Beato Santiago Alberione

Opera Omnia

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28. LA MISA DE LA DISCÍPULA APÓSTOL

Las personas inscritas en las Cofradías se llaman entre ellas congregación. Vosotras os llamáis Hermanas. Sois hijas del mismo Padre, Dios, y pertenecéis más íntimamente al Cuerpo Místico de la Iglesia.
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Hablando de prácticas eucarísticas, podría deciros: escuchad bien la S. Misa, haced bien la Santa Comunión, pero para vosotras no basta. La Misa y la Comunión tienen que convertirse en apostolado. Todo lo que se os sugiere referente a las prácticas de piedad hay que hacerlo. Es cosa buena purificar el alma con la confesión y el dolor; prepararse en espíritu de penitencia, hacer actos de fe, de esperanza y de caridad. Todo lo que habéis escuchado sobre la Santa Misa y la Comunión hay que confirmarlo, pero, supuesto esto, veamos cómo transformar estas prácticas en medios de apostolado.
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La Santa Misa se ofrece por cuatro fines y tiene sus frutos.
La Discípula no se siente nunca sola cuando escucha la Santa Misa; ante Dios se siente unida a toda la Iglesia: triunfante, purgante, militante y con la Iglesia adora, da gracias, repara y suplica.
Está unida a la Iglesia triunfante y glorifica a la Santísima Trinidad; da satisfacción por la Iglesia purgante que representa; obtiene gracia, bendición, misericordia y salvación sobre toda la Iglesia militante de la que se reviste.
Per Ipsum et cum Ipso et in Ipso1.
La Discípula se siente miembro de la Iglesia, es más, tiene que realizar lo que está escrito en sus Constituciones: Ser miembros vivos y dinámicos en la Iglesia2. Siempre en Cristo, porque él es la Cabeza.
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La Misa tiene cuatro fines:
Adorar. Dios es el principio de todo lo creado, es el último fin3, constituye nuestra eterna felicidad. Dios es infinito en sus perfecciones, en su santidad. Nosotros, pequeñas criaturas, lo adoramos con los nueve coros de los Angeles, con todas las asociaciones de los Santos: los Apóstoles, los Confesores, las Vírgenes; con todas y cada una de las almas del purgatorio; con todas las personas esparcidas por la tierra, de una u otra nación, de una u otra religión. De todos se hace voz la Pía Discípula orante.
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Dar gracias. Dios es principio de todo. Todo lo que existe y tiene vida es beneficio suyo. Darle gracias por toda la humanidad: darle gracias por la Iglesia celestial, que llena de los beneficios de Dios, lo alaba por toda la eternidad. En el cielo se canta el eterno Magnificat4 entonado por la Virgen, al que hacen eco todos los Santos.
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Propiciar. Muchos se pierden porque no hay quien rece suficientemente y haga penitencia por ellos. Nosotros no tenemos fuerzas suficientes para salir en su ayuda; pues bien, ofrecemos como propiciación la sangre de Jesús, las espinas, los azotes, todos sus sufrimientos.
Estamos desolados ante el triste espectáculo de muchos y muchos que se pierden. Lo ha dicho Jesús: Ancho es el camino que conduce a la perdición y muchos caminan por él5. Si hubiese una multitud de niños hambrientos, descalzos, sucios, ¡qué pena nos darían! Vosotras, que tenéis un corazón bueno, sentís pena por quien sufre. ¡Oh, que suscite vuestra compasión la multitud de gente encaminada hacia el infierno, y socorredla! Hay que tener fe en la Santa Misa; que por su medio Dios perdone y salve. Es inmenso el cúmulo de los pecados, pero es incesante el ofrecimiento del Cordero divino6. En el cielo Jesús celebra su Misa eterna, aquí abajo la Misa se sucede incesantemente. La Pía Discípula esté siempre unida a la Misa del cielo y a las Misas de la tierra.
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Impetrar. La Misa es la gran oración, por la Misa se obtienen todas las gracias: es la oración más grande.
Jesucristo reza en medio de sus Discípulas. La Pía Discípula reza siempre al plural: Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas7; concede a todos el perdón. Perdónanos, Señor; de todo pecado, líbranos; para que te dignes llevarnos a una verdadera penitencia8.
Recemos para que se establezca la paz en las familias, entre los hombres, entre los pueblos. Que sea impedido el mal causado por la prensa mala, por el cine, por la radio, por las diversiones; que cesen estos peligros, verdaderos lazos de satanás. Líbranos, Señor, de todos los males, pasados, presentes y futuros9. Que sean liberadas las almas de los vínculos del pecado, que los niños conserven la inocencia, que sean liberadas las almas del purgatorio.
La Discípula lleva a todos en su corazón. Siente poder hacer todo escondida en Jesús, unida a los coros de los Angeles y de los Santos; unida a todo el purgatorio y a toda la tierra.
Unida particularmente a la Iglesia que Jesús ha adquirido con su sangre y ha hecho hermosa, inmaculada. La adquirió con su sangre10.
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Frutos de la Santa Misa. Está el fruto generalísimo, general, particular y particularísimo.
La Pía Discípula mira hacia estos frutos con su corazón de apóstol.
No considera solamente a Jesucristo como Sacerdote, sino también como Apóstol y Pontífice que ofrece la Víctima divina, es decir, a sí mismo, por las almas.
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El fruto generalísimo se extiende a todos, porque a todos extiende la Misa sus beneficios. De la Misa recibe beneficio toda la Iglesia. Se benefician los pecadores; las almas del Purgatorio; se alegran los Angeles y los Santos; la Trinidad Santísima recibe gloria. Gozan los inocentes y los pecadores, los Sacerdotes, los maestros, los gobernantes. La Discípula que asiste bien a la Santa Misa sabe que realiza una obra universal, su acción se eleva hasta penetrar los cielos; va más allá de los confines del tiempo y de los lugares.
