Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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22. APOSTOLADO DEL BUEN EJEMPLO

En los Ejercicios Espirituales se puede hacer de varias maneras el examen de conciencia en preparación a la confesión, pero antes es necesario saber qué confesión se quiere hacer, es decir, si semanal, extraordinaria, o casi general. Tened en todo caso presente un punto especial sobre el cual se quiere sobre todo orientar la reforma, obtener el perdón. Puede ser que seáis mayormente iluminadas y atraídas por un punto determinado, por ejemplo la entrega total a Dios. Puede ser que nunca como en los Ejercicios se comprenda qué significa éste ser totalmente de Dios, éste entregarse a él del todo.
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Sobre ciertas cosas es necesario instruir mejor a las aspirantes, a las postulantes, a las novicias. No es necesario alargarse en las pláticas, pero vosotras podéis hablarles en las instrucciones, en las conferencias. Hay aspirantes a la vida religiosa (y hablo sin querer hacer alusión a ninguna en particular) que, sin saberlo, en buena fe, se acostumbran a cosas malas y que, cuando se dan cuenta, ya no son capaces de corregirse. En vuestros encuentros particulares, iluminad, instruid, distinguid: esto es pecado, esto no lo es; de lo contrario, se forman conciencias raras, erróneas y no se camina sobre el recto camino. De algunas cosas puede hablar sólo una persona mayor. En estos últimos años se han escrito libros que hablan de la higiene y de la medicina en relación con la moral. Las Hermanas mayores hacen bien en instruirse para sí mismas y hacerse capaces de iluminar a las demás. Hablo sobre todo de lo que se refiere al VI mandamiento.
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Entre las varias formas de hacer el examen de conciencia en los Ejercicios, no olvidéis nunca los puntos sustanciales. Evitad la agitación, lo que importa es el dolor. Notad las venialidades consentidas, como la envidia, la ira, los enojos, los rencores, la pereza, los discursos vanos, las curiosidades, la frialdad en la oración, la excesiva sensibilidad, la satisfacción de los sentidos.
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Ahora quiero hablaros del Apostolado del buen ejemplo. Es obligatorio para todos y todos están obligados a ello. Puede ser negativo o positivo.
Negativo: evitar el escándalo.
Positivo: edificar haciendo el bien.
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El escándalo se puede dar de diversas maneras. Una que introdujese costumbres no buenas, como las murmuraciones, el tener cosas inútiles, da mal ejemplo.
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Da mal ejemplo una Superiora que no corrige los abusos, que busca el propio bien y no el del Instituto, que no se instruye suficientemente a sí misma y a las demás, que no vigila, que falta contra los votos, que descuida los propios deberes. El mal ejemplo se puede dar voluntaria e involuntariamente.
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Escándalo es dar ocasión de pecado o con las palabras, o con los hechos o con el comportamiento de la vida.
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Estad atentas a la vida común. Rarísimas veces se conceda levantarse más tarde. En nueve casos sobre diez es cuestión de frialdad y la vida espiritual se apaga o debilita. Levantándose pronto se mantiene la vivacidad del espíritu.
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Se puede dar mal ejemplo con las palabras. Destacar los defectos de las demás y contarlos; encontrar uno y publicarlo en seguida y en todos los sitios. A veces se pierde confianza en las personas, incluso en los Superiores, en el confesor, solamente porque pasa de una a otra la palabra de murmuración; porque se hacen sin fundamento juicios y se refieren a quien no se debe. ¡Cuántos daños provienen de ciertas palabras inconsideradas!
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Se da escándalo con los hechos. Cuando una ordinariamente pierde tiempo, discute, después de un poco habrá muchas que pierden tiempo, que discuten. Y entonces la vida religiosa no es un Cielo en la tierra, como tendría que ser.
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Hay a veces quien se dispensa de la observancia común, que pide permisos inútiles, y así, poco a poco, destruye la observancia regular, que es el gran bien de un Instituto. La regularidad, la disciplina, requieren sacrificios, continua abnegación, pero la vida religiosa hay que abrazarla con espontánea convicción, con voluntad sincera y vivirla seriamente. Si, en cambio, se adquiere la costumbre de despreciar las pequeñas reglas, se termina por convertirse en buenas mujeres y se está descontentas. Vuestro Instituto tiene agilidad y requiere: convencimiento, espontaneidad, delicadeza, amor intenso. En cambio, cuando se hace un mecanismo, una cosa cumplida para servir a los ojos1, entonces desaparece la vida religiosa.
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Se puede dar mal ejemplo con la sola conducta. Dos que van siempre juntas, que se tratan con excesiva confidencia, que están demasiado juntas, no edifican.
