio trabajador. Hay encarcelados que se redimen trabajando durante la prisión; y encarcelados que en el ocio aprenden y meditan otros crímenes.
El trabajo nos acerca a Dios, que es acto puro, infinito y eterno. Cuanto más pasa el hombre de la potencia al acto,9 tanto más imita a Dios. Y cuantas más potencias pone en actividad rectamente, tanto mejor corresponde a la voluntad de Dios que se las ha dado, tanto mejor sirve al Señor: amarás al Señor con toda la mente, las fuerzas, el corazón [cf. Lc 10,27]; también entran aquí las fuerzas físicas. El trabajo es, por tanto, parte del primer y principal mandamiento.
Hay un martirio por la fe; hay un martirio por la caridad. Y bien, el trabajo de apostolado es ejercicio de caridad, como lo es el del confesor: «son mártires también quienes confiesan a los hombres ante Dios» (S. Francisco de Sales). Las fuerzas vírgenes consumadas para dar la verdad a las almas, merecen la corona del virgen, del mártir; y la aureola del doctor. Es ofrecer nuestro cuerpo a Dios, como pide san Pablo: «Por ese cariño de Dios os exhorto, hermanos, a que ofrezcáis vuestra propia existencia como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios, como vuestro culto auténtico» (Rom 12,1).10
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6. LABORIOSIDAD

Los Papas de un siglo a esta parte han señalado e inculcado el verdadero concepto de trabajo, sus derechos y deberes. De un lado han condenado una concepción según la cual el trabajador llega a perder gradualmente su personalidad, y del otro han condenado la teoría clasista-materialista.11 Pero sobre todo han levantado la voz para salvaguardar la dignidad y los derechos de la persona humana. Así ha ido formándose la escuela cristiano-social con Toniolo como máximo representante.12 Se siguen los principios de la Rerum Novarum de León XIII, de la Quadragésimo anno de Pío XI, y los discursos de Pío XII. El «esquema de una síntesis social católica, o código social» resume la doctrina de las encíclicas sociales.
Un clero y una vida religiosa ociosa causarían un escándalo en la sociedad moderna.
Hoy las mayores cuestiones giran alrededor del trabajo: todos reconocen su fundamental importancia moral y económica.
No está fuera de sitio referir aquí la solicitud que el papa Pío XII muestra incluso por el trabajo de las monjas, deseando insistentemente que se reactive: «La religiosa asúmalo con santa intención, realícelo en la presencia de Dios, acéptelo en obediencia, únalo a la voluntaria renuncia de sí misma. Pues si el trabajo se hace de ese modo, será un potente y constante ejercicio de todas las virtudes y prenda de una suave y eficaz unión de la vida contemplativa con la activa, a ejemplo de la familia de Nazaret».13
La laboriosidad es señal de vocación; la ociosidad signo de falta de vocación. Hay que desconfiar siempre de los perezosos, aunque sean inteligentes. El joven muestra laboriosidad si no aguarda a estudiar cuando se acercan los exámenes; a cambiar vida cuando llega la toma de hábito u otra promoción; a cumplir el deber de apostolado cuando le ven y controlan: sino que siempre y doquier consagra sus jóvenes energías para Dios, para la eternidad, para el apostolado.
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7. OCIOSIDAD

Dicen en algunas naciones: «Para hacer caer a un hombre activo y trabajador hacen falta siete diablos; en cambio, para un perezoso, basta uno».14
Exceso de recreo y deporte, excesivo apego a la diversión de cualquier forma, sacudir la fatiga, no hacer nada, la pereza, la tibieza, frialdad, torpor, tedio de las cosas espirituales o del deber en el estudio, apostolado, oración... para no molestarse, para no sentir el peso. El aburrirse con las cosas divinas es pecado y raíz de otros pecados: lleva al descuido de los deberes, la crítica contra éstos, la preferencia de las cosas que gustan a los sentidos.
La teología enumera las consecuencias de la ociosidad: rencor y oposición a quien es fervoroso y diligente; oposición a los superiores que inculcan el deber; malicia en desestimar y descuidar la piedad; fracasos en la vida, en los cargos, en el perfeccionamiento de las virtudes; pusilanimidad para cuanto requiere energía; falta de verdadera disciplina y del orden por el que la carne tiene que someterse al espíritu; un criterio irracional en juzgar: «me gusta, no me gusta»; fácil abandono de las obras emprendidas, por ej. los estudios, la vocación, las iniciativas, los propósitos, la profesión religiosa, los pesos de la vida sacerdotal.
Hay que inculcar a todos estas máximas:
«La pereza trae mucha malicia» (Sir 33,28).
«El que va a caza de vaciedades no tiene juicio» (Prov 12,11).15
«El que va a caza de vaciedades se saciará de miseria» (Prov 28,19).16
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8. BENEFICENCIA

Es necesario comprender a la vez el papel del trabajo y el rol de la beneficencia, en la Iglesia en general, y en los institutos religiosos en particular.
La beneficencia tiene un rol de suplemento; en primer lugar está la ley natural del trabajo. «Dad a los pobres lo que os sobra» [cf. Lc 11,41]: es un deber, al que corresponde el «lo que os falta pedídselo a los ricos».17 No se puede pedir un donativo para una divertida excursión, pero sí puede pedirse un alojamiento para curarse de una enfermedad. Hay condena para quien no da lo superfluo: «Apartaos de mí, malditos... tuve hambre y no me disteis de comer» [Mt 25,41]; y hay salvación para quien lo da: «Venid, benditos... tuve hambre y me disteis de comer» [Mt 25,34].
Pedir es virtud. Jesucristo, notando a Zaqueo que intentaba verle, le dijo: «Baja enseguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa» [cf. Lc 19,5]. Es humildad, es confianza, es conforme al querer de Dios, es celo de querer cumplir las obras a gloria de Dios y por el bien del prójimo.
En las comunidades hay que sentir esta virtud. Puede decirse que hoy no haya instituto religioso que no | cuide este gran y necesario medio de bien: con visitas, correspondencia, publicaciones; y es siempre mayor el bien hecho al bienhechor, que lo recibido. Quien da al pobre recibe de Dios, a menudo ya en esta vida, seguro en el cielo.
Junto a la Pía Sociedad de San Pablo están los Cooperadores, a quienes se les pide obras (ej. escribir un libro, procurar vocaciones); oraciones, como consta en el libro de piedad para ellos; ofertas en dinero o en especie. Los Cooperadores están abundantemente recompensados por las oraciones de los nuestros y especialmente por las 2400 Misas, que cada año se celebran por ellos.
¿Cómo podría, sobre todo hoy, un religioso holgazán y mal administrador ir pidiendo, si extiende su mano delicada para recibir de una mano encallecida? Jesucristo, en el cielo, para honrar y suplicar al Padre, presenta sus manos, no sólo traspasadas por los clavos sino callosas por la sierra, el martillo y la garlopa de carpintero.
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9. POBREZA RELIGIOSA

Hay Órdenes mendicantes, contemplativas, activas, y contemplativas y activas a la vez. Todas son de alabar, si están aprobadas por la Iglesia.
La vida religiosa no puede ser la aspiración de quien quiere vivir sin fatigarse; de quien no trabaja; de quien se refugia y acepta la vida del convento para evitar su parte de lucha en el apostolado.
La vida religiosa bien entendida y mejor vivida es la practicada por Jesucristo, por María santísima, por san José.
La vida verdaderamente religiosa implica la mayor actividad: el trabajo de santificación, la oración, el celo, la necesidad de ser de la escuadra a disposición del Papa para las obras de carácter general... Es la vida más fatigosa, y constituye una continua abnegación y redención.
El consejo y concepto de pobreza, como lo practicó y predicó Jesucristo, consta de dos elementos, como todo mandamiento: uno negativo y otro positivo: ábnega et sústine.18 Está prohibida la administración y el uso independiente, apropiarse el fruto de la actividad; y el religioso de votos solemnes es incapaz de poseer.19 En cambio se prescribe el trabajo y los oficios, según el espíritu y las Constituciones; así como hay también obligación de cuidar las cosas de propiedad del Instituto y los medios técnicos, «que llegan a hacerse sagrados al dedicarlos a la divulgación del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia; de su uso y perfección se reportan frutos mayores y más pingües» (art. 237).20 Esto [vale] desde los libros a la pluma, a la máquina, a los aparatos, etc. El trabajo técnico «pasa a ser como sagrado por razón del apostolado...» (art. 239). Con todo, la acción del hombre en el trabajo es siempre más noble et pretio æstimábilis21 que el capital y el instrumento de trabajo.
La cuestación y la beneficencia vienen después que se ha cumplido el deber de fatigarse y se ha procurado vivir del propio ministerio, esfuerzo, altar. Esos medios servirán para las nuevas iniciativas en beneficio público, por lo que el propio público, es decir el prójimo, dado que se verá favorecido, tendrá también el deber de contribuir a incrementar tales obras. Así será en la construcción de las iglesias, los vocacionarios, las obras caritativas, los medios de apostolado.
Dice el papa Pío XII: «El trabajo es norma y ley fundamental de la vida religiosa desde sus orígenes, según el lema ora y labora. Sin duda, las normas disciplinares de la vida monástica, en gran parte fueron establecidas para mandar, ordenar y ejecutar el trabajo».22
Jesucristo fue «el carpintero del pueblo» hasta los treinta años; después en el ministerio público para anunciar el Evangelio, fundar la Iglesia, formar las vocaciones, etc. recurrió a las ofertas. ¡Y llevaba la cuenta!, exigiendo incluso que se recogiesen las migajas y los trozos sobrantes del pan milagroso, y que los Apóstoles recogieran las espigas caídas de las manos de los segadores, aunque fuera sábado.
El pueblo, cuando no tiene la cabeza revuelta por falsas ideologías, comprende las necesidades; y si ve que se actúa a favor suyo y se administra sabiamente con rectitud y prudencia, será generoso. No obstante las más sensatas leyes y medidas sociales, notan León XIII, Pío XI,23 y Pío XII, habrá siempre un amplísimo campo para la caridad: «a los pobres los tenéis siempre con vosotros» [Mc 14,7]; y siempre habrá nuevas necesidades en la Iglesia, para las nuevas obras requeridas por los tiempos. Jesucristo envió a sus Apóstoles sin dinero, sin ajuar, sin provisión de alimentos; y los Apóstoles, al volver de su misión e interrogados por el Maestro, declararon que no les había faltado nada.
Para los perezosos, la vida religiosa, bajo ciertos aspectos, es una gran desgracia; como les falta la inteligencia sobrenatural del trabajo, lo rehuyen (¿y quién no puede inventar pretextos para | zafarse?), sabiendo que a la hora de la comida tendrán puesta la mesa. De haberse quedado en el mundo, hubieran tenido que trabajar obligados por la necesidad... y se hallarían con una cuenta menos que rendir a Dios, dando menor escándalo en la comunidad y siendo más virtuosos.
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10. LA DOTE DE LOS PAULINOS24

La dote de un padre para los hijos consiste en una educación cristiana y en un arte, profesión u oficio; dos medios con que vivir bien en la tierra y ser felices en la eternidad.
La Pía Sociedad de San Pablo da:
1) Los estudios y la ordenación sacerdotal: «qui altari deservit de altari vívere debet».25
2) La capacidad de redacción, que puede utilizarse bien.
3) Una profesión noble de librero, tipógrafo, editor, en cada una de las cuales hay un medio de vida y de santidad.
4) Sobre todo da una educación civil, cristiana y religiosa que encierra en sí tesoros humanos y espirituales de inmenso valor.
El Instituto da pues una formación completa, bajo todo aspecto: hay que ver esto en el conjunto. Cada uno que parte de la casa y nación, donde se hizo paulino, hacia cualquier destino, incluso en tierra de misión (donde nunca el paulino es misionero propiamente dicho), tiene lo suficiente y abundante. Háganse fructificar, con humildad e inteligencia, celo y prudencia de recta administración, las dotes: se tendrán casas, máquinas, plumas, radio, vocaciones, magníficos éxitos de apostolado. ¿Qué Instituto da una dote semejante?
El Primer Maestro fue invitado a reflexionar si con todas esas dotes26 no abre demasiadas puertas y tentaciones a desvíos y abandonos para quien dice: «Padre, dame la parte de fortuna que me toca. El padre les repartió los bienes. A los pocos días, el menor... emigró a un país lejano» (Lc 15,11ss).
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11. ENSEÑAR EL TRABAJO

Dar pan es una buena obra; pero cuando se trata de jóvenes y de personas aptas para el trabajo, enseñar a ganárselo es algo doblemente bueno y meritorio.
La Iglesia tuvo siempre hijos dignos, formados sobre el Hijo de Dios humanado, como san Basilio, san Benito, san Juan Bosco, san Juan Bautista de La Salle.
Hay educaciones y educación: a veces sólo se estudia, a veces sólo se trabaja, a veces se hace un poco de lo uno y de lo otro; a veces hay un exceso de diversión, deporte, gimnasia.
La educación sea completa, aun prevaleciendo una u otra cosa en orden al fin. La verdadera vida es actividad, iniciativa: serena, sostiene y conserva frescas y por mucho tiempo las energías. Ganarse la estima de las personas sabias y fatigar ordenadamente es acumular riquezas para el cielo.
Verdadera vida es cumplir una misión, procurarse lo necesario para una existencia honrada y decorosa, aunque modesta, ser útiles al prójimo, al menos restituir de algún modo lo que se ha recibido.
¡Y dar trabajo! Dice la teología: hay desocupados «para quienes lo más conveniente es procurarles o darles trabajo, mejor que limosna».27
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12. TRABAJO ORDENADO

«Hágase todo con dignidad y orden» (1Cor 14,40). «Respeta el orden y el orden te respetará» (S. Agustín).28
Hay almas ordenadas y almas confusionarias. Almas de una idea clara, dominante, radicada, que recogen alrededor de sí todas las energías, asimilan casi obsesivamente. «Omnia in unum videt»;29 lo demás está en función del ideal. Lo primero es siempre el deber; luego lo que es de libre elección o de consejo.
Hay almas que escuchan a todos, que estudian métodos, que quisieran muchas cosas, que de todo se interesan, que cambian dirección a cada ventolada, que emprenden y dejan a mitad, que multiplican relaciones y correspondencia sin razón; se diría: «ocupadísimos en no hacer nada».30 Quien es ordenado interiormente se ordena más fácilmente también en lo externo. La vida interior simplificada, con programa claro y posible, preparado en los Ejercicios espirituales, es el primer paso. De un curso a otro: exámenes de conciencia, confesiones, lecturas, lucha espiritual, oraciones... todo está dirigido al desarrollo y a la realización.
La escuela y el estudio tienen programa anual fijo, punto de llegada, método sencillo y claro, división del trabajo día a día; y cada semana evaluación, buscando siempre nuevas industrias, insistiendo siempre en los conocimientos básicos.
Una propaganda31 desordenada es un fracaso; una propaganda ordenada se hace fácil, capilar y colectiva, muy fructuosa.
Redacción: elección del trabajo; recogida racional de la materia; valiéndose de lecturas, consejos, fichas, determinación clara, mirando decididamente al fin y ordenando cada una de las palabras a las personas a quienes nos dirigimos. Todo, sólo y siempre, inspirado en la doctrina católica, hecho a la luz del sagrario, siguiendo a san Pablo escritor.
Técnica: elección de los trabajos convenientes para el objeto y las circunstancias, posible con los medios de que se dispone, ordenando en un cuadro claro todas las partes del trabajo, previendo gastos y entradas, eligiendo personas, caracteres, máquinas, medios de difusión. Así se estará seguros de hacerlo en menor tiempo, con mejor resultado, satisfacción de todos y una equitativa utilidad. Apóstoles completos, ordenados, eficaces.
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13. ENTREGA Y CONSTANCIA

La entrega puede compararse a un motor más potente o menos potente, en un cierto límite. Quien es generoso cumple su tarea y su misión aplicando mente, voluntad, corazón, fuerzas físicas. La mente para comprender el trabajo, para estudiar los medios para un buen logro; la voluntad, usando todos los medios, las fuerzas físicas y morales; el corazón para amar el propio apostolado, hacerlo con gozo y mérito.
Una cosa es aceptar un oficio con forzada resignación, y otra amarlo, aportando entusiasmo y apasionándose.
Cuando hay entrega generosa y perseverancia, aun con talentos limitados, se hará un buen camino. Si en cambio faltan, el resultado sería escaso, aun contando con buenas aptitudes. Y así en todo: cuidado de las vocaciones, clases, apostolado, predicación, administración, redacción.
La lámpara que arde ante el Smo. Sacramento es viva y consume todo el aceite. Cuando se han empleado todos los talentos para el Señor, hayan sido cinco o dos, se puede estar seguros de la sentencia: «Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho» [Mt 25,21.23].
«Quien resista hasta el final, ése se salvará» [Mt 10,22].
Quien obra, se equivoca (algunas veces); pero quien no obra, vive en un continuo error. No hay que perder el ánimo, sino conservar siempre un sano optimismo. La historia es maestra de la vida; y nuestras pasadas experiencias nos sirven de lección para el futuro. Perdida una batalla, (mientras vivimos) hay tiempo para ganar otra.
«Todo contribuye al bien» [cf. Rom 8,28] cuando se tiene buena voluntad. De lo que salió bien daremos gloria a Dios; de lo que salió mal nos humillaremos y pediremos para rehacerlo mejor. Hay un óptimo libro: «El arte de sacar provecho de las culpas».32 La tentación más terrible es la desesperación; pero es más común la semi-desesperación. La fe es la primera virtud, pero la segunda es la esperanza. Honremos a Dios y rindámosle frecuente homenaje, afirmando creer en su bondad. A un amigo que se maravillaba de cómo César Cantú hubiera podido escribir tanto y tan bien, él le respondió: «Perseverando».
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14. UTILIZAR EL TIEMPO

