PRESENTACIÓN
La recopilación de las Meditaciones en el presente volumen, muestra un carácter peculiar respecto a las publicaciones precedentes.
Es necesario remontarse a los años 1946-1947 cuando, no disponiendo todavía de grabación, se recurría a los apuntes a mano en fidelidad rigurosa a la palabra escuchada. Mecanografiados solícitamente, se le pasaban al mismo padre Alberione, que revisaba, corregía, y daba vía libre para imprimir para uso privado.
Desde la víspera de Navidad de 1946 hasta el 30 de marzo de 1947, las meditaciones que aquí se encuentran fueron pronunciadas por el Fundador en la capilla de las Hijas de San Pablo, ahora calle Antonino Pio, n. 75.
Estaban presentes las Hijas de S. Pablo, en cuya comunidad, desde el mes de noviembre de 1946, se había integrado ya el grupo de las novicias Pías Discípulas. Esta unión había sido decidida por la S. Congregación para los Religiosos y transmitida con otras deliberaciònes en el Decreto del 24 de agosto de 1946.
El Decreto fue la respuesta a una ulterior y más explícita petición del padre Santiago Alberione, quien humildemente pedía a la Autoridad competente que quisiera aprobar, como Congregación autónoma, a las Pías Discípulas del Divino Maestro, distintas de las Hijas de San Pablo.
Para todas las interesadas (unas trescientas Pías
Discípulas) fue éste un período oscuro, de sufrimiento, en una posición delicada y ambigua. Se trataba de ser obedientes a las disposiciones de la Iglesia, pero no se podía ignorar la profunda aflicción de muchas almas que, para responder a la propia llamada, habían realizado su libre elección en fechas distintas.
El padre Alberione fue el primero que obedeció al Decreto y que orientó a la obediencia, pero, al mismo tiempo, sentía en su ánimo la urgencia del carisma fundacional particular.
Hablaba a sus hijas y exponía con humildad y prudencia cuanto consideraba necesario. Particularmente, las ex Pías Discípulas comprendían y acogían lo que a ellas se refería.
Resulta evidente que en el texto se insiste sobre la llamada al apostolado específico de las Pías Discípulas, que se tenía que desarrollar en formas distintas a las de las Hijas de San Pablo.
El padre José Timoteo Giaccardo, (ahora Beato), fidelísimo intérprete del pensamiento y de la voluntad del padre Alberione, después de dos meditaciones de Navidad, escribió:
Las meditaciones del Primer Maestro son un illuminare tenebras, en todas las cosas. Sus palabras rebosan del Espíritu que lo ha hecho Padre de muchas almas y dan luz, fortaleza y vida (5.1.47).
Todo lo que aparece bajo el título La misión de las Pías Discípulas corresponde a un escrito totalmente autógrafo del Primer Maestro; por esta razón y por su contenido, la consideramos como una preciosa herencia.
El original se conserva en los archivos de las Pías Discípulas.
Las 21 meditaciones, cuyas fechas van del 12 al 21 de junio de 1947 constituyen un curso de Ejercicios Espirituales. Fueron pronunciadas, según la disponibilidad del padre Alberione, dos o tres cada día; se recogieron con el método arriba indicado.
El Retiro tuvo lugar en Albano Laziale (Roma) en la Casa del Noviciado de la Pía Sociedad de San Pablo, en la calle Castro Partico, n. 12. Siguiendo la sugerencia del mismo padre Alberione, las participantes fueron escogidas entre las que tenían mayores responsabilidades sobre las personas y las obras, y las ancianas, es decir, las que formaban el núcleo inicial del Instituto.
Se vivió un momento histórico muy importante, sea por la nueva situación canónica, que abría un nuevo camino, sea por los horizontes nuevos, que se abrían en nombre de Dios y según la voluntad de la Iglesia.
Días de más intensa luz y de profunda presencia del Espíritu. La palabra del Fundador, libre ya para expresarse, la confiada serenidad de las participantes, creaban, en el silencio y en la oración, un clima de Cenáculo. Las Pías Discípulas, salidas de la oscuridad, de los temores de un reciente pasado, se lanzaban, entusiastas, hacia las nuevas aperturas apostólicas.
Si las primeras 16 meditaciones obligaron al Fundador a necesarias restricciones, desde junio de 1947 se nota en su palabra la comunicación siempre decidida y a veces gozosa que, llevando a vivir un presente nuevo, presentaba a las Pías Discípulas las amplias perspectivas de un futuro que, especialmente de cara a la acción apostólica, indicaba cimas más altas y expansión más amplia, siempre en la fidelidad y en la creatividad requeridas por el lema programático: Sean las Pías Discípulas miembros vivos y dinámicos en Cristo y en la Iglesia.
En el período entre finales de 1946 y principios de 1947, la palabra del Fundador está investida de un soplo profético que hace sensible la presencia divina, para iluminar en la oscuridad, para guiar el camino incierto del momento, para transmitir en la luz de la fe la certeza que él poseía y que confidencialmente expresaba así a su Vicario el padre J. Timoteo Giaccardo:
Yo estoy cada vez más convencido y persuadido, por razones naturales y sobrenaturales, de que es conforme a la naturaleza, de que es conforme al Derecho, de que es conforme al Evangelio y a la voluntad divina la institución de las Pías Discípulas (19.11.46).
Ante la asamblea reunida para los Ejercicios Espirituales - junio de 1947 - la voz profética resulta más segura y vibrante, y expresa con valentía cosas grandes, conmovedoras, que hacen gozar a todo el ser.
Se trata de proyectos que gradual, pero valientemente, tendrán que hacerse realidad, puesta siempre la condición indispensable de una profunda vida interior, en el seguimiento de Cristo, sobre las huellas de la Virgen María.
Así, la Pía Discípula queda habilitada para el anuncio, en el cumplimiento de la triple misión apostólica, que nace de un solo Amor y que está orientada a un único fin: Jesús, viviente en la Eucaristía, viviente en el Sacerdocio, viviente en la Iglesia (Const. 3).
Las meditaciones sucesivas: 7 de junio, Retiro de junio: (3 m.) y 15 de agosto, fueron pronunciadas por el padre Alberione en Alba, en la Casa Madre, Plaza de San Pablo, en el complejo paulino Casa divina Providencia.
MARIA LUCIA RICCI, pddm
Roma, 8 de septiembre de 1990
Natividad de la Virgen María