No hablemos luego del escándalo grave que induce a pecados mortales. No hay que creer que el mal ejemplo sea siempre venial. Es grave cuando hace daño a la comunidad entera, cuando introduce abusos contrarios a la vida religiosa.
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A las Piadosas Mujeres, en el camino del Calvario, Jesús les dijo: No lloréis por mí sino por vosotras y por vuestros hijos2. Quien no educa bien a los hijos, quien no guía bien a las almas confiadas a los propios cuidados, es responsable de ciertos pecados suyos. Si vuestras hijas no crecen bien formadas, sin piedad eucarística, no conforme a vuestra vocación, es responsable quien, teniendo que ayudarlas, no las ayuda.
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Dar buen ejemplo quiere decir alentar en el bien con la palabra y con la conducta. Si eres puntual, difundes en la comunidad la costumbre de la puntualidad. Si eres humildemente caritativa, en tu comunidad se aprenderá pronto a tratar con humilde amabilidad. Si eres amante de la pobreza, si evitas las cosas superfluas, si no dispones de nada sin permiso, llevarás a las demás a imitarte. Si tu comportamiento es edificante, las Hermanas serán atraídas a hacer lo mismo.
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Ahora vosotras tenéis un hábito digno, que invita al recogimiento, como el de la Virgen María.
Donde se pasa se dejan impresiones. La religiosa buena, cuando pasa por las calles, cuando viaja, siempre y en todo lugar cumple con su deber y difunde el buen olor de Cristo3. Tenéis que portaros de forma que quien os ve, tendría que poder pensar: en la tierra hay personas que en todo y siempre piensan en la vida eterna. El hábito religioso es una buena prédica; llevadlo siempre con dignidad.
Aunque nadie os vea, sólo pensar en vosotras como almas que viven de Dios, para Dios, almas recogidas, mortificadas, tiene que ser motivo de buena impresión que sugiere pensamientos elevados y edificantes.
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Si introducís en casa un modo de juzgar sobrenaturalmente, una manera de vivir realmente piadosa, religiosa, el buen uso del tiempo, vosotras contribuís a constituir una comunidad que perseverará en la observancia religiosa y las que vendrán detrás de vosotras continuarán caminando sobre vuestras huellas. Lo que hacemos produce siempre en los demás una impresión buena o mala.
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Vuestra vida tiene siempre que edificar; la persuasión de que se trata de personas santas corrige muchas cosas.
¿Por qué con algunas se es llevadas a murmurar, y con otras no se haría nunca y se trataría sólo de cosas espirituales? Dime con quien vas y te diré quién eres4. El ejemplo es la práctica más eficaz. Dijo Jesús: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón5. Alguna tendría, en cambio, que decir: No aprendáis de mí, no me imitéis, porque yo no me porto bien.
Al final de la vida, Jesús, después de haber lavado los pies a los Apóstoles, podía decir: Yo os di ejemplo, para que hagáis vosotros lo mismo que yo6.
San Pablo dice: Imitad a Dios como hijos7. Los hijos tienen que imitar al padre. Pero nadie ha visto a Dios8, y he aquí que el Hijo de Dios se hizo hombre y nos dice para que hagáis lo mismo que hice yo9
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No conocemos el efecto de nuestras palabras, de nuestro comportamiento, pero recordemos: muchas almas se pierden por los malos ejemplos y muchas almas se salvan por los buenos ejemplos. ¿Quién puede saber y confesar lo que ha causado de mal a los demás? Acusaos siempre también de los pecados que no conocéis, de los pecados que habéis hecho cometer a los demás. Líbrame de mis pecados ocultos y de los de los demás perdona a tu siervo10. Vendrá el juicio y el Señor nos hará ver todo el bien cumplido y quedaréis sorprendidas, pero puede ser también que quedemos sorprendidos del mucho mal no perdonado, y causado a los demás. Que Dios no quiera que hayamos sido causa de ruina espiritual. Pidamos perdón. Señor, misericordia, perdóname11.
Le diremos a Jesús: Señor, yo no tengo ni siquiera el valor de entrar a examinarme sobre este punto, pero Tú, lo ves todo, Tú lo sabes, me acuso como estoy ante ti. Perdona mis pecados y los que he hecho cometer a los demás. Dame esta gracia: si hubiese almas en el Purgatorio por causa mía, líbralas. Hago este pacto: hazme sufrir, mándame muchas humillaciones, cuantas son necesarias para salvar a las almas y reparar todos los malos ejemplos que yo he dado.
Al que mucho ama mucho se le perdona12.
En la santa Misa de mañana por la mañana recordamos a las almas que pueden encontrarse en el Purgatorio por nuestros malos ejemplos, y que el Señor nos mande tantos dolores, cuantos son necesarios para expiar. Tened mucha confianza en la consagración.
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1 Ef 6, 6.

2 Lc 23, 28.

3 Cf 2 Cor 2, 15.

4 Refrán común.

5 Mt 11, 29.

6 Jn 13, 15.

7 Cf Ef 5, 1.

8 Cf Jn 1, 18.

9 Jn 13, 15.

10 Sal 18, 13.

11 Del Acto de contrición.

12 Cf Lc 7, 47.