Dos personas nacieron el mismo año y murieron el mismo año: pero una fue una ruina para sí y los demás, y la otra se santificó y dejó tras de sí una huella de bien.
«Fugit irreparábile tempus» (Virgilio).33 «Se acerca la noche, cuando nadie puede trabajar».34 «Aprovechando las ocasiones».35 «No vuelve la ola que ha pasado, ni puede regresar la hora transcurrida» (Ovidio).36
El tiempo es un gran don de Dios; como una caja dorada, que el hombre puede llenar de perlas que son las obras buenas, o de podredumbre que son los pecados.
El tiempo se puede perder: no haciendo nada, haciendo cosas inútiles, cometiendo pecados, obrando precipitadamente. En cambio, se redime haciendo el bien, haciendo ante todo el propio deber, haciendo siempre algo útil. «No nos cansemos de hacer el bien, que, si no desmayamos, a su tiempo cosecharemos» (Gál 6,9).
Hay varios modos de ganar el tiempo: quien, por ejemplo, en los primeros años de estudio aprende bien las materias, tendrá un buen fundamento para construir después, ahorrará mucho tiempo. Quien procede siempre en gracia de Dios y con intención más recta y con mayor amor en obrar, cosecha oro, pues, explica san Pablo, | las obras pueden parecerse al oro, a la plata, a piedras preciosas, a madera, a hierba seca, a estopa [cf. 1Cor 3,12]. En una vida breve puede realizarse lo que dice el Espíritu Santo: «Maduró en pocos años, cumplió mucho tiempo» (Sab 4,13). Hay comuniones y comuniones, como hay estudiantes y estudiantes. Pidamos con la Iglesia: «Dios omnipotente y eterno, dirige nuestros actos según tu beneplácito, para que merezcamos abundar en buenas obras en nombre de tu amado Hijo».37
Especializarse en algún arte o materia. Hay discípulos ya especializados en un determinado apostolado, y sacerdotes a quienes se puede consultar en campos concretos: sociología, teología, derecho, literatura, arte, canto, etc. Han secundado una especial aptitud e inclinación, con la aprobación de quien les guiaba; han aprovechado todo tiempo libre, han leído, escuchado, meditado, hecho ejercicios y pruebas. La historia abunda en tales ejemplos, no sólo en general, sino también entre el clero, los religiosos, los paulinos.
Cuidar los minutos. Es palabra impropia, pero aclara una idea.
«Perder tiempo, a quien más sabe, más desagrada» (Dante, Purgatorio, c. III, 78). Los cinco-diez minutos multiplicados por 5-10 veces al día dan medias horas o enteras; ¿y multiplicados por un año o diez o veinte o más?
Mirad ese clérigo, que leyendo por diez minutos cada día un libro de ascética, o de sociología, historia, literatura, etc., quitando el tiempo a conversaciones inútiles y a fáciles disipaciones o a lecturas indiferentes, se ha equipado valiosamente mejor que los compañeros.
Lo mismo cabe decir del Discípulo que ha llegado a una verdadera competencia en un ramo del apostolado.
Buscar lo mejor. Elige bien a tu director espiritual y a tus amigos. Elige bien los textos de clase y de lectura. Aconséjate con hombres eminentes, sabios, expertos en todo: como se elige el mejor médico, se trata con empresas serias, se trabaja con grandes bancos, se sigue a los técnicos más perfeccionados y de mayor experiencia, se buscan las mejores máquinas, se privilegian los más competentes comentadores, se prefieren las obras más útiles, se acude a los escritores más distinguidos, se procura buenos predicadores: ¡es todo tiempo ahorrado!
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15. HACER LAS COSAS BIEN

Nuestro apostolado tiene una parte material que se parece a la industria (ej., la tipografía) y otra que parece acercarlo al comercio (ej., la librería); todo él, en cambio, es un medio para la predicación, como la pluma en mano al Doctor de la Iglesia. Hay que guardarse de darle las formas comunes de los comerciantes o industriales, incluso sólo externamente. - La inicial oración de ofrecimiento; el sentido de unión entre el escritor, el técnico y el propagandista; el continuo reclamo con el rosario y las jaculatorias adecuadas para adquirir las indulgencias anexas al apostolado, etc., imprimirán en el ánimo [la convicción] de que no sólo se trata de verdadero apostolado sino del apostolado con los medios más modernos y rápidos, el apostolado ejercido en Cristo y en la Iglesia, el apostolado más fecundo en méritos para nosotros. - Más aún, es preciso que se sienta esta espiritualidad por otra razón: en él faltan a menudo los consuelos y correspondencia cercana de las almas que suelen acompañar a los otros ministerios.
«El apostolado ofrezca un carácter pastoral; por tanto quedan prohibidas las publicaciones que se editan con un sólo fin comercial o industrial; por el contrario, se recomiendan en cambio las que aprovechan al progreso humano» (art. 227).38
«Acuérdense los miembros de que en el ejercicio del apostolado de Cristo a todos somos deudores, y en primer lugar a los pequeños, a los infieles, a los humildes y a los pobres, para que la sabiduría de Cristo, que adapta formas tan variadas, sea conocida por toda la Iglesia» (art. 222).
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16. SOBRENATURALIDAD

