Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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29. APOSTOLADO SACERDOTAL EN EL ESPÍRITU DE MARÍA SS.

El apostolado eucarístico está en la raíz de todas las obras y de toda la actividad de la Iglesia. La Iglesia no puede dar un bien mayor que la Comunión, no tiene vida más alta, apoyo mayor que la Eucaristía. Si todos los hombres comprendiesen qué quiere decir: Dios con nosotros, qué significa el Sagrario, qué vale la Santa Misa, qué se recibe en la Comunión, todos se dirigirían a la Eucaristía. Una sola pena tendría que atravesarnos el corazón: no haber aprovechado suficientemente la Eucaristía, y si en la eternidad fuese posible un remordimiento, tendríamos el de no haber tomado de la Eucaristía toda la gracia que se podía.
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En Jesús están todos los bienes, pero Jesús nos es dado por María. Dios podía escoger otro camino, ha querido, en cambio, seguir éste, y nos ha dado a Jesús y todo bien por María, ex muliere1.
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La misión de la Pía Discípula es semejante a la misión de la Virgen María. En esta verdad encontraremos muchas consolaciones. Hay una cosa que es un misterio, no en sí mismo, porque lo ha querido Dios, pero sí para nosotros. Dios ha dispuesto que la mujer fuese un ser más débil que el hombre, pero que el hombre recibiese la vida y la formación de la mujer. Como en la vida natural, así en el Cristianismo. La mujer no es sacerdotisa, no tiene el oficio de predicar, no tiene el poder de gobernar, no administra ordinariamente los Sacramentos. Pero el Sacerdote lo recibe todo de la mujer, al Sacerdote todo le ha venido de María.
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La Santísima Virgen fue siempre anunciada por los profetas como Aquella que tenía que dar al mundo al Salvador. Así fue anunciada en el Paraíso terrenal: Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya2. La Redención es realizada por Jesús por medio de María. La salud del mundo es realizada por el Sacerdote, pero viene de la Mujer. Brotará una vara de la raíz de Jesé, y una flor de su raíz nacerá3; he aquí que la Virgen concebirá y dará a luz4.
María es Madre del primer Sacerdote, es Madre de todo Sacerdote y de todas las almas que cumplen el oficio sacerdotal.
Apareció en la tierra inmaculada, porque tenía que ser la Madre del Salvador. En la Anunciación se le reveló este misterio, por esto pronunció su fiat5. Presenta a Jesús a los pastores6, a los Magos7, lo lleva al templo8, a Egipto9, lo acompaña de nuevo a Palestina10, habita con él en Nazaret11, le da el permiso para comenzar la vida pública12, el consentimiento para morir. Con la Ascensión, lo vuelve a presentar y a entregar al Padre. María es siempre la que nos da a Jesús, y es, por consiguiente, no sólo la más grande apóstol, sino la Apóstol, la Reina de los Apóstoles.
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El Apóstol por excelencia es Jesús. María es la Apóstol no como Jesús, pero en modo inmensamente más grande que todos los otros Apóstoles. Los primeros Apóstoles y los apóstoles de todos los tiempos, merecen este nombre en la medida en que participan del apostolado de Jesús y de María. El que se hace más semejante a María, más participa de su apostolado. He aquí la verdadera vocación: participar en el apostolado de María.
Todos los privilegios de la Virgen María fueron orientados a hacerla la Madre de Dios y la Reina de los Apóstoles. Por esto, nosotros la honramos Inmaculada, Asunta, pero sobre todo Reina de los Apóstoles, porque resumimos en este título todos sus privilegios.
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¿Cuál es el parecido entre el oficio de la Santísima Virgen y el de la Pía Discípula? La Discípula, además del apostolado eucarístico, tiene que realizar un apostolado sacerdotal, es decir: rezar por las vocaciones, ayudarlas en su desarrollo, asistirlas y llevarlas a cumplimiento: acompañarlas también después de que hayan pasado a la eternidad.
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María cumplió este oficio hacia Jesucristo; la Pía Discípula lo cumple hacia el alter Christus13, el Sacerdote.
María nos entregó a Jesús, fue la buena sacristana que preparó la Hostia para el Sacrificio, la Víctima. Jesús se formó con la sangre purísima de la Virgen Madre. Cuando recibimos la Hostia consagrada, recibimos en nosotros algo de María. Corazón de María..., con tu sangre virginal, formaste el corazón tan bello del adorado Cordero, que el mundo rescató14.
En el Sagrario está Jesús, fruto de María. En la Misa se sacrifica Jesús, hijo de María. La inmensa riqueza que posee el mundo es la presencia real, que nos viene de María.
Nosotros hemos sido redimidos por Jesús y también por María, que es precisamente la Corredentora. Si el Paraíso nos fue abierto de nuevo, si fuimos bautizados, si existe la Iglesia, el Papa, la Misa, si somos religiosos, todo se lo debemos a María.
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El Señor ahora quiere dar todavía sus bienes por medio de María y por medio de las almas que continúan la misión de María. ¡Él quiere alterae Mariae!, que den a la Iglesia y al mundo otros Cristos. El Sacerdocio se perpetúa en la Iglesia por María y por las almas que se consagran al cuidado de las vocaciones. Hay madres de familia que ofrecen al Señor alguno de sus hijos y hacen una grandísima cosa; hay piadosas mujeres que colaboran en el ministerio sacerdotal y gozan de sus frutos; hay otras que van todavía más adelante y que tienen una estrechísima relación con María SS.
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María cumplió el servicio sacerdotal hacia Jesús; su dignidad es incomparable, ella fue también Madre natural del primero y eterno Sacerdote. La Pía Discípula se convierte en madre espiritual del Sacerdote, lo que quiere decir mucho más que madre adoptiva, como podrían ser las bienhechoras. La Pía Discípula da más porque la virginidad es inmensamente fecunda. La Virgen se convierte en Madre de Dios por ser Virgen. Vosotras sois vírgenes y podéis llegar a ser madres. La virginidad engendra Sacerdotes a la Iglesia de Dios; la oración los obtiene, los sostiene. El buscar ayudas también materiales, el prestar el servicio, el contribuir a la formación del Sacerdote, completa vuestra obra materna. Unidas al ministerio del Sacerdote, partícipes de la misión de María, vosotras obtenéis frutos abundantes para la predicación, para la enseñanza, para los escritos y la obra de los Sacerdotes.
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Pero sed prudentes, y tened presente que no es a éste o a aquel Sacerdote al que tenéis que ayudar, sino al mismo Sacerdote: Cristo.
Tanto más unidas espiritualmente, cuanto más separadas materialmente. Cuanto más haya de mortificación, tanta más fuerza habrá.
El mundo espera otros Cristos, vengan por medio de las otras Marías.
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No he sido inspirado a constituir diversamente a los Sacerdotes. Antes he querido darles madres. ¡Qué misión inmensa os está reservada! ¡Dad gracias al Señor y seguid a María!
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1 Cf Gál 4, 4.

2 Gén 3, 15.

3 Is 11, 1.

4 Is 7,14.

5 Cf Lc 1, 26-38.

6 Cf Lc 2, 16.

7 CfMt 2, 11.

8 Cf Lc 2, 42.

9 Cf Mt 2, 14.

10 Cf Mt 2, 23.

11 Cf Mt 4, 13.

12 Cf Mt 3, 13ss.

13 Expresión habitual en san Pío X (elegido Papa el 4.8.1903; fallecido el 20.8.1914).

14 De un canto al Corazón inmaculado de María; el Primer Maestro exhortaba a las Pías Discípulas a cantarlo con frecuencia y devoción.