La Discípula-Apóstol comprende a todos y abraza a todos.
- Es el alma más silenciosa y activa;
- el alma más retirada y más dinámica;
- el alma más recogida y expansiva; trabaja con medios que no fallarán jamás, porque la sangre de Jesús no falla nunca.
En la Misa, en el Introito, la Discípula entra con Jesús en el huerto de Getsemaní, ella también carga con los pecados suyos y con los de la humanidad, acepta el cáliz de la pasión y pone toda su inmolación, consumada en la fidelidad a los deberes, en las renuncias cotidianas. Es la pequeña víctima de amor. Cargada con sus culpas y con las de los demás, se humilla ante Dios y pide perdón, acompaña a Jesús en su camino doloroso, con el corazón arrepentido y las lágrimas en los ojos. Él es el inocente y en él la Discípula se esconde.
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El fruto general se extiende a quien contribuye a la celebración de la Misa, a la construcción de la iglesia, a la confección de los sagrados ornamentos; a quien ha preparado el altar, el vino, las hostias; a quien ayuda a la Misa, enciende las velas, etc. Se extiende a todos los que directa o indirectamente han contribuido a la celebración de la Misa.
La Discípula lleva especialmente en el corazón las vocaciones. Es una aportación preciosa preparar la materia para el Santo Sacrificio, los linos para el altar, pero si tú preparas manos que estrechan la Hostia santa, lenguas que repiten: Esto es mi Cuerpo11, ¡oh, entonces, cuánto más preciosa es tu obra!
Pedir, suplicar, obtener todavía: un millón seiscientos mil Sacerdotes.
La Discípula-Apóstol tiene un inmenso campo de trabajo, y su obra durará hasta el fin del mundo, para perpetuarse en la eternidad.
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Fruto particular de la Misa es el que decimos la aplicación de la Misa. Por ejemplo, se celebra por aquel difunto, por aquel enfermo, por los alumnos, etc. El Sacerdote pone la intención del oferente.
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¿Cómo cambiar este fruto en apostolado? La Pía Sociedad San Pablo ofrece por sus Cooperadores unas dos mil trescientas Misas anuales. Tanto más participan en estas Misas los miembros de la Pía Sociedad San Pablo, las Pías Discípulas, las Hijas de San Pablo, las Pastorcitas. La Discípula escucha la Misa por todas las Discípulas, por los Sacerdotes, Religiosos y miembros de la Pía Sociedad de San Pablo, por las Hijas de San Pablo, por las Pastorcitas. Tiene que alimentar y sostener a todos, a todos tiene que obtener el espíritu bueno y la gracia que necesitan. La Pía Discípula tendrá el mérito de todas las Familias sampaulinas, tendrá parte en el bien que todas realizan.
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Vosotras, con vuestra vida de oración y de sacrificio, alimentáis la raíz y dais vida al tronco, a las ramas, a las flores y a los frutos. Que la raíz sea santa, es decir, inocente; que esté bien abonada, y, por consiguiente, vida religiosa verdaderamente vivida; que sea alimentada con la vida eucarística y bien regada con la oración.
Permaneced en la humildad, bien escondidas. ¿Que os dicen que sois las siervas? Y la Virgen ¿no se llamó sierva, esclava del Señor?12 Ella que estuvo en la raíz de la Iglesia y de todo apostolado.
Tened sed de escondimiento, como Jesús ama esconderse bajo las especies eucarísticas.
Pienso que tendría que haber sólo un temor: el de no comprender bastante la nobleza, la grandeza, la sublimidad de vuestra llamada. Estad si es necesario bajo tierra, tomaos en paz todas las culpas, pedidle al Señor que os mande tantas humillaciones cuantas son necesarias para ser la raíz que se derrama y da la gracia que alimenta.
Sed abono fertilizante y agua: todas estas cosas son absorbidas por la planta y se transforman en savia que da la vida.
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Fruto particularísimo o especialísimo: está reservado al solo Sacerdote celebrante. Rezad por el Clero. ¿Comprendéis el valor que tiene en el mundo el Sacerdote? Es necesario que los Sacerdotes misioneros, los maestros, los predicadores, todos los Sacerdotes, sean santos. También las santas religiosas son formadas por los santos sacerdotes.
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Os he dicho solamente algunas cosas. No creáis que se haya agotado el tema. El Señor os dirá cosas más bellas. Yo os hablo en su nombre y os he dicho las cosas que he aprendido de él.
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Pedid perdón, pedid la gracia de poder escuchar bien la Santa Misa y de transformarla en apostolado. Dad algún paso hacia adelante, y la Misa de la pequeña Pía Discípula escondida producirá frutos inmensos. No podéis imaginar ni encontrar otra cosa mejor en el mundo más que vuestra vocación. Más os haréis como la Hostia y más produciréis los frutos de la Hostia. Jesús está escondido bajo los velos eucarísticos, pero él está siempre vivo para interceder en nuestro favor13.
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1 Misal Romano, Plegaria eucarística, doxología.

2 Constituciones de las Pías Discípulas del Divino Maestro (1947), art. 3.

3 Cf Ap 1, 8.

4 Cf Lc 1, 46-55.

5 Cf Mt 7, 13.

6 Cf Heb 7, 25.

7 Mt 6, 11-12.

8 Invocaciones de las Letanías de los Santos.

9 Misal Romano, Libera nos.

10 Hch 20, 28.

11 Misal Romano, Palabras de la Consagración.

12 Cf Lc 1, 38.

13 Heb 7, 25.