El apostolado, el trabajo, tienen que hacerse con espíritu sobrenatural, verdaderamente como paulinos:
a) Obediencia: tanto el trabajo interior como el exterior estén gobernados por la obediencia. Dios paga lo que él manda trámite los superiores: «Quien os escucha a vosotros, me escucha a mí» [Lc 10,16]. El trabajo interior lo aprueba o sugiere el confesor o el director espiritual; el trabajo externo los superiores. Y aquí está la gran ventaja de la vida religiosa; el religioso no hace el bien elegido por él sino el que le asignan; por eso gana un doble mérito: uno por la obra buena, otro por la virtud de religión. Si en cambio el religioso con insistencia o engaño quisiera estar en un oficio, o casa, o ocupación de su gusto, podría quizás hasta hacer algunas cosas notables, pero serían en realidad «magni passus sed extra víam».39
b) Estado de gracia: La planta seca no da frutos; tampoco un alma en pecado mortal merece la vida eterna. Somos como los sarmientos y estamos | vivos si permanecemos unidos a la vid-Cristo. «Sin mí no podéis hacer nada... Quien sigue conmigo y yo con él, ése produce mucho fruto» [Jn 15,5].
c) Recta intención: «Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad».40
En nuestra diaria y varia tarea tenemos intención:
- de hacer un obsequio de adoración, poniendo al servicio de Dios todo nuestro ser: «creados para servir a Dios»; trabajar en este espíritu es adoración; en este servicio se cumple el precepto «comerás el pan bañado de sudor», como hizo Jesucristo;
- de unirnos a Jesucristo y, con él y en él, realizar el apostolado como altavoces que transmiten su verdad, su camino, su vida;
- de incluir todos los deseos y aspiraciones de Jesucristo al inmolarse en los altares;
- de unirnos a Jesucristo-obrero, procurando que nuestro trabajo sea, como el suyo, redentivo para todos los hombres vivientes y para todas las ánimas benditas.
Por tanto, decir la oración para la redacción, el apostolado técnico, la propaganda, etc. según los casos.
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17. BUENA REDACCIÓN

Los estudios deben orientarse a este ministerio. Ya desde el bachillerato, pero más aún en el liceo y en los cursos de teología, y luego en la pastoral, esa línea tiene que ser clara y resuelta. Son necesarios ejercicios, ensayos, pequeñas publicaciones: es el examen paulino, en el que se demuestra el celo sacerdotal. El sacerdote experimentará así gran satisfacción en su ministerio.
Cuando se tiene como mira las almas y la gloria de Dios, se encuentran los caminos y los medios para abordarlas, iluminarlas, hacerles la caridad mayor: la de la verdad. La redacción puede ser sencilla, en su mayor parte; y difícil, como el catecismo para los pequeños y la conferencia apologética; en medio, gran variedad.
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18. TRABAJO TÉCNICO

Es necesario que todos los estudiantes aprendan, además de redacción, también técnica, propaganda y administración. Es necesario que los Discípulos se adiestren y formen jefes de sección. Para ello tienen que conocer de algún modo los diversos trabajos, además de un trabajo determinado, conocer en su conjunto el progreso y la organización del apostolado, desde cuando el manuscrito entra en la tipografía hasta la difusión y la recuperación del dinero.
Actualmente la mayoría de las casas no conoce ni se ejercita en la técnica y propaganda del cine y la radio; y habrá que remediar esto de algún modo, al menos con el traslado de personas para formarse completamente.
Conviene recordar aquí estos artículos: - Art. 237: «El apostolado, según el fin específico de la Sociedad de San Pablo, requiere medios técnicos apropiados, que llegan a hacerse sagrados al dedicarlos a la divulgación del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia; de su uso y perfección se reportan frutos mayores y más pingües». - Art. 238: «Las máquinas y los otros medios de apostolado sean los mejores que presente el progreso de las artes técnicas...». - Art. 239: «En la realización del trabajo técnico, que pasa a ser como sagrado por razón del apostolado, hay que adherirse firmemente al sentido cristiano, para que la palabra de Dios, a quien sirve, ofrezca una presentación decorosa y digna expresión para provecho de las almas».41
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19. PROPAGANDA

Hay que notar que la propaganda es una parte decisiva, tanto para que la palabra de Dios llegue a todas partes, cuanto para que todo el precedente trabajo alcance su fin, como para que el Instituto logre la estabilidad necesaria.
A fin de que la propaganda quede asegurada desde el principio, hay que servir a la sociedad en sus necesidades y responder a sus deseos al elegir las ediciones. Es necesario además considerar todas las franjas y categorías de lectores, oyentes, espectadores; en primer lugar en lo concerniente a la religión, luego en lo tocante al progreso humano.
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20. NATURALEZA DEL DESCANSO

No hay que violentar el orden divino.
El descanso le es necesario al hombre, como el alimento; y se deberá tomar con las mismas intenciones: «para mantenernos en el servicio de Dios».
Los recreos alivian, dan descanso al cuerpo y al espíritu en el curso de las ocupaciones; la noche es el descanso de la jornada, el domingo el descanso de la semana, las vacaciones veraniegas el descanso del año.
El descanso ha de ser tal que constituya de veras descanso para las fatigas sostenidas, y una preparación para las futuras. No deberá, pues, cansar ni disipar; el alivio que se toma deber ser sereno, reposado, moderado, favorable para un mesurado desarrollo físico y para abrir ampliamente la inteligencia. Conviene seguir las buenas normas de los más estimados educadores.
No hay que violentar la naturaleza haciendo la noche día y el día noche, o fatigarse tanto en el deporte dominical que se transforme el día de descanso en un violento desgaste, hasta tener que descansar del descanso. Tampoco hay que excitar talmente los nervios, los sentimientos y la fantasía con desafíos apasionados, espectáculos cinematográficos, lecturas, conversaciones, excursiones, audiciones, discursos que causen turbación en el espíritu, agitación de conciencia, desorientación en la vida. Si tras el descanso o el recreo se estuviera menos preparados y dispuestos al estudio, piedad, virtud, apostolado... no se habría conseguido la finalidad.
Es particularmente delicada la edad del muchacho. Las vacaciones son a menudo la vendimia del demonio, decía san Juan Bosco. Por otra parte es importante que el recreo sea movimentado, que desahogue la vivacidad del joven, consumida en sana y social alegría. ¡Haya buenos patios, juegos variados, cantos joviales, instructivos espectáculos, paseos agradables, uniendo lo útil con lo placentero. El dicho «Pronto a la cama, pronto fuera de la cama», vale especialmente para quien tiene algún cargo directivo. El juego y el deporte no pueden ser ni oficios ni pasiones. La razón y el espíritu han de guiar siempre serenamente: «Los que gozan, como si no gozaran» (1Cor 7,30).
Se han creado ambientes donde el domingo ya no es el día del Señor: oración, instrucción religiosa, descanso; sino el día de jolgorio desenfrenado y de peligros. El lunes dominan cansancio y desgana; cuesta trabajo recoger los pensamientos y aplicar la mente al estudio y a los deberes; el viernes la mente y la fantasía están ya orientadas al deporte... ¿Cuándo y quién podrá formar a semejante juventud?
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21. EL MAESTRO Y LOS MAESTROS

El Hijo de Dios es la luz personal de Dios: Lumen de Lumine,42 esplendor de la gloria del Padre. Él, humanándose «se hizo la luz personal de Dios para los hombres, pues bajado del cielo por ellos es todo luz en sus obras y palabras. La encarnación, el nacimiento, la vida privada y pública, la pasión, la muerte, la resurrección, la ascensión, la fundación de la Iglesia, los sacramentos, la gloria a la derecha del Padre son siempre revelación de luz, son obras de sabiduría y de gracia que revelan las más íntimas maravillas de sus perfecciones y del alma que vive en Él. Así tanto sus obras como sus palabras trazan el camino que conduce al cielo».
Y bien, el Paulino se hace reflector de esta luz, que recibe y proyecta sobre las multitudes, en los sectores que más necesidad tienen o están dispuestas a recibir luz: «esa luz brilla en las tinieblas», pero a menudo «las tinieblas no la comprendieron» [Jn 1,5].
Reflectores, pero humanos, pues conscientemente recibimos la luz; conscientemente la dejamos penetrar en nosotros; conscientemente la transmitimos. «Yo soy la luz del mundo» [Jn 8,12], «Vosotros sois la luz del mundo» [Mt 5,14].
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22. VOCACIONES

Tenemos el fallo de no especializarnos43 aún suficientemente: algunos [nos envían jóvenes] como a un seminario; otros como a un colegio; otros para recibir un poco más de instrucción que en el pueblo o en casa; otros para [no] tener en casa una boca o un hijo no grato; otros como a un orfanato, etc.
Inculquemos sólo y siempre que se trata de un vocacionario para hacer religiosos paulinos. Sólo así orientaremos bien a padres, parientes, alumnos, y formaremos personal contento y paulino hasta la médula del espíritu.44
Mientras, un buen maestro puede bastante pronto distinguir a los llamados de los no llamados, orando y observándoles asiduamente.
El maestro de música capta las aptitudes del alumno viéndole poner las manos en el teclado; el maestro de pintura viéndole manejar el pincel... Pues igual el maestro de sección,45 viendo a sus jóvenes cómo están en clase, el apostolado, la capilla, el catecismo, se da cuenta de si hay inclinación, docilidad, inteligencia, amor..., si el joven se apasiona por las cosas que deberá hacer en la Congregación, en cualquier aspecto.
¡Así se hace la distinción! Si el joven se apasiona por el apostolado, tendrá un gran medio de perseverancia en la vocación específica del paulino, será su ideal vivo y entusiasta. Llegará incluso a preferir el apostolado al recreo, a trabajar horas extra para llegar a tiempo, a festejar un paso adelante del Instituto, a participar en todos los avatares alegres o dolorosos con sentimiento.
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23. ¡AL TRABAJO!

Hay un modo divino de reclutar a los generosos, por ejemplo los primeros apóstoles llamados por Jesús a seguirle; y hay asimismo un modo de correspondencia propio de estos generosos. Diverso es el modo común; pero la correspondencia, en todo caso, está en estas palabras: Ten siempre presente tu misión, como la estrella de tu camino, ideal de la vida, razón de tu existencia, objeto de la rendición de cuentas en el juicio particular. ¡Vive, piensa y trabaja para ella! Concentra todas tus fuerzas en lograrlo. No desparrames en otras cosas inteligencia, tiempo, dinero, ingenio, corazón... no te dejes abatir por obstáculos, sacrificios o incomprensiones. Volviendo a la decisión que un día tomaste, después de oración, reflexión y consejo, te encontrarás a ti mismo, reencontrarás coraje y fuerza para perseverar.
Cuando una nueva nave deja el astillero y lenta y majestuosamente entra y de adentra en el mar, autoridades, constructores y pueblo hacen fiesta. Intensa y más profunda, aunque menos espectacular, es la alegría que inunda el corazón del joven, de los educadores, de las almas cuando un clérigo o un discípulo se adentran en el mar de la vida, bien preparados, aguerridos contra las tempestades: ¡es el más alegre y seguro pronóstico! Y cuando camina sereno y fuerte en las aguas tranquilas o en las tempestades y entre los escollos, se complace el Señor, se admiran los hombres, y él se acerca seguro al puerto del cielo para recibir otro cargo grandioso y eterno.
¡Confianza y temor! «Por medio de las buenas obras aseguramos el éxito de nuestra vocación y elección» (2Pe 1,10).
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24. FE

Es la raíz de toda santificación y de todo apostolado y de toda estabilidad.
La vocación nace de una fe viva, y se sostiene y activa si ésta se hace cada vez más iluminada, sentida, practicada. El apostolado es irradiación de Cristo y de la verdad, de la moral y del culto enseñados por él: se sustancia pues la fe.
Depende de Dios el fruto del apostolado, para que las almas acojan el mensaje y se adhieran, porque la ciencia abre el camino a la fe, pero no es la fe; y para que el apóstol trabaje con mérito: «Sin mí no podéis hacer nada» [Jn 15,5].
El libro modelo, divino, fuente de cuanto decimos es el Evangelio. Cada casa tenga pues dos centros (que se completan y reducen a uno): Sagrario y Evangelio: arriba Jesús-eucarístico, debajo el Evangelio. Por eso se tendrá la bendición solemne y se expondrá en los locales de apostolado.
Trabajemos bajo la mirada bendita y complacida de María santísima, nuestra buena Madre.
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Apéndice
MARÍA REINA DEL TRABAJO

Reproducimos un manuscrito autógrafo del P. Alberione, tomado del Fondo San Pablo y editado por el P. Rosario Espósito en Carissimi in San Paolo (p. 1095s). Constaba de cuatro hojas de cm. 11x17 aproximadamente y llevaba la fecha del 22-VIII-1955. - Adviértase, en la segunda parte, el estilo catequístico con preguntas y respuestas, usadas entonces, y la ampliación de la visual personalista del trabajo: nada de abstracciones sino las personas concretas, los trabajadores.

Pronto (19 de diciembre de 1955) será coronada con este título la santísima Virgen, Madre de Dios y nuestra.46
El mundo trabajador gozará, notará que tiene una Madre que ha trabajado, que comprende y es sensible con los hijos que fatigan y comen un pan de sudores.
El trabajo es de varias clases; pero toda actividad es trabajo. Está el trabajo espiritual, el trabajo intelectual, el trabajo corporal.47 Cada cual debe comprender las fatigas de su semejante, y apreciarlas. Nadie es más activo que Dios; y Jesucristo realizó un trabajo elevado a valor de redención de la humanidad y a servicio del Padre celeste.
El trabajo de María fue trabajo espiritual de perfeccionamiento, una continuada subida hacia la perfección; un constante cumplimiento de la dura y altísima misión que el Señor le confió: aplastar con sus penas la cabeza de la serpiente infernal.
El trabajo de María fue intelectual; ella meditaba y estudiaba asiduamente los libros sagrados, y los poseía tan bien que espontáneamente floreció en sus labios el Magníficat, un tejido de dichos y frases sacadas de la Biblia.
Dos veces notan los evangelios que María escuchaba y meditaba las santas palabras dichas por Jesús.
El trabajo de María fue corporal, pues ella actuaba como la mujer hebrea que cuida de una casa y de una familia.
A María se le aplica, más que a ninguna otra, el elogio de la mujer fuerte (cf. Prov 31,10-31).
Cuando Jesús ejercía su ministerio público; cuando los apóstoles encontrábanse48 en el cenáculo aguardando el día de Pentecostés, o cuando ya predicaban; cuando María vivía en casa de Juan (accepit eam discípulus in sua),49 María, igual que las piadosas mujeres, hacía su trabajo de mujer laboriosa: preparar el alimento, limpiar, cuidar la ropa... ¡Modelo de trabajadora!

Pregunta: ¿Estamos obligados a trabajar?
Respuesta: Sí, porque es un mandato de Dios; es una necesidad de vida; la vida laboriosa es un gran mérito.
Pregunta: ¿A quién se debe llamar trabajador?
Respuesta: A cuantos se esfuerzan, o [se ocupan] en la oración, dando así el mayor aporte de bien a la sociedad; a quienes hacen un trabajo intelectual, como el maestro, el médico, el juez; a quienes se ocupan en asegurar la vida eterna a las almas, como el sacerdote, el misionero, el buen educador; a cuantos trajinan en los talleres, en los campos, en las minas, en un honrado comercio, etc.
Pregunta: ¿Cómo se santifica el trabajo?
Respuesta: Se santifica buscando con él dos cosas: pan y paraíso.
Pregunta: ¿Por qué el trabajador debe dirigirse a María?
Respuesta: Porque María es ejemplo de trabajo espiritual, intelectual, corporal. Porque María cumplió su trabajo con paciencia, intención sobrenatural, con constante aplicación en el uso del tiempo. Porque María mira desde el cielo, con mirada misericordiosa a los trabajadores; ruega por ellos, consuela sus sufrimientos.
Bien venga, pues, el título: María, Madre, Maestra y Reina del trabajador.
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1 No hace falta precisar que la interpretación bíblica de los “seis días” o “épocas” ha sido superada por la exegesis actual, más atenta a las nuevas ciencias cosmológicas y abierta a la hipótesis de la evolución cósmica, o “creación continua” (cf. A. MASANI, Providencia y orden cósmico, en “Rassegna di Teologia”, n. 4 - 1999, pp. 581-591; - C. TADDEI FERRETTI, Creación continua: el futuro y la creación, Ib., n. 2 - 2000, pp. 223-259).

2 Expresión de la teología escolástica (literalmente “hacia afuera”) para indicar el actuar de Dios en lo que es distinto de su vida intratrinitaria.

3 Esta es la traducción literal del texto citado «Homo náscitur ad laborem et avis ad volatum» (Job 5,7). En las nuevas versiones el sentido se presenta diverso. «El hombre nace para la fatiga, como las chispas para alzar el vuelo»; o según la TOB: «Es del hombre de quien viene el mal, como del fuego saltan chispas».

4 Cf. Oración para la buena muerte (primera versión) en Las oraciones de la Pía Sociedad de San Pablo, EP, Roma 1957.

5 «Descansen (en paz)».

6 En estos párrafos el Autor se inspira en la encíclica Divini Redemptoris de Pío XI (19 marzo 1937) sobre la visión cristiana del trabajo, en referencia a las ideologías ateas.

7 Hay que recordar aquí el concepto alberioniano de “maestro”, como formador de la mente, de la voluntad, del corazón en los alumnos.

8 La expresión italiana coincide con “al encuentro”.

9 Pasar de la potencia al acto (en sentido aristotélico) equivale a “pasar de la potencialidad (realidad virtual) a la acción o a la existencia real”.

10 Otras versiones leen: «es éste vuestro culto espiritual».

11 El las dos ediciones precedentes, la palabra clasista se había trascrito con clásica.

12 A José Toniolo (Treviso 1845 - Pisa 1918), economista e insigne maestro del pensamiento social cristiano, el P. Alberione le conocía sobre todo por la monografía sobre el Trabajo (vol. III de su Opera omnia, pp. 27-54).

13 Cf. PÍO XII, Constitución apostólica Sponsa Christi.

14 Este párrafo, que falta en el San Paolo, fue añadido en la segunda edición (A las Familias Paulinas).

15 En el original: «Qui... sectatur otium stultíssimus est».

16 En el original: «Qui... sectatur otium replébitur egestate».

17 Las dos frases en el original suenan así: «Quod súperest date paupéribus» e «quod deest pétite a divítibus». La interpretación de dar a los pobres “lo que sobra” deriva del “quod súperest” de la Vulgata; la exégesis actual prefiere “dad lo que tenéis en limosnas y así lo tendréis limpio todo” (lo de fuera y lo de dentro del plato).

18 Literalmente, «Abnega y soporta». Más usual es el lema «ábstine et sústine», atribuido a Epicteto, filósofo estoico. El P. Alberione lo interpreta así: “abstenernos de cuanto nos impide (de servir a Dios)” y “tomar cuanto nos ayuda” (cf. Donec formetur Christus in vobis, p. 23).

19 En sentido canónico, inhabilitado de poseer.

20 Estos artículos, como ya dijimos, remiten a las Constituciones SSP de 1949.

21 Preciosa.

22 Constitución apostólica Sponsa Christi, cit.

23 El nombre de Pío X recogido en otras ediciones es un error. Los conceptos expresados aquí están tomados de la enc. Quadragésimo anno de Pío XI.

24 En las precedentes ediciones se lee “Las dotes de los paulinos”, plural ambiguo, desde el momento en que el discurso vierte principalmente sobre la “dote” en el sentido de patrimonio familiar. Más adelante se pasará al plural.

25 «Quien sirve al altar debe vivir del altar», citando el sentido de 1Cor 9,13: «Bien sabéis que... los que atienden al altar tienen su parte en las ofrendas del altar».

26 Aquí “dotes” vale por aptitudes de habilidad, oportunidades profesionales.

27 En el original: «quibus consultius est laborem procurare aut subministrare, quam elemósynam dare».

28 En el original: «Serva órdinem et ordo servabit te».

29 Análogamente a «Omnia in uno videt», citado precedentemente: «Todo lo ve en referencia a una sola cosa».

30 En el original: «in nihilo agendo occupatíssimi».

31 En sentido apostólico paulino: difusión, promoción de las publicaciones.

32 Se trata exactamente del libro El arte de utilizar las propias culpas, de José Tissot. Ver arriba, nota 118 de «Amarás al Señor con toda tu mente», pág. 102.

33 «El tiempo huye imparable» (Geórgicas, l. III, 284).

34 En el original: «Venit nox quando nemo potest operari» (Jn 9,4).

35 En el original: «Tempus redimentes» (Col 4,5).

36 En el original: «Nec quæ prætériit íterum revértitur unda; nec quæ prætériit hora redire potest» (Ars amat. 3, 63).

37 En el original: «Omnípotens sempiterne Deus, dírige actus nostros in beneplácito tuo: ut in nómine dilecti Filii tui mereamur bonis opéribus abundare» (Misal Romano).

38 Se refiere siempre a las Constituciones SSP de 1949.

39 «Grandes pasos pero fuera del camino», expresión de san Agustín a los Donatistas.

40 En el original: «Gloria in excelsis Deo; et in terra pax homínibus bonæ voluntatis»; [Hoy se prefiere traducir en su 2ª parte “a los hombres que Dios ama”]. Este lema, compendiado en las iniciales G.D.P.H., contradistinguía a menudo las cartas del P. Alberione y sustituía el nombre del Autor en algunas obras.

41 Constituciones SSP, 1949.

42 «Luz de Luz»: del Credo niceno-constantinopolitano.

43 Es decir, de no presentarnos con una fisonomía y una finalidad específica.

44 Cf. al respecto, del propio P. Alberione: Ut perfectus sit homo Dei, I, 84-126; 145-147; 215-225...

45 Maestro de sección era el formador de un particular grupo de formandos: adolescentes, novicios, juniores, etc.

46 La fecha, tomada de un anuncio de L'Osservatore Romano, remite en realidad al 11 de diciembre da aquel año, cuando fue efectivamente coronada, con el título de “Reina del Trabajo”, la Virgen de Guadalupe, en México. En un solemne homenaje popular, un obrero, en nombre de todos los compañeros, puso una corona de oro en la cabeza de la célebre efigie mariana.

47 Vale por manual.

48 Forma arcaica (reflejando el original), por se encontraban.

49 Cf. Jn 19,27: «la acogió el discípulo en